POEMAS DE LA SUIZA ANNE PERRIER, SELECCIONADOS, TRADUCIDOS Y PROLOGADOS POR MARIO CAMELO

 

 

La poeta Anne Perrier. Foto de Cedric Widmer

 

 

“Crear en Salamanca” tiene la inmensa satisfacción de publicar una muestra de la poesía de Anne Perrier (Lausanne, 1922-2017), autora de confesión protestaste y de quien Kurt Marti estimaba que era la única poeta mística de la literatura suiza. Este privilegio se lo agradecemos al poeta y profesor colombo-suizo Mario Camelo. El libro, de donde elegimos los poemas, apareció bajo el sello de Ediciones Aurora Boreal (Dinamarca, 2015).

 

 

 

 

NOTA INTRODUCTORIA DE MARIO CAMELO

 

 

Anne Perrier nació en Lausanne, Suiza, en 1922; falleció en 2017. Poetisa de lengua Francesa. Su primer libro data de 1952: Selon la nuit.  Entre esta fecha y 1994, publica: Pour un vitrail; Le Voyage; Le Petit Pré; Le temps est mort ; Lettres perdues; Feu les oiseaux; le Livre d’Ophélie ; La Voie nomade ; Les Noms de l’arbre; Le joueur de flûte. En 2012 fue distinguida con el Gran premio nacional de poesía en Francia, concedido por el Ministerio de la Cultura. Su poesía ha sido traducida al Albanés, Alemán, Castellano, Chino, Italiano, Japonés, Rumano, Polaco, Portugués y en lengua vietnamita.

Muchos son los estudios que han sido consagrados a esta escritora tan modesta, casi oculta. El poeta Philippe Jaccottet la llamó “La escuchadora”. En efecto, estar a la escucha del milagro discreto, de lo cotidiano y banal, define la sensibilidad de Anne Perrier, absorta en la realidad y presencia de las cosas, (un jardín, un árbol, una hoja, el sol declinando, el agua que fluye), por las que pasamos sin detenernos, a la poetisa, en su silencio, parecen desvelarle su esencia, su substancia, el milagro de estar allí, acompañándonos, ligeras y mortales como nuestros propios pasos. 

Asombrada y maravillada de lo existente, la suya es una poesía que constata y nombra.  Sus versos son ecos de su interior, que comunican, sin referencia a nada, salvo a la propia experiencia de lo vivido, de lo sentido. De allí su simplicidad desconcertante.  Jean Marie Beaud nota que su obra inclina a la meditación, sin ser filosófica: “…meditar es leer y releer, recoger y recogerse, es decir reunir, tomar un tiempo para prolongar en el interior de nuestro espíritu las sugestiones del texto”. Textos, algunas veces tan breves que “no es que sean obscuros o herméticos, por el  contrario, se ofrecen con una simplicidad tal que parecen una evidencia”.  

El poeta Pierre Voélin, de una generación posterior a la poetisa, refiriéndose al libro LES NOMS DES ARBRES, afirma: “Lo que me parece notable en Anne Perrier, es su voluntad de nombrar de nuevo los árboles (acto que le correspondió al Adam de los orígenes, recordemos, un acto que pertenece por derecho al poeta), es la calidad de la atención, una atención nueva que hace vibrar esas figuras como símbolos, símbolos vivos.

 

 

El poeta y traductor Mario Camelo

 

Un poco como si se tratara, una vez más, de responder por cada cosa, por todas las cosas, en este caso los árboles, formas únicas y plenas, pero no a la manera de Francis Ponge, es decir, no como si se tratara de un juego, sino como ejercicio de responsabilidad hacia el mundo, de la misma manera que en la vida respondemos por todos aquellos a quienes amamos. El mismo ejercicio de atención que conduce al reconocimiento, a la amistad, al amor. Un ejercicio de atención que consagra la alteridad.”

Por momentos los poemas de Anne Perrier se acercan a la forma del hai-ku japonés, o de los abhanga indúes, en el intento de traducir lo inefable, sostenida por el ritmo, que tanto obsesionó a Hölderlin en sus últimos delirantes días. No obstante, es una poesía concreta: “Adosado al cielo/ grandioso y solo/ como los reyes y el sol están solos”, o bien: “Ella duerme, Ofelia/ al fondo de mármoles verdes/ de oro llenas las pupilas/ y en su corazón el mar”. 

Rilke en la novena elegía escribe: “Tal vez estamos aquí para decir: casa, puente, fuente, portal, cántaro, huerto, ventana, aún más: columna, torre…?, pero, compréndeme, decir las cosas como jamás ellas creyeron ser íntimamente…”  Parece ser éste el credo de Anne Perrier, sorprender las cosas en su secreto más íntimo, el mejor guardado por ser acaso el más numinoso, detentor de las llaves y las claves de lo existente. Pero de lo existente relacional, no metafísico, es decir, de la interacción entre el objeto -a través de la íntima belleza de su naturaleza-, y la sensibilidad del poeta -elevada a la sensibilidad universal del hombre-, vista y vivida desde su conciencia de la finitud. De allí el canto como celebración de lo viviente, de lo existente, y de su precariedad.

Todo en Anne Perrier afirma la experiencia del tiempo en el amor por los seres y las cosas, comprueba, además, que la luz es tan espléndida y frágil, como espléndido y frágil es el silencio de su ausencia. De ahí, la tensión permanente, a veces trágica, en su poesía.

Cada poema, entre la luz y la tierra desgrana su palabra, lo más límpida posible. Y podemos escucharla como en una conversación cotidiana, sin acentos ni gesticulaciones, sin teatralidad; como quien verifica, sin más,  al poner en claro lo evidente.                                      

Brancusi concebía la labor del escultor como un acto revelador de la esencia cósmica de la materia, donde el trabajo de pulir se emparentaba más a un ejercicio espiritual, que estético. 

Así la poesía  de Anne Perrier, fluida, esencia de vuelo, ascética

 

 

Tu nombre me basta

El libro está muerto la página está muerta

Devorados por el fuego

Dios

Cierra la puerta

Apaga mis ojos

Todo está dicho

 

 

Ton nom me suffit

Le livre est mort la page est morte

Dévorés par le feu

Dieu

Ferme la porte

Éteins mes yeux

Tout est dit

 

 

 

La flor

No la veremos

Vendrá

La muerte y su profundidad

Y esta carne estallará

De miedo

Brillará

De repente de eterno resplandor

 

 

 

 

La fleur

Nous ne la verrons pas

Viendra

La mort et sa profondeur

Et cette chair éclatera

De peur

Luira

Soudain d’éternelle splendeur

 

 

 

 

 

Dado que al borde del camino

Me has hecho madurar

Y dado que pasas

Y amas ese fruto

Qué esperas para morderlo?

 

 

 

 

Puisque tu m’as fait mûrir

Au bord de la route

Puisque tu passes

Puisque ce fruit tu l’aimes

Qu’attends-tu pour y mordre

 

 

 

 

Un ángel

O tal vez el viento

Ha clausurado todas las estrellas

Ah! que me dejen por piedad

Una luciérnaga

Pero tienen piedad el viento

O el ángel

Que deberá reducir a polvo el corazón?

 

 

 

 

Un ange

Ou peut-être le vent

A fermé toutes les étoiles

Ah ! qu’on me laisse par pitié

Un ver luisant

Mais le vent a-t-il pitié

Ou l’ange

Qui doit moudre le cœur

 

 

 

 

Lentamente

Como quien crea una flor

Enséñame

Las dos humildes letras

Del Sí

 

 

 

Lentement

Comme on forme une fleur

Apprends-moi

Les trois humbles voyelles

Du oui

 

Anne Perrier

 

Pero decías que mi voz te guardaba

Como el ala de un ángel

Me decías que entre las piedras

La hierba estéril se cubría

De mariposas maduras

 

 

 

Mais tu disais que ma voix te gardait

Comme l’aile d’un ange

Tu me disais qu’entre les pierres

      L’herbe stérile se couvrait

De papillons mûrs

 

 

 

 

 

Creíamos cantar

Sobre la más alta rama

Y no estábamos apenas

Que por encima de las ranas

 

 

 

 

Nous avions cru chanter

Sur la plus haute branche

Et nous n’étions qu’à peine

Au-dessus des grenouilles

 

 

 

 

Oh, romper las amarras

Partir partir

No soy de aquellos que se quedan

La casa el jardín tan amados

Nunca se hallan atrás sino delante

En la espléndida bruma

Desconocida

 

 

 

O rompre les amarres

Partir partir

Je ne suis pas de ceux qui restent

La maison le jardin tant aimés

Ne sont jamais derrière mais devant

Dans la splendide brume

Inconnue

 

 

 

EPITAFIO

 

Jardines del dolor

Sangren lejos de mi tumba

Aquí todo es sombra y esplendor

Y garganta de paloma

Ofelia duerme

Al fondo de mármoles verdes

De oro llenas las pupilas

Y en su corazón el mar

 

 

 

ÉPITAPHE

 

Jardins de la douleur

Saignez loin de ma tombe

Ici tout n’est qu’ombre et splendeur

     Et gorge de colombe

Elle dort Ophélie

Au fond des marbres verts

De l’or plein les pupilles

Et dans son cœur la mer

 

 

 

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