La Casa Encantada.

 

 

A esta casa yo la llamo encantada por su belleza, por sus muros, por su propio abandono, esta casa situada en la avenida de Italia, con sus molduras, balcones y balaustradas inspiran un momento de esplendor con grandes historias entre sus muros.

Está en la ciudad de la Luz, Salamanca y su belleza no pasa desapercibida por su romanticismo y encanto

 

POEMA

 

Llamada mármol, fría presencia y rostro

impenetrable, de párpados hundidos y palidez extensa,

de ese volver, como entonces, a hoy, perdido el esplendor

de las voces y ecos, del jardín vencido,

atalaya del siempre y del ahora, presagio vago de abandono.

 

El tiempo, perdida la memoria, en la fugaz maraña

de sombras, de fantasmas que arrecian la soledad del fondo

es un desfile de estatuas insistente y perpetuo

que cabalga en la presencia yerta del ciprés,

símbolo y poniente de dolor y ronda de tristeza.

 

¿Qué es ahora?, sino máscara fugaz, resuelta en polvo,

desafío de vientos y tormentas, la negra cabellera

de esa presencia fría, que ahonda en el espacio de las sombras.

Y de ti, amada amiga, que cantas la sinrazón del   abandono,

mientras la luz pierde la brisa de tus ojos.

 

Todo me envuelve, la música que emana del silencio tan tuyo

el rumor de la lluvia, ensanchando el espacio, la tormenta

de palideces blancas, la razón perdida de tu vagar triste,

todo de esta noche sideral y perpetua que no existes,

y eres un cúmulo de sueños y hasta un susurro válido.

Siento tú presencia, impenetrable y densa, adormecida

en la retama, del umbral apuntado al hechizo del nunca,

en este ritual de estatuas y extrañas maneras de la fuga

que en el ocaso filtran, por ese brillo de estancias

que a ti asciende por el jardín perpetuo de tus frisos.

 

Y si ese tiempo, dormido, que aquí llega,

es tu paso en los amplios pasillos de la noche, o tu canto

ese rumor frío que llama a la ventana y sobresalta mi nostalgia,

has de ser paisaje y manera de soledad inmensa

que golpea el cristal, donde la noche tiene tu presencia.

 

Vacío y reducto de arcillas y sílices de areniscas

en la forma rendida de tu cuerpo, donde anochecen mis manos

en los mármoles fríos y las acequias húmedas, alta meseta

donde anida el vencejo, morada y crepúsculo de mi hoy

de ese recuerdo de tenerte y ser mía, figura asida de luz.

 

Te tengo, cual cometa, dibujada de arenas, estrella nocturna

por el vagar, triste, de las estancias solas

y las salas vacías, extendida en auroras que encienden

mis desdichas, por el reflejo del río, meseta de olvido,

que eres a la noche como yo soy a tu forma.

 

Caverna de claridad, envuelta en transparentes sedas,

que son ecos de arenas diminutas; de tu dulce deidad

cabalgo por la música que penetra y ajeno de este espacio,

se recubre de nieves tu cuerpo, por los cerros. De ese aire

al que bajas, fundida en aluviones, apariencia impenetrable,

mágica mujer de palidez y extensa.

 Fotos: José Amador Martín

Un comentario
  • Sirena varada
    mayo 28, 2014

    Evocar un edificio abandonado. O de poco uso. Recuerdo y vestigio de lustros pasados.
    Una casa muy femenina. Ondulada en formas y de dulce factura.
    Una casa encantada que Salamanca nos ofrece.

    Muy agradecida.

Deja un comentario