ANTONIO COLINAS FOTOGRAFIADO; MÁS CUATRO POEMAS ANTOLÓGICOS. XVIII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS

1 Antonio Colinas (JAM)Antonio Colinas (JAM)

 

 

 

FOTOGRAFÍAS DE JOSÉ AMADOR MARTÍN (JAM), ÁNGEL ALMEIDA (AA), JACQUELINE ALENCAR (JA) Y JOSÉ MANUEL UBÉ (JMU)

 

 

Crear en Salamanca tiene el auténtico privilegio de publicar una serie de fotografías que fueron tomadas durante el XVIII Encuentro a Antonio Colinas (La Bañeza –León-, 1946). Premio Nacional de Literatura; Premio Nacional de la Crítica; Premio Castilla y León de las Letras y Premio Internacional Cario Betocchi (Italia). El conjunto de su obra poética está recogido en el volumen ‘El río de sombra. Treinta y cinco años de poesía, 1967-2002’ (Visor, 2004). Posteriormente apareció ‘Obra poética completa. 1967-2010’ (Siruela, 2011). Ha escrito libros de otros géneros literarios, como la novela, el cuento, los estudios biográficos, los libros de viaje, la crítica periodística, la traducción o el ensayo. Desde 1998 vive en Salamanca.

2 Antonio Colinas (JAM)Antonio Colinas (JAM)

2A Homenaje Salmantino a Antonio Colinas, en la revista El cielo de Salamanca
 Homenaje Salmantino a Antonio Colinas, en la revista El cielo de Salamanca

EN SALAMANCA, DESDE 1998

Conocí a Antonio Colinas a mediados de 1998. Meses después, en octubre, se celebró el I Encuentro de Poetas Iberoamericanos, todo él dedicado a la Generación del 98. Al yo empezar la coordinación de estos encuentros, allí estuvo Antonio, junto a José Hierro, Claudio Rodríguez, Jesús Hilario Tundidor, Pepe Ledesma, Luis López Anglada, Victoriano Cremer, Ada Salas, Santiago Castelo, Alejandro Romualdo, Josefina Verde, César Antonio Molina, Antonio Piedra, Luis Frayle Delgado y otra decena de poetas más. Después se ahondó en el conocimiento de su obra, con el primer homenaje salmantino que coordiné desde la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos de Salamanca (SELIH). Fue a finales de 1999, textos que sumaron cincuenta páginas y que luego se publicaron en el primer número de la revista cultural euroamericana ‘El cielo de Salamanca’, que dirigí hasta 2004. Sobre Antonio he escrito, a lo largo de estos años, varios artículos y poemas. Por ello celebro –y celebraré- su amistad y su poesía. (A. P. A)

 

3 Antonio Colinas (AA) Antonio Colinas (AA)

4 Antonio Colinas (AA) Antonio Colinas (AA)

 

ZAMIRA AMA LOS LOBOS

 

Zamira ama los lobos.
Yo quisiera ir con ella a buscarlos
a las tierras más altas,
donde los robledales rojos de Sotillo
han perdido sus hojas en las fuentes,
allá donde los caballos
beben el agua helada de las cascadas
y se espera la nieve
como una bendición.

Tú y yo estamos en este hospital
esperando a la muerte.
No la muerte tuya ni la muerte mía,
sino la de aquellos que nos dieron la vida.
Y éstos, ¿a quiénes pasarán,
cuando mueran, sus muertes?
Tú y yo esperando el final,
el vacío del límite,
mientras la vida brilla y tiembla entre nosotros
como un cuchillo inocente.
Y es que, esperando la muerte de los otros,
esperamos un poco la muerte nuestra.

Quizá, por ello, Zamira ama los lobos.
Quizá, por ello, yo deseo también
salir a buscarlos con ella este mes de diciembre
a los páramos altos, a los prados remotos.
Y podríamos ver los espinos,
y las brasas de sangre del sol
en mimbrales morados.
Puesta ya en nuestros ojos
la venda de la nieve,
que no pensemos más, que ya no nos deslumbre
el acre resplandor de los quirófanos.
Zamira ama los lobos,
quiere escapar del laberinto de piedra y cristal
del dolor.
Zamira: partamos y no regresemos.

5 Antonio Colinas saludando a Margalit Matitiahu (AA)Antonio Colinas saludando a Margalit Matitiahu (AA)

6 Antonio Colinas (AA) Antonio Colinas (AA)

7 Antonio Colinas (JA) Antonio Colinas (JA)

8 Antonio Colinas (JA) Antonio Colinas (JA)

 

 

 

LA PLEGARIA DEL QUE REGRESA

Si alguna vez el tiempo se detuvo
fue en esas líneas malvas de vuestros versos
y en las cicatrices verdes de los chopos
que sombrean en el canal aguas humildes.

Recordaré este instante como luz sin herida,
como mundo sin muerte.
Y quizá sea de piedra la luz de aquel ciprés
de piedra verde como verde era
allá en el encinar la tumba del ocaso.

Aún traía conmigo la nieve de la infancia
en la mirada, que iba a fundirse
en la lumbre antigua de vuestros versos nuevos.
¿Han pasado los años? ¿Pasará este día?
Creo que hoy el instante permanece,
tiembla lleno de vida y muy hermoso
como mimbral helado contra soles de invierno.

Nunca olvidéis esa llamada honda
del corazón que es manantial,
la que hoy y ayer os hizo verdaderos.
De la tierra dormida y perseguida
aún asciende la savia
que os salva en la luz.

Entre astro y labio el verso que redime.
Y ese ser en la luz de Castilla,
y ese ser de la luz.

 

 

11 Antonio Colinas (JA) Antonio Colinas (JA)

 

 

 

EN LOS PÁRAMOS NEGROS

Gracias por la muerte de estos montes
y por la de estos pueblos, en los que sólo las piedras
se mantienen con vida;
gracias por estos negros páramos del invierno
en los que la tierra asciende a los cielos
y las nubes descienden hasta tocar la tierra;
gracias por esta hora de todos los vacíos
en la que se intuye un final.
De tanta pureza y soledad, de tanta muerte
sólo puede brotar una vida más cierta.

Gracias por la noche, que a punto está de llegar
con la bondad de sus nieves,
y por ese perro vagabundo
que prueba a calentar con su hocico
el estanque helado
para extraer un poco de agua;
gracias porque no nos hemos cruzado
con ningún ser humano
para pulsar el dolor,
y por la pana remendada de parcelas y prados,
que conservan como un tesoro las heridas de los disparos,
los tizones de los últimos incendios;
gracias por los frutales grises de los mínimos huertos
y por las colmenas adormecidas,
y por la casa cerrada desde hace muchos años
de la que no se conoce su dueño.

Y, sin embargo, en este anochecer,
yo quisiera ofrecer lo mejor de mi vida
a toda esta muerte;
yo quisiera cambiar todo el gozo y el oro
que hubo en mi vida
por la contemplación (desde estos páramos negros)
de las montañas últimas.
Porque aquí empezó todo para mí,
porque cuanto he sido, y soy, y digo,
nada sería sin las raíces de las luces frías,
sin esos senderos impenetrables
que sólo han recibido la visita
de los rayos amargos.

Por eso, quiero ser esa lastra ferrosa
bajo la que duerme la víbora,
o la yerba tan fuerte, o su escarcha,
que el sol no logró deshacer a lo largo del día.
Quisiera arrodillarme como tapia abatida,
como pinar abrasado.
No deseo ni puedo volver hacia atrás la mirada,
desandar el camino (¡tan largo!) recorrido,
pues ya sé que, vacío,
en la hora en que todo ya parece morir
a punto está todo de nacer.

La mirada vuela sobre la fosa del valle
(sobre la fosa de la vida),
hacia la gran mole coronada de silencio,
hacia la cima que alberga los misterios.
Gracias por este anochecer
en el que me he quedado entre las manos
con las pobres, escasas semillas
de las que habrá de germinar luz perpetua.

En el anochecer de los páramos negros
estoy solo y profundamente en paz.

Luyego, 10-XII-1999

13 Antonio Colinas (JA) Antonio Colinas (JA)

 

NOCHE MÁS ALLÁ DE LA NOCHE

CANTO XXXV

Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la savia de los troncos talados,
y como roca voy respirando el silencio,
y como las raíces negras respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspirando la luz va espirando la sombra,
que nos anuncia el día y desprende la noche,
que inspirando la vida va espirando la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia y verse derrotado
en un mundo visible por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: «Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido».

 

16 Antonio Colinas  en el centro de Estudios Brasileños, presentado a Alves de Faria (JA)Antonio Colinas en el centro de Estudios Brasileños, presentado a Alves de Faria (JA)

 

17 Antonio Colinas  en la librería Hydria, presentando a Mario Pérez Antolín (JA)

Antonio Colinas en la librería Hydria, presentando a Mario Pérez Antolín (JA)

18 María José y Antonio, en el Colegio Arzobispo Fonseca (JA)María José y Antonio, en el Colegio Arzobispo Fonseca (JA)

19 Poesía como vida, artículo de Antonio Colinas sonre el XVIII Encuentro (El Norte de Castilla)

Poesía como vida, artículo de Antonio Colinas

20 Primer número de El Cielo de Salamanca, primavera de 2000 Primer número de El Cielo de Salamanca, primavera de 2000

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