Sobre ‘El Gruñido’, de Enrique Solinas. Selección y notas por Ana Cecilia Blum


Crear en Salamanca se complace en publicar una selección de poemas del poeta argentino Enrique Solinas, precedido de unas notas escritas por la poeta ecuatoriana Ana Cecilia Blum, profesora en una universidad norteamericana.

Portada de «El Gruñido»

 

Enrique Solinas nació en Buenos Aires el 11 de Julio de 1969. Es profesor en Letras y Ciencias de la Comunicación (CONSUDEC) y Licenciado en Letras (UCA). Desde 1989 colabora con publicaciones de Argentina y del exterior,  es docente y forma parte de grupos de investigación en literatura argentina y latinoamericana (CONICET) y en literatura y mística (SIPLET – ALALITE). Publicó en poesía: Signos Oscuros (1995), El Gruñido (1997), El Lugar del Principio (1998), Jardín en Movimiento (2003), Noche de San Juan (2008), El gruñido y otros poemas (2011). En colaboración, Invocaciones –cuatro poetas en la voz del mito– (2012). En narrativa: La muerte y su conversación (cuentos, 2007). Por su labor literaria obtuvo varios premios, entre ellos, el 1er. Premio Rotary Club Bienio 1990/1991, 1er. Premio Nacional Iniciación Bienio 1992/1993, de la Secretaría de Cultura de la Nación, el 1er. Premio Dirección General de Bibliotecas Municipales de Buenos Aires 1993, Mención en los Premios Municipales de la Ciudad de Buenos Aires a la Producción 1994/1995, Subsidio Nacional de Creación de la Fundación Antorchas, Concurso 1997 de Becas y Subsidios para las Artes, el 1er. Premio Estímulo a la Creación año 2000 de la Secretaría de Cultura de la Nación, el 1er. Premio de Cuento Fantástico 2004 de la Fundación Ciudad de Arena y la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, la Beca Shanghai Writing Program 2014, etc. Su obra y forma de parte de antologías nacionales e internacionales, siendo traducido al inglés, al italiano, al francés, al portugués y al griego. Invitado al II Festival Internacional de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires 2007, al I Festival Internacional de Poesía del Centro Cultural de la Cooperación 2009, al IX Festival Internacional de de Poesía de Granada 2013, Nicaragua, al IV Festival Internacional de Poesía Latinoamericana de Lima 2013, XXII Maratón Poética Teatro de la Luna 2014, en George Mason University, etc. Actualmente, su actividad incluye la narrativa, el periodismo cultural, la crítica literaria y de artes plásticas, la investigación y la traducción de poesía (latín, griego, inglés, francés e italiano al español).

 

Enrique Solinas

 

 

“Escribo una carta que dirijo hacia mí”, canta el poeta; y esa carta se convierte en el Gruñido que todos escuchamos, un sonido que persigue, alcanza y permanece. Así,“una y otra vez, recita su voz”, la abre, la despliega, la ofrenda; y esta voz es “como una melodía confesional”, su vestigio.

 

Enrique Solinas nos entrega en su quehacer un testimonio de vida, entre versos sedosos y punzantes, lumínicos y umbríos. Su poesía se nos presenta en “un altar de visiones”, y en la contemplación de lo humano nos envuelve en “hilos de sombra”, hasta convencernos de “hacer cada día un naufragio para vivir”.

 

Un Escriba se declara la voz, un escriba que “quiere decir la verdad y el amor pero no sabe”; aunque sí sabe, aunque sí puede, aunque sí logra dar fe de todo lo que adentro acontece; testamentos existenciales que se quedan impregnados entre las sienes del que los lee.

 

Un Cuerpo Místico se confiesa la voz, cuyo oficio es  “noche tras noche, noche tras noche: lanzar palabras contra el silencio, hacer una fisura, hacer un río que se parta en dos”; y este convertir al silencio en un algo roto resulta el artificio preciso para quelas palabras entren cortando, hasta clavarse fijamente “en el fondo de los días”, en ese zócalo sensible del oyente.

 

Un Escrito a Fuego es este libro “con la sombra de un hilo que se incendia”. Un Retrato de Enrique es este libro, donde el poeta confiesa: “digo, sentado en mi cuerpo de escritor, mientras me miro en el espejo”; y qué bien lo ha dicho, qué bien ha dicho la noche, y el tiempo, y el dolor, y el silencio, y el hombre ante la vida. Ha dicho todo lo humano que en versos puede decirse y lo ha hecho prolijamente, íntimamente, intensamente ;logrando con ello “cortar su corazón” y el nuestro.

 

 

 

(El Gruñido y otros poemas es la Antología Poética de Enrique Solinas que recoge 15 años de poesía; publicada en la Colección Iluminaciones de Ediciones Ruinas Circulares, en Argentina).

 

 Pintura de Miguel Elías

 

 

 

POEMAS

 

 

 

(de El Gruñido, 1997)

II

 

Esto tengo y esto soy,

digo

y es un intento del decir,

y me asomo por la ventana de este lugar

que sirve para curar la Historia.

Aspiro la brisa que entra cada mañana

y escribo una carta que dirijo hacia mí.

El aire se confunde

con el aroma de la gasa,

empapada anestesia.

 

Hay

 

una enfermera

 

y un simulacro de Doctor.

 

Charlan.

 

Cerca de un pino.

 

Y lejos estoy, a la espera de mi correspondencia cotidiana para pasar la tarde, como un intento de matar el reloj, como quien juega a la rayuela con los ojos en blanco.

 

Y lejos estoy,

demasiado lejos.

 

Desde la ventana del hospital el jardín es más que saludable aunque supongo una peste que acecha en las raíces de las plantas.

 

Cuando llegue mi turno le mostraré la carta el Doctor

y él tratará de curar mis frases,

las internará y les dará pastillas para aumentar el dolor,

para que lo Uno

sea siempre

lo Diverso.

 

Y todos los días de mi vida iré al hospital.

Y todas las noches de mi vida.

 

 

 

 

(de El Gruñido, 1997)

V

 

Recita su voz, recita su voz:

una letanía como un relámpago que nadie puede acariciar,

cuando la tarde cae,

cuando el día se eleva,

como un barrilete invulnerable

capaz de atravesar cualquier incendio.

Dice con voz de padre

–dice la voz–,

dice con voz de viento:

 

“Diga treinta y tres

y le prometo que después el mundo

será de cualquier forma.

Le sonreirán las aves.

Las bestias

Se arrodillarán ante su miedo.

Diga treinta y tres,

diga treinta y tres.

Y le prometo un mundo a su medida.”

 

Recita su voz, recita su voz. Una y otra vez,

recita su voz:

una plegaria como roca que Dios deja caer desde su mano;

una plegaria como un cigarrillo que nunca termino de consumir;

una plegaria como una maldita plegaria

que escucho desde mi nacimiento,

desde el fin de mi nacimiento

y que tendré que oír

como una melodía confesional.

 

A mí las palabras me cansan.

Ya no quiero explicar.

Recita su voz un número,

el número de alguien en un campo de concentración,

concentración donde se cumplen todas las batallas,

batallas donde nacen y mueren las palabras.

 

Recita su voz,

recita su voz.

 

Recita su voz

en su propia voz.

 

Recita

 

porque no sabe qué hacer

con tanto infierno

en las entrañas.

 

 

(de Signos Oscuros, 1995)

 

El Poema

 

Hacer cada día un altar de visiones

para que la memoria no despierte,

para que seas el aire de todos los misterios

y que los vivos y los muertos

ni siquiera te rocen,

que las miradas se desvanezcan,

que con tus hilos de sombra tejan una patria de luz,

porque serás más grande que la noche,

más feroz que la espada,

y porque en el perfecto final de cada espejo

encontrarás

el verdadero nombre de tu voz.

 

Hacer cada día una significación de la locura,

y que la infancia te abrace con sus gritos,

que no te atrevas a decir el olvido.

 

Hacer cada día un naufragio para vivir.

 

Hacer el amor

o acuchillar palabras

es lo mismo.

 

 

(de Signos Oscuros, 1995)

Pintura de Miguel Elías

Este Escriba

 

Quiere decir la verdad y el amor pero no sabe,

intenta un lenguaje para extraer vocablos,

un balbuceo real

pero no es eso,

roza las puntas primitivas de las palabras,

se acerca,

se está acercando,

pero cuando parece llegar

en realidad se aleja

y nunca aprenderá la realidad del canto.

 

Bebe un poco de aire, escribe, demasiado esfuerzo.

Oculta sus ojos en la cacería del instante.

Busca un signo en la oscuridad

y comienza a decir:

«La verdad es un pañuelo en llamas

       en la noche de colmillos sedientos«.

Pero la verdad no es eso y mientras dice, calla,

porque es lo mismo decir lo que no existe

y no decir las únicas palabras.

 

Entonces piensa:

«La verdad es una iglesia en ruinas que se expande,

       una ronda de nada en torno al vacío.

       La verdad es esto que no puedo decir,

       es un lecho fugaz en donde duerme la locura

 

Pero la verdad no es eso y comienza la idea del amor.

Como una vibración en la mano.

Como una vibración en el cuerpo.

 

«El amor es un puñal clavado en el mar

                para que las aguas se diluyan,

una luz que enceguece

                en un parque imposible.

El amor es un alambre que divide

                la tierra de la razón.

El amor es una espada que brilla.

                El amor es silencio

 

Pero el amor no es eso

y así transcurren los días y las noches.

 

Pero el amor y la verdad son otras cosas:

acercarse a decir

pero no llegar nunca

porque la vida es eso

y además otra cosa.

 

Girar en círculos de fiebre

al mismo tiempo que se busca.

 

 

 

(de El Lugar del Principio, 1998)

 

Escrito a fuego

 

Uno va por la vida

como quien regresa al lugar donde se cantan

las canciones de cuna,

a paso de guerrero,

con la lanza quebrada

y una herida que nunca se termina de sanar.

El cuerpo que soporta

las mordidas del tiempo

es el cuerpo de la Historia.

Y uno va

preparado a golpear las puertas de la Casa del Orden

–las manos tan cansadas,

la sangre que corre por la vida–,

bajo el brazo

el tejido de los sueños:

tejer y destejer

los distintos caminos que me nombrar.

 

Con un hilo brillante, con un hilo de noche,

con la sombra de un hilo que se incendia.

Así escribiré.

Y aunque caiga sobre mí toda la violencia del mundo,

y aunque la muerte me lleve cada vez más lejos,

y aunque recuerde el nombre perdido del comienzo,

así,

escribiré.

 

 

(de Jardín en movimiento, 2003)

 

 

 

Enrique Solinas

 

Retrato de Enrique 6:00 AM

 

Estoy aquí

esta mañana,

mientras afuera los autos

atraviesan el mundo.

 

Como si no tuviera importancia

yo quiero decir

la noche,

pero en esta mañana es imposible.

Afuera los autos vienen para irse

al mismo tiempo que el sol

pesado se levanta

para mostrar que yo no voy

en ninguno de ellos.

 

La realidad, la sombra de la realidad,

el gesto de la fuga es la realidad”,

digo,

sentado en mi cuerpo de escritor,

mientras me miro en el espejo

y pregunto “¿quién soy?,

¿quién me creo que soy?

 

Entonces,

igual digo la noche esta mañana,

me paso la crema de afeitar

y no termino

hasta ver en mi cara

la voluptuosidad del color rojo.

 

 

(de Jardín en movimiento, 2003)

 

Rutina

 

El muchacho cabalga hacia la aurora

para abrir y cerrar el mundo.

Es el aliento de la infancia el que lo obliga

a cortar su corazón.

Es el aliento de la infancia el que lo obliga

a coser su corazón con aire.

 

Tantas palabras, tantas,

que ya no hay

qué decir.

 

Es el aliento de la infancia la aurora.

El sol es rojo.

 

 

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