AMELY DUVAUCHELLE.: PRESENTACIÓN DE “EL HOMBRE QUE ALIMENTABA SU ALMA”, DE SERGIO MACÍAS    

 

 

Sergio Macías y el retrato que le hizo Miguel Elías (foto de Raúl Hernández)

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar el texto escrito por Amely Duvauchelle (Concepción, Chile, 1966), sobre el último poemario del destacado poeta chileno Sergio Macías (Gorbea, Chile, 1938), Premio “Gabriela Mistral” (1971), Premio “Pablo Neruda” (1984), Premio “Ciudad de Tetuán” (1986), Premio “América V Centenario” (1991) y IX Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero (2016), entre otros. Durante 20 años fue asesor cultural de la Embajada de Chile en España. Entre sus poemarios se destacan: Las manos del leñador (1969), La sangre en el bosque (1974), Mecklemburgo, canción de un desterrado (1978), El jardinero del viento (1980), Memoria del exilio (1985), Noche de nadie (1988), El libro del tiempo (1988), Tetuán en los sueños de un andino (1989), El manuscrito de los sueños (1994), El paraíso oculto (2000), Ziryab, Cantos para Altazor (2012), El Viajero Inhóspito (2014) y Haykus de la transparencia (2017), entre otros.

 

       Este maravilloso libro “El hombre que alimentaba su alma” es un armonioso recorrido, donde se entrelaza la filosofía, el poder del amor que viaja desde el presente, al pasado y nos proyecta a un amor infinito. Don Sergio adereza de manera exquisita los instantes, así en su poema “TROZOS DE VIDA” lo propone con: “El baile de las hojas”, por ejemplo.

 

     ¿Puede haber algo más maravilloso ante la mirada de un poeta, que inmiscuirse en el movimiento sutil de las hojas danzando, cambiando de color, dejándose llevar por el compás del viento? Y…, además, no lo olvidemos, los árboles se sienten observados por los poetas en cada una de las estaciones.

 

     Porque, aunque ustedes no lo crean, el poeta nunca deja de observar, contempla su entorno, la simpleza, la belleza de todo cuanto le rodea. ¡Jamás deja de hacerlo!

 

     Hay días felices para don Sergio Macías. Autor de esta obra. Como no. Es el vaivén de la vida, con sus altos y bajos, con sus sin sabores, e incluso lo monótono, que también los poetas romantizamos en momentos tristes, como él lo hace ver en: “Hoy me doblega lo cotidiano. El absurdo de repetir horarios. Oír conversaciones banales o filosóficas. Me derrotan los funerales de quienes amo”.

 

     En este último verso, y aunque todo se vuelva repetitivo en esta vida. Me detuve, me detuve, cogí aire y di un suspiro al leer este poema titulado “HOY”.

 

     Reflexioné aquí, como poeta que también soy “por gracia divina” como dicen por ahí. Y pensé, ¡¿quién no se ha sentido “totalmente derrotado” al asistir al funeral de alguien a quien hemos amado?! Y continúa… “El ánimo se desploma en un alud de nostalgias y soledad”.

 

    Algunas características especiales de este libro “El hombre que alimentaba su alma” es que, al menos lo que a mí me ha sucedido al leerlo, es percibir el trasfondo del corazón de un hombre pausado, con experiencia, con sus idas y venidas por el sendero de los minutos, con alegrías, con desesperanzas, con el encuentro íntimo del amor. Todo esto, expresado en cada una de sus manifestaciones que transmite, sin dejar dudas de su sentir, al momento en que se plasmó en el papel.

 

 

 

     Su sensibilidad se va escapando hacia la superficie, para florecer al exterior en cada uno de sus versos. Se deslizan con total soltura esas sensaciones íntimas del ser. Vuelan, por cada página, y pueden llegar a convertirse en desasosiego por momentos, como lo revela su poema: “SIN REGRESO” “Vamos por un camino sin regreso, mientras el corazón oculta su angustia en el templo de los huesos”.

 

    Nuestro poeta, da pequeños saltitos poéticos hacia la reflexión. En el poema “DURO PRESAGIO”, nos deja caer frases como: “mi existencia deberá soportar el mismo destino de las nubes que se disuelven en el aire”. 

 

    Como casi todo libro de poemas, el amor está presente en estas páginas. Una parte del poema “SUEÑO Y MAGIA”:

 

— “Mi boca te dejó un profundo beso, que hizo crecer llamas en el corazón—. — En mis ensueños observo tu imagen—, — y siento el roce tierno de tu ternura—, — que me lleva a recordar tus hermosas primaveras—. — Pasan los años y siempre te estoy amando—, — como si fueras el arroyo que se renueva con el agua fresca que mi vida necesita—.

 

     ¡Dios mío! Es que es un vaivén de historias, romanticismo, tiempos de algarabía, tiempos de derrotas (como hablamos hace poco, cuando nos deja un ser querido). Es que aquí, hay sitio para cada uno de los sentimientos, y van aflorando sensaciones desde las entrañas del alma.

 

     Hablando de romanticismo. El poema “SER ROMÁNTICO” dice en uno de sus versos “Sentir el amor indescriptible, — como un poema que desborda de gozo—”.

 

     Otra frase que me cautivó está en el poema “EL PODER”: — “En la habitación fría de los sentimientos, aparece la imagen ante el espejo, como el fantasma de la muerte” —.

 

     Queridos asistentes, quisiera darles las gracias por acompañarnos en este íntimo encuentro literario, en que nos hemos dejado llevar por el placer de la literatura, con una Poesía que cautiva. Como muchos me conoceréis, soy Técnico Editorial y correctora de textos, tanto de ortografía como de estilo. Y cuando llegó a mis manos este poemario, que, por cierto, me lo fui leyendo en el metro, y ya ni les digo cuantas paradas me pasé, porque para despistada sí que soy profesional, y más aún con una lectura entretenida, pues, solo les diré, que llegué más tarde de lo esperado a casa.

 

     Pero, a lo que iba. Díganme ustedes, con la mano en el corazón. ¡Cómo yo!, (que mi imaginación vuela, diríamos, un poquito más de lo normal).  Me quedaría sin reflexionar ante estos versos, llenos de dulzura.

 

     Yo, danzo inmersa y abducida por este maravilloso libro, que me ha dejado además pensando en una bella abeja, tan incomprendida en estos tiempos por el humano, por la naturaleza. Y que, por todos los medios trata de mantener a la especie humana, siendo uno de los polinizadores más importantes y en serio peligro de extinción.

 

     Y aquí, va el poeta Macías y me toca la fibra, y ¡¡¡cómo yo no me iba a pasar de la estación de Príncipe Pío, leyendo esto!!! ¡¡¡considerando que la línea 6 del metro es circular! ¡¡¡ Si uno de los temas más sensibles para mí, son las ABEJAS!!! Por cierto, las describo muy bien en mi novela de mitología griega “Al borde del Olimpo”. Donde son precisamente las abejas las que sostienen a los dioses con su ambrosía. Paso el aviso jejejeje.

 

     Piensen ustedes en estas frases. Cerremos los ojos e imaginemos, pongámonos en situación con este poema que se llama “EXTRAVÍO”:

 

“Al atardecer,

veo una abeja abandonada

en el rincón de una rosa.

Tiembla en su extravío,

mientras la rebanan

los cuchillos de las sombras”.

 

     ¿Les ha pasado, que incluso imaginaron el color de la rosa? ¿le pasó a alguien? ¿Vieron a la abeja acurrucada en un rincón de esa flor?

 

     ¡Esto es, señores!, lo que sucede con un poema. Te sitúa en el lugar, te inspira, te hace valorar los detalles, la naturaleza, el entorno, vuelve bello hasta el sufrimiento, transforma en frases armónicas una experiencia de desamor. El poema emociona. Porque va más allá del ojo humano. Una Poesía, incluso “UNA FRASE” te remueve el alma, te provoca cosquilleos en los sentimientos.

 

     Estos poemas, son verdaderos cantares que deleitan los sentidos. Con algunos de ellos, me sorprendí a “mí misma”, leyéndolos de forma melodiosa. Estrofas, que fácilmente pueden transformarse en una hermosa canción. (Ahí lo dejo, como una inquietud).

 

     Llevan un ritmo “que alimenta el alma”. Como bien dice su título. Apreciado bate ¿qué matices le decantaron para poner este título?

 

     Y otra duda me invade ¿alimentaba el alma? ¿Por qué en pasado? Acaso, ¿después de algún tiempo, deja de alimentar su alma? Curiosidad mía, es que soy muy reflexiva.

 

     Y, por último, quisiera felicitar a “EDICIONES VITRUVIO”, primero por editar poesía de calidad, por la elegancia de sus libros, y por haberme permitido compartir esta mesa con mi querido amigo y compatriota Don Sergio Macías Brevis.

 

     Agradezco enormemente la paciencia y delicadeza con que el guitarrista René Mora nos ha deleitado, acompañándonos con sus sones musicales.

Muchas gracias.

 

 

La escritora Amely Duvauchelle

 

 

 

 

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