SOÑAR LA TIERRA, POEMA PREMIADO DEL VALLISOLETANO SANTIAGO REDONDO VEGA

 

1 Fotografía de José Amador Martín

 Fotografía de José Amador Martín

Crear en Salamanca publica, con especial satisfacción, este texto de Santiago Redondo (Villalón de Campos, Valladolid, 1958). Poeta y narrador. Tiene publicados los poemarios “Naturaleza viva” (2009) y “Laberinto de inercias” (2014).  También, en ediciones conjuntas, “Vida y otras ausencias” (2009, edición del “XII Premio de Poesía Blas de Otero de S. Sebastián de los Reyes, Madrid) y “Amor es la palabra” (2008, Murcia). Ha sido incluido en varias antologías, entre ellas “Di tú que he sido”, antología del XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, en homenaje a Unamuno (Salamanca, 2012).. Ha obtenido más de 30 premios y reconocimientos en certámenes de poesía y de cuento en España, como los de Medina del Campo, Alcorcón, San Sebastián de los Reyes, Palma de Mallorca, Valladolid, Murcia, Dueñas, El Burgo de Osma, La Fregeneda (Salamanca), Barbastro, Lasarte-Oria (Guipúzcoa) o el Accésit del XIX Premio Nacional de Poesía de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), entre otros. En 2014 fue finalista del XXVII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe.

Con “Soñar la tierra” obtuvo  el 1º Premio del Certamen Literario Pluma de Oro de Poesía (Alcorcón, Madrid,  2012, 

 

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SOÑAR LA TIERRA

 

Que se desdiga el viento de su opulenta inercia,

que sea sólo brisa y no desnude la convicción del habla,

que cristalice en voces que transformen

los ciclones en pálpitos.

 

Que no nos nuble el sol con rayos uva

la emoción de los versos;

que sea hombre y pernocte en esta humanizada logaritmia

espontáneo y venial como un suspiro

de incandescente trazo.

 

Que la sal sepa a sal y el mar nos quiera

alfareros de espumas,

adictos a sus playas, donde aniñar la infancia

y desalar las lenguas con dulcísimos besos.

 

Que sea el mundo, mundo, y envejezca

su eternidad por siglos;

que no juegue a morir o a encasillarse

de pez por los agnósticos recodos de un acuario

donde se ahoguen sin gracia, ni elección,

nuestros lícitos dioses.

 

3

 

 

Que todos los espacios agrestes de la luna

donde mi piel comulga del verbo de tu carne

y de tu sangre bebe,

me sepan sólo a ti, labio con labio.

 

 

Que no mienta la niebla ni maldiga

las estrellas con brújula que orientan

los desgaires del alma,

ni en un video se inmolen cualquier luna de octubre

mil ballenas confusas 

en aras de una Ítaca de impronunciable tiempo. 

 

 

Que haya viento de sobra para morir de frente

y en hilera

cualquier tarde de nunca

con música de Mozart velándonos los ojos.

 

 

Que la fertilidad de esta Madre sin hijos

no caduque o se extinga.

Que la Tierra es mujer con el pecho desnudo

y las piernas abiertas

pero no es meretriz para apropiarse

de su amor o su sexo en la codicia

-maldita y transgresora-

del dinero y el plástico.

 

 

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Que las conciencias todas naveguen sin prosodia

sobre ríos de tinta; sin renglones, ni márgenes.

Que se refunda el negro de los cielos con luto

en arco iris de blanco.

Que se taponen los huecos con vacío,

que se replanten los bosques con palabras,

que no relinchen, ni ladren, ni barriten, ni lloren,

ni nos priven del vuelo

-la usura o la avaricia-

de los últimos cárabos.

 

Que no calle el silencio con verdades a medias;

que renazcan del polvo los desiertos hambrientos

de rocíos y auroras.

 

Que galopen tu estío de incendiados crepúsculos

mil alazanes siempre,

denunciando el escarnio de barrigas sin nombre,

huesudas y endeudadas

de avaricia con nombre de avaricia.

Que nos dejen espacio para hablar de utopía

-siquiera de utopía-

las mentiras piadosas de los más necios sabios.

 

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Que declamen las ranas poemas vespertinos

y apacigüen los grillos los más heridos lunes           

de amapolas ilesas.

Que se transmuten los sapos en delfines

y que atraviesen a nado

tus ateridos valles los versos más hermosos.

 

Que aprendan a mirar siempre hacia adentro

-sin plomo y a conciencia-

las retinas miopes de nuestros ojos bélicos.

 

Que te quieran y asuman misteriosa y rebelde

los segundos del cosmos donde sé que te habito,

y te escriban, te nombren, te apacigüen, te azulen

erguida y espontánea -tozudamente Tierra-

los sueños de mis sueños,

así, tan impulsiva, hermosa y cegadora

como de amor te aviento.

 

 

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7 Santiago Redondo Vega retratado por Miguel ElíasRedondo-Vega

 

 Santiago Redondo Vega retratado por Miguel Elías

 

3 comentarios
  • Paquita Dipego
    junio 8, 2017

    Un poema tan estremecedor como hermoso. Para leer y releer. Gracias a Santiago Redondo por escribir así.

  • Juan Ángel Torres Rechy
    julio 10, 2017

    Suscribo su parecer, estimada Paquita Dipego, en torno a la obra de Santiago Redondo Vega, gran poeta y narrador de Valladolid y el mundo. Su poesía abre nuevos cauces a la imaginación. Construye mundos paralelos y explica la realidad de todos los días, aún por descubrir. GRACIAS.

  • René Isaías Castro García
    julio 22, 2017

    Los poemas de Santiago los he sentido tan cercanos y frescos, con metáforas suaves como el aire pero profundas como los océanos. Escribo desde las riveras del Pacífico en el hemisferio sur.

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