
I Mis labios se abren en la solitaria esquina de la muerte; mi carne, toda, en la vereda gris de las palabras inconclusas. Mis manos, ya desnudas en la nociva ausencia de la tinta, acarician los versos desprendidos de este agónico instante. Busco tus ojos para entender la verdad silenciosa que ahora los traspasa, que pretende abrazarlos desde el centro sereno de la voz donde ahora nazco. Donde termino, deshecha ...