Memorial de Tierraverde, de A. P. Alencart. Comentarios de Ricardo González Vigil y Héctor Ñaupari

“Crear en Salamanca” se complace en publicar las dos intervenciones ofrecidas en la Feria Internacional del Libro de Lima, el pasado 19 de agosto y en la Sala Ciro Alegría, durante la presentación del nuevo poemario de Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor de la Universidad de Salamanca. Aldo Gutiérrez, responsable de Lancom Ediciones abrió el acto destacando el privilegio que significa para su sello editorial estar publicando en Perú la obra poética de Alencart, algo que inició el año pasado con la antología «Monarquía del Asombro», presentada en la edición anterior de la Feria. Luego cedió la palabra a Ricardo González Vigil, catedrático de Literatura de la Universidad Católica del Perú y uno de los más prestigiosos críticos literarios de su país. También intervino el poeta Héctor Ñaupari, quien hizo estudios doctorales en la Universidad de Salamanca. Numeroso público asistió al acto de esta Feria que se celebra en Lima, ciudad que este año fue designada Plaza Mayor de la Cultura Iberoamericana.

Fotos de Lancom y Jacqueline Alencar

 Gutiérrez, Ñaupari, Alencart y González Vigil

 

EVANGELIO DE LA SELVA

 

Ricardo González Vigil

 

 

Radicado en Salamanca, Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, 1962) es el poeta peruano dado a conocer en este siglo XXI de mayor difusión internacional, traducido a más de veinte idiomas. No solo se ha publicado un libro sobre su obra (“Pérez Alencart: la poética del asombro” de Enrique Viloria, editado en Madrid, 2006), sino que más de 230 escritores y artistas de cinco continentes (entre ellos, varios nombres relevantes) le rindieron homenaje en “Arca de los afectos” (Madrid, 2012). En 2005 fue elegido miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía.

 

“Memorial de Tierraverde” constituye su poemario décimo cuarto, el primero publicado en el Perú, por Lancom Ediciones, que el año pasado nos brindó una amplia antología suya: “Monarquía del asombro”. Se suma a los volúmenes que ha consagrado a su tierra natal: el poemario “Madre Selva” (2002) y el racimo de prosas poéticas “Posesión entre luciérnagas” (2002). Mientras que los conjuntos del 2002 podían vincularse (no por el estilo tan diverso, sino por la comunión con las raíces telúricas al calor del hogar -modelo de donación amorosa- y de la pureza de la óptica infantil) con la celebración que hace César Vallejo de su terruño en las secciones “Nostalgias imperiales” y “Canciones de hogar” de “Los heraldos negros”, su primer poemario. Y, ahora, “Memorial de Tierraverde” nos hace pensar en la poesía última de Vallejo, cual si dijera “Tierraverde” (Madre Selva), aparta de mí este cáliz”.

 

Y es que el centro del nuevo poemario es el llamado urgente que propala Pérez Alencart, angustiado por la destrucción ecológica que está padeciendo (recordemos cómo Vallejo remite al cáliz de la Pasión de Cristo, consternado ante la agonía de la República de su España “madre y maestra”) nuestra Amazonía. Calificada como “pulmón del planeta” (reducto de la Vida, así como los milicianos son, para Vallejo, Voluntarios de la Vida), nuestra Selva podría “caer” (digo yo, es un decir) si no actuamos inmediatamente para detener a los Voluntarios de la Muerte que la están depredando, protegidos por la corrupción generalizada de las autoridades, la informalidad codiciosa y/o irresponsable, cuando no el narcotráfico y el terrorismo. Por eso, estamos ante un Memorial: un escrito con rasgos de denuncia y alegato, destinado a convocar con carácter de urgencia para intervenir en un tema relevante para la colectividad.

 

De otro lado, Vallejo se apropiaba del Evangelio (la Buena Nueva de la liberación de la Muerte, del triunfo de la Resurrección) trasladándolo a la acción solidaria. Cristiano ferviente, con notables poemas religiosos (acogidos sobre todo en los poemarios “Cristo del alma”, “Cartografía de las revelaciones” y “Prontuario de infinito”), Pérez Alencart asume la cosmovisión amazónica (en relación casi paradisiaca con la Naturaleza, es decir con toda la Creación divina) como base de un “evangelio / de la selva” (p. 17), formulando incluso los “Mandamientos del Trópico”. No faltan excelentes poemas -como en libros anteriores- en homenaje a sus padres y familiares, hacedores humanos de su sensibilidad y su militancia de Voluntario de la Vida, del Amor y la Esperanza.

 

Resulta significativo que, en uno de sus textos más intensos, se identifica con un toro que “recoge las sobras / del festín y entierra las patas en el suelo / de su antiguo paraíso” (p. 81). Animal traído por los europeos (connota los ancestros europeos de este poeta mayor de Puerto Maldonado), el toro ha sido adoptado (transculturándolo, diría Arguedas) por el Ande y, también, por la Amazonía: símbolo del mestizaje cultural indohispano de Pérez Alencart.

 

(*) Este comentario, fragmento de la larga intervención del autor en el acto de presentación, apareció publicado como artículo en El Comercio, el pasado lunes 4 de agosto. El Comercio es el periódico más importante de Perú.

 

Imagen del acto, público asistente

 

 

MEMORIAL DE TIERRAVERDE, DE ALFREDO PÉREZ ALENCART

 

Héctor Ñaupari

 

 

Como nunca antes, me veo ahora en el difícil reto de presentar a Alfredo Pérez Alencart, poeta mayor de nuestras letras, y su libro Memorial de Tierraverde, cuando en realidad soy yo quien, humildemente, debería pedirle que me presente a mí, dada su trayectoria académica y cultural, sus talentos literarios y los premios que ha recibido. Es un honor, no obstante, del cual espero estar a la altura, pese a mis escasas fuerzas, en estos días todavía más pobres y dispersas.

 

Y es que Alfredo Pérez Alencart tiene esa virtud poliédrica, propia de los artistas múltiples: poeta genial y hechicero, notabilísimo promotor de la poesía y la cultura, profesor universitario, vibrante comunicador, amigo constante, leal y franco (porque la amistad es también un arte, sobre todo cuando quien la ejerce es capaz de cautivarnos con uno o muchos de sus versos espléndidos), virtudes arremetidas y revueltas en un solo espíritu, complejo, profundo, inquieto y tímido al mismo tiempo, sagaz y caminante, como el de aquellos aventureros infatigables que poblaron las novelas de nuestros primeros días, con muchos días de sol y algún que otro atardecer sombrío.

 

Con quince libros publicados, entre ellos Madre Selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidón (2003), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo del Alma (2009) Oídme, mis hermanos (2009), Aquí hago justicia (2010), Cartografía de las revelaciones (2011), Prontuario del infinito (2012), Monarquía del Asombro (Antología, 2013) y Regreso a Galilea (2014), este “emisario de ultramar” que es Alfredo Pérez Alencart nos devuelve la fe en la buena poesía, que algunos creíamos de verdad perdida. Es que insuflar la vida es propio de los grandes creadores. Con sus versos directos, contundentes y maravillosos, Pérez Alencart dota a la poesía peruana, amazónica, latinoamericana y española de una respiración nueva, ese segundo aire de los corredores de fondo, alejada de los alambicamientos y romanticismos de los que – mea culpa – me confieso tributario.

 

 Alfredo Pérez Alencart, en la Feria de Lima

 

De este modo, Pérez Alencart es uno de los poetas contemporáneos más importantes en la lengua castellana. Por ello ha sido traducido a 20 idiomas y ha recibido, entre otros, el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi” (2009), el Premio de Poesía “Juan de Baños (2009), el Premio “Jorge Guillén” de Poesía (2012) y el Premio Sarmiento de Poesía (2014).

 

La presencia de Alfredo Pérez Alencart entre nosotros me permite volver a nuestra ciudad: Salamanca, la Roma chica, a quién él dedicó, íntegro, un libro suyo, La voluntad enhechizada (2001) la ciudad del Lazarillo de Tormes, de Miguel de Unamuno, de Fray Luis de León, de Francisco de Vitoria, de Antonio Colinas, de Soledad Sánchez, Verónica Amat y tantísimos otros creadores y pensadores insignes. Digo “nuestra” porque ella se ha llevado los últimos años de nuestra juventud primera, y por ese mismo hecho la llevaremos siempre con nosotros.

 

Al conocer a Alfredo, me dije, como el cínico antihéroe Rick Blaine al insigne capitán Louis Renault, “que este es el principio de una gran amistad”. Y no me equivoqué.

 

La ciudad dorada de Unamuno nos hizo amigos perdurables, porque para mí Alfredo Pérez Alencart es Salamanca, urbe cenital, de edificios inverosímiles, en la lívida belleza de la piedra que los conforma y define, como la Iglesia de San Marcos, “nave de luz, de borda circular”; de la portada de San Esteban, “relicario en piedra viva”, la Clerecía, enorme como un palo mayor entre las estrechísimas calles Palominos y Libreros, donde tantas veces transité; de su excelsa Plaza Mayor, “caudal de asombros, voces rotas y silencios” donde era poseído “por el fuego turbador de sus piedras encallecidas” citando a nuestro poeta.

 

Y así como Alfredo Pérez Alencart es Salamanca, también es la Amazonía. Como Gabriel Celaya en sus Cantos íberos, si nuestro poeta canta, esperanzado, se convierte en su cantar. Como Blas de Otero en Pido la paz y la palabra, denuncia que su patria es un árbol arrastrado sobre los ríos, que está siendo engangrenada a sangre fría. Parafraseando al manifiesto de los surrealistas, la Amazonía ante todo, y siempre.

 

 

 Firmando Libros

 

Su más reciente obra, Memorial de Tierraverde me emplaza a afirmar que hoy más que nunca es necesario el intelectual, el escritor, el poeta que analice la vida social, que postule valores generales, que proponga modelos de moral y de conducta y resulte un punto de referencia de los deseos y las aspiraciones de la sociedad en su conjunto, pero ya no para proponer utopías de destrucción y ensañamiento contra otros hombres, sino de aquéllas que salven al mundo y sean salvos con él.

 

En palabras de Leonardo Martínez Carrizales, “El poeta es un sacerdote sin iglesia que devuelve su sentido sagrado al mundo, que aspira a subvertir el mundo establecido, que recuerda y mantiene viva la aspiración a un hombre nuevo y a una sociedad nueva”. Por eso, a los que en nombre del progreso o de la libertad destruyen la Amazonía, caricaturizando en horrísonas muecas estos importantes paradigmas, les decimos, que ni el progreso ni la libertad se ejercen en el vacío, sino socialmente. Son sociales porque solo se pueden ejercer con responsabilidad: de lo contrario, la libertad se degrada en libertinaje y el progreso en destrucción. De esta manera, la preocupación por la Amazonía y por quienes viven en ella se expresa mediante la calidad de vida, un medio ambiente sano y sostenible, por las selvas protegidas, por la solidaridad, y éstas solo existen cuando son voluntarias; de lo contrario, significan coerción y abuso. Entonces, la conexión de la libertad y el progreso se produce a través de la responsabilidad social.

 

Y esa responsabilidad social es de todos. Nadie puede permanecer ajeno. La ajenidad, la anomia, la indolencia, son los males contra los que debemos luchar en poesía. El permanente olvido de la Amazonía está patente en los versos del poeta: Pérez Alencart nos dice: “Querámoste hoy para que el mañana no te hiera o despedace”. Como Octavio Paz, o Roque Dalton, en su tiempo y circunstancia, con Memorial de Tierraverde Pérez Alencart cumple una necesidad, una urgencia, de la cual se siente responsable: que la Amazonía no sufra más daño y vuelva a ser el edén mítico que necesitamos. Y atendiendo a ese mensaje, vemos que Memorial de Tierraverde es, tomando las palabras del crítico José Ángel Ascunce “en esencia y en síntesis es la parábola de la divinización del hombre en su definitivo paraíso terrenal”.

 

 

 

 

Así, en sus textos hallamos la necesaria fuerza para salirle al frente a los destructores de la Amazonía, para clamar por esa destrucción, por esa asfixia al paraíso, con esas sogas que en nombre de un falso progreso se vuelven horcas que la atan, que la ahogan, que la apresan hasta matarla. Y con ella morimos nosotros, no lo olvidemos. Por eso, la suya es una poesía que, como su fe, nos salva. Busca con ella salvar la Amazonía, denunciar a quienes la afrentan. Como el brazo armado de Alejandro, los afilados poemas de Alfredo Pérez Alencart cortan el nudo gordiano de los destructores del edén que habita entre nosotros. Les advierte a los asesinos de la Amazonía: “sepan que no desmayaré en el clima de mi contento / allí volveré a nombrar todo lo que toque al azar”. En síntesis, con Memorial de Tierraverde Pérez Alencart nos dice que la Amazonía es el precioso don que debemos defender del Leviatán del falso progreso y del ogro, nada filantrópico, de la destrucción y deforestación.

 

Del mismo modo, esta reflexión sobre la Amazonía y sus hechizos, que nos someten o nos vencen, cómo no ser poeta como él, cuando dice: “Ah, verde realidad que amo por donarme su calidez y su cuenta de reino o paraíso”, “la selva entre mis huesos, un día desnudándome con sus líquidos, una noche abrigándome con su atmósfera pura”, o en este bellísimo poema suyo que une al paraíso con Jacqueline, su esposa, “gracias, Señor, por esta selva de pájaros luciéndose y por esta mujer que cuida mis días / gracias, Señor, porque mi torrente se desliza en su cuerpo como rugiente río que baja de las cumbres / gracias, Señor por todo lo vivido dentro de ellas (selva, mujer) / que el porvenir las conserve para mí”.
Finalmente, tócame decir que, como profesor universitario, como intelectual, promotor de la literatura entre dos océanos y poeta, Pérez Alencart es un hombre de ambos mundos: el de la academia y la creación, combinando en ambos tanto su formación como su talento creativo, tanto para adentrarnos en la cartografía de sus revelaciones, para atender su prontuario del infinito, para oírlo como sus hermanos, para beber esa savia de las antípodas, como para que reflexionemos sobre la Amazonía y su holocausto.

 

 

 

 Stand de Lancom Ediciones

 

Así, digamos para él, lo que Octavio Paz señaló en Primeras letras: “Novalis, Nerval, Baudelaire, Lautréamont, Poe, nos muestran el camino. Todos ellos son los desterrados de la poesía, los que padecen la nostalgia de un estado perdido, en donde el hombre es uno con el mundo y con sus creaciones. A veces de esa nostalgia surge el presentimiento de un estado futuro, de una edad inocente. Poetas originales no tanto, como dice Chesterton, por la novedad, sino porque descienden a los orígenes”.

 

Para ti, Alfredo, poeta original, presentido, uno con el mundo y con tu creación; para tu “luciérnaga de piedra”, Salamanca, la ciudad más hermosa de España, tal como escribiera Miguel de Cervantes en El licenciado Vidriera: “Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”, y que recalcara con acierto, sobre la misma ciudad, Miguel de Unamuno, va mi homenaje.
Para ti, querido amigo, porque como has enseñado: “Callar para aprender: ésa es la actitud del poeta que luego invoca y da testimonio al rojo vivo”. Con tan señero mensaje, leámoslo con avidez, con urgencia, con el cuidado que se tiene con un hijo recién nacido, leamos este Memorial de Tierraverde, pues sólo en sus textos hallaremos, como le susurró el ciego adivino a Odiseo, la forma de regresar al paraíso amazónico, a salvarlo de su destrucción final, por medio del reino de la poesía, la Ítaca que es el destino final de nuestro viaje. Que así sea.

 

 

TRES POEMAS DE MEMORIAL DE TIERRAVERDE

 

Para finalizar el acto, Alencart leyó tres poemas de los cincuenta y dos que contiene el libro. Antes agradeció a su amigo y editor, Aldo Gutiérrez, por tan decisiva apuesta en torno a su poesía. También al público asistente y a los comentaristas González Vigil y Ñaupari.

 

 

EL TORO HECHIZADO

 

Quizás yo sólo sea el reverso de una sombra

o la figura revelada bajo el último relámpago

sobre el paisaje de mi heredad,

allá donde estaba soñando el porvenir

montado sobre un toro tan antiguo como el amor,

más acá de la altura del barranco de los aguajales,

emplumado con calendarios que ignoran

la desaparición de tan verde lugar.

El toro es lo único que me resta de aquel paraíso.

Voy por sendas sobre tan noble animal

cuyo rugido es como rememoración del hechizo,

de todo lo que era posible entonces,

cuando cielos y bosques ensanchaban mi corazón.

Quizás mi destino se fraguó alrededor del toro

cuyas fuerzas no flaquean por su cuero

resbaloso de presagios.

Pero todo se confunde en la ceremonia

que dentellea lo dichoso en medio de árboles

ululantes al sentirme tras la ausencia.

Quizás mis pies trazaron en otra época la trocha

de libertad por el que me lleva el animal.

Al final del camino, el toro percibe

el mucho secreto de mi tristeza. Sabe de mí,

pues él mismo se grabó mi nombre en su frente.

Quizás yo sea el toro que recoge las sobras

del festín y entierra las patas en el suelo

de su viejo paraíso.

 

 

 Portada del libro

 

 

ALLÍ DONDE ERA MI ALEGRÍA

 

Allí donde era mi alegría,

hoy parece un aledaño

de Marte.

 

La destrucción es veloz

y no tiene ninguna pena.

 

Fácil es herir lo indefenso,

mutilar, destrozar

con tenacidad de verdugo.

 

Y siempre una draga

o un aserradero

tras lo devastado.

 

Vano intento de comprender

esta realidad atroz.

 

No habrá bosque

que sobreviva

si van por libre los feroces.

 

 

 

TIERRAVERDE

 

Tierra que cabes

en el tamaño de mi corazón,

 

por la piel del ojo

eres todo cuanto miro

y siento

como filiación y

penúltimo encantamiento.

 

Tierra enraizada

a la semilla de la resurrección,

 

abro diálogo contigo

y me donas

la bandera de tu desgarrada

arboladura.

 

Te quiero

indefinidamente verde,

 

tierra que oyes

como tocan a tu puerta

mis temblorosos nudillos,

siempre acompañados

 

de mariposas verdes.

 

 

 Alencart por el río Manu, en la Amazonía peruana (1992)

7 comentarios
  • ÁLVARO ALVES DE FARIA-SP-BRASIL
    agosto 11, 2014

    Parabéns sempre, caro amigo Alfredo, batalhador pelo livro, pela literatura e pela a beleza.

  • Humberto
    agosto 12, 2014

    Enhorabuena por el verdor de la tierra que renueva tu poesía con memoria del musgo y tanta vida que discurre desde los orígenes. Abrazos,

    Humberto

  • Pedro
    agosto 18, 2014

    Felicitações, Alfredo.
    Um grande abraço do teu amigo António Osório
    e também de todos nós.

  • Enrique Viloria Vera
    agosto 19, 2014

    Querido amigo, un fraterno abrazo desde Caracas, excelentes noticias, Tu obra bien las merita, a

  • Víctor
    agosto 23, 2014

    Nos alegramos saber que todo te vaya tan bien, querido Alfredo.

  • Alíce Spíndola
    agosto 23, 2014

    Gratíssima por me tornar partícipe deste evento.
    Que alegria!
    SUCESSO SEM PAR!

  • Luis Alberto
    agosto 24, 2014

    Felicitaciones, querido Alfredo. Me alegran inmensamente la presentación de tus obras.

    Un abrazo fuerte.

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