PROCLAMACIÓN DEL 73º PREMIO ADONÁIS DE POESÍA. COMENTARIO DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

 

 

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este comentario escrito por el poeta y crítico Manuel Quiroga Clérigo, en torno Al reconocido Premio Adonáis de Poesía

 

 

PROCLAMACIÓN DEL 73º PREMIO ADONÁIS DE POESÍA

 

Llegar a la septuagésima edición de un premio de poesía no es algo baladí. Conseguir que un premio de poesía cuente con jurados honestos es un premio doble. Lograr que el galardón sea reconocido más allá de los países que hablan español o castellano es una verdadera hazaña, al menos, editorial.

 

Así que seguimos teniendo Premio Adonáis y colección del mismo nombre gracias a Ediciones Rialp y a los directores que le han gobernado desde 1943, que nació en la época en que Juan Guerrero Ruiz dirigía la Biblioteca Hispánica y al pasar a Rialp en el año 1946 fueron dirigid el galardón y la colección, en los primeros años, por el bondadoso José Luis Cano, a quien la sociedad ha agradecido escasamente su contribución a la lectura y a las relaciones entre escritores de todas las edades pues capitaneó varias tertulias (Librería de la Calle del Carmen, Casa del Libro, Café del Prado…). En una entrevista que yo mismo le hice habla de la poesía y los poetas con mucho conocimiento de causa. Tras el algecireño Cano fue el cordobés Luis Jiménez Martos, que todavía trabajaba en Editorial Aguilar en la calle Juan Bravo y, luego, ahora mismo otro andaluz, que precisamente consiguió un accésit en 1976 con “Envés del existir”, Carmelo Guillén Acosta.

 

Y entonces llegó el 73º aniversario, o sea, este del 13 de diciembre de 2019, viernes para más señas.

 

 

Hacía frío en Madrid y calor en Buenos Aires y la directora de la Biblioteca Nacional de España, también persona amable que me contestó cordialmente, a un escrito cuando siendo yo mismo Secretario General de la ACE, indagué acerca de la posibilidad de que los escritores pudieran depositar sus obras, manuscritos, notas, etcétera, en la citada Institución, la Directora, digo, Ana Santos Aramburo, dio la bienvenida a los poetas premiados y sin premiar, a los asistentes, al jurado y a quien pudiera encontrarse en la sala ofreciendo, en un alarde de amabilidad, para lo que fuera menester en favor del libro y la cultura el Salón de Actos de la Biblioteca Nacional de España donde, acto seguido y ya con las bufandas en el ropero, iba a tener lugar el sensacional acto de, ahí vamos, Proclamación y Entrega de Galardón de la 73º Edición del Premio Adonáis de Poesía, ambicionado por todos los poetas que se precien del ámbito hispanoamericano, no latinoamericano porque ese es un término inventado por los franceses para penetrar en la Lousiana y en Haití porque no fueron capaces de participar en el descubrimiento como lo habían hecho (a su manera) los portugueses por lo que el Papado hizo lo raya en Tordesillas para concederles Brasil. (De esto habla Fernando del Paso en su novela “Noticias del Imperio”, donde también relata la soledad de Maximiliano de México en su exiguo Palacio de Chapultepec antes de que fuera mandado fusilar por el Presidente Juárez). Uf.

 

Tras la Directora de la BNE fue Carmelo Guillén quien saludó a los asistentes para felicitarnos a todos por llegar a esta longeva convocatoria que ya ha consumido casi o más de tres generaciones de poetas, algunos de los cuales ni siquiera hemos sido premiados aunque veamos algún poemario nuestro en la denominada Colección Adonáis, con el prestigio (gracias a Dios o la editorial Rialp, que viene a ser lo mismo) que ello conlleva. Y entonces anunció solemnemente que se iba a dar cuenta del nombres de finalistas, accésits y premios de este año de gloria, o escasamente gloriosos si miramos a la economía, la política y la desforestación del Amazonas gracias a la mano negra de un tal Bolsonaro (sobrino-hermano de los Videla, Pinochet, golpistas en general, incluyendo un general bajito de España, “aquel Franco que hubo”, según expresión de Gonzalo Rojas. Pero primero dio paso a la intervención del primero, dio paso a la intervención del invitado de honor de honor que es, que era, el genial profesional de las ondas e inspirado poeta llamado Javier Lostalé, madrileño de 1942, cuyo primer libro de 1976 fue “Jimmy, Jimmy” y “Cielo” data de 2018. Ya en Julio de 1970 publicaba en “Aquelarre. Cuadernos de Poesía”  un poema titulado “Hace falta” que termina diciendo “Ven. Entra. Nadie nos espera”, lo que vendría a confirmar algo que ya nos temíamos cuando comenzamos a escribir nuestros versos, o sea, que nadie nos espera, que a nadie interesan nuestras inspiradas promesas de amor, ni a los Ministerios de Cultura, ni a las cadenas de televisión, ni a los libreros o agentes literarios salvo que te apellides Cela o Vargas Llosa y, menos aún, a los compradores de libros, es decir, que hemos elegido una profesión gratuita que ni puede ganar Premios Planeta ni puede pagar el IBI de sus domicilios si es que, en un arresto de vanagloria económica, nos hemos podido compra la casa en que escribimos nuestros, también, gratuitos versos de amor.

 

 

 

 

 

 

Javier Lostalé

 

De todas formas la intervención de Lostalé fue algo glorioso, de verdad. Su palabras de esa mañana de frío en el Paseo de Recoletos que, en épocas aciagas, llegó a llamarse de Calvo Sotelo, frente al Café Gijón o de Gijón para más señas,  que está a punto de fallar su premio anual de Novela, creado en épocas históricas por el malhumorado actor Fernando Fernán-Gómez con la generosa dotación de 1500 pesetas en época de postguerra cuando el llamado Caudillo por la Gracia de Dios, según figura en las pesetas rubias, recibía un “salario” mensual de 10.000 pesetas abonado por la Compañía Telefónica Nacional de España, hoy Movistar, por haber salvado a España, a su decir, del comunismo internacional. Léase al respecto el libro del hispanista Paul Preston “Un pueblo traicionado” (Debate 2019), sus palabras, las de Lostalé digo, estaban llenas de claridad, de vivencias poéticas, de pasión por la poesía y su cercanía impoluta a la existencia de todos nosotros, los seres humanos.

 

Lostalé, un verdadero intelectual de nuestro tiempo, en un discurso magnífico y humilde, hablo de temas muy importantes que, sumiendo, citaban a Francisco Brines cuando dice que “la poesía es tolerancia y libertad·”, a María Zambrano al mencionar que “El poema es el territorio de secretos que contar”, al onubense de Minas de Río
Tinto Juan Cobos Wilkins que ha escrito sensacionales libros poesía y una preciosa novela titulada “El corazón de la tierra, convertida en sensacional y denunciante película por Antonio Cuadri: “El amor es la más inesperada conquista de la alegría”. José Hierro escribió en el Adonáis de 1947 “Llegué por el dolor a la alegría”. Y el escritor de Barbastro Manuel Vilas dice en su libro que ha sido finalista, nada menos, del Premio Planeta 2019 y que es una mera, merita, continuación de “Ordesa”, termina diciendo “Ha venido a verme la alegría” porque en cada momento del ser humano puede surgir la alegría en de forma de hijos que llaman al nefasto telefonillo. Recuerda entonces, textualmente, Vilas que Hierro “Al acabar la guerra civil, fue encarcelado. Le acusaron  (con 17 años, apunto yo ahora) de haber ayudado a presos políticos, entre ellos su padre. Pasó cinco años de cárcel”. Y añade Vila, como podría añadir cualquiera, “Cinco años por haber ayudado a su padre, me asombra y me conmueve”. ¿Cómo un régimen militar y oscuro con militares sin más cultura que el fanatismo de la misa diaria puede condenar a un hijo por ayudar a su padre? ¿De qué mazmorras de ignorancia y odio habían salido aquellos exiguos seres?

 

Pedro García Cueto definió en “Digital Turia” a la de Lostalé como una “poesía como llama y ceniza”. Anotaba Cueto unos versos del autor madrileña (“En la madrugada/todos los trenes tienen los ojos azules/y la memoria de un cuerpo es azul relente”) y anotaba García Cueto “La idea del tren como símbolo de la vida que se escapa, en esos ojos, la mirada tan importante en la poesía de Javier Lostalé, también la memoria de un cuerpo tiene color”. Y al hablar de “La tormenta transparente” la suponía “una proyección que crece en la palabra poética y su poder redentor, como si la poesía nos aliviase la vida, donde se convierte en fulgor, en auténtica y tan fugaz como un acto amoroso”.

 

Lostalé, en su interesante discurso nos dijo que “La poesía es un don que, como la vida, se va construyendo, ¡qué poder tan pleno tenemos de lo que ignoramos cuando escribimos poesía!”, aunque apreciara, con José Luis Rey que “la poesía es anterior al lenguaje” y que “el ámbito de la creación poética es de la soledad interior”. Lostalé pertenece a la llamada “Generación del 60”, aunque algunos no creemos en la denominación de generaciones inventadas, pues en Andalucía, por ejemplo, se escriben libros y libros hablando de componentes de generaciones y generaciones y se incluyen poetas que han escrito un libro y existen ausencias de otros de más larga trayectoria. Los poetas nacidos entre 1939 y la llegada de los tecnócratas al gobierno de España o “cuando el capitalismo se disfrazó de nacionalcatolicismo”, o sea hasta aproximadamente el año 1969, bien en la cercanía del poder y, sobre todo, en la acera de la contestación al régimen nefasto, vivieron la experiencia de escribir una poesía libre, deseosa de gozar de las libertades que se negaban en todos los ámbitos, sobre todo en el universitario. Por eso, seguramente, la suya es una poesía libre, clara, alineada con el deseo de paz y la posibilidad de inaugurar los momentos felices, como en unos versos preciosos del poema “Seno”, aparecido en “Turia (nº 89-90)”: “¿Por qué la tiniebla de otro cuerpo habitas/y aún te alzas entre ruinas/mendigo de la maravilla?”. El propio Lostalé en este bendito viernes 13 recordaba unas palabras de Rainer María Rilke, al que mató una inocente rosa: “la poesía consiste en entrar dentro de nosotros mismos”.

 

Es de agradecer a los organizadores que este tipo de convocatorias se conviertan en una suerte de rememoración lírica, en el lugar en que es posible la esperanza y donde la confraternización de los asistentes nos lleve a seguir pensando que la poesía tiene un especial valor en esta sociedad lúgubre de abusos políticos, economía desastrosa y vivencias arrogantes como son determinados deportes o las insinuaciones derrotistas de quienes sólo pretender su comodidad y no la fácil convivencia del entendimiento. Anotamos sólo una nueva frase de Javier Lostalé pues recordó la de Vicente Aleixandre, conocido por El Solitario de Wellintonia, “Los jóvenes aprenden de los mayores y los mayores aprenden de los jóvenes”.

 

 

 

Y, enseguida, se situó ante el atril el Director de Adonáis que, con la ayuda de Aurora Luque, poeta de índole griega, comenzó a dar cuenta pormenorizada del acto.

 

Desde hace unos años la proclamación de los premios se hace de una manera muy emotiva. Recuerdo cuando se cumplió el medio siglo, en 1993, cuando lo obtuvo mi amiga María Luisa Mora Alameda, con su libro “Busca y captura”, después de haber obtenido un accésit en el 87 con “Este largo viaje hacia la lluvia”, generosos poemarios llenos de vida e ilusión. En el 94 la premiada fue Ana Merino, hoy Catedrática y fundadora del MFA de Escritura en Español de la Universidad de Iowa, hija del académico de la RAE José María Merino Sánchez, leonés nacido en la
Coruña, o A Coruña como quieren los gallegos, y esposa (segunda esposa) del escritor altoaragonés Manuel Vilas a quien llama Mo en su libro, ya citado, “Alegría” que debería haber ganado un premio de memorias como el Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias de Tusquets y no ser finalista de un premio de Novela.

 

Bueno, sigamos, en aquellas épocas se hablaba simplemente del fallo del premio, y Luis Jiménez Martos, rodeado de los jurados, donde se encontraban Rafael Morales, Claudio Rodríguez, Rafael García y la creadora de Moraleja (Cáceres) Pureza Canelo, a la sazón ganadora del propio galardón en 1970 con su “Lugar común”, lo convocaba en lugares diferentes: Casa de Córdoba, que estaba en la calle de la Montera, en una librería famosa, colindante con una marisquería, en la calle Preciados y, finalmente, en el Hotel Palace. En la presentación de una novela de Planeta en el Hotel Palace se dio la rara circunstancia de que se encontraban en el mismo salón, en esquinas diferentes como los boxeadores de un ring, el célebre Ramón Serrano Suñer, cuñadísimo del Caudillo y Santiago Carrillo. Y no pasó nada. Diez años antes habría sido imposible. ¡Lo que hemos vivido!, decía el poeta Hernán Valladares dirigiéndose a otro amigo poeta.

 

Jiménez Martos falleció el 25 de junio de 2003 y entonces fue nombrado Guillén Acosta Director de Adonáis, que llegó con un aire renovador, celebrándose estos actos en lugar diferentes como el Ateneo de Madrid, con brindis en el Hotel Vincci Soho, calle del Prado, 18, hasta que eligió el marco incomparable y razonado de la Biblioteca Nacional de España. Pues ahí estamos cuando el Director de Adonáis comienza a crear la necesaria tensión tendente a ser informados de quien es el ganador o ganadora, como suele recalcar, de este año. La novedosa normativa consiste en que el jurado, compuesto por los dos citados más Joaquín Benito de Lucas, Julio Martínez Mesanza, Eloy Sánchez Rosillo, y Enrique García-Máiquez, poeta nacido en Murcia con raíces familiares en El Puerto de Santa María, autor de “Mal que bien”, último libro publicado en la Colección Adonáis con el nº 671, selecciona a una serie de finalistas, de entre los cuales saldrán los dos accésit que se vienen concediendo desde el año 2010, antes podían ser hasta 3, y el premio propiamente dicho y todos los finalistas son invitados a participar en el acto y leer sus versos y/o decir unas palabras, lo cual ya supone un pequeño triunfo por el solo hecho de que un jurado, suponemos que imparcial y justo como debe ser, haya considerado el libro de todos y cada uno de los finalistas digno de esta distinción.

 

Así es como conocimos algunos versos y un escrito enviado desde Buenos Aires de la escritora y profesora e investigadora de la Universidad Austral Felicitas Casillo, nacida en 1986: “Más que rigor, la escritura alcanza la renuncia ascética./No se halla en la palabra anciano este preciso dolor de pecho,/tampoco en mañana, los corones de las ranas en Gad´s Hill./El contorno del roble vacila sobre los vidrios/pero el interior azul del ramaje huye del signo./No tiene importancia ahora. La muerte,/inminente como un verano, enloquece de sudor/a los hombres vestidos de frío”. Ahí está el título del libro, para quien no lo adivine, lo reseñamos: “El contorno del roble”. No pudo asistir al acto y en el escrito que envió decía: “La poesía es otro de los nombres que le hemos dado a la gratitud”.

 

Intervención de Diego Medina

 

“Todo cuanto es verdad” se titula el poemario del malagueño (1985), hijo de poeta, Diego Medina, Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad ´Complutense, Profesor de Español en la Universidad de Rennes 2, Francia. “En diciembre de 2018 ha sido invitado a los institutos Lycée Hôtelier de Dinard Yvon Bourges y Lycée Amiral Ronarc´hde de Brest para acercar la poesía española los estudiantes franceses”, etcétera. Escribe en el poema elegido: “De adquirir vengo un trozo de conciencia”. Medina dijo que llegó a escribir poesía “gracias a la biblioteca de mi padre, también poeta”.

 

Mª Belén Milla, peruana nacida en 1991, estudió Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú y es mágister en Estudios Medievales por la Complutense, autora de varios libros y traductora de la antología bilingüe de José Watanabe “Todo cuerpo es tótem” (Artepoética Press, 2019). Dije sentir una gran alegría al poder estar con los demás finalistas en esta proclamación. “Nadie me escucha cuando hablo del sol”, es su poemario. En su largo poema titulado “Me gustaría poder decirte” continúa escribiendo “que hemos nacido para/volar/que existe un número un color/capaz de contener/tus ojos de las diez de la mañana en verano/y tus ojos de las seis de la tarde un día cualquiera/tus ojos extendidos y llenos de/gente y diversión y flotadores…”.

 

César Pérez Romero nació en Madrid en 1993, es graduado en Medicina por la UAM y Médico Residente en Medicina Preventiva y Salud Pública. Ha ganado el Primer Premio de Relato en los V Premios nacionales de poesía y teatro para jóvenes escritores “Pedro Jiménez Montoya” 2011. “La sed y los otros” es su libro. En el poema “Barrio de Barajas” escribe: “El niño que fuimos apedrea una farola/sacando de su seno la luz sucia que nos mueve,/la pintura ensombrecida que no descifra nadie”.

 

“Elegías para un avión común (los ríos que me pisan)” es el libro original de Carla M. Nyman, Madrid (1993). Es graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, donde ha organizado talleres de teatro amateur con ayuda del Aula de Cultura, ha hecho de traductora en Ediciones en Huida y ha trabajado como guionista y actriz en Street Ho Productions. En 2018 obtuvo una beca para creadores de la Fundación Antonio Gala. En “Elegía II”, leemos “De ti y de mí nada puede fugarse/Aquí/bajo este techo que asegura/quedarse como una viga/ (un hombre pasea rozando las nubes)/yo sé de mi cuerpo/a veces se hace presente de este lado del tuyo/como una navaja del revés…”.

 

El bilbaíno Aitor Francos (1986) y psiquiatra de profesión ya fue finalista el año pasado, 2018, con “Memoria del adentro” y en esta ocasión su poemario es “La causa de las causas de las cosas”. Cuenta con 10 publicaciones y ha obtenido varios galardones como el Premio Surcos 2011 a su poemario “Igloo” (Ediciones Renacimiento) o el de aforismos “Fuera de plano” (Cuadernos del Vigía, 2016, III Premio José Bergamín). Las últimas estrofa del poema “Kigo de la desesperación” dicen: “Este cuerpo no es más que un borde al que nunca/hay que llegar dudando./Este es el camino cuyas huellas me persiguen/pero no lleva directo al otro mundo”·.

 

“Este mar al final de los espejos” es el poemario de la madrileña Marina Casado (1989) y profesora de Lengua Castellana y Literatura en su Comunidad tras cursar los estudios de Periodismo y ser Doctora en Literatura Española. Fue finalista también el pasado año con “Noche o pájaro azul”. El poemario de este año contiene un corto y delicioso poema: “Tengo un amor como tengo lo noche,/de esa forma completa y olvidada/en la que se desatan las espigas./Tengo tu nombre al borde la boca/y tengo un miedo tenaz a pronunciarlo/sin llenarme la boca de septiembres./(Septiembre a veces se confunde con un acantilado)”. Ha publicado tres poemarios, dos ensayos, ha coordinado diversas antologías y colabora esporádicamente en medios como El País, Arbor, Actio Nova, Estrella Digital o 142 Revista Literaria.

 

María Elena Higueruelo

 

“Los días eternos” es el título de los versos de María Elena Higueruelo, nacida como el pintor y poeta del Grupo Cántico Ginés Liébana en Torredonjimeno (Jaén) en 1994, Graduada en Matemáticas y estudiante de Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada. Hiperión publicó “El agua y la sed”, XVIII Premio de Poesía Joven “Antonio Carvajal”. Figura en las antologías “Nacer en otro tiempo” y “Piel fina” y ha colaborado en revistas como Piedra del Molino, Estación Poesía, Maremágnum…De su poema “Patio de recreo para niños mayores” dejamos sus versos “Yo aleúyo, tú aleuyas, él aleúya-/aleuyar es un juego que consiste/en ser empujado/(poco a poco)/con una  piedrita hasta la tierra./Veinte-dieciocho-quince: has vuelto/a sentir la violencia del ojo-/bisturí; de la palabra ajena,/extraña sentencia pronunciada/como un susurro en altavoz….”.

Se lamentaba el Director de Adonáis de no poseer la célebre y celebrada escultura de Venancio Blanco que define a toda la Colección Adonáis y que sólo el ganador recibe. Venancio Blanco nació en 1923 en Matilla de los Caños del Río (Salamanca), estudió en la Escuela Elemental del Trabajo y en la de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos salmantinas y, después, en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. En un viaje a Italia en 1941 descubre su interés por la escultura, dedicándose desde entonces a ella “no solamente como elemento de expresión artística, sino como forma de vida”. Venancio Blanco falleció el 22 de febrero de 2018 en Madrid.

 

La estatua de Adonáis y el Premio consiguiente recayó este año en Mª Elena Higueruelo. “Los niños mayores cantan:/¡Aleúya! ¡Aleúya!”. Los accésit, sin orden de prioridad, han sido para Felicitas Casillo. “Fue mi vida, concluye” y para Diego Medina: “De comprar vengo un trozo de conciencia…”.

 

Desde aquí se recomienda a los menores de 36 años, féminas y valores que escriban en español o castellano, que concurran al Premio Adonáis 2020 con un libro que contenga entre 500 y 800 versos.

 

Y así transcurre la vida de la poesía. Que no fenece.

 

Marina Casado y Manuel Quiroga Clérigo

 

 

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