UNA NOVELA SOBRE LA PRIMERA UNIVERSIDAD DE ESPAÑA, DE LA HISPANO VENEZOLANA CARMEN GARCÍA GUADILLA. ENTREVISTA DE JOSÉ PULIDO

 

 

Carmen García Guadilla

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar esta entrevista firmada por nuestro colaborador José Pulido, destacado periodista, poeta y narrador venezolano residente en la ciudad de Génova. 

 

 

UNA NOVELA SOBRE LA PRIMERA

UNIVERSIDAD DE ESPAÑA

 

Cuentan, las lenguas cultas, que un día los sabios apartaron la historia de la literatura y la convirtieron en una ciencia. Se supone que la historia como ciencia investiga a fondo todo lo ocurrido en el pasado y luego lo narra de la manera más veraz posible. Pero es bien sabido que eso nunca se ha logrado y que la literatura ha colaborado muchas veces, usando el recurso de la imaginación, a complementar momentos o personajes.

 

La historia ha inspirado miles de novelas y de otros libros. La literatura, cuando ha tomado como tema un hecho histórico, lo ha difundido un poco más. Lo ha convertido en un objeto que puede brillar en lo oscuro.

 

Esto lo escribió Juliet Barker, historiadora inglesa: “Walter Scott, Nigel Tranter, Margaret Irwin y Norah Lofts hacían aparecer personajes del pasado y explicaban su historia de tal manera que uno podía identificarse con ellos y, por lo tanto, comprenderlos. Al ver la historia desde el punto de vista individual, le dieron vida, y eso es lo que yo he intentado hacer en mi propia obra”.

 

Edward Rutherfurd, escritor irlandés, declaró lo siguiente: “Cualquier novela ambientada en el pasado –Guerra y paz, por ejemplo, o El leopardo – podría llamarse una novela histórica. Y el género al que llamamos novela histórica contiene muchas variaciones. Supongo que soy inusual por el hecho de que mis novelas tienen una calidad épica. Por lo general trato de cubrir un gran barrido de tiempo y trato de abarcar una inmensa ambientación. Y sin duda, al hacer eso, trato de decir algo acerca de la condición humana, como yo lo veo”.

 

Carmen García Guadillo, autora hispano venezolana,  ha sido una escritora muy destacada en el ensayo académico. Sus ocho libros son el resultado de una investigación profunda y un esmero sin igual al escribirlos. El libro “Tensiones y Transiciones” obtuvo el Premio Nacional de Ciencias Sociales, en Venezuela. Y al decidir que iba a escribir una novela histórica lo primero que la motivó fue llegar al más amplio público lector posible. Ella le ha dado suma importancia a los detalles, a la ambientación y al acercamiento más sensible hacia los personajes.

 

Su novela, El silencio de los abedules, es hoy objeto de atención, porque no solo es la primera novela que se arriesga a escribir: se ha convertido en una novela que se está leyendo con voracidad y curiosidad, aunque el tema podría no ser atractivo de buenas a primeras: la universidad de Palencia.

 

Casa de Santo Domingo de Guzmán, en Palencia.

 

SOBRE PALENCIA

 

Palencia es un escenario de protagonistas, una mina de historias. El duque de Lancaster quiso atacar con su ejército ese poblado, donde las mujeres habían quedado solas debido a las guerras (hombres peleando en otras partes). Las mujeres, para defender a sus hijos atacaron el campamento de los ingleses por la noche. Usaron guadañas, rastrillos, hachas y cuchillos. Durante varias horas de combate murieron muchas jóvenes y señoras maduras, pero lograron que el enemigo se retirara, Palencia, ciudad y municipio español de la comunidad autónoma de Castilla y León, es capital de la provincia de Palencia. Se encuentra situada en la llanura de Tierra de Campos, a orillas del río Carrión.

 

En el territorio de Palencia estuvieron asentados originalmente los vacceos, grandes productores de trigo, cebada y ganado. Eran un pueblo prerromano de celtas peninsulares que existía organizado en un régimen de propiedad colectiva. Según Diodoro de Sicilia eran magníficos jinetes cuando guerreaban. Llevaban capas negras y cascos de bronce con crestas escarlatas. Sus espadas eran de dos filos.  Eran muy productivos y se las ingeniaban para acumular conocimientos útiles que evitaban el bandolerismo.

 

Entre 1184 y 1198 vivió y estudió en Palencia el joven Domingo de Guzmán, conocido en la posteridad como Santo Domingo. Su presencia en Palencia generó una experiencia probablemente única en la historia de la humanidad: primero hubo el estudiante modelo y después la universidad.

 

Domingo de Guzmán fue un estudiante de empeño y sabiduría que se asentó allí antes que existiera la universidad. Después que estudió se dedicó a la docencia durante cuatro años en las escuelas catedralicias de Palencia, que posteriormente se convirtieron en Estudio General.

 

Cuando la Universidad de Palencia fue una realidad, estudiaron en sus espacios otros hombres de prestigio religioso: allí estudió Pedro González conocido como San Telmo, un beato a quien llaman patrón de los marineros.

 

El rey Alfonso VIII de Castilla le otorgó reconocimiento oficial de Studium Generale de Palencia, como centro de estudios superiores con una renta anual para su mantenimiento. Los alumnos de Palencia egresaban como licenciados en Teología y Artes.

 

En el reinado de Alfonso VIII hubo un auge cultural que contó con el entusiasmo y el apoyo de su esposa Doña Leonor, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, y hermana de Ricardo Corazón de León. 

 

Dicen que la Universidad de Palencia fue la primera que se fundó en España, aunque desapareció cuando ya no estuvo Alfonso VIII. Dicen que ese concepto de universidad se trasladó a Salamanca cuya universidad sigue en pie como una de las más antiguas de Europa. Precisamente, sobre ese tema tan atractivo escribió una novela la autora hispano venezolana Carmen García Guadilla, quien tituló su obra El silencio de los abedules, publicada por Kalathos ediciones. Carmen García Guadilla nació en Palencia y creció en Caracas. Pero nunca olvidó que su abuela le decía “en esta misma calle, al final, se hallaba la primera universidad de España”.

 

La editorial ha difundido este currículo breve:

 

“Carmen García Guadilla nació en Palencia, España y, desde muy joven, vive en Venezuela. Se graduó de Psicóloga en la Universidad Católica Andrés Bello y obtuvo títulos de magister en Stanford University, EEUU, y de doctorado en la Université René Descartes, Francia. Fue investigadora del Cendes/UCV (donde ejerció como directora) y consultora internacional de Unesco. Ha sido fundadora de la cátedra Andrés Bello, en la Universidad para la Integración, Brasil; y coordinadora regional del estudio Pensamiento Universitario Latinoamericano, de LA Unesco”.

 

Carmen García Guadillla ha escrito una novela necesaria, una novela que le entrega al lector una mirada acuciosa, inteligente y una escritura que persevera en la gracia de saber decir las cosas.

 

El silencio de los abedules – Portada

 

ESCRIBIR UNA NOVELA

 

-¿Por qué decidió escribir una novela en vez de un ensayo histórico?

 

-Había comenzado a escribir un ensayo, pero algo me hizo pensar en la conveniencia de que la historia pudiera llegar a un público no especializado. Leí bastantes novelas históricas y me gustó la idea de escribir en este género. Durante el tiempo que me tomó escribirla, nadie sospechaba de estaba escribiendo novela. Ni siquiera mi esposo, así que resultó una sorpresa cuando presenté mi primer manuscrito a algunas personas cercanas. Una de ellas, muy reconocida en el campo de la literatura en Venezuela, me dijo: “tienes una historia interesante y además conoces bien el tema. Lo que te falta es mucho trabajo”. Otro amigo: “tienes un diamante en bruto…”.  Conclusión, de las pocas personas que leyeron el primer manuscrito, el mensaje que capté fue: ahora es cuando te falta… pero vale la pena intentarlo.

 

Tuve la suerte de tener acceso a una persona, especialista en novela histórica, del Ateneo Barcelonés. Lo primero que me dijo, cuando leyó mi segundo manuscrito, fue: “Esto no es una novela histórica, esto es una historia novelada. Si quieres una novela tienes que lograr que la ficción arrope lo histórico”. Esta tajante afirmación, dicha tan fácilmente, me llevó tiempo ponerla en práctica. Pero ya había decidido escribir novela histórica, así que tuve que esforzarme muchísimo para conseguirlo.

 

-¿Cómo se enfrentó al hecho de escribir una novela?

 

-Como dije, se convirtió en un desafío. Estaba entrando en otro oficio. Ya no se trataba de ser rigurosa, como exige la investigación académica, sino que esta nueva dimensión de contar, me permitía jugar con los hechos. Los acontecimientos podían no quedar resueltos, sin tener que enumerar rigurosamente las fuentes, sin estadísticas y,  sobre todo,  que podía prescindir de los pie de página y de las referencias. Crear personajes y darles vida en el contexto de lo histórico, fue un trabajo estimulante, retador, donde la imaginación se hace más presente que la razón, y donde escribir puede ser un estimulante y reconfortante juego.

 

Ahora bien, si ciertamente me sentía cómoda de escribir narrativa, a veces me sentía una intrusa. Sobre todo, porque aunque he sido una lectora de novelas (ávida pero desordenada); sin embargo, como escritora me sentía “asomada” en relación a los que conforman el campo intelectual de este medio narrativo. Por ello que quizás los esfuerzos que puse en esta experiencia fueron excesivos, pero mi objetivo era terminar una novela con la mayor calidad posible.

 

-¿Qué es lo que más le atrajo del personaje o del tema?

 

-Por el tema siempre sentí curiosidad: ¿qué pudo haber pasado en los primeros siglos del segundo milenio en Europa, para que, de manera simultánea y en países diferentes, surgieran estas complejas instituciones del conocimiento, que han perdurado hasta la actualidad y que se han expandido por todo el mundo?

 

En cuanto al personaje, éste se fue perfilando poco a poco. Al principio era un antihéroe de muy bajo perfil. Hasta que su inteligencia, su pasión por el conocimiento y su interés en conocer la profundidad de las cosas, lo transforma en un antihéroe conmovedor, que nos hace reflexionar sobre el sentido de la vida.

 

Alfonso VIII

 

-¿Ha sentido que es muy exigente el proceso de darle vida a unos personajes?

 

-Al principio sí. La primera versión la había escrito con un narrador omnisciente y no lograba dar carácter a los personajes. Hasta que cambié la forma de narrar. En algún momento, apareció con fuerza la propia voz del protagonista y … todo cambió. Cuando puse la primera frase: “Me llamo Jünger-Rilke Sloterdijk, pero en Castilla me llaman simplemente Junger el alemán”, todo se me hizo más fácil; fue como un milagro. Sentí que yo desaparecí y los personajes iban saliendo fácilmente.  Sí tenía claro desde el principio, que el personaje central debía ser alemán, pues en esos reinos todavía no había universidades, y era una manera de entender por qué asistió a las universidades de Castilla y París.

 

La creación de los otros personajes fue surgiendo de acuerdo a la trama y a las necesidades del personaje principal. Los personajes recreados, por su relevancia histórica, como Gonzalo de Berceo, Oddo de Cherinton, Fibonacci, y otros, están mezclados con los ficticios. Al final de la novela se señala  cuales fueron unos y otros.

 

 

-¿Qué le ha resultado más satisfactorio: escribir la novela o publicarla?

 

-Escribir esta novela ha sido un trabajo muy satisfactorio. Publicarla es una cosa más concreta. Tengo varios libros académicos y siempre se publicaban sin tener que buscar editor. Incluso algunos tienen varias ediciones. O sea, que no me interesaba tanto tener otra publicación, sino que esta historia se conociera y, claro, para eso había que publicarla. Pero, si no hubiera conseguido publicarla por una editorial, yo misma la hubiera autopublicado. No tenía apuro, pues es una novela que no prescribe, ya que siempre será interesante conocer la historia de cómo surgieron las primeras universidades.

 

Ahora bien, debo reconocer que tuve suerte de que Victor Guédez, quien conoce mi trabajo sobre las universidades en América Latina, cuando le conté que tenía un manuscrito de novela sobre la universidad, me puso en contacto con el editor venezolano de Kálathos en Madrid.  Inmediatamente quedé enganchada con esta idea, pues el tema de mi novela es europeo escrito por una hispano-venezolana (o venezolano-hispana, ya no se cual me identifica más). Así que estoy contenta de que la publicación se hizo con una editorial de calidad y con buena distribución en Europa; y, conociendo a David Malavé, estoy segura de que encontrará la manera de distribuir más allá de Europa.

Monumento a la Universidad de Palencia

 

 

-¿Qué añora de Venezuela cuando está fuera?

 

-El año pasado estuvimos en España (salimos en el período de la “oscurana”). No habían pasado seis meses cuando comencé a añorar Venezuela. Sé que muchos no entienden el por qué, pudiendo vivir bien donde otros quisieran estar, yo preferí regresar. Ahora bien, en mi caso, se puede explicar por el miedo al desarraigo. Lo viví a los 14 años, cuando mis padres me “trasplantaron” a Venezuela. Me costó mucho adaptarme. La vida de adolescente en una pequeña ciudad del norte de Castilla era muy distinta a la vida caraqueña. Ahora, después de décadas viviendo en Venezuela, la siento como mi centro. Aquí está mi casa, los rincones vividos, el refugio contenedor de vivencias, de identidad. Las cosas materiales son sustituibles, pero los recuerdos de lo vivido están incrustados hasta en el silencio de las paredes.

 

También es cierto que, más allá de los remansos íntimos (burbujas lo llaman algunos), está la realidad de muchos otros: fuerte e hiriente; y todos por igual vivimos la incertidumbre en una realidad tambaleante. También desespera ver como se han destruido las instituciones, sobre todo las universitarias, que son de las que me he ocupado en mis investigaciones y las que más difícil son de reconstruir. En los noventa, Venezuela tenía un importante sistema de postgrados de calidad, junto con Brasil y México; y la Universidad Central de Venezuela, era una de las universidades más importantes de la región. Hoy queda poco de todo aquello.

 

 

“SE ESTÁN REDEFINIENDO LOS PODERES

Y UNO DE ELLOS ESTÁ BASADO EN LA INTELIGENCIA”

-¿Cómo define esta época?

-Considero que estamos en una época de grandes transiciones, que todavía no terminan de definirse. Desde el último tercio del siglo pasado han venido surgiendo términos, uno tras otro, que han tratado de aproximarse a definir la situación sociocultural de la realidad contemporánea: sociedad de la información, sociedad del conocimiento, sociedad en red, sociedad postmoderna, sociedad digital, y otras formas híbridas típicas de los procesos de transición. Algunos apuntan a la necesidad de reconfigurar las formaciones sociales existentes (nuevas formas de capitalismo, como “capitalismo ético”; “nuevas formas de socialismo o de comunismo”), olvidándose que esas formaciones  fueron construcciones históricas que tienen un principio y un fin, como lo fue el feudalismo. Otros hablan abiertamente de que entramos en “una nueva era”, pero hasta ahora nadie, que yo sepa, la ha definido; en general, se refieren a que la historia de la humanidad está escribiendo una nueva página, en particular, la relación de nuestra especie con el planeta, y la fuerza de lo digital en todas las dimensiones de la vida. 

 

Creo que estamos en medio de grandes cambios y que muchas cosas pueden suceder. Se vislumbra, desde escenarios catastrofistas donde las fuerzas depredadoras serán más fuertes; hasta escenarios en los cuales se visualiza un crecimiento verde, inteligente, saludable, sostenible, donde la revolución digital estaría al servicio de una mayor humanidad. ¿Cuál escenario tenderá a sobresalir?  ¡Son tantos los imponderables! ¿En qué estudio de prospectiva a nivel global estaba presente que una pandemia iba a paralizar el mundo en el año 2020…?

En lo que concierne al conocimiento, tema cercano a mis intereses, el nuevo paradigma es radicalmente diferente a lo que hemos visto en el siglo pasado. Más radical que cuando se inventó la imprenta. Para mí, esta revolución con ilimitadas formas de acceso al conocimiento me parece apasionante. Tener las bibliotecas, la música, el arte en general, a golpe de dedo, me parece magia. Estamos transitando hacia un mundo donde se están redefiniendo los poderes y uno de ellos está basado en la inteligencia. En el espacio de este poder, tampoco están definidos los escenarios, ellos dependen de si lo digital y las redes inteligentes de educación se ponen al servicio del capital o, por el contrario, si se ponen al servicio del ser humano, garantizando un diseño humanístico de la transformación digital.

 

-¿Cuál es su gran pasión?

 

-“Gran pasión” como tal, no tengo. Pero mi vida está llena de pasiones con minúscula, pues soy una persona muy curiosa y le pongo pasión a todo lo que me parece que vale la pena. Ahora bien, si hay algo que más sobresale, podría ser “pasión por el conocimiento”. Quizás la curiosidad y la pasión que pongo por las cosas que me interesan, explica la valentía que tuve de incursionar en un campo nuevo para mí, como la novela.

 

 

 

-¿Qué le ha aportado su profesión a su escritura?

 

-Considerando que la investigación ha sido parte importante de mi profesión, yo diría que aportó mucho. En la novela histórica la credibilidad reposa en la verosimilitud de los hechos y, por tanto, debe contar con una documentación rigurosa. A su vez, la documentación debe transformarse en dramatización para que pueda visualizarse el corazón de los personajes que vivieron la historia. Por otro lado, creo que el conocimiento de las universidades, que ha sido mi tema de estudio por muchos años, fue crucial en el dominio de la trama en la novela.

Ahora bien, en cuanto a la escritura en sí, debo confesar que cuando hice el cambio del ensayo académico a la narrativa, pensaba que iba de lo difícil a lo fácil, puesto que el ensayo exige conceptualización. Pero en el proceso pude constatar que esta apreciación era cuestionable, puesto que, por su lado, la narrativa exige muchas más acultades que se entrelazan. Además de razonamiento y rigurosidad, exige imaginación, comprensión del ser humano, conocimiento de la vida, talento para la creación de metáforas, imágenes, poesía.

 

-¿Qué le ha aportado la escritura a su existencia de hoy?

 

-La escritura, bien sea ensayo o narrativa, siempre me aporta sentido a la vida. Quizás porque (inconscientemente) busco la compañía de la creatividad, ese duende que nos hace creer que somos creadores de algo. En cuanto a la novela en específico, la visita a la Edad Media me trasladó a otros ambientes, a otros tiempos donde también había problemas, miserias y muchos más horrores de los que conocemos actualmente; a la vez, también había bondades, aspiraciones honorables y esperanzas. Con la historia, se aprende a redimensionar las miserias que nos acompañan en el presente,  a la vez que nos da esperanza al constatar que con el transcurrir del tiempo, “todo pasa”.

Otra imagen de Carmen Garcia Guadilla

 

 

-¿Pensó alguna vez que el país llegaría a estar cómo está?

 

-Le respondo con otra pregunta ¿alguien, incluso los que son parte del “proceso”, respondería haber pensado que el país llegaría a estar cómo está?   Si bien en lo político han tenido éxito, puesto que han logrado mantenerse en el poder (con la importante ayuda de los cubanos), por otro lado, es evidente que no se ha cumplido lo planteado en su propio plan de desarrollo del país, incluido la solución de los problemas sociales.

Esa frase de Chávez: “o estás conmigo o estás contra mi” (frase no muy original, dicha por otros gobernantes en situaciones extremas), fue una sentencia mortal a la crítica y al pensamiento, aspectos que hubieran sido necesarios para consolidar un

proyecto constructivo, democrático e inclusivo, en el que muchos creyeron… al menos principio…

 

-¿Siente la falta de los amigos y familiares que se han ido?

 

-Especialmente de familiares, ya que en este momento no tengo ningún familiar en Venezuela; todos están regados por distintas partes del mundo. Sin embargo, aún nos quedan aquí amigos queridos y solidarios, como suelen ser los de este rincón de la tierra en donde todos los días amanece, generalmente con un sol alentador, aún en medio de la distópica y traumatizante experiencia que nos ha tocado vivir. Aunque, a veces me pregunto si los venezolanos no habremos desarrollado anticuerpos y nuestra piel ha aprendido a rebotar las incertidumbres. Por otro lado, ¿quién en el mundo, en estos momentos, no tiene miedo e inseguridad por los efectos de lo que no estamos siendo capaces de controlar como humanidad?

 

 

El poeta, periodista y narrador José Pulido

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