EL DERECHO DE IMAGINACIÓN EN LA POESÍA DEL COSTARRICENSE BONILLA AVENDAÑO, COMENTARIO DE JORGE BOCCANERA

 

Carlos Bonilla Avendaño en Granada, Nicaragua (Foto de Jacqueline Alencar)

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en difundir este comentario, a modo de prólogo, sobre el primer poemario de Carlos Bonilla Avendaño (Heredia, Costa Rica, 1954). Estudió Teología y Derecho, y trabajó con comunidades campesinas y con migrantes nicaragüenses, en un acompañamiento legal, organizativo y pastoral. Posteriormente fue diplomático, representando a su país en Nicaragua, hasta su reciente jubilación. Sus poemarios publicados son: ‘Alguien grita mi nombre y yo me escondo’ (1996), ‘Puerta de los ciegos’ (2000), ‘Tren sin retorno’ (2001), Campanas bajo el mar (2019) y ‘Como el beso de un ángel’ (2019), el cual fue finalista del Premio Rey David de Poesía Iberoamericana’, presentado dentro de las actividades del XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en Salamanca el pasado mes de octubre, donde el poeta participo como invitado. Poemas suyos se encuentran en varias antologías latinoamericanas.

 

Carlos Bonilla en los soportales de la Plaza Mayor de Salamanca

 

 

MARIPOSAS CON ALAS DE POLVO

 

 

   Un niño es su imaginación. No la lleva arriba de su cabeza como el globo que sostiene de un hilo, sino que él es el globo que se desliza por el océano azul. Un hombre, en cambio, es apenas un niño atiborrado de recuerdos. Cuando viajan juntos, cuando conviven en el mismo ser, suelen jugar a toda hora, conversar con palabras atropelladas y, sobre todo, intercambian las postales de un enorme álbum de preguntas.

 

   Uno de los tantos juegos podría ser el de enviar cartas al silencio y después, con paciencia, escuchar su respuesta, leerla en el aire del paisaje, en el cansancio de un sombrero de fieltro, en los ojos del náufrago que vive adentro de la lluvia, en el baile quieto de una máquina de coser.

 

   En Carlos Bonilla conviven niño y hombre gracias a un juego que los mantiene unidos; un avispero de interrogantes los reúne. “Alguien grita mi nombre y yo me escondo”, expresa desde el título el tema del desdoblamiento y la ausencia; la identidad escamoteada de un niño repartido en todo aquello que lo rodea y que ha hecho suyo por derecho de imaginación. El poeta bucea en sus recuerdos, hurga en su infancia, llama a ese niño que juega a extraviarse y que cuando aparece nos narra su mejor fantasía.

 

   Desde el inicio, Alguien grita mi nombre y yo me escondo pone las cartas sobre la mesa: las cartas son envíos a la memoria, la mesa es la humildad. Las cartas hablan de un tiempo que viaja por la sangre y persiste sostenido por el amor; hablan de un dios callejero y rebelde que habita en la sombra del desvalido, de la soledad y la ausencia; pero también de la pasión y sus promesas: “besaremos el fuego”.

 

   Con buen ritmo y lenguaje cuidado y austero, el libro también es un registro de lugares de Costa Rica que no quieren ceder al vértigo de los nuevos tiempos, esos que alguien designó con el eufemismo de “progreso”: los cafetales, el mercado, las tardes pegoteadas de algodón de azúcar, los parques con toboganes y tiovivos, las casas de barros y sombreros de teja, el cementerio con su rostro blanco de cal (¡como si hubiera visto un muerto!), las lenguas anaranjadas en las ramas del poró, etc.

 

Alencart, Bonilla, el alcalde de Salamanca Carlos García Carbayo, Salvado, Colinas y Barahona

(foto de Jacqueline Alencar)

 

 

   La imaginería, lejos de quedarse trabada en la mera descripción, muestra en un antropomorfismo sutil el temblor humano de las cosas. Esas mismas cosas puestas a vibrar en una cuerda metafórica en la que se anuncia el amor (“los dedos se emborrachan con la piel./ La textura del mundo se convierte en durazno”), y se advierte sobre la realidad hecha a base de permutas (“No apagues esa vela:/ pudiera estar mi flor en su amarillo”).

 

   La mirada contemplativa del hablante –la mayoría de las veces, un niño- recibe la luz del monólogo interior y se desplaza por una tarde inmóvil, allí donde siempre, para siempre, “el silencio es penumbra en el adobe” y la madre “está cosiendo el pellejo de un niño”.

 

   Su diálogo con las cosas, con el alma de las cosas, su religiosidad como “religare”, su búsqueda de esencias, el peso de lo humano y su recurrencia a la infancia, lo acercan a ciertas voces de la poesía latinoamericana. Pienso en el cubano Eliseo Diego, quien definió a la poesía como “el acto de atención en toda su pureza”; y en el chileno Jorge Teillier, poeta “lárico” que opina que la poesía debe ser como una moneda cotidiana sobre la mesa de los hombres, porque “la poesía/ es un respirar en paz/ para que otros respiren”. Pero también, aunque con un énfasis distinto, existe algún tipo de vecindad con el costarricense Jorge Debravo; la familiaridad de lo cotidiano, el “Canto de amor a las cosas”, los salmos solidarios.

 

   Debo decir que este libro de Carlos Bonilla, sustentado en correspondencias secretas, trabajado desde el eros de la nostalgia, me ha dado momentos de felicidad que quiero compartir.

 

   Alejado de cualquier tipo de grandilocuencia, Bonilla entrega su primer libro reposado y profundo, una poesía susurrada que lleva, como quería el poeta Diego, el peso de la intensidad. El poeta sabe que cualquier gesto llegado de la estridencia podría desbaratar esa mariposa de polvo a la que ha podido asomarse con extremo sigilo.

 

Carlos Bonilla leyendo sus versos en el Teatro Liceo de Salamanca (foto de José Amador Martín)

 

Poemas

 

 

Un ligero zumbido en la memoria

sonoridad exacta de mis años fugaces

cuando empecé a rebobinar silencios,

                             al ritmo de la Singer de mamá.

 

………………..

 

Mi madre está cosiendo el pellejo de un niño.

Remienda aquí y allá, sin hacer caso,

ni siquiera pregunta por quién doblan las campanas.

Volví a oír el murmullo: “pobre Dios, está preso en

   el ojal de una sotana”. Y sigue remendando

 

De pronto huele a marzo.

El niño de ojos tristes es el rey de la escuela.

¿Lo sabías?

No. No quiero testigos. ¿Conocés una rosa interrogada?

Aquí, la lejanía. Se fugó de mi piel y me enseña a volar.

 

Mi madre está cosiendo el pellejo de un niño.

Alfredo Pérez Alencart, Carlos Bonilla y Juan Carlos Martín Cobano, en la Sala de la Palabra

 

 

……………

 

Me afeito. Pienso en la cuadratura del gallo,

en el organizado desorden de las cosas.

Vuelvo humano el sonido del agua,

la cucaracha cobra vida un segundo,

esquiva el zapatazo y se refugia

en cualquier pliegue del recuerdo.

Un calcetín usado observa fijamente,

-lo pillo en la penumbra-.

Termino de afeitarme. El rostro amanecido

se fuga del espejo:

de su pulida y honda soledad.

 

…………

 

No encuentro mi lugar en estas horas.

Oigo tu voz y se despiertan las hondas campanadas.

 

Un niño de siete años replegado en sí mismo,

en el centro de un templo solitario.

 

Salgo a ver la ciudad. El ruido de los autos,

el concreto, avisos luminosos. Todo anuncia

                             lo lejos que me encuentro

 

El poeta Jorge Boccanera

 

 

Jorge Boccanera (Argentina, 1952). Publicó, en poesía, Los espantapájaros suicidas (1973), Noticias de una mujer cualquiera (1976), Contraseña (1976), Música de fagot y piernas de Victoria (1979), Poemas del tamaño de una naranja (1979), Los ojos del pájaro quemado (1980), Polvo para morder (1986), Sordomuda (1991), Bestias en un hotel de paso (2002) y Palma Real (2008). Sus poemas fueron reunidos en las antologías  Zona de tolerancia (1998), Antología personal (2001), Poemas (2002) Servicios de insomnio (2005), Libro del errante (2008) y Tambor de jadeo (2008), entre otros. Con el mismo título de Marimba han aparecido antologías de su poesía en Argentina (1986, 1998 y 2006), Uruguay (1989), Costa Rica (1990) y Cuba (2010). En cada una de estas ediciones, la selección varía, a la vez que se van añadiendo textos inéditos a la fecha de salida. En México el sello Pentagrama editó el CD Jadeo del viaje: el poeta en su voz. Es autor de los ensayos Confiar en el misterio / Viaje por la poesía de Juan Gelman (1994), Sólo venimos a soñar. La poesía de Luis Cardoza y Aragón (1999) y Voces tatuadas. Crónica de la poesía costarricense 1970-2004 (2004). Escribió además libros de historias de vida, crónicas y testimonios; entre ellos, Ángeles trotamundos (1993), Malas compañías (1997), Tierra que anda / El exilio de los escritores (1999) y Redes de la memoria / Escritoras ex detenidas de la dictadura (2000). En 2002 salió su libro de relatos La pasión de los poetas. Como periodista fue jefe de redacción de las revistas Plural (México), Crisis (Argentina) y Aportes (Costa Rica). Entre otros premios obtuvo el Premio Casa de las Américas (Cuba, 1976), el Premio Nacional de Poesía Joven (México, 1977), el Premio Internacional Camaiore (Italia, 2008) y el Premio Casa de América (España, 2008). Como periodista fue jefe de redacción de las revistas Plural (México); Crisis (Argentina) y Aportes (Costa Rica), y dirigió Nómada, revista de la Universidad Nacional de San Martín. 

 

 

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