Cantos de Otoño. Poemas de Luis Frayle Delgado. Fotografías de José Amador Martín.

 


  

Es un privilegio, para Crear en Salamanca, el publicar por vez primera estos XIV Cantos escritos en 2012 por el reconocido humanista salmantino Luis Frayle Delgado, catedrático de Latín, filósofo, poeta, narrador y traductor, además de director de la revista “Papeles del martes”.

 

 

 Luis Frayle (Fotografía de Jacqueline Alencar)

 

 

Alfredo Pérez Alencart, amigo y lector, dice de él: “Refugiándose en sus dominios del campo charro es como Luis Frayle Delgado conquista o atrapa un canto tras otro canto perdurable, de esos que suelen brotar desde las provincias del alma. Luego deja El Arco, retorna a su piso situado en una salmantina calle de conquistador nombre (Hernán Cortés) y lija lo anotado o escribe lo que contempla al trasluz de su Mirador capitalino.

 

 Así, refugiado en el campo y en la ciudad, va sumando obra bella y legible, celebrantemente bucólica o de pulsación elegiaca… melodías, en fin, desenraizadas allí por una encina que exhibe sus varias centurias bien llevadas. Luis Frayle Delgado, aquel mozuelo de Valverdón, sigue hoy diciendo: ‘Nada por aquí, nada por allá’, y de pronto un Canto nuevo para saludar lo pasado y lo por venir.

 

Admito que ha pasado el tiempo desde que nos conocimos (unos cinco lustros), pero el Tiempo no ha logrado reducir mi admiración hacia su obra y su persona”.

 

 

I

 

MUCHOS SE HAN IDO,

otros no han llegado.

Sólo algún pajarillo frágil

baja a beber en los canteros del huerto

o se balancea sobre una rama.

Aparece graznando alguna urraca insolente

o alguna oscura grajilla.

 

Aquellos aguiluchos que planean sobre las nubes

en largas bandadas

¿emigran hacia el Sur?

 

Este estío persistente

me hace añorar la luz tamizada del otoño.

La luz se filtra en el alma

entumecida por el fuego del verano.

Y la colorea con el verde suave, indeciso,

que poco a poco, amarillento,

la penetra hasta el interior del silencio invernal

y la empapa de un dulce tedio húmedo.

 

Entonces brotan de nuevo los tiernos sentimientos

y la nostalgia de amores perdidos.

 

                   El Refugio, 16 de septiembre, 2012.

 

 

 

II

 

DETRÁS DEL MONTE

las nubes estallan de promesas.

La oscuridad luminosa

cubre amorosa los campos.

 

Dice adiós el verano

entre húmedas cortinas transparentes.

 

Gritan de vivos colores las petunias

y las vides verdean jubilosas.

 

Esta lluvia benigna calma y sosiega

mi corazón ardiente

y me siento a contemplar el tiempo fugitivo.

 

La brisa lenta de la tarde

llama al otoño,

evangelio de la serenidad

que busca mi alma.

 

         El Refugio, 20 de septiembre, 2012

 

 

III

 

EN MI AGRESTE REFUGIO

encuentro mis tesoros.

 

Huyo de las aulas doradas

donde se exhiben los grandes

y admiro complacido

la plenitud de los pequeños

que pasan por el camino.

 

Yo también, libre… de amor…, de odio…

contemplo el atardecer de mi vida

cuando se me llenan los ojos

de rostros vivientes

y se me hunden

en este ardiente sol crepuscular

que lentamente huye…

 

         El Refugio, 20 de septiembre, 2012.

 

 

IV

 

AQUELLOS NUBARRONES DE AYER

que se burlaban del sol

han engendrado una oscura niebla

y me ocultan el cielo.

 

Veo mejor las cosas

con esta luz indecisa

y sé que detrás está el misterio.

 

Se amortigua la verdad insolente

que me grita mentiras desde fuera

y miro hacia dentro

para escuchar las cuitas del silencio.

 

Sigo las huellas del caminante. 

Me voy metiendo en las llamaradas del poniente

para hundirme en ese mar de estrellas.

 

 

                   El Refugio, 25 de septiembre, 2012

 

 

 

V

 

YA SE HAN IDO.

Vivieron el estío en pareja

tuvieron sus crías en campaniles y torres de ondas sonoras,

zancudas, metieron las patas rojizas en el lodo de las charcas

y se van en bandadas.

Estarán ahora cruzando Estambul.

 

Planeaban elegantes al mediodía, largas alas,

cerca de las nubes,

gozando del último sol del verano,

oteando el Sur.

 

¿Quién ha diseñado tu figura pesada y leve, grácil y poderosa?

Cuidas a tus padres, piadosa,

y vienes a criar hijos en las tierras calientes

de Castilla.

Huyes del frío, que hiela los corazones.

 

                            El Refugio, 28 de septiembre, 2012

 

 

 

VI

 

TU SENTIMIENTO OSCURO

como el otoño de la vida, D. Miguel,

que se va metiendo y se hunde en el invierno

de la muerte.

 

Te admiro, denso pensador,

y me das miedo.

No quiero mirar contigo hacia el abismo.

 

Desde la serenidad de una tarde de octubre

siento vértigo de mirar tu alma.

 

Locuaces sabios

están haciendo de ti un fetiche

de barba canosa,

tus anteojos

y tu pechera negra.

 

Y nadie responde a tus preguntas.

Te abismas en el “sentimiento del vacío”

en el último desconsuelo

como la “sombra de un sueño”

hasta llegar a la consolación

porque quieres que Dios exista para poder amar.

¿Sabes amar, hierático Rector?

Dime ¿qué es el amor?

 

El amor es una tragedia que engendra

todas las tragedias de la vida.

“Lo más terrible, lo más trágico que en el mundo existe”

 

          Domingo por la tarde.  Salamanca, 7 de octubre.

 

 

 

VII

 

MIRO EN EL ESPEJO DEL TIEMPO

y veo una figura en el ocaso,

como una mujer de mil caras

que me abandona

en un vacío paisaje otoñal.

 

Va perdiendo el color a estallidos amarillentos

y se refleja en el poniente que se abrasa.

Alargo mis manos y se desliza entre mis dedos.

 

Se desgajan las hojas de mi alma

para morir sobre la tierra

bajo los interrogantes escritos en el cielo.

 

Mis ojos penetran hasta el fondo de la memoria

traspasando el cristal

y se encuentran con el hondón de los años.

Las galeras en que atravesé los mares

y los verdes campos,

las ciudades descubiertas

y los restos de mis naufragios.

 

                            Salamanca, 12 de octubre, 2012.

 

 

 

VIII

                            Veo mi jardín como el otoño,

                            hojas marchitas.

 

(MSL. Por correo electrónico)

 

ESAS HOJAS MUSTIAS

que estallarán de tristeza

en algún crepúsculo de octubre

irán muriendo suavemente

sobre la tierra materna

 

Escucha, amiga,

detrás de las arboledas otoñales

se oye una música cálida

en los arreboles del anochecer.

 

Ese resplandor de oro en el horizonte

recoge los frutos

de todas tus sonrisas y tus lágrimas

y el amor que has guardado

durante tantos años.

 

Cultiva tu jardín secreto

y cuida la buena tierra de tu alma.

Con manos amorosas

cubre de cariño las semillas

como llevabas a tus hijos en el seno.

Después del invierno

arden las tinieblas.

 

         Salamanca, en mi biblioteca, 21 de octubre, 2012

 

 

IX

 

LA LLUVIA SE LEVANTA

a los rayos ardidos del crepúsculo.

Recorro  el camino de tierra y cuarzo

y voy viendo reflejados mis recuerdos

en los nubarrones que asedian el ocaso.

 

Son los mismos rostros,

los que clavaron sus ojos en mis ojos,

grabaron a fuego lento

sus almas en mi alma.

 

Vuelven siempre

a decirme la misma verdad,

a entonar los cantos de añoranza.

Que la belleza y el amor

me persiguen

más allá de las cumbres de los montes.

 

         El Refugio-Salamanca , 26 de octubre, 2012.

 

 

 

X

 

RECORRO LAS HORAS  LENTAS

de un noviembre opaco

con aromas de lluvia y tempestad

entre encinares

y el dolor de crisantemos.

 

Halloween chilla violento

y mueren la muchachas

asfixiadas en una fiesta por la luz de las bengalas.

 

Me voy por veredas ocultas

conversando en silencio

con todos los que quiero.

 

Mi amigo Quintín, el último,

se fue filosofando.

Y la madre de mi amiga Blanca

voló como pavesa.

 

Eternamente todos,

juntos los que hemos amado y los que amamos.

 

En la tibia soledad de la tarde,

que satura mis ojos de aroma de jazmines

junto al macizo de dalias rojas

estoy aquí esperando.

 

                   El Refugio, 7 de noviembre, 2012

 

 

XI

 

LOS BARRANCOS AL TRASLUZ DEL OCASO

anegados por la lluvia

que se derrumba

sobre el resplandor naciente de la noche.

 

Mis pensamientos

como agua hostigada

sobre el rostro.

 

Mi alma espera

la calma del invierno

de esta dura tierra

de vendavales.

 

Aquí puedo reconocer

el gozoso dolor de amar,

cuando unos ojos se vislumbran

en los cendales claroscuros

de mi atardecer.

 

         El Refugio, 26 de noviembre, 2012.

 

 

 

 

 

 

XII

 

                            Como las esperanzas          

                            son los laureles

                            nunca dan fruto

                            siempre están verdes.

 

                             (Canción popular)

 

SUBEN LAS NUBES

suaves

y devoran el sol.

Atravesadas de lanzas blancas.

 

Solo. En el escenario

de una tempestad

sin destino.

Tierra reseca mi alma.

Abre sus fauces

a toda la hermosura.

 

La lluvia se oculta

en la negrura de los nimbos.

 

Espero la descarga

de agua y fuego

que sacie la sed que me devora.

 

Insaciables anhelos.

De nuevo los fuegos del horizonte

consumen mis deseos eternos.

 

          El Refugio-Salamanca, 29 de noviembre, 2012

 

 

XIII

 

                            Je vais dans ma cabane, au fon de mon

                            jardin.

                                      (Michel Onfray. Le Recours au forêts)

 

         ME ALEJO PARA ESTAR MÁS CERCA.

Cuando pasa el campesino

o apacienta sus ganados

puedo ver mi existencia desnuda.

 

         Me dejo cubrir por el manto de la inocencia

mientras vuelan bandadas de golondrinas.

Escucho el silencio

y puedo oír el canto del arroyo de mi valle.

 

         El vendaval agita la cabellera del encinar

y conozco mis pasiones dentro de mí.

 

         Miro las últimas petunias

que no quieren morirse.

Y el acebo y el laurel perennes.

 

                            El Refugio, 21 de  diciembre, 2012.

 

 

 

 

XIV                             

 

                            Marco, esto no se consigue con palabras;

                            para ser amado, ama.

                                              

                                      (Marcial. Epig.  l VI, 9, ver. 10)

 

         FUGAZ.

Como el aroma del jazmín,

como las blancas flores que lloran

en los jarales de primavera.

 

Todo huye.

Y el amor permanece

callado

en lo más hondo.

Atraviesa todos los vacíos.

Se te agarra a las entrañas

y se multiplica

como la hiedra.

 

El eco del silencio

vuelve a ti

cuando lanzas la flecha:

una sola herida.

 

Y nos deja el corazón abierto.

 

 

                    Salamanca, último día de 2012.

 

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