Poemas del peruano Carlos López Degregori. Pinturas de Miguel Elías.

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar seis poemas del destacado poeta peruano Carlos López Degregori (Lima, 1952), profesor de la Universidad de Lima y una de las voces más renovadoras de la poesía de su país. Él se licenció en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y perteneció al grupo La sagrada familia. Sus poemarios publicados son: Un buen día (1978); Las conversiones (1983); Una casa en la sombra (1986); Cielo forzado (1988); El amor rudimentario (1990); Lejos de todas partes (1994); Aquí descansa nadie (1998);  Retratos de un caído resplandor (2002); Flama y respiración (2005); El hilo negro (2008, Antología de sus poemas en prosa); A quien debemos temer (2008); Una mesa en la espesura del bosque (2010) y Aguas ejemplares (2012, reedición de Las conversiones, Cielo forzado y Aquí descansa nadie). Recibió el Primer Premio de Poesía en los Juegos Florales de la Universidad Javeriana (Bogotá, 1976), el Primer Premio en la Bienal de Poesía de la Asociación Cultural Japonesa del Perú (1990) y Primer Premio en el Concurso Internacional de Poesía El Olivo de Oro (1997).

El poeta Carlos López Degregori

 

Para Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor de la Universidad de Salamanca, “López Degregori no busca ser ni parecer: simplemente ha ido anotando, después del hondón de una larga duermevela, aquellas palabras que prometieron quedarse con él, ordenadas dentro de un reloj de arena que va descontando instantes de eternidad. Su poesía modula levaduras de un lenguaje no podrido por abyectos coloquialismos y/o presuntas modernidades. Su poesía resulta un oasis en la actual poesía peruana. Por ello celebro la obra de este compatriota mío.”.

 

 

 

 

 

A QUÉ SONARÁ UNA VOZ

 

A qué sonará una voz que nadie oyó durante años.

A nada sonará.

 

Y      es probable que ya no sea voz,

guarde palabras de un idioma que no existe

y multiplique

charcas, errores, mataduras.

Te atormentara. Perdieras lo sabio

                    perfecto de escribir:

tu bosque, tu pozo

          al centro de la tierra.

Y      trocaras un año entero por la voz:

los dedos por la mujer que gime en cañerías,

el pie por el que afila y afila implacable,

todo por la rueca, el cepo, el organillo.

 

Y      eso fue la voz.

La seguiste dispuesto a sucumbir

si así estaba escrito:

el oído que se interna en la pared,

el ruido que sale de la boca

y todo lo hace trizas.

Y      por un momento tú temblaste

porque al fin la alcanzabas

y torva, sucia

era sólo voz.

 

Voces articuladas al revés.

 

Voces en falso de centinelas

y de estacas.

Murmullos para el último vidente,

cráteres,

lenguas reventadas.

 

Y nada dicen porque tardan un segundo.

Y nada porque suenan miles de años.

 

 

 

 

NO PUEDO SER HÉROE DE LA PATRIA

 

En la plaza mayor, en el acantilado donde alumbraba el faro

y ahora quedan ruinas, en cada patiecito

está el lugar que elegí para mi estatua.

 

Ni de mármol ni piel viva ni madera

levántenla para que nada conmemore.

 

Que mi caballo dé vueltas perennes hasta reventar.

Que todos los perros de la ciudad ladren

mi hora de ajusticiado.

 

Enciendan fuego al principio: amen su voracidad, sus ojos

fosforescentes.

Cultiven sangre, pelos, colmillos

sin saber para qué.

Envejezcan conmigo.

Vengan menos de ustedes cada año            ,

y cuando al final, incrédulos, decidan expulsarme

no voy a regresar.

 

Duden, que en la duda está el temor.

Y el temor en la plaza, en las luces marchitas del faro,

en cada patiecito.

 

 

 

 

 

ESCRITO EN UN ÁRBOL

 

Fue mi primer árbol verdadero.

Y      lo recuerdo

hermoso aún temblar

la tarde en que estrenaba mi navaja.

 

Quién no grabó en un árbol el amor

y venció alguna vez

creyendo en unas pocas inscripciones.

 

No es más de lo que sabes.

Y      esto escribo guardabosques

leñador

antes del hacha:

para que dejes y no te dejes conmover

para que cuelgues limpio al fin

de alguna rama.

 

 

 

 

 

ÉL VÉRTIGO

 

Saltamos de los puentes, de los trenes que se acercan o alejan presintiendo descarrilamientos, de los montes en marcha, de las nieves, de los truenos, de las hojas más altas de los árboles.

 

Desnudos o vestidos. Atados o desatados al viento, a una gar­ganta, a un cabello, a un jirón de piel. Abrazados al lomo de los pájaros o a caballos fantasmas.

 

Y no saltamos por miedo ni desaliento ni rencor.

 

Sólo nos dejamos caer armados de carcajadas y con los ojos abiertos.

 

 

 

 

Y DECIDÍ REMONTARME AL RUISEÑOR

 

Y      decidí remontarme al ruiseñor

para que la vida surgiese con el canto.

Ruiseñor que no soy

que no seré.

Pájaro limpio y perfecto en el bosque,

hermoso como una chispa entre las fieras.

Y      no pudiste ser otra mi canción

aunque ahora discurras sin la justeza de otro tiempo

desgastada por poetas,

los árboles, los labios.

 

Ruiseñor melodioso:

voz sacrificada en el verano

como nunca

más sangre no fatigó el corazón.

Y      mis años

veintiséis

iguales a tu canto,

iguales a una tarde calurosa

en la que el único riesgo era contemplarse.

 

Pero tu canto no importó.

 

Y      luego ni tu canto

sino que eras aire

y el aire el pánico que tenía a respirar

porque todo marcaba un veinticuatro de febrero.

 

 

 

Ruiseñor

ya talo el bosque.

Multiplico, convoco al hechicero.

Construyo una jaula o una cama.

 

Y es probable que te clave

allá en Roma,

me haga viejo de escuchar.

Te ciegue para hacer más hermosa la canción

o fabrique un simulacro:

un pájaro mecánico que estalle

ante un emperador reblandecido.

 

Pero decidí remontarme al ruiseñor

y es lo importante.

Aunque veintiséis años no surgiesen limpios

y todo terminara en un pájaro ceniza,

en una jaula vacía,

en una cama.

 

 

 

AL MAR QUE IGUAL ME LLEVARÁ

 

 

No me has llevado, Mar.

Cada noche infaltable te rogué

desde todas las playas y acantilados

pero tus olas no se detuvieron a escucharme.

 

Me hice farero, Mar,

sólo para inmolar cientos de barcos en tu nombre.

Te robé tormentas, legiones de perlas,

ojos y cabezas de coral.

Amé la muerte dulce o terrible de los ahogados.

 

Fue inútil.

 

Esta víspera de mi cumpleaños

con la ciudad dormida atrás

y tus olas en llamas golpeando mi cuerpo desnudo

quiero pedírtelo una vez más:

sólo llévame, Mar,

como yo siempre te he llevado.

 

 

 

3 comentarios
  • Jordi Esteve (Barcelona)
    julio 4, 2014

    Bienvenida sea la calidad que ofrece Crear en Salamanca. Este poeta peruano, de quien nada había leído, no es una excepción a dicha regla. Felicitaciones a ambos, López Degregori y revista.

  • Chema Alonso Díez
    julio 4, 2014

    Un buen poeta al que seguiré leyendo y descubriendo. Gracias, Alfredo, por presentarlo por estas tierras.

  • Bernardo Regal Alberti
    agosto 11, 2017

    Justo estaba leyendo poemas de su a.igo Chirinos el gran podt Chirinos.chirinos es más on reto. Lopez $De Greglri mAás vavo. Los dos excelentes poetas peruanos.0

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