UNA LLAMADA DE JAVIER LOSTALÉ Y OTRAS COINCIDENCIAS. POR MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

El poeta madrileño Javier Lostalé

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar esta crónica de Manuel Quiroha Clérigo en torno a Javier Lostalé (Madrid, 1942), quien, tras estudiar Derecho, su vida profesional ha transcurrido en Radio Nacional de España, donde ha presentado el programa cultural EL OJO CRÍTICO, codirigido LA ESTACIÓN AZUL, programa de poesía de Radio Tres, en el que sigue colaborando y, en general, se he dedicado a la promoción de la lectura. Tarea que fue galardonada en 1995 con el Premio Nacional al Fomento de la Lectura a través de los Medios de Comunicación. Hasta el momento ha publicado cinco libros de poemas reunidos en el volumen titulado LA ROSA INCLINADA, publicado por la editorial Calambur, que también ha editado LA ESTACIÓN AZUL, poemas en prosa. También es autor de una antología temática de Vicente Aleixandre, ANTOLOGÍA DEL MAR Y LA NOCHE, y de una antología sobre la Poesía cordobesa del siglo XXI, titulada EDAD, y publicada por la Fundación José Manuel Lara. Pertenece a la Academia Castellano-Leonesa de la Poesía. Es colaborador y crítico de las revistas MERCURIO Y TURIA, y promueve la lectura en institutos y bibliotecas públicas.

Javier Lostalé, por Setanta

UNA LLAMADA DE JAVIER LOSTALÉ Y OTRAS COINCIDENCIAS

(PARA UNAS INÚTILES MEMORIAS)

 

 

Recibo una llamada del poeta, y hombre de la Radio, Javier Lostalé, interesándose por mi persona en estos días de encierro por el virus asesino y me emociona este gesto cuando además sucedía lo siguiente:

 

Lo siguiente, como escribía el académico Antonio Tovar, es que tenía mi “mesa revuelta”, la que se asoma al sauce precioso que supera el tercer piso, llena de periódicos, sobre todo los suplementos  de Informaciones de las Artes y las Letras y el primero, junto al pequeño ordenador era el correspondiente al 26 de agosto de 1976 donde aparece en la parte alta un artículo de Eduardo Bronchalo Goytisolo sobre el (raro y místico) poeta irlandés W. B. Yeats, ídolo de algunos creadores españoles, y en la parte baja, a la izquierda, precisamente, un poema de Javier Lostalé.

 

Yo no creo en los milagros, y menos en los que sirven para llevar santos a los altares, a veces gracias a ingentes cantidades de dinero y viajes al Vaticano de monjas y seglares, hasta con Dios deben resultar positivas las recomendaciones y los cheques en blanco. O será, también, fanatismo. Pero sí creo, y mucho, en las coincidencias o casualidades; por ejemplo, estar a las siete menos cuarto en una cafetería y ver entrar a la mujer de tus sueños o llegar a un Aeropuerto y encontrar a tu escritor favorito, como ya me sucedió hace tiempo en Barajas con José Saramago y en Bangkonk al hijo del administrador de mi piso o mirar a alguien y ver que ese alguien te está mirando o cuando entré en la Librería Feltrinelli de Milán a curiosear y, enseguida, vi un libro del poeta de Arcos de la Frontera Antonio Hernández con quien había estado en la Tertulia Literaria Hispanoamericana de Rafael Montesinos dos días antes en Cultura Hispánica.

 

Y esta casualidad de hoy me trae a la mente un montón de recuerdos, como el de cuando fui con mi coche nuevo, a finales de 1998, a recorrer Andalucía con mi coche nuevo tras una reunión y buena comida en la Taberna Salinas con los colaboradores de “Cuadernos del Sur”, la revista literaria que confeccionaba con interesantes aportaciones el periodista, y también poeta, Antonio Rodríguez Jiménez. Allí había coincidido con Antonio Hernández, el poeta de Arcos de la Frontera y flamante Presidente de la Asociación de Escritores y Críticos de Andalucía, donde habían confluido los miembros de la Asociación Críticos del Sur y escritores y profesionales universitarios de Andalucía y otras zonas de España.

 

Tras no poder entrar en Doñana desde Sanlúcar de Barrameda, me fui a ver el palacete que se había comprado mi antiguo amigo Manuel Vidal, que fue Ayudante de Dirección de Armando Moreno cuando su esposa, Nuria Espert, repuso en el Teatro Fígaro de Madrid la obra de Jean Genet “Las Criadas” que habían estrenado en el Teatro Poliorama de Barcelona el 20 de febrero de 1969, con la dirección del argentino Víctor  García y con Julieta Serrano en el papel de coprotagonista y Mayrata O. Wisiedo como “la señora”. Sucede que, debido al éxito que había alcanzado en toda Francia la obra de Genet, Nuria Espert y su marido, Moreno, pidieron a Víctor García, que vivía en París que les hiciera el montaje de la obra para su estreno en Barcelona, siendo Moreno ayudante de dirección atento a las dificultades de poner en escena un drama bastante complicado.

 

 

 

Años después, ya fallecido Víctor García, el matrimonio Espert-Moreno decidieron re-estrenar la obra en Madrid y eligieron para ello el Teatro Fígaro, siendo mi amigo Manuel Vidal el ayudante de dirección en aquella ocasión y actuando en los primeros papeles Nuria y Julieta y como “la señora” Marisa Paredes. Vidal, que había tenido una novia actriz amiga mía, me dijo que había ganado algún dinero y con ello podía optar por comprarse un piso barato en el Barrio de San Blas o un palacete en su pueblo, y como su pueblo era Algeciras, pues, me fui a ver el Palacete. Luego hablé con él por teléfono, pues vivía en la capital andaluza por razón de los estudios de sus hijos y su dedicación a la crítica taurina y el mundo de los toros, tema este sobre el cual publicó una interesante novela, titulada “Lo que hay que tener” que llevó a las librerías la catalana Editorial Edhasa, dirigida entonces por Daniel Fernández, hoy flamante Presidente, por el turno de Editores, de CEDRO, novela que leí con interés y de la que publiqué un comentario o crítica, aunque sigo anotando que la  llamada fiesta nacional me repugna, como debería repugnar a las personas de bien dada la crueldad que tal espectáculo propicia, el ver la sangre de un animal en la arena y, a veces, la acometida hacia la integridad corporal de una persona, también hubo y hay mujeres toreras, que se juega la vida con la sola intención de ganar dinero y sin tener en cuenta su actuación realmente criminal que, curiosamente, está bien vista, protegida y financiada por determinados Estados, entre ellos el español.

 

Bien, después seguí viaje por Al Andalus, entré en Gibraltar, recorrí toda la zona con cierta parsimonia sin lograr entender que en el sigl XXI siguen existiendo enclaves coloniales como éste y otros cercanos pasé por lugares tan descabalados como Algeciras, La Línea de la Concepción, San Roque, muchos de los cuales viven del trabajo digno de sus habitantes en la Roca o del famoso contrabando, que España es incapaz de controlar. Desde Castellar de la Frontera, en una altura magnífica repleta de arboledas y de aves, pude contemplar donde la zona, magnífica en sus plenitudes, Gibraltar y su aeropuerto construido en el istmo o tierra de nadie en plena guerra civil española, y el lugar inmenso y azul donde su une el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo con el fondo diminuto de Ceuta y las montañas y orillas del norte de África: “En Castellar la vida tiene color de bosque”, escribí años después en un viaje con mi familia.

 

Seguí viaje por esa Andalucía plena y al  final, estuve charlando en Málaga en una cafetería muy animada con Aurora Luque, a la que deseaba proponer acudir en unión de otros poeta a la capital mexicana de Guanajuato donde estaba a punto de salir mi antología “De Varia España” que iba a publicar Ediciones La Rana, del Instituto de la Cultura, donde ella figura junto a otros autores de toda España. En aquel lugar, afortunadamente, también se encontraba Francisco Ruiz Noguera, a quien siempre consideré un excelente poeta (aconsejo leer “Campo de pluma. Poesía reunida 1972-1995”). 

 

 

 

Resumiendo: El día siguiente estuve en Marbella y, como conocía a Lostalé, de las noches aquelárricas de la Casa de Granada y la Ballena Alegre, convocados por el incansable Alberto Álvarez Cienfuegos, quise saludarle y me dirigí a la sede de Radio Nacional de España en Marbella, pues entonces Javier Lostalé Alonso era el Director de aquella emisora.  Pero, al parecer, ser director de una emisora no era lo suyo, y Lostalé volvió a Madrid con su micrófono y sus versos. Y así llegamos, volvemos, a la casualidad, al poema que estaba sobre mi mesa cuando tan luminoso poeta tuvo la gentileza de llamarme por teléfono. Su poema se titula “Una luz” y pertenece a su libro “Jimmy, Jimmy” publicado por Sala Editorial, Madrid. Dice así:

                                                           

                                                     Una luz en pliegues

                                                           iba cercándote

                                                     con un ámbito

                                                     que ya no era soledad

                                                     sino espacio hueco

                                                     en el que el pensamiento se nublaba

                                                     sin poder reducir a verdad

                                                     algo de tu vida.

                                                     Como tantas veces

                                                     fuiste hasta un cuerpo

                                                     buscando más el olvido

                                                     que el conocimiento del amor.

                                                     Y esperaste luego esas tardes

                                                     en que el recinto de lo tocado

                                                     nos envuelve mágico

                                                     trasladándonos un momento.

                                                     No hables: sabes que todo se desvanecerá como un aroma

                                                     y quedarás más solo.

                                                     Callado, vive poderoso en tu derrota.

                                                     Nunca nadie podrá conocerte,

                                                     pues habitante del dolor

                                                     tus ojos se retiran siempre

                                                     si alguien llega.

                                                     Victoria sea tu tristeza

                                                     Jamás contada.

 

Tras haber saludo al autor de este poema en Marbella, ir al cine en Puerto Banús, visitar lo que entonces era el inicio del gran emporio marbellí, llegar hasta San Pedro de Alcántara y su magnificencia de, ya, chalets y construcciones de millonarios, al día siguiente continué mi viaje. Me detuve en Almuñécar, donde tenía un precioso apartamento un pariente, por el que parecía entrar el mar de madrugada, llegué a Almería donde mi amiga, la excelente persona y poeta Pilar Quirosa-Cheyrouze me esperaba. Como responsable de cultura del Ateneo Almeriense me había invitado a presentar algunos de mis libros en la ciudad.

 

 

 

El acto tuvo lugar exactamente el 19 de noviembre de 1998 en el Salón de Actos del Colegio de Médicos de Almería, con muy buena entrada como se dice en los toros, donde conocí a varios creadores jóvenes que, después, me invitaron a una animada tertulia con cafés, vinos y algunas viandas en una cafetería muy bonita. Entre los jóvenes de aquella velada estaba José Luis Sánchez Bretones que, posteriormente, me mostró Almería de noche, llegando hasta la Alcazaba y me acompañó al Hotel. Unas semanas después, el 13 de diciembre 1998 Sánchez Bretones fue galardonado con un accésit del Premio “Adonáis” por su poemario “El lugar del extraño”, el otro accésit fue para Raúl Borrás por “Diluvio en la mirada” y el Premio “Adonáis” 1998 correspondió al libro “Inútil registro”, cuyo autor es Luis Enrique Belmonte, médico psiquiatra y violinista venezolano.

 

En momentos como éste, tal vez la poesía, nos pueda animar a seguir, a desterrar el miedo pero, al mismo tiempo, una palabra amiga, anima. “Escribo para ser joven y alimentar una esperanza radical”, ha dicho el poeta de “Cielo”, uno de sus últimos poemarios, es decir Javier Lostalé.

 

Por todo ello gracias, Javier.

                                                                      

 Manuel Quiroga Clérigo

 

 

 

 

 

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