POEMAS DEL CUBANO CÉSAR LÓPEZ, LEÍDOS EN SALAMANCA

 

 

 César López leyendo en el Salón de Recepciones del Ayuntamiento de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de difundir los poemas leídos en Salamanca por el destacado poeta cubano César López, (Santiago de Cuba 1933). Hizo estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid; graduado de Medicina en la Universidad de Salamanca y La Habana. Premio Nacional de Literatura (1999). Miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española. Caballero de las Artes y Letras de Francia. Sus libros de poesía son: Silencio en voz de muerte (1963), Apuntes para un pequeño viaje (1966), Primer libro de la Ciudad (1967), Segundo libro de la Ciudad (1971), Quiebra de la perfección (1983), Ceremonias y ceremoniales (1990), Consideraciones, algunas elegías (1994) y Tercer libro de la Ciudad (1997). Ediciones Unión publicó Libro de la Ciudad (2001) donde se reúnen los tres libros de esa serie.

 

Portada de Cumbre Poética Iberiacana, con pintura del cubano Luis Cabrera

 

 

 

Estos poemas salieron publicados en la antología Cumbre Poética Iberoamericana (Salamanca, 2005, VII Encuentro de Poetas Iberoamericanos), coordinada por el poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca.

 

Poetas participantes en la Cumbre Poética Iberoamericana

 

 

Fusilamiento eterno al oscuro poeta,

gritan, siguen gritando potestades dogmáticas.

silencio a su destino.

Nada de registrar en los archivos

ni escudriñarle el alma, y mucho menos

leer en sus versos claros la agonía,

lo turbio y azaroso de su vida.

César López

 

 

Alfredo Pérez Alencart y César López (foto de Daniel Mordzinski)

 

 

ORISHA

 

 

Dame la gracia y dame, dame mejor

toda la sabiduría

acumulada por el tiempo en estas islas,

en esta sola isla donde el viento

a veces arrebata, donde la calma reina

en apariencia y la rabia tascada

entre los dientes va devorando el alma.

¡Di de dónde vinieron

los ancestros oscuros con sus ritos,

busca entre otras montañas tus montañas,

animal hembra o macho, mezcla

de nieve derretida y delgada

y de criaturas fieras o elegantes

que a dioses llaman y a dioses se asemejan

con ritmo omnipresente, indescifrado,

como un signo perpetuo entre los cuerpos!

Una suma total, todos los símbolos

superiores y hermosos te sostienen,

diosa o leyenda, bosque

o sabana donde en pastos trémulos

bestias de dulce mirar y regio porte pacen,

pacíficas descansan o se mueven.

Escapó la tarántula del monte,

el sinuoso majá dejó su fatalismo inveterado

y ya se purifican al aire por el agua,

del cielo al fuego entre tus piernas arde.

El tomeguín, la tórtola, la tojosilla al monte

se fugan para siempre y allá acampan contigo.

Dame otra vez lo que te he suplicado,

para ser nuevo aquí donde la vida,

aquí donde la muerte, en fin, aquí,

para que exista la atrevida imagen

que todo tiene y con orgullo altiva

como señora de los tiempos llevas.

 

Retrato de César López, obra de Miguel Elías

 

 

CADENCIA PARA SERVANDO CABRERA

 

Servando, en las sedientas

sementeras serenas seculares,

en donde crecen juntas

luces y transparencias tamizadas,

retiene un rayo su color poderoso;

el bulto, su figura y su prodigio,

instala el tiempo de la patria en vuelo,

tonos recorre, acierta

en el contorno preciso,

da el toque genital, engendra el ala

del sombrero, el arma, la mirada

que abarca los misterios del futuro.

Como un cascabeleo,

como un columpio en pleno movimiento

que revela el secreto alegre o serio,

va por la piel hermosa a los extremos

del cuerpo, con el donaire de la rosa.

 

Pero tan comedido y grave,

o tan jacarandoso y festinado,

lleva una gota contraria siempre al lienzo.

 

Tan comedido y festinado

o tan jacarandoso y grave,

a veces, tembloroso, te tienta,

Servando, la tormenta.

 

Jacqueline Alencar (Bolivia), César López (Cuba), A. P. Alencart (Perú-España), Ana María Rodas (Guatemala), Antonio Colinas (España) y Ana Ilce Gómez (Nicaragua)

 

CONVERSACIÓN CON VICENTE ALEIXANDRE

 

¿Dónde están esos tigres del tamaño del odio?

Cómo es posible

si una voz toda trémula y una leve o ligera

pregunta inquisitiva preside: ¿Es la Poesía

quehacer de todo el mundo?

Y mientras,

se recuerdan los nombres amigables, el asiento

ocupado por jóvenes, o viejos ya; y entre el rumor

los ladridos cercanos (es un perrazo

horriblemente cariñoso y que no muerde)

y un vientecillo que viene de la sierra, detrás

de una sonrisa se cierra, imaginada casi,

una cancela.

Jesús Hilario Tundidor y César López (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

QUIÉN HA DICHO QUE EL AMOR…

 

 

¿Quién ha dicho que el amor no se encuentra

al doblar de una esquina insospechada del mundo?

Amada, el jueves por la tarde no hacía demasiado frío.

Toda mi vida

se limitó al Madrid de aquel instante.

 

Eugenio Montejo y César López (foto de Jacqueline Alencar)

 

CONTRA LOS HOMENAJES

 

 

¿De qué tamaño habrá sido tu cadáver

en las pequeñas tierras que acogieron tu muerte?

Adoraban tu pecho desnudo,

posiblemente lo único verdaderamente amplio

que adornaba tu cuerpo,

las criaturas erráticas que rodeaban tu risa.

Nadie podría llamarte señor, hubiera sido

mejor denominarte señorito,

burlonamente hablando, desviando

la connotación virginal que se atribuye al sexo.

¡Qué alta y sonora suena

la carcajada, la saeta volandera

que fue marcando el paso a tu figura!

¿Dónde estarán tus noches interminables,

alcohólicas, equívocas,

abiertas en el sueño sobre alfombras

y náuseas y ronquidos,

envuelto entre sudores, sudorosos

y descomunales berrinches tropicales?

Si vigilaste el suelo americano, si fuiste

al mismo tiempo

el bufón, el poeta, el revolucionario,

alabado y negado, vilipendiado acaso,

¿Con qué furia soportarías ahora el homenaje?

 

Esos que rasgan camisas desteñidas

y desentrañan cartas y hasta fotografías,

esperaron a que tu cuerpo podrido confirmara

la muerte y los insultos,

pues dudaban, y en el fondo querían

que hubieras sido un traidor, muchacho tonto,

perdido en la balumba delirante;

con sigilo de asco (mierda tú hubieras dicho)

acechaban el robo y el hedor que llegaban

desde un país cercano y a la vez remoto.

Pero no te creían,

o mejor deseaban que hubieras sido otro.

A ti no te querían, borracho ilusionado,

torpe entre ideologías punzantes y enfrentadas,

a grito limpio contra el futuro limpio

que soñabas y ansiabas.

¡Oh, Roque, niño u hombre, loco ensoberbecido,

no se resisten estas celebraciones

falsas, descascaradas, resentidas!

Nunca fuiste perfecto y no eras

un gran poeta,

pero eras (eres) un poeta verdadero,

eras (eres) un hombre humano hasta los mismos tuétanos.

 

Te equivocaste tanto, amando

hasta las lágrimas, hasta en el mismo

asesinato o crimen

a donde te llevaron tantas gentes.

Vamos a perdonar, a callar a los perros

y a poetastros con cargos oficiales. Vamos

a pasear por los bares abiertos, con las manos

extensas y apretadas en los sitios ocultos,

gritando un sueño alto, americano,

con una ronda de amigos verdaderos.

 

Manuscrito de César López

 

PEQUEÑO RECORDATORIO

PARA ALFONSO COMÍN

 

 

 

¿Quién está? ¿Quién se coloca

en medio de su pueblo para intentar

sencilla, cotidianamente

el milagro de ser carne y espíritu?

Si alguna vez se hizo, si ese lugar común

y si la misma retórica piadosa informa de esas cosas,

el símbolo quedó enredado entre los tiempos,

sea porque los sabios o los necios

insistieran de buena o mala fe

en dejar con su sed a los sedientos.

Descifrar los misterios no era su cometido,

sino desentrañar lo oculto en la madeja,

que parece lo mismo, pero no es igual,

panes, monedas, peces,

además del valor, del plus valor, las clases,

contradicciones, obreros y burgueses.

Rodeado de una guerra, entre las guerras,

de literales montones de periódicos,

revistas ilustradas, bellas cartas,

cárceles, herramientas, griterías,

panfletos, conferencias, entrevistas y huelgas…

a más de incomprensiones, vituperios, ofensas.

Mierda por todas partes. Muerte y mierda.

y en medio de su pueblo, estaba,

como el Señor en quien creyera tanto,

tratando, entre los textos de Marx y con mirada

abierta (a los tres mundos existentes)

de convertir gozoso el agua en vino.

 

 

César López (foto de Jacqueline Alencar)

 

CEREMONIAS Y CEREMONIALES

 

VII

 

De este lado está la esperanza, la historia, la justicia.

Del otro lado, aquello que se niega.

De este lado está la voz, el recuerdo, la obligación

y el muerto que pertenece a cada uno.

Del otro lado, la fiereza y los fugitivos, la sombra de la emisoras

radiales subversivas.

De este lado está la construcción de un mundo y su diseño.

Del otro lado, lo poderoso y aplastante.

De este lado está el sufrimiento, el desertor, y junto a la alegría

está la incomprensión y alguna que otra flor marchita.

Del otro lado, las deliciosas tentaciones de la abundancia

y el consumo, calificados ambos de malignos.

De este lado está la escasez, el bloqueo, el error

como su consecuencia, está el amor desgarrado.

Del otro lado, la muerte dirigida.

De este lado también está la muerte.

Del otro lado, quienes fabrican esta muerte.

De este lado está la irritación, a veces el odio, la locura.

Del otro lado, los comentarios, las cenas suculentas,

los viajes sin problemas.

De este lado, algunos predicadores o falsarios, disfrazados

de lo que les conviene, y los risueños

oportunistas de siempre y contra el tiempo.

Del otro lado, lo que aparentemente concilia y pacifica.

De este lado está el poeta. El poeta.

De este lado, y aunque sea en el silencio, está el poeta.

De este lado se queda. De este lado

siempre ha estado el poeta. De este lado.

José Mármol, A. P. Alencart, Eugenio Montejo y César López (foto de Jacqueline Alencar)

XXXII

 

 

Invocas la hermosura, pero acaso

no podrías definirla. Lo bello

es algo más que el cuerpo mismo,

amado o deseado, más

que esa zona codificada para el placer o el tiempo.

A veces queda en la calma, o agita

la conversación en donde vuelan

unas palabras dichas en un sentido incierto;

en el silencio de la mirada y en el gesto

inexplicable. Transcurre, pero deja

su marca para siempre.

 

César López leyendo en el Ayuntamiento de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

XXXVII

 

Si fuera posible dibujar un pájaro en su vuelo,

o, estático, posado en una rama;

descifrar una ecuación oscura, amenazante;

incendiar un jardín abandonado y seco. Gritar

una verdad, decirla,

afirmarla para siempre. Pero el calor,

este calor, amigo, resulta sofocante.

XL

 

Al abismo, como una piedra

para que hallara su sitio y para que creara

su propio, definitivo olvido,

fue lanzado: El poema. El poeta.

 

 

  Tomás Peña, Alfredo Pérez Alencart y César López (foto de Daniel MOrdzinski)

 

TERCER LIBRO DE LA CIUDAD

(Fragmento)

 

HABER NACIDO EN TIERRA donde no ocurre la nieve

otorga a sus habitantes la tersura

dorada de la piel y de la lluvia

en el cabello, rizado o lacio, y una melancolía

indiscreta no oculta totalmente por la alegría jadeante

o la broma falseada de exagerada nota.

 

Proserpina, Agripina y Clementina.

 

Son mujeres mestizas mestizantes

que adhieren a los cultos más variados

y se extienden veloces

hacia la noche misteriosa y limpia.

Allí dirigen ansiosos pasos, cadencias,

típicas carretillas cargadas de imaginarias frutas

no existentes, animales cansados.

Su naturaleza es dudosa, sólo abierta

a los rayos y a las gotas intensas.

¡Ah, esa manera de pasear o apresurarse,

de acera o calle o alto balcón,

convenía a sus estirados gestos e inclusive

a los bruscos y ocasionales movimientos

de sus cuerpos y frases!

Sombrilla es una repercusión diminuta y sobria,

pero a la vez atrae la placidez de la sombra,

la brillantez disimulada en la palabra solar,

y algo más que comparte en mañanas o tardes

de lejanas promesas. A la intemperie.

 

 

A la sombra de una sombrilla

 

de encaje y seda

con voz muy queda.

 

Los secretos son comentados, permanecen

como piedras nutricias de una ciudad en ruinas.

 

A la sombra de una sombrilla

son ideales

los madrigales

a media voz.

 

¿Era así en aquel tiempo o era acaso

el desvarío de lo ya lejano

que echó fuera grandezas y delicias

donde tal vez aparecían querencias,

algunas anhelantes, muertas otras?

Quedarán quejumbrosas y queridas.

nadie olvide que si todo

tiempo pasado fue mejor, en el remoto

y repetido texto se antecede,

revelación casi siempre olvidada, como

a nuestro parescer…

Como a nuestro, como a nuestro,

como a nuestro parescer

cualquiera tiempo pasado fue mejor.

 

Las advertencias se impusieron entonces

y fueron rechazadas, nadie escuchó,

ni siquiera oían más allá de las salvas,

tiros, cañones, ruidos atronadores

de bocinas y extraños altavoces. Aeroplanos.

Palabras, gritos, esperanza y guerra.

 

Tenga cuidado que

me va a sacar el ojo con la punta

del paraguas.

 

Su destino es líquido, protege o convoca

la maldita circunstancia del agua por todas partes

y hay que guarecerse. Ser vidente o visionario

para llevar la marcha

por vericuetos casi desconocidos,

desbrozar el camino imaginado y seguir, seguir…

hacia el dudoso refugio en la tormenta.

 

 

¡Ah, pero quien pierde el ojo malogra

la mirada! Enturbia su destino.

 

Y no importa entonces la luz,

los insectos alrededor de historiados fanales,

la zarzuela se acaba. Bailan

cortinillas de estrellas artificiales y chorreadas

por la persistencia a sol y sereno;

arrugadas, resecas. Todo en la algarabía.

 

Todo en el silencio. Todo

en todo sin nada. Pregunta y respuesta.

Todo total. Totalidad de todo. Todo es nada.

 

Baje usted el quitasol

para que no se muera de celos el sol.

 

¿Para qué? Repita la propuesta.

¿Para qué? ¿Para qué?

 

Para que no se muera, para que,

para que no se muera. El sol. El sol. El sol.

Y continúa lloviendo.

 

Orisha, manuscrito de César López

 

EPITAFIO

 

 

Aquí yace un poeta,

en esta tumba está quien displicente

en vida prodigó tanto talento

en su talante, a diestra y a siniestra,

(sobre todo a siniestra)

que regresó deshecho

a la tierra que fue por siempre para él,

aun casi sin decirlo, patria y sostén,

a veces lecho y mucha sementera.

 

Quien bajo el mármol obviamente frío

(pero no tanto, el trópico

ni al tópico o lugar común perdona)

se revuelve o descansa

fue tan grande

que se encontró a sus anchas

en todo cuanto escribió y aun en aquello

que no escribiría.

 

Vida tan flaca tuvo

que su cuerpo era en tiempos la imagen

de la espina, y a la literatura

como forzado

perpetuo le sirvió. Murió y volvió

al suelo irrenunciable de su patria.

 

Aquí queda guardado eternamente

adonde pertenece su obra toda;

pero cuídense paseantes descuidados

o roñosos, no suceda

que de los huesos salga

una piedra certera disparada

por el gran escritor que moralista

y burlón nunca renuncia

a una querida y singular costumbre.

¡No lo olvides, cubano,

aquí yace Virgilio sin Virgilio,

y acaso sin el infierno tan soñado!

 

 

Algunos de los poetas invitados a la Cumbre, en el Balcón del Ayuntamiento

(foto de Jacqueline Alencar)

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