SIETE POEMAS DE ‘LA PERIFERIA DEL DESEO’, DE DANIEL ZAZO. FOTOS DE JOSÉ AMADOR MARTÍN

 

Daniel Zazo

 

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar siete textos del segundo libro de Daniel Zazo Gil (Ávila, 1985), licenciado en Historia por la Universidad de Salamanca y dedicado profesionalmente a la enseñanza. En 2003, con dieciséis años, logró el primer premio en el V Certamen Provincial de Poesía Ciudad de Ávila. Poemas suyos se han publicado en la revista El Cobaya (Ayuntamiento de Ávila), de cuyo Consejo de Redacción forma parte, y en Papeles del Martes (Diputación de Salamanca). Ha participado en varios encuentros literarios, especialmente en los “Diálogos con Juan de la Cruz”. En 2013 participó como poeta invitado en el XVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en Salamanca, y en 2017 publicó ‘Que ardan los fuegos’, bajo el sello de la madrileña editorial Vitrubio.

 

‘La periferia del deseo’ se presentó en Salamanca el pasado miércoles 23, en la librería Letras Corsarias. Zazo estuvo acompañado del poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca y director de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes.

 

 

Alfredo Pérez Alencart y Daniel Zazo en un momento de la presentación

 

(RUEGO)

 

 

Que nunca se formen glaciares en tus labios.

Retrasa todo lo que puedas la larga marcha

que conduce, de manera irremediable,

hacia los remotos feudos del hielo.

No permitas que la nieve se pose en silencio

para anunciar la comparecencia del invierno

en los relojes del deseo.

Y procura que los peces del cielo de tu boca

no abandonen jamás esa mandíbula

y sigan nadando, a contracorriente,

entre los pliegues y repliegues de mi piel.

 

Parte del público asistente

(LECCIONES DE ANATOMÍA Y ASTRONOMÍA:

AFRODITA DE CNIDO SE TIENDE FRENTE AL BÓSFORO)

“Alrededor de la hembra solar

aún sigue girando oscuro el universo.”

José Ángel Valente

 

El origen del universo se encuentra en tus labios,

en la breve distancia que media entre la comisura

y el surco de la sonrisa.

Después, la historia es conocida:

el firmamento en contracción,

las formación de las constelaciones,

la disposición de la vía láctea,

el desordenado equilibrio de los planetas.

 

Orbito ingrávido alrededor de tu cuerpo.

Como un cinturón de asteroides

soy satélite que gira incandescente

por las periferias de tu nuca

y desemboca en el vértice del ángulo

que, concupiscente, define tus rodillas.

 

Posees el estilo de la tarántula en posición de ataque

y la belleza de la mariposa al batir de sus alas,

el grácil movimiento de la abeja en el panal

y la erótica de la mantis en la liturgia del acecho.

 

Tus pliegues proceden del taller de Fidias en Olimpia

pero no son de mármol sino de nácar tus dominios.

Hechuras de violín acotan, simétricas,

los confines de tu espalda,

impúdica y sinuosa dorsal de espejos y espejismos.

Desear ser alacrán en tus praxitelianas curvas

y provocar, en el delirio del temblor,

relámpagos en los abismos de tu vientre

o luciérnaga en el reposo de tus párpados

para consagrar con el alba

la sagrada armonía de las galaxias.

 

Ejemplares de ‘La periferia del deseo’

 

(LA REGIÓN DE LAS NIEVES PERPETUAS)

 

 

Fruto de la borrasca de aquel noviembre

permanece la nieve en tu cuerpo.

Se niega a fundirse ante el capricho del verano

y ante la urgencia del cerezo en flor.

 

Tu piel impoluta resiste al tigre de Bengala

y a la violenta manada de lobos

que, abusando de la noche y sus misterios,

pueblan con sus huellas la curva de tu espalda.

 

A pesar de la lluvia y su feroz mandíbula,

tus níveos cerros custodian la frágil meseta

que anticipa los fértiles prados de gramíneas

y la sima más oculta que alberga tu orografía.

 

Este paraje, donde el copo de cristal no cesa

y donde la luz se muestra ante el forastero

como un resplandor de hoguera,

es donde reposa, en silencio y ciega de belleza,

todo lo que abarca el imperio de la mirada.

 

 

Daniel Zazo con su poemario

 

 

(LA ERÓTICA DE LO SAGRADO: PICASSO

MEDITA EN TORNO A LA OBRA DE BALTHUS)

 

 

Permanece impertérrita, en los ojos de Pablo,

la atmósfera onírica de los lienzos de Balthus.

Conquistó los dominios de lo impreciso

y en ellos ejerció su soberanía y magisterio.

Como un intrépido acróbata en la cuerda floja

fue capaz de fundar un hogar en la frágil frontera

que delimita lo perverso de lo virginal,

lo etéreo de lo sólido o la lujuria de la castidad.

Y le acecha, como una presencia del más allá,

el enigma de la inocencia huérfano de alas

y el íntimo secreto de la ingrávida vestal.

 

 

 

(Historia universal del arte)

Hay miradas en la historia universal del arte

que parecen contemplarnos y nos interpelan:

El Perseo con la cabeza de Medusa de Cellini,

la vahiné de Paul Gauguin en el monte Vaea

o el íncubo que custodia la pesadilla de Füssli.

 

Todas ellas tienen algo en común:

 

En sus pupilas no solo está contenido el paso del tiempo

sino el deseo de perdurar más allá de las aduanas de

nuestra piel.

 

 

 

 Manos y libro de Daniel Zazo

 

 

 

(PIRÓMANOS)

A Sara, repentina lumbre, pira de deseo

 

El fuego está perimetrado. En sus dominios crezco,

me propago como llama salvaje que devasta

el cálido vestíbulo de tu vientre,

la insumisa piel que niega la astilla y la esquirla.

 

No hay incendio sin el vértigo que precede

a franquear el zaguán de tus labios

y sin la dicha que provoca acudir por sorpresa

al nacimiento, súbito y radiante, de tu risa.

 

El humo asciende colérico y desbocado

velando la simetría de tus alas abiertas,

tiznando de hollín la dorsal de tus piernas

y destacando, entre rescoldos y pavesas,

la célebre armonía circular de tu cintura.

 

Consumirme contigo en el confín de la brasa,

en la circunferencia glacial de los relojes

y descubrir, en la pérdida del ardor

y en el manso reposo de las cenizas,

el revés de la carne y su magnético hechizo.

 

Alfredo Pérez Alencart y Daniel Zazo en un momento de su conversación

 

(LA MEJOR DEFINICIÓN DEL DESEO)

 

 

Encontrarse entre una vorágine de apuntes,

con el barniz propio de una época pasada

y con el denso aroma que deja la nostalgia,

enmarcada, esta sentencia de Dorothy Parker.

Al ver que no sonaba el teléfono, supe de inmediato que eras tú.

Leerla un par de veces y hacer memoria:

—¿Cuándo y por qué subrayaría yo esta frase?

 

A día de hoy solo una cosa tengo clara:

Acabo de encontrar, sin ningún tipo de duda,

la mejor definición del deseo.

 

Daniel Zazo leyendo uno de sus textos

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