‘Regreso a Galilea’, por Bonilla, Matitiahu, Elías y Mujica. Entrevista de Sergio Fuentes

 


Crear en Salamanca publica los tres textos previos a la intervención de Stuart Park, que se leyeron en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo, durante la presentación salmantina de la antología ‘Regreso a Galilea’ del poeta Alfredo Pérez Alencart. También se leyeron las palabras del poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio, ya publicadas en días precedentes. Se incluye el texto de Hugo Mujica, destacado poeta argentino, que apareció en la solapa del libro, así como una entrevista recientemente realizada por Sergio Fuentes, periodista de la Agencia Ical.



 

 


Presentación. Regreso a Galilea. Foto Elena Díaz

 

REGRESO A GALILEA. POR PLUTARCO BONILLA

 


 Bonilla y Alencart, en el Ayuntamiento de Salamanca. Foto Jacqueline Alencar

 

 

REGRESO A GALILEA. POR PLUTARCO BONILLA

  

¿Puede alguien que no sea poeta hablar de poesía?

 

Si se me permite remedar las palabras del viejo escritor de Israel, “boyero y cogedor de cabrahígos”, como se definió a sí mismo, según la traducción de don Casiodoro de Reina, confesaré que ni soy poeta ni soy hijo de poeta. Es decir: no solo no soy poeta sino que, además, nunca he pertenecido a una “escuela” (léase: “grupo”, “ateneo”…) de poetas. Pero así como aquel sin ser profeta osó escribir un libro de profecía, que veintiún siglos después seguimos leyendo con fruición y hasta con cólera, sin ser yo poeta voy a atreverme no a escribir poesía, sino a hablar de poesía. Y, en este caso concreto, de la poesía de un ya laureado poeta. Este atrevimiento va vacío de pretensión alguna, excepto la de expresar mis propios sentimientos y mis propias ideas como lector de esa poesía.

 

Comencemos recordando que, en perfecta conformidad con su étimo, la poesía es, ante todo, creación. Y el poeta, creador. La materia prima del poeta es la palabra. Y con ella pueden construirse pretenciosas torres de Babel o templos dedicados a la divinidad. El poeta-creador decide.

 

En la labor literaria de Alfredo Pérez Alencart, la creatividad poética se revela no solo, aunque sí principalmente, en lo que de hecho se identifica como poesía –o sea, en sus poemas–, sino también en su prosa, recia y, en ocasiones, provocativa. No obstante esta identidad poética de toda su obra, la presente nota se limitará a hacer referencia fundamental al libro que en esta ocasión se entrega oficialmente al público. Libro que se nos regala en exquisita edición, adornada con pinturas de pareja exquisitez, del artista Miguel Elías. Se trata, pues, de Regreso a Galilea. Lo dicho no excluye que hagamos referencias a la obra poética general de nuestro autor.

 

Pérez Alencart es un poeta cristiano. En su caso, esta afirmación requiere una glosa al margen, de carácter explicativo. El cristianismo que se expresa en sus poemas participa de la misma naturaleza de su poesía, en el sentido de que esa expresión rompe los moldes tradicionales que suelen distinguir las manifestaciones a las que uno está acostumbrado cuando le hablan del cristianismo, en cualquiera de sus formas.

 

En efecto, lo que uno suele oír en esas expresiones de fe son, con excesiva y abusiva frecuencia, fórmulas estereotipadas que no dejan de sonar a retórica vacía, cuyo ropaje es lenguaje chato y repetitivo, carente de creatividad.

 

Una manera de romper esa formulación rutinaria es el silencio.

 

Pero el silencio se nos presenta, o puede presentársenos, con varios y variados rostros. Uno de esos rostros, que no es el que aquí nos interesa, es el silencio de la mudez, de la total ausencia de palabras, como si se tratara de una introyección no comunicada al mundo exterior, y, por ende, imposible de descifrar. Es, hasta donde podemos saber, el silencio propio de las experiencias místicas en tanto que se quedan vueltas sobre sí mismas. Si ese silencio es poesía, solo Dios o los dioses lo sabrán.

 

El silencio que percibimos en la poesía de Pérez Alencart es una especie de silencio sonoro –valga el oxímoron– que deja de lado el cascarón rutinario de las expresiones que han perdido su fuerza y su significado, y que, forzando el lenguaje casi hasta sus límites, es capaz de transmitir el verdadero y profundo sentido de un mensaje transformador que, de otra manera, se perdería en la palabra manoseada. Él mismo nos lo dice en el poema que constituye la primera sección de este gran pequeño poemario:

 

Y más que

repetir palabras

 

las lijé,

como un humilde

carpintero

 

en su taller.

 

Ese poema-sección lleva por título, precisamente, “Taller”. Y con él se abre el índice de este poemario. Es así porque, estro o numen creador aparte, la labor poética es –permítaseme la metáfora− un parto doloroso, precedido de un embarazo más o menos prolongado, en el que la criatura –el poema– se va gestando y adquiriendo su forma definitiva (si es que alguna vez la alcanza) en el taller de la vida. Según nos cuentan los evangelistas del Nuevo Testamento, Jesús debió trabajar en el taller de su padre, probablemente taller de carpintería de obra bruta. En el libro nos lo recuerda, en trazos certeros, la ilustración de Miguel Elías. En la fecunda imaginación de ese otro gran poeta de la Grecia contemporánea, Nikos Kazantzakis, Jesús pudo incluso estar fabricando cruces para las ejecuciones ordenadas por las autoridades romanas. Expresión imaginativa que tomo, también, como metáfora de las paradojas de la vida, en las que el propio Nazareno se vio envuelto.

 

En el taller que es la vida, la misma vida va lijando sus asperezas e irregularidades, bajo la inspiración y dirección del maestro del propio taller. La palabra que ha sido lijada puede convertirse en el instrumento por excelencia de la fraternidad universal. De ahí que lo que el lector esperaría que fuese una invocación a un Dios trascendente y todopoderoso se transmute, en virtud de esa capacidad poética de romper esquemas, en invocación al otro a quien puedo llamar hermano, para

 

que sólo las palabras

se levanten y convenzan.

 

E insiste en la misma invocación:

 

Que convenzan tus palabras

no los golpes ni las

balas,

y que en ti se agigante

 

la benevolencia.

 

Esta invocación al hermano se convierte así mismo en metáfora cuando uno ve este poemario en su conjunto. O mejor, pongámoslo a la inversa: el poemario como totalidad es una hermosa metáfora de la invocación al hermano.

 

Es fácil percibir en los escritos de Pérez Alencart –trátese de sus poemas o de su otra producción literaria− una clara vocación ecuménica. Uso esta última palabra sin las deformaciones que ha sufrido a lo largo de los años desde que fue introducida en el léxico teológico. Los siete poemas que conforman este poemario (nueve, si incluimos los que abren y cierran el libro) se elevan a categoría simbólica de ecumenicidad por el hecho de que se nos presentan aquí traducidos a cuatro otros idiomas. Dos de esos idiomas, ambos de raíces semíticas, revisten de un más profundo y agónico significado al poema cuyas palabras finales acabamos de citar. (En este ámbito específico, y desde la narración cuentística, es lo que el trovador-escritor alejandrino de padres griegos, Georges Moustaki hace, por ejemplo, en sus Siete cuentos fronterizos).

 

Ese ideal “perezalencartino”, ese “sueño divino” de fraternidad y sororidad universales, permea la obra del autor. Porque el silencio al que nos hemos referido adquiere también otro rostro: el de decir, sin decir. El de decir sin nombrar. El de nombrar sin repetir fórmulas manidas. Es volcar la experiencia de fe en moldes novedosos que pueden incluso hacer trizas equivocadas concepciones que se presentan como partes esenciales de esa fe.

Tal, el amor:

 

Vi cosas

que no se ven

y me revestí

de lo justo. Amando en carne

y en espíritu,

 

cual señales

de lo que aconteció

en mí.

 

Tal, la recuperación del significado de la relación hombre-mujer, mujer-hombre, en el contexto propio de El cantar por excelencia, que es el contexto del eros puro, como vuelta al relato etiológico genesíaco de nuestro libro sagrado, y del que se encuentran signos claros en los siguientes versos:

 

Tú, a ti hablo

hembra del hombre,

 

varona que haces

temblar tu otra costilla.

 

******

 

Ninguna costilla salía

de mi barro.

 

Entonces cayó una hoja

De exquisita fragancia

Y en mi pecho

Se hizo carne amantísima,

 

Vibrante llama,

Vena de transfusión para

Siempre.

 

Tal, el lamento por el destino de los desgraciados de esta tierra:

 

A ti te tocará otra suerte

cuando se aleje la bonanza

y. al mirar en su vientre seco,

querrás ir tras el pan para los tuyos

 

Serás como el recién llegado

que busca comida en la basura

y debe dormir bajo los puentes

mientras todo brilla por arriba.

 

******

 

Pasarás desmedidas privaciones

para lograr empleos miserables

que los nativos del lugar no sesean

y tú harás con puntual esmero.

 

Tres indicadores finales: Mucho más podría decirse de los poemas que le dan sentido a este libro: de sus provocativas imágenes, de sus expresiones de fuerza casi brutal, de las estructuras internas de cada poema, de la finalidad tal como la capta el lector (o sea, “este” lector), de los mensajes explícitos e implícitos, de las evocaciones que suscita… Pero deseo concluir con una observación que se me antoja curiosa y llamativa.

 

El primer poema, que sirve a modo de presentación de la obra, Pérez Alencart lo termina con unos versos que parecieran reflejar su intención última:

 

Siento que la emoción

gesta señales

para honrar

al más Humilde.

 

Luego, en el último poema del cuerpo del libro, concluye con estos otros:

 

Así abriré la ventana ciega

con mi alma recostada

en un olivo

 

de Getsemaní.

 

Y para rematar, en una especie de colofón, añade:

 

El éxodo tuvo un sentido.

También aquella misión

del Amado galileo,

Goel dejándose

crucificar.

 

¿…“al más Humilde” (así, con mayúscula inicial)? ¿“un olivo de Gethsemaní”? ¿“el Amado galileo” que se convierte en Goel? ¿“dejándose crucificar”?

 

Todo eso era inevitable: Alfredo Pérez Alencart es poeta y poeta cristiano.

Tres Ríos, Costa Rica

19 de mayo de 2014

 Lectura de José Amador Martín (Texto de  Plutarco Bonilla). Foto Elena Díaz

 


CARTA A MI AMIGO EL POETA ALFREDO P. ALENCART,

DESPUÉS DE SU REGRESO A GALILEA. POR MIGUEL ELÍAS

                                                               

“Vi  cosas

                                                                                        que no se ven…”

A.    P. Alencart


 


    Hoy, poeta, en tu “Regreso a Galilea”, déjame que yo regrese al Galileo. Como Plotino, déjame que con esfuerzo poético me acerque a lo divino del Universo. Ya Platón, en una ascesis, buscaba de manera continua el mundo de las ideas perfectas, el mundo donde el alma calla en silencio recostada en el almohadón de la fe.

 

Y en este regresar al Galileo, a su mensaje, a su palabra siempre poética, lo humano se tropieza con su finitud, “meditatio mortis” y un temblor, una conmoción vibra en nuestra condición humana que sólo la fe es capaz de calmar en el tiempo. Tiempo que apresa y que limita, que nos abandona y que nos envuelve. Y en este transcurrir del tiempo nos aparece la angustia, la siempre mediadora entre la muerte y el ser.

 

Sólo la fe libera el ahogo en este trance vital, que todos sentimos alguna vez,… o toda la vida. Sentimos ese grito del vivir que no es sino el aviso de finitud. Siendo tiempo y sujeto, una antena que detecta finitud y muerte, que como humanos nos lleva a la angustia si no tenemos fe, si no somos capaces de transcender,… de transcendernos.

 

Pensar el tiempo, sentirlo, no es para el que cree un problema, es solo un disfrute. No importa que el tiempo corra, huya, sea un torrente que rebasa, salta y corre hacia la muerte, porque no hay meta para el que cree,… no hay final.

 

Hoy, al leer tus versos, poeta, me confirmo con Hegel (con el cristiano, no con el racionalista), que el espíritu puede transcender la finitud angustiosa del tiempo. Verso a verso es una confirmación personal de tu propio transcender el tiempo que, como poeta, regalas tu obra para así poder transcenderla nosotros que la leemos y la sentimos.

 

Poesía en continuo movimiento, en continuo transcender, poesía in fieri, en devenir. Tu poesía es la poesía del espíritu-espiritual, pero a partir del Ser siempre como respuesta y no sólo como pregunta.

 

Conforme uno va leyendo tus versos, se da cuenta que tu poetizar no acepta y nunca aceptará que el hombre sea una máscara del logos, de la ‘palabra’. Si fuera así, tú sabes bien, poeta, que eso sería una tragedia humana. Tú sabes, como yo, porque creamos, que el hombre no puede vivir sin lo divino, sin lo transcendente que todos los días alimenta el alma, dándole sentido.

 

Y por eso tus versos, antes de ser preguntas se presentan a quien los lee como respuestas. En tus versos se paladea un dolor silencioso… Te duele el hombre en un tiempo desacralizado, donde Dios aparece como ausente. Ausencia que un poeta nunca puede admitir, simplemente porque vive su presencia en un poetizar, en su crear que es su vida.

 

Hoy, poeta, déjame que regrese al Galileo.

     

 


     

 

 

Alencart y Elías, en París. Foto, Jacqueline Alencar

 

 

 

         Vistahermosa. Salamanca

             21 Mayo 2014. Para ser leído en la Sala de la Palabra.

               

 

 Harold Alvarado Tenorio en Salamanca. Foto Jacqueline Alencar

El texto se encuentra en el enlace de Crear en Salamanca:

https://www.crearensalamanca.com/el-regreso-a-galilea-de-perez-alencart-por-harold-alvarado-tenorio/

 

 

 J. S. Terrones (texto de Harold Alvarado Tenorio). Foto, José Amador Martín)

 

REGRESO A GALILEA, DE A. P. ALENCART. POR MARGALIT MATITUAHU

 

 

Matitiahu y Alencart en Jaffa, con Tel Aviv al fondo. Foto, Jacqueline Alencar


El  sensible poeta Alfredo Perez  Alencart  escribió  los poemas del libro «Regreso  a  Galilea» antes de estar físicamente  en  Galilea.  Pero en su espíritu  sintió  recuerdos de esta tierra en una forma  mística.  Los poemas nos llevan a las rutas del  pensamiento.  El corazón guía a la mente, las  palabras  tocan  la esencia de la creación y del  amor  a lo humano. Luego  entra la imaginación, la metáfora. Las palabras se llenan de deseo, piden de nuevo  la  conformación de la justicia como un «carpintero  humilde».  La  fuerza de la palabra  puede  cambiar  el orden  mundial:

 

 «…abre los puños

 y que no vuelvan

 las armas a tus manos…»

 

  El  destino  está en nuestras  manos:

 

«…Que sólo las palabras se levanten y convenzan

 no los golpes ni las

balas

 

 y que en ti se agigante

 la benevolencia»

 

 Sí, esto es lo que todo ser  humano  desea.

 

 Alfredo Perez Alencart,  con  su observación  profunda  en lo real y lo místico,  llenó los poemas  con un  brío verdadero  que  hace pasar desde su espíritu  hasta nuestro  corazón.

 

 «…Así abriré la ventana ciega

con mi alma recostada

 en un olivo

 de Gethsemani» .

 

 Gracias, poeta, por  dejarnos  entrar en los túneles de tu pensamiento y tu corazón. 

 

 

Margalit Matitiahu

Tel Aviv, mayo de 2014

 

 

 Elena Díaz (Texto de Margalit Mtituahu). Foto José Amador Martín

INVOCACIONES. POR HUGO MUJICA

 

 

 A.P.Alencart por Miguel Elías

 

Más que poemas, o precisamente por ello, este libro es de “invocaciones”, de anhelo humano, anhelo de hermandad.

Un canto, una invocación que no busca imponerse, tan solo “resistir”, dignidad de pobre, de desarmado, de quien “abre los puños», también de poeta: no “las armas de tus manos”, nos dice, sino las palabras, las que nos cuentan, las que contando nos salvan, nos reúnen, las que el poeta “lija”, pule, adelgaza, como buscando transparentarlas hasta liberarlas de la costra de lo cotidiano, hasta que pueda donar lo que contienen: “un viento de otra vida”, pero ya en esta vida, en esta en la que “todos viajamos en un mismo barco/ que sube y baja con la marea”, el que va desde “Eva” hasta “Gethsemaní” pasando por Galilea…

Anhelo, al fin, el de la única vida que busca crearnos, que nos busca para crearse.

Me repito: más que poemas un canto, una resistencia a través de las palabras, del aliento: de la creación. Invocación y ¿por qué no? plegaria: ruego humano, el de unos a otros, el que pide paz, el que busca amor, el que acaricia la llaga. 

De esto nos habla este libro, de esto y de tanto más, como hace la poesía cuando es poesía, cuando no solo dice sino que también llama: compromete al lector.


 

 Hugo Mujica, Alfredo Pérez Alencart y Laura Malo. Foto, Jacqueline Alencar

Entrevista a Alfredo Pérez Alencart. Por Sergio Fuentes, Agencia Ical (*)

 

Fotografía de David Arranz, Agencia Ical

 

Alencart busca la paz en ‘Regreso a Galilea’, siete poemas

traducidos a cuatro idiomas

 

 El libro nació gracias al XV Encuentro Internacional Nisan de Poesía que se celebró en el pueblo de Maghar, en Galilea

El poeta peruano afincado en Salamanca, Alfredo Pérez Alencart, acaba de publicar ‘Regreso a Galilea’, siete poemas que se han traducido al árabe, hebreo, inglés e italiano, y que cuenta con ilustraciones del pintor salmantino Miguel Elías. Para Alencart es una antología “hecha con versos restantes de la decantación de innúmeros sentimientos y pensamientos” que ha ido “acopiando a lo largo de mi tránsito existencial y que busca la paz», defendió. Un trabajo que para el poeta pretende dar luz sobre aquello que he podido aprender de los grandes poetas-profetas bíblicos.

En esa línea, Alencart trabajó bajo la premisa: “Lo sagrado es el hombre y los poetas creyentes somos meros intermediarios del Dios encarnado que dio magno ejemplo preocupándose por los excluidos o estigmatizados en la sociedad de su tiempo”. Por ello, ‘Regreso a Galilea’ significa un regreso a casa, a la región donde el Galileo, el poeta-poeta, empezó su misión. “Hay que podar toda esa hojarasca espiritualoide y, en pocas palabras, decir aquello que conmueva al prójimo”, sentenció.

La idea nació en el XV Encuentro Internacional Nisan de Poesía al que fue invitado por el poeta árabe-israelí Naim Araidi. Dicho encuentro se celebró en el pueblo de Maghar, en Galilea, donde se realizó un encuentro que une a creadores árabes y judíos israelís en una búsqueda de coexistir en paz. También, invitaron a poetas de Noruega, China, Jordania, Eslovenia, Suiza, Italia y Albania. Por España fue el único representante.

El encuentro se celebró entre el 27 de abril y el 1 de mayo pasado. Alencart desgrana que para su participación se le pidieron tres poemas traducidos al inglés para que se difundieran entre los asistentes. Esta feliz tarea la hizo Stuart Park. Posteriormente, aseguró que fue la escritora sefardita Margalit Matitiahu la que los versionó al hebreo, y durante una visita a Salamanca, Abdul Hadi Sadoun, poeta y traductor iraquí, los tradujo al árabe. La otra traductora es Stefania Di Leo, poeta y profesora italiana.

Debido a este origen, Alencart destacó que su “pequeño librito, nació mucho antes del viaje”. “Lo llevé como una ofrenda al Galileo y para que me entiendan en otras lenguas, pues yo no salgo del castellano”. Es decir, nació antes de pisar suelo de Israel, matizó.

El poeta especificó que los poemas tratan sobre cómo el Evangelio le cambió y le hizo buscar la excelencia, tanto en el comportamiento cívico y familiar, como en el ejercicio de la escritura (‘Taller’), sobre la paz y el fin de las contiendas (‘Invocación’); sobre la justicia social (‘Ojalá que nunca te suceda’ o ‘Resistencia’), sobre el amor y el eros (‘Eva’ o ‘Creación’) y sobre la finitud del cuerpo pero no del espíritu (‘Para después’), argumentó cada creación.

 

 

(*) Entrevista divulgada el pasado domingo 25 y publicada en diversos periódicos de Castilla y León.

 

 Pilar Fernández Labrador, durante su intervención en la presentación de «Regreso a Galilea». Foto José Amador Martín

 En Fonseca. Foto José Amador Martín

Fonseca, Foto José Amador Martín


9 comentarios
  • Jorge Luis Paternina (Bs. As.)
    junio 3, 2014

    Magnífico y completo reportaje sobre tu libro,Alfredo. Da gusto leer esta revista, pues su presentación va acorde con la calidad de los escritos e imágenes presentadas. Lo de Bonilla es excelente, como las otras pequeñas-grandes notas sobre tu «Regreso a Galilea».
    Mi más efusiva enhorabuena y que sigas aportándonos buena poesía, tan decantada como esta.

  • Roberto López Chávez
    junio 3, 2014

    Una buena puesta de largo, como se merece un libro que contiene poemas que recogen aquello del evangelio que interesa al hombre, sea de donde sea. Es de elogiar que Alencart no vele su fe cristiana. La poesía, si es buena, no entiende de temas excluidos.

  • Estela Mercado (El Salvador)
    junio 3, 2014

    Grata lectura la de estos comentarios a un poeta que se debe reconocer más. La verdad es que no lo conocía, pero un amigo me pasó el enlace y he quedado encantada con sus versos.

  • Mario Hinostroza
    junio 4, 2014

    Poesía que dice mucho en pocas palabras, las suficientes.
    Enhorabuena al poeta Alencart y a quienes le acompañaron en esta presentación.

  • Luisa Pajares Martín
    junio 4, 2014

    Saludos, Alfredo. Te felicito por este Regreso a Galilea, y por tu poesía que me gusta mucho.

  • elena diaz santana
    junio 4, 2014

    Enhorabuena a Crear en Salamanca por esta preciosa e interesante entrada, sobre la presentación del poemario: Regreso a Galilea, de Alfredo P.Alencart.
    Gracias a ella, podemos volver a revivir las emociones que sentimos,al escuchar los textos dedicados al poeta y a su obra.

  • Humberto Avilés
    junio 4, 2014

    Enhorabuena querido Alfredo por ese regreso a Galilea con siete poemas traducidos al hebreo y árabe, inmejorable tributo a las lenguas de Jesús a su paso por el mundo para salvar el nos que la humanidad tanto necesita!
    Abrazos extensivos a nuestro gran Miguel Elías que sigue iluminando con sus manos nuestros versos.

  • Raúl Cervantes
    junio 4, 2014

    Éxitos mil con el nuevo poemario.
    Un gran abrazo.

  • Rui Dias Guimarães
    junio 19, 2014

    Prezado Amigo, Professor Alfredo Alencart.
    Agradeço o envio de “Regresso A Galilea”. A Bíblia é uma fonte inesgotável e só as gargantas mais puras de lá bebem a água da redenção, em forma de poesia, a dos poetas de Deus, e outras, como a minha, vão saciando a sede dota a gota. Neste caso, com a alma e o coração, da Bíblia faz jorrar a poesia, através de si, meu estimado amigo.
    Naturalmente que irei ler com mais tempo e refrescar o meu interior anímico, bem como compartilhar com meus amigos em Facebook. Muito obrigado.

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