HOMENAJE A JUAN RUIZ PEÑA. XVIII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS. DÍA 8 DE OCTUBRE DE 2015, TEATRO LICEO DE SALAMANCA. REPORTAJE FOTOGRÁFICO DE JOSÉ AMADOR MARTÍN

 

 

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Crear en Salamanca publica en exclusiva un reportaje fotográfico de la segunda sesión del XVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos. La misma estuvo dedicada a Juan Ruiz Peña. En los próximos días publicaremos las fotografías de los demás actos complementarios celebrados tanto en Salamanca como en Zamora.

 

2 Retrato de Juan Ruiz Peña, por Miguel elíasRetrato de Juan Ruiz Peña, por Miguel elías

 

 

 

NACÍ YO DESDE ADENTRO

Nací yo desde adentro
o es que la vida fluye desde fuera,
igual que al olmo
se me han caído ya todas las hojas,
y en tierra están, son lodo y sufrimiento;
pero el tronco resiste el hacha de los días,
los dolorosos vuelan e incluso los alegres
con halo de arco iris;
no volveré a ser pájaro
que los hierros golpea con la loca cabeza
y aletea sangrando
pero no escapará: la jaula es infinita.
Es la vida un deseo
como el sueño de un lobo que vagó solitario
en la cerrada noche,
sin luces, sin estrellas,
ciego de nieve y nunca el camino encontraba.
Conozco la amargura de todos los caminos.
Mi alma es la que canta
que es un río de sangre sonando en lo más hondo
de ti, sordo profundo, raíz de lo que ha sido,
¿acaso no la escuchas?

IMG_4006-001José María Sánchez Terrones

LA CASA DEL POETA
(Unamuno)

Todos los días paso por la casa
donde murió el poeta,
e imagino su sombra al balcón escuchando
nacer la primavera.

Torreón del convento de las Úrsulas
y álamos que verdean
e infunden al plumón verdiluz de las hojas
temblor de savia nueva.

La Casa de las Muertes, el misterio
de su portada bella,
entrelazando al pétreo tiempo que ya pasó
con el tiempo que llega.

Cuadradas, finas, torres de Monterrey,
cuajada luz en piedra
secular, donde el alma sus anhelos remansa,
su ansia de ser eterna.

Allá, la Clerecía, altas torres,
Catedral Nueva y Vieja,
callejones antiguos de inacabable ensueño
en platerescas piedras.

Umbroso patio donde Fray Luis vibra
en bronce, mientras sueña
la eternidad divina y en su interior devana
la celestial esencia.

Por estas calles solo vagaría,
inmerso en vida densa,
pensando no morir, torturada la mente
por la duda más cruenta.

En este balcón mismo, cuántas noches
mirando a las estrellas,
se sintió frágil caña y avizoró a la muerte,
lleno de angustia inmensa.

Labrando versos, paz encontró siempre,
santa paz hogareña,
en la casa, en la esposa, en risa de los hijos,
en las llamas domésticas.

Esta noche soñando me he parado
casi en la misma puerta
de su casa y sentí el vuelo de su espíritu
que inmortal aletea.

 

 

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ENRIQUE GRACIA TRINIDAD
(España)

PRESENCIA DE MAMBRUNO

En recuerdo de Juan Ruiz Peña, “Mambruno”

Mambruno sabe que la vida es breve,
sabe de soledad, sabe de escarcha,
de la tarde y la noche que son lluvia,
del latido del pájaro en el viento.

Mambruno sabe que es feliz el álamo,
y la hierba y abril y el lento chopo.
Sabe que hay puentes donde alzar la vida,
donde todo es fugaz y el agua es sombra.

Mambruno sabe de la risa triste
que crece en el suburbio del otoño
—zapatos solitarios, viejas sillas—
con su espalda de amor que es esperanza.

Mambruno sabe del rumor del bosque,
del perfume de escombro y de resina,
de la cal de los muros y la voz
que un padre logra convertir en ala.

Mambruno sabe del dolor del tiempo,
sabe de nieves y tejados rojos,
de puertas amarillas en septiembre
donde refugia el alma su silencio.

Mambruno sabe de la tierra toda,
sabe de Andalucía y Salamanca,
de Burgos, de Algeciras, de Madrid,
de Sevilla y Jerez de la Frontera.

Mambruno sabe sobre todo y vive,
más allá del recuerdo y la nostalgia,
más allá de la luz libre y sonora,
más allá de las nubes y su júbilo
más allá de la brisa del almendro,
más allá de aquel mar y las colinas
donde habitó su voz que nos habita.

 

 

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ÁLVARO MATA GUILLÉ
(Costa Rica)

 

 

HOMENAJE A JUAN RUIZ PEÑA

Casi al amanecer,
quedando todavía unas estrellas, con el viento detenido
y también la lluvia,
continuaba deambulando por los barrios de mi barrio:
reaparecía el desierto,
unos cerros dormidos,
el murmullo de cantos que apenas escuchaba,
ritos caminando hacia el vacío;

el allá era el aquí,
iba y venía era el otro:
la sombra, la niebla,
lo ausente,
el pasado regresando a la lejanía,
el todo en el todo,
la sombra, la niebla,
lo ausente.

Perseguía el crepúsculo,
buscaba un fantasma,
la extrañeza,
el origen del origen en el polvo.

El mutismo se sumergía en la indiferencia,
pasaban las cosas sin pasar,
-un pájaro, una nube,
el sol de nuevo entre las calles envejeciendo,
un perro arrastrando las cadenas,
un grito-,
pero no nada había

 

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VICTOR OLIVEIRA MATEUS
(Portugal)

 

“ATARDECER”

Apreso esta tarde que se aproxima
entre el rumor vacilante de los álamos
y el latido casi humano de las casas.
Apreso el desamparo agreste de los páramos,
donde mi sombra – con pinceladas
de nieve – va dibujando temerosa
la imponderable presencia del sueño.
Apreso también, especialmente, una mirada
que desde lo aparente se derrama
en busca del más oculto hilo de silencio.
De silencio y de sentido.
Lugar donde las palabras
se acaban afirmando y donde el dolor
– ese destino ineludible y solitario –
es un “lobo devorador
que se calla (sólo) un instante
para después morder mejor” (1).
(1) Paráfrasis de los versos finales del poema “Dolor”, de Juan Ruiz Peña. Versos Juntos, p. 61.

Traducción de A. P. Alencart

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ARACELI SAGÜILLO
(España)

 

 

“CIEN MIL SOLES DENTRO”
Juan Ruiz Peña

…Y de pronto se pone la suerte de cara
y por entre las costuras del toldo azul,
la tarde agobiante y enturbiada
por nubes y oscuros cielos,
se cuela hasta la piel del alma
la luz de una alegría.

Todos los rincones sombríos se enjoyan
con florecillas de colores,
y brotan versos de amor entre los labios.

“CIEN MIL SOLES DENTRO” de las campanas
brillan anunciando la mañana,
y una prolongación de estrellas
se esconden al salir el sol.

“APENAS UN TEMBLOR” en el tiempo, avanza
hacia la luz, en este futuro incierto.
Recuerdos callados, sin alas ni poesía
lloran ausencias, y una carta olvidada llena de amor
derrama soledades.

Desfilarán por la tierra ortigas,
y se llenarán de sombras las manos,
heridas de memoria.
Ventanas abiertas se cerrarán al mundo,
y suspiros exhalando la luz bendita,
escucharán poemas de aquella voz, clara y serena.

Todo se quedará guardado en algún sueño,
entre amaneceres suaves, y días naciendo,
de no se sabe dónde.

 

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ISABEL GONZÁLEZ GIL
(España)

 

HILOS DE LA MEMORIA
(a Juan Ruiz Peña)

 

 

“y el alma busca los hilos
de la memoria, los días
y cosas que ella ha perdido”
Juan Ruiz Peña, “La realidad o el sueño”

Nunca pensé que pudiera redimirme
porque no he sido feliz
pero hoy a media mañana he salido
a esta calle que no será la nuestra
el sol de primavera me ha raptado
levemente, y me ha traído el olor
de las agujas secas de los pinos
el recuerdo de una verja chirriante
y oxidada, la imagen de unas manos
tiznadas de resina
y siento cómo a pesar de esta tristeza crónica
hoy en la acera me han devuelto cada árbol
cada adoquín, abriéndose
a mi ocasión de amarlos
tal vez no como aman los seres de corazón entero
tampoco con un querer literario
tan solo con mi amor a la resina seca
que la piedra no borra de las manos.

 

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MARIA DO SAMEIRO BARROSO
(Portugal)

 

LETANÍA PARA UNA NOCHE DE YEDRAS

soy solo un hombre, vivo rumor del bosque
Juan Ruiz Peña

 

 

Te buscaba, en las puertas cerradas de un otoño ciego,
cubierto de nubes coloradas,
en sus espaldas de sufrimiento y oro.
Tu corazón tenía el color de la inocencia,
mezclada con perlas blancas de lluvia, mercurio,
vestigios de azul y lagrimas cenicientas.
Eres solo un hombre, un rumor, una lágrima,
una hoja viva que oía como una letanía
en una noche de yedras y silencio,
la mirada de los pájaros comprimiendo mis ojos,
los relámpagos quedándose libres
para alumbrar las cuevas, las ruinas
y las cenizas donde te leyó
en las ojivas vacías de llamas y rosas,
derribadas al sol poniente,
en el cristal de la niebla donde mi sueño
es un torbellino blanco que late
entre las coronas de la vida,
las venas de la muerte, las violetas dulces
y las uvas de setiembre.

 

 

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MARIAN DE VICENTE
(España)

 

“Eres la plenitud,
en ti estamos y somos lo que no se detiene.”
Juan Ruiz Peña

Avanzado ya octubre, aún cálidos los días,
se resisten las hojas a perder su verdor,
al cambio y la caída. Y esta noche de luna
llena apenas velada vuelvo a ver
la ciudad encendida y el cielo entre las calles
estrechas, recogidas, acogedoras siempre,
con ese ritmo lento de lugares sin coches
y el alegre tumulto de viandantes sin prisa.
Oigo sus voces y sus rostros veo,
camino junto a ellos, resguardados
al calor de las piedras que se elevan
y se agachan después, y nos protegen
como un manto de madre
y siento tu presencia, esa luz que transita
callada, inmarcesible, entre nosotros.

 

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PAULO DE TARSO CORREIA DE MELO
(Brasil)

 

IMG_4132Francisco Javier Sánchez leyendo el poema de Paulo de Tarso

 

 

 

COMPARTIMOS LA CARNE Y EL TIEMPO

Compartimos la carne y el tiempo
y otras cicatrices y preguntas.
El aire y los nombres, las nubes y el viento
y otras palabras que andan juntas.
Amor y miedo y pensamiento,
ahora y siempre y nunca,
extraños otros ornamentos:
querer, saber y música.
No y esperanza. Milenios
y juventud. Arcoíris
y otras visiones. Incienso
y otros regalos. Saudade
y otras flores raras.
Y silencio.

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JUAN IGNACIO GONZÁLEZ ÁLVAREZ

(España)

 

 

CIUDAD DESHABITADA

Vago por estas calles encendidas
de la ciudad,
entre un río de luces,
camino solo
con mi pobre vida a cuestas,
buscando algo,
que no es la muerte ni la vida,
algo que siento latir oscuramente dentro de mí.

(Juan Ruiz Peña)

Apenas un dominio de luz en las aceras.
Una sombra lejana,
como si fuera de otro,
se mira en el espejo donde gime la tarde.

Atravesar entonces avenidas
cuando está la ciudad deshabitada
y rondan los suicidas por el parque
con el pecho tristísimo
y la ceguera total de una obsesión inmóvil,
es empezar a desvivir la vida
como un recuerdo antiguo
largamente perdido en la memoria.
Conozco la ciudad,
mi pasado ocupa un escenario de postales
vacías y calles desoladas,
siempre el vacío
con la ausente liturgia de los días
y los pies desnudos para la desnudez última,
habitante volátil del invierno,
única carne herida que nutre las aceras.

Yo sé que formo parte de su insomnio
irremediablemente
y creo haber dejado
mi vida entre sus pliegues
porque hoy es imposible regresar de nuevo
a revestirme con la sudada piel que fui.

Como la tuya,
ésta es mi angustia todavía,
la oscuridad temprana de mis males secretos,
la eternidad sin fondo que nos rompe y nos une
con todos sus recodos,
sus vértices,
su velado misterio,
y yo sigo esperando,
compañero de pasos enlutados,
por si acaso algún día descubriera
la vulnerable arquitectura
de la que estamos hechos.

 

 

 

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ÁNGEL DE LA TORRE
(España)

 
LA CIUDAD EN CALMA

 

 

Luego vuelve el silencio a flotar sospechoso
Juan Ruiz Peña

qué interior de ciudad tiene
la piedra, qué interior de memoria
el sudor de uno que está
exhausto, si la mano fuera un relámpago,
si la mano fuera un torrente que inunda
a la altura de nuestros
labios.

Ritual de ayer hablar, ritual de
quien encuentra en casa el llanto listo,
el pronto externo
de un salmo
en siempre avenida,
ritual para calmar esa palabra huida, despertar
oxidado.

 

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Mª DEL CARMEN PRADA ALONSO
(España)

 

 

 

A JUAN RUIZ PEÑA

Ungido de olivos y corales
taconeaste la vida
abismado en la encubierta
oscuridad de las estrellas.
Calzaste recios herrajes
en la piel de tus versos
engalanados de crines blancas,
lanceando las incertidumbres
a las que nunca venciste.
Sembraste en nuestras tierras
el dolor del poeta errante,
reo cautivo en la jaula
de tus infinitas soledades.
Agitaste en tu sangre las savias
del chopo y de la palmera
para calentar tus añoranzas
naufragadas en el desabrigo.
“Andaluz que anduvo lejos”
paciendo blandura en las nieves,
amainando los sigilos
que encogían tus pupilas,
doliéndote en el látigo
de la incomprensión de la existencia.
Poeta asilado en el frío
que pintó de blanco tu nostalgia,
quedarán para siempre tus temblores
cincelados en el oro de la piedra.

 

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RIZOLETE FERNANDES
(Brasil)

 

CORAZÓN DE TIERRA Y MAR

 

“Como la hierba somos,
fulgor de un sol de abril, resplandor que se aleja
blanco y frío en la tarde,
y nubes e ilusión del color de estas piedras
por los siglos roídas… “

Juan Ruiz Peña

En tu vasto corazón de tierra y mar
no dejaste lugar al elogio fácil, a la cosa vana.
Viviendo la vida sencilla de la gente – la vida misma –
Hiciste de la naturaleza profesión de fe, noche y mañana.

Tu canto, poeta, es de tierra, agua, fuego y aire,
de los colores con los que sol pincela el día,
del viento derribando hojas de los álamos,
de los fotones luciendo arcoíris, estrella y sol

Las nubes, las olas del mar, las hojas muertas,
el frío, las estaciones del año sucediéndose,
determinando tus actos, hermanado en el tiempo
al trueno, al relámpago, la lluvia, la nieve.

Y en medio de la tempestad, la conciencia tranquila
del vertiginoso paso de la vida por el mundo
que adornaste con pájaros en vuelo y versos,
como preparando el final, listo para recibirlo.

Traspasaste, hermano, la humana condición,
transmutándote en piedra y árbol
– mineral y vegetal – un don especial
que sólo a unos pocos les es concedido.

(Traducción de A. P. Alencart)

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SOFÍA MONTERO GARCÍA
(España)

 

AMANECE EN EL SENDERO

A Juan Ruiz Peña,
en su centenario

Polvo de aromas
grita tu ausencia.
Sedienta está la tarde
en un campo enloquecido,
barnizado de versos,
despeinado de amor,
perdido en la nostalgia.
Tus poemas trenzan pasiones
en el sentir de la tarde.
Gritos de júbilo
serpentean en tu palabra
pintan el pensamiento,
deshojan los recuerdos de tu voz
dibujada en las páginas del tiempo.

 

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CRISTIÁN GÓMEZ OLIVARES
(Chile)

 

 

 

RETORNO DE INESSA ARMAND

El alma está en la materia
como la sangre en las manos

Juan Ruiz Peña

Te hago feliz, me dijo, te voy a dejar contento
por cinco lucas, cinco lucas no más, pestañas
largas, me dijo, tontito lindo, qué te cuesta:

sabio es el que se detiene a contemplar el
espectáculo del mundo, en este caso
sobre los sillones de cuero con manchas

de dudosa procedencia, el rostro de una mujer
subiendo y bajando detrás de la nuca
de un hombre que sólo veíamos de espaldas,

la felicidad para estos efectos hubiera sido
tener esos veinte o treinta mil que hubiéramos
debido dejarle en prenda de garantía

hasta volver con un anillo de matrimonio
como los protagonistas de una de esas novelas
del medio pelo del siglo diecinueve que

nuestras lejanas compañeras en los pastos de la
facultad analizan con devoción en estos días:
la misma con el que el rostro de esa muchacha

sigue montando en un carrusel donde las luces
son más bien rojas o ultravioletas, esporádicas
como para que la nuca que a ratos la cubre

también la descubra cuando la parodia está
por concluir y en mi oreja una voz me susurra:
déjame hacerte feliz conchadetumadre,

¿o no sabíh que el trabajo libera al hombre
o qué se te ocurre que estamos haciendo
por mientras se demoran en abrirse las grandes

ALAMEDAS?

 

 

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DAVID DE MEDEIROS LEITE
(Brasil)

IMG_4069Jacquelin Alencar, en la lectura del poema de David de Medeiros en castellano

MUJERES DEL RÍO DEL FUEGO

Existe un encuentro diario entre el mar
y las mujeres de Río del Fuego.
El mar ofrece algas marinas,
las mujeres las buscan en la playa.

Por la playa, siguen escogiendo
las algas y cantando pesares.
Y el mar contesta
con el murmullo de las olas.

La música de ellas habla de la vida,
de sus problemas y dilemas.
La sinfonía del mar es arrullo.

Las algas son importantes para las mujeres.
Las mujeres son vitales para el mar.
Día tras día, marea tras marea,
el mar no descansa,
y las mujeres no se cansan.

Las mujeres sacan
de las aguas su sustento.
El mar recibe, a cambio,
la compañía amiga.

Algunas esperan, en la misma playa,
que el mar devuelva a sus compañeros.
Y ellos vuelven, curtidos por el sol,
con peces y añoranzas.

Las llaman “marisqueras”.
Marisqueras de la playa de Río del Fuego.

Pero en verdad, en verdad,
¡son mujeres! ¡Mujeres valientes!
Mujeres del Mar, del Río, del Fuego

(Traducción del autor)

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JOSÉ ANTONIO VALLE ALONSO
(España)

 

ESTA NOCHE

A Juan Ruiz Peña, in Memoriam
(en el centenario de su nacimiento)

Solo como nunca
esta noche
y cuidado que siempre estuve solo
Juan Ruiz Peña

I

La soledad, el puente hasta la nada,
la antesala del miedo para siempre,
el camino que va a ninguna parte
desde una ilusión rota, una locura

arrancando de cuajo la alegría
en un sueño vacío, un aguacero
de oscuridad, y una quimera al fondo
de una sonrisa apenas, y la noche.

Y una puerta entreabierta, horizontal,
y una calle cualquiera, y una estrofa
donde pone tu nombre y una fecha

sangrando la verdad que nunca muere.
¡Este “viento del Sur”, éste es mi viento!
“Y cuidado que siempre estuve solo”.

 

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LUIS CARNICERO
(España)

 

LO QUE LOS LABIOS CALLAN

“bella, delgada, pálida”
de una dedicatoria de Ruiz Peña,
hallada en un “Canto de los dos”

Desde la estrella que late
desde el soplo de arcilla
al amanecer de la lluvia
llorando
Señor
con musgo en la piel
con la belleza elevada
en el mar
en el estertor del vivir
de la soledad a la flor
entre el geranio y la cal…

Desde la mano en la frente
en la ansiada ebriedad
mística y sueño
borrando
Señor
la carne y la sed
la delgadez de la voz
el huracán
en la caverna invocada
de la soledad al dolor
entre el geranio y la cal…

Desde el azogue del viento
con las hojas ya muertas
que el árbol perdió
gozando
Señor
la forma del mundo
en silencio y desnudo
en la palidez dual
en el ardoroso paisaje
de la soledad al recuerdo
entre el geranio y la cal…

En la divinidad presentida
alentada en amor
esperando
Señor
con el vuelo del álamo
con el perfil del ciprés
entre la sangre y la luz…

 

 Isabel

 

 

MARÍA ISABEL NOVILLO
(Venezuela)

 

CEREMONIA

 

 

Su cabeza en mi pecho, en tanto aspira
de sus cabellos negros el perfume…

JUAN RUIZ PEÑA

Juntábamos nuestros rostros,
no para sentir nuestros alientos,
sino al sesgo, para hacer uno
el compás de la sangre
de nuestras sienes:

. Tres veces tres.
Y el noveno latido
cerraba el Templo al mundo.

Y tú, con maestría,
me tocabas los hombros:

el derecho
el izquierdo,
y casi ni sentía el peso de la frente.

Y caer hacia atrás…
hacia un lecho de muerte
del que sólo me salva
la fuerza de tus piernas
. en las mías.

 

 

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MARGARITA ARROYO
(España)

 

CUANDO MARZO LLEGÓ

En homenaje a un poema
de Juan Ruiz Peña

Y marzo llegó
como un embalse. Como un mayo robado y generoso que ondeaba y acercó los nombres que fueron una vez de otro cobijo. Se acercaron los días con la incongruencia feliz de los bienaventurados dejando un tinte frutal y soñoliento.

Cuando marzo llegó
se perdieron las lindes. Los monteros olvidaron la caza, cerraron los rastros con jazmines. Hicieron dormir en licores los disparos. Y ángeles antiguos llamaron a las puertas.

Desde que marzo llegó
los velos de las nupcias levantaron sin peso las cadenas. Los racimos oscuros golpearon su vino feliz sobre los párpados. Tendieron su corazón como una alfombra las calles. En las plazas bailaron los templetes de la música.

Fue entonces que los guerreros hicieron de sus lanzas sándalos graves; que a tejado luminoso jugaron las tormentas y que el aire nos entregó su germen imborrable.

Porque marzo llegó.

 

Amador

 

JOSÉ AMADOR MARTÍN SÁNCHEZ
(España)

 

“Vago por estas calles encendidas
de la ciudad,
entre un río de luces
Camino solo
con mi pobre vida a cuestas”.

Juan Ruiz Peña

PASEO POR LA MEMORIA
a Juan Ruiz Peña

A veces quiero recordar
las ventanas abiertas a la noche
esos sueños de océanos azules
esas islas de ausencia, presagio del llanto.

Una madreselva anida en el espacio
de la casa vacía entregada al olvido
y flota en el aire en sabor de la ausencia
y un suspiro profundo mantiene la esperanza
de las palabras, dichas, que no mueren nunca.

A veces quiero recordar lo que no ocurrió nunca
aquello que llena nuestras mentes
de lo no vivido, real y deseado.
Y la vida, en ese momento, tiene espacios de sombra
y la luz es es un rincón de la memoria.

 

 

MARTA RUIZ BARRIONUEVO
(España)

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Lectura a cargo de Mara Ruiz Lozano

TARDE ESTRELLADA

A mis padres

Recuerda que aquellos años
fueron de lluvia y de letras,
de cuatro reglas pacatas
y veinte sucias muñecas,
de paraísos imposibles donde siempre me escondiera.

Años de escuela:
escuchar, verdades disimuladas,
pugnando por ocultar a la paloma del alma.
Después las dos corriendo:
la cometa desplegada,
hasta ellos, hasta mis padres
que nos descubrían las alas
que llevábamos escondidas
tras el abrigo, bajo la bata.
—Años de dictadura
que las infancias desgarran—.

Pero hoy era distinto
las dos niñas sueñan agua,
íbamos a vivir la alegría de la Plaza.

 

 

 Zamarreño

ANTONIO SÁNCHEZ ZAMARREÑO
(España)

SABIO DE JEREZ, ESCÉPTICO UNIVERSAL

Sólo era Peña en la firmeza. En el temple era Juan Ruiz, Arcipreste de Álamo, con todo el idioma bulléndole alrededor, abierto el ritmo como una herida. Caminaba muy lentamente y me trataba de usted. Yo hubiera cambiado la juventud de mis veinticinco años por aquella juventud verbal suya soleándose en un libro: pongo por caso, «Nudo», tan lleno de percepciones, tan de sangre y cuarcita. Coincidimos unos cuantos años en esta tierra. Me dejó que lo acompañara y acaso soñé su mismo sueño: maduro él, yo en agraz todavía. Acaso soñé la continuación de su sueño y, mientras él relampagueaba, iba penetrándome a mí una lluvia abisal que empezaría a hacerme lo que soy. Una lluvia o cuatro fuegos. Porque don Juan ardió cuádruplemente: por andaluz, por castellano, por hombre, por poeta. Como andaluz, amó lo apolíneo. Como castellano, fue seducido por el atril de las estepas, donde, lo sabía fray Luis, afinan sus sílabas los astros. Como hombre de pasión, bebió llamas de aquella Carmen suya que le llenó de alquimias los escritos. Como poeta, en fi n, puso pavos reales en la lengua de todos sus lectores. Pavos reales, sombras del paraíso, sedimentos estoicos. Y una utopía aún sin plenitud: «Libertad, ¿desde cuándo/ brillabas arco iris de mis sueños nacientes?». Lo recuerdo tan nítido: en la Plaza Mayor salmantina, qué sabio de Jerez, qué escéptico universal. Cómo podría olvidarlo, si mi lumbre siempre será aquella lumbre. Su escritura es ahora
Universo: agua y aire, don Juan; fuego y tierra, don Juan; lava y luna, don Juan. Cuando el poeta ya no es cuerpo, llega su tinta al sol y el sol llega a más sol. Por eso andan siempre tan deslumbrados los visionarios, los amantes y los dioses: porque la poesía se escribe para ellos. Si no fuera así, hace mucho que los mundos se habrían quedado a oscuras. Muchas gracias, Maestro, por salir sin cerrar la puerta y sin apagar la luz.

 

 Juan Luis Fuentes

JUAN LUIS FUENTES LABRADOR
(España)

 

SIGUE EL CONSEJO DE MAMBRUNO

 

“Deja a tu corazón que hable claro.
Búscate, exprésate”.
Juan Ruiz Peña
(“Historia en el Sur”)

¿Qué tienes que perder?
A ver ¿qué ganas
mordiéndote la lengua,
tan modesto, correcto,
poeta provinciano vergonzante,
balsámico, atrevido
tan solo en atreverte
a pensar que eres libre de atreverte,
pero jamás decides decidirte?

Vienes temiendo a todos:
a críticos, poetas,
no lectores, lectores,
amigos obligados a leerte,
lectores que te adulan
pensando en adularte,
lejanos y cercanos,
envidiosos y listos y serviles,
seguros y blandengues,
serviciales y duros:
a ti mismo:
tu crítico más hábil,
tu lector inclemente,
testigo indiferente,
tu enemigo enconado
al cabo displicente…

Tantos miedos no caben
en esta nubecilla en que respiras
sujeto a tus palabras,
oxígeno que ahora
espolea tus tripas.

Por eso te rebelas
y acabas de tirar a la basura
el correcto modesto balsámico
titánico perfecto
esfuerzo por callarte
cualquier inconveniencia
que afee ese retrato
prendido en manuales,
dormido en anaqueles
de la inmortalidad, en los estantes
de la póstuma gloria…

¿Qué tienes que perder? Vomita.
No temas que te echen de la fiesta:
pues ni has sido invitado
ni jamás lo serás,
ni incluso estando dentro
sabrías comportarte circunspecto.
Vomita cuanto quieras.
Adiós o testamento. Da lo mismo.
Si te escuchan, que aguanten.
Si no, que los redima
la tranquila conciencia.
Mas tú habla.

 

 

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JULIO DE MANUELES
(España)

 

DON JUAN, AMIGO, JUAN

(Fragmento)

 

 

Sagrado es, aunque sea difícil,
en este centenario dedicarte un poema,
y devolverte algo de lo que te mereces
y todavía te debo como amigo.
Recompensar un poco tu excelencia,
escribiendo, rezando, estos versos sencillos.
Sé que nada te podrá valer más
ni llegará tan lejos.

Sólo mueren de golpe los que han amado mucho,
enteros, sin desmejora alguna, como son, como eran,
y han dejado sus cosas sin aristas, completas:
la familia, los libros, las cartas recibidas,
palabras para siempre y amigos imborrables.
Como si despertaran.
Bendecido habías contemplado el insigne camino,
que tenía la riqueza de todo lo que amabas,
y fuiste un dios omnipotente cuando
sin arrogancia lo andabas jubiloso.
Llevabas trabajando muchos años
lejos del lucro y de lo que se vende,
tu corazón andando por tus sueños,
empujando la savia de tus versos.
Todos te conocían en tu claro quehacer
de la poesía, pureza rigurosa,
que es vida y tiempo, y soledad y amor.
(…)

Siempre eras bueno y siempre compasivo,
ser hombre no es tan fácil, se necesita ayuda,
y tú siempre la dabas, te dabas para todos.
Cada mano cogida a la mitad de Hispania,
para que se abrazaran de una vez.
Fuiste el principio y el comienzo del Álamo
y su tutor celoso para que prosperara,
para que muchos años diera luz
y por todos los rumbos de la estrella;
Salamanca, de largo, fue su capital.
Por ti fue la poesía diaria compañera
que nos guió como un ángel custodio,
y nos vivificó guardando nuestros pasos.

(…)

 

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JOSÉ MANUEL REGALADO
(España)

MEMORIA POÉTICA DE JUAN RUIZ PEÑA

A Carmen Barrionuevo también en la memoria.

(Fragmento)

Era del sur y al sur volvió, por un destino, en la muerte:

Vieja tierra del Sur
salpicada de olivos de color ceniciento,
con torcidas callejas
de cal o plazas donde trasmina su embeleso
el florido jazmín.

Tuvo la juventud en el alma de Sevilla como el viejo maestro:

Esta luz de Sevilla… Es el palacio
donde nací con su rumor de fuente.

(…)

Y Salamanca.

Alto soto de torres que al ponerse
tras las encinas que el celaje esmaltan.

Años después honraría él la memoria de este Unamuno en su poema La casa del poeta, al aire de la calle de la Compañía que ambos transitaron como amor y costumbre:

Cuadradas, finas torres de Monterrey,
cuajada luz en piedra
secular, donde el alma sus anhelos remansa,
su ansia de ser eterna.

A lo mejor lo volvería a herir la nostalgia con el poeta sevillano de la calle del Aire:

Quizá mis lentos ojos no verán más el sur.

(…)
Juan Ruiz Peña se levantó valiente (lo vi valiente algunas veces más) y le dijo:

No, no, la poesía del siglo XX no se puede comprender sin Machado y sin Juan Ramón Jiménez.

Y esa es la verdad.
Parece que el título de Álamo para la revista que él urgió y manejó con alma Pepe Ledesma, le venía bien a sus años burgaleses y a los centrales de su calle de Santa Teresa, en Salamanca.
Nuestra ciudad se ha empeñado en nebulizar, cuando no tergiversar, la historia de la poesía. Don Juan, propio desde mi punto de vista pero no desde el suyo que siempre me hablaba de usted, no ha sido valorado, ni lo fue en su tiempo aunque pervivan las huellas verdaderas.
Toda una vida se me viene a los brazos del alma al redactar estas pobres palabras.

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BLANCA RUIZ BARRIONUEVO
(España)

JUAN RUIZ PEÑA
(Fragmento de la intervención)

Juan Ruiz Peña (1915-1992) nació en Jerez de la Frontera, estudió en la Universidad de Sevilla donde fue alumno de Jorge Guillén y fundó con otros dos jóvenes poetas la revista Nueva Poesía. Trabajó desde 1946 como catedrático de Enseñanza Media en el Instituto de Burgos y en 1963 se trasladó a Salamanca donde fue también catedrático de Enseñanza Media y de la Escuela de Comercio, posteriormente Facultad de Empresariales de la Universidad de Salamanca. En 1964 fundó con José Ledesma Criado la revista Álamo de poesía, que dirigió hasta 1976. Fue Premio Nacional de Literatura “Antonio Machado” en 1976 por su antología Versos Juntos (1974).
Su obra se inicia con Canto de los dos (1940) y Libro de los recuerdos (1946) en sus años andaluces y madrileños. Residiendo en Burgos publica tres libros de poesía, Vida del poeta (1950), La vida misma (1956) y Andaluz solo (1962). Con estas obras en verso se entrelazan algunos títulos de prosa, en las que da vida a su personaje Mambruno: Historia en el Sur (1954), Memorias de Mambruno (1956), Cuadernos de un solitario (1958), Nuevas memorias de Mambruno (1960) y Papeles póstumos de Mambruno (1965).
En sus años de Salamanca da a la luz sus compilaciones poéticas más representativas, Nudo (1966) y Maduro para el sueño (1970), para concluir con las dos antologías que culminan y seleccionan su producción: Versos juntos (1974) y Arco iris (1983). Y en prosa en dos libros con un nuevo personaje, Aforismos de Verecundo Abisbal (1971) y Nuevos aforismos de Verecundo Abisbal (1973).

 

 

 

MÚSICOS PARTICIPANTES

IMG_4079CONCIERTO 3 (SALAMANCA)

IMG_3760HÉCTOR «TITÍN» MOLINA (CHILE)

 

PALABRAS DE GRATITUD Y DESPEDIDA

Alfredo Pérez Alencart
Pilar Fernández Labrador

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