Soledad Sánchez Mulas. Viernes de Sarmiento. La fragilidad del barro.

Los viernes son un día especial para la palabra. Un poeta, sólo ante un público respetuoso, en silencio, desnuda su palabra para mostrar lo mejor de sí mismo. Viernes, 25 de octubre de 2013. Una poeta, Soledad Sánchez Mulas y un poemario «La fragilidad del Barro», ejercicio poético que recorre grandes momentos de su creación literaria. El buen hacer, la organización perfecta de los responsables del acto: Araceli Sagüillo, José María Valle Alonso y Santiago redondo, tres grandes poetas en el ejercicio de hacer de Viernes de Sarmiento una ventana abierta a la creación poética,tres grandes amigos que viernes tras viernes dan lo mejor que tienen para la gloria de otros.

 

Gracias.

 

 

Araceli Sgüillo, Soledad Sánchez Mulas, José Antonio Valle Alonso, Santiago Redondo, José Amador Martín antes de comenzar el acto. Foto: Elena Díaz

Presentación, palabras de José Amador Martín

Doy gracias a Soledad Sánchez Mulas, poeta y amiga, por la ocasión de estar hoy aquí con todos los amigos de los Viernes de Sarmiento. Doy gracias también a esta Sala que hoy se convierte en Sala de la Palabra, en la que viernes a viernes y año tras año se escucha la voz de los poetas. Es un placer inmenso poder estar aquí en esta reunión de afectos, para saborear el gusto por la poesía.   

Gracias por permitir que diga unas palabras sobre Soledad Sánchez Mulas, pocas, porque lo verdaderamente importante es escucharla a ella, motivo por el que estamos aquí esta tarde.

A Soledad, poeta, la conocí en las lecturas de San Juan, en Salamanca.  Su voz resonó profundamente buceando en las entrañas de la vida profundamente enraizada en la reflexión sobre ser humano. Su poesía es la de la sencillez y de la cotidianidad que encuentra su razón de ser en su misma creación. Por eso, la poeta se refiere frecuentemente al silencio a la soledad; únicamente así se pueden gestar los poemas con la perfección y profundidad que requieren. Una palabra  que, por otra parte, tampoco se revela totalmente a su mismo creador. Silencio y soledad van de la mano en los caminos de la  poeta.

Después he ido conociendo más su obra y eso me ha permitido conocerla más  y  descubrirla  como poeta y como amiga y ha sido un gran regalo.

“Soy palabra para ser gritada…”

Su poesía es el motor, es el sentimiento que aflora por los poros y que a veces sin querer o queriendo se debe medir y dosificar para no sufrir, aunque a veces es el gozo puro, por eso su poesía es la vida o está llena de vida. Es la inspiración que siempre la acompaña, ella está ahí y nos aguarda, y antes que la busquemos  nos encuentra, y antes que la sintamos nos siente y nos espera paciente a que el ímpetu se desate, a que el sentimiento fluya en un instante de vida, en un momento atemporal, donde segundos, minutos y horas son la dimensión de lo racional, que el corazón no alcanza a entender. Hay que buscar  la claridad y nacer en forma de verso, definir el mundo hecho que nos  lleva al éxtasis con el beso oculto de su silueta, que acompaña nuestro camino, que acaricia nuestro rostro, nuestra frente, nuestros  labios. Que busca el abrazo amigo buscando el no olvido y la liberación de la prosa de la oscuridad. Su poesía es soledad, “escojo la soledad…”, que es la lágrima que en silencio otorga, y es suspiro que habla cuando todos callan, también “escojo el silencio…”

cuando las palabras ya han hablado por todos y ya lo han cantado todo…”

En esa contemplación es posible percatarse de la forma en que se desnuda en cada verso, de la forma en que muestra las partes más desconocidas de su esencia. Desde ahí es posible alcanzar una contemplación profunda de la belleza más admirable, en una forma de vida completamente distinta. Desde esa afirmación y desde su voz el alma se prepara  para recibir la caricia más delicada…

Foto: Miguel Sánchez

 La Fragilidad del Barro

Soledad Sánchez Mulas

 “La fragilidad del barro” (2010), reúne los poemas escritos
entre 2008 y 2010, período en el que fallecen los padres de la
autora. Considera la orfandad como un renacimiento doloroso a
la soledad absoluta del ser humano, a la definitiva constancia
de la fragilidad del barro, el que nos forma y el que
conformamos.


Bajo el título de este poemario ha reunido, en orden
cronológico, poemas de sus libros que tienen que ver con esta
íntima fragilidad de la que somos conscientes (o no) y que
marca las arrugas de la piel de nuestra alma.
Para Soledad, “La poesía es el eco del mundo y habita en mí.
Mis versos pretenden su voz.”

Foto: Elena Díaz

 

Dolor

María

siento

la aspereza de la roca en mi frente

el roce de mis uñas melladas en la tierra amarilla

el ardor de las lágrimas en la piel de mi rostro

rasgado por la furia de este viento de muerte

el hueco aturdimiento en mis oídos

del consuelo medido de las voces

las manos que me tocan

el olor herrumbroso de la sangre

que resbala en mi pelo

la burda inconsistencia de mi manto

que pesa

la desnudez de este dolor

este fin que no acaba

esta piedra de pena que me talla

este velo delante de los ojos

abriéndome una llaga

de aniquilación

donde esconder sus huesos dislocados

sus facciones extrañas que no me pertenecen

el mapa ensangrentado de su cuerpo

la curva de su labio abriendo la palabra

la huida de sus ojos como palomas muertas

buscándome

en la absoluta soledad

de su destino

ocultando

la duda

en el pliegue brutal de sus tendones.

Foto: Elena Díaz

Poética

Una curva feliz para quebrar

la recta delgadez de lo esperado.

Un breve parpadeo, con los huesos en pie,

y oler algún perfume

que no esconda la cáustica presencia del colmillo.

Y una pluma en el aire,

libre,

añorando el ala primigenia del pelícano

muerto sobre la roca,

pero libre.

Foto: Miguel Sánchez

 

Rumor de cenizas

No quiero abandonar

la cadencia de mi vital lamento,

el vértigo escondido detrás de las miradas,

la plenitud que bulle en la caverna

de la frutal palabra.

Fuera de mí,

quiero volver al centro helado de la piedra

donde solo perdura

el último rumor de las cenizas.

Y conversar conmigo.

Foto José Amador Martín

 

Madre de agua

Tus manos escondidas

en la nocturna lluvia de septiembre;

en el oscuro grito solitario

que llama, desde el pozo,

al bálsamo de un lento amanecer.

¿Dónde tu luz ahora?

Oculto entre las ramas el jugo de tus labios,

tus últimas palabras,

la música dormida

de tu desheredado corazón.

Madre de agua disuelta en los silencios,

aura constante

vistiendo las ventanas de mi piel.

¿Dónde mi sombra ahora?

Si tú

—madre de viento dispersa entre otras madres,

madre de fría agua vibrante entre mis lágrimas,

madre de ardiente otoño,

madre de ausente hueso—

lloras,

ya por siempre nonata,

en la negra espesura de la luz.

2 comentarios
  • Santiago Redondo Vega
    octubre 28, 2013

    La palabra, si es sentida y profunda, acaba por ganarse la desazón de una tarde de lluvia. Así, cuando la voz poética termina, es cuando uno recuerda que se ha olvidado dentro la fragilidad de los paraguas. Hermoso recital Soledad. Enhorabuena.

  • Isaura
    noviembre 10, 2013

    Felicidades Sole, por estos bellos versos, ya conocidos, pero no por eso dejo de seguir emocionándome con su lectura

    Me alegro como en privado he dicho y ahora hago publico que hayas estado en Sarmientos.

    Isaura

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