Poemas de la portuguesa María do Sameiro Barroso. XVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Pinturas de Miguel Elías

 

Crear en Salamanca tiene el placer de publicar algunos textos de la destacada poeta María do Sameiro Barroso, extraídos del volumen titulado Decíamos Ayer, antología del XVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos realizada por Alfredo Pérez Alencart, poeta, profesor de la Usal y director del Encuentro. Así escribe María, como anticipo:

 

 

Porque falta el sol.

Y un girasol de palabras que lo pueda abrir,

en la noche, para tapar la desnudez, el vacío,

un esqueleto de nubes en busca del oro,

del vértigo

despierto en la erupción de la bruma, de la sangre…

 

 

 

 

 

Maria do Sameiro Barroso (Braga, 1951), poeta, vicepresidenta del Pen Club Portugués y delegada del World Poetry Movement, es autora de libros de poesía, traducciones y ensayos publicados en Portugal y en el extranjero, además de coordinadora de antologías y actos culturales. Ha obtenido varios premios de poesía, entre ellos el Premio International de Poesía “Palabra Ibérica 2009”, con el original de Uma Ânfora no Horizonte. Su libro, Poemas da Noite Incompleta, publicado por la Editorial Escrituras, en 2010, fue seleccionado entre los siete libros de autores portugueses del Premio Portugal Telecom 2011, en Brasil. El poeta Ángel Guinda prepara una antología de su poesía, traducida al castellano, que publicará la editorial Olifante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FRAY LUIS DE LEÓN

 

 

La vida es un Dios olvidado, un retiro oscuro,

una soberbia mansión donde bebo, a la luz de los pétalos

del amor, la poción amarga de los cálices del odio.

La noche me acuna en las nieblas del quinientos.

Las estrellas se descubren cada vez más

en un preciso telescopio de miseria y gloria.

El mundo es cada vez más claro, el cuerpo desgarrado

escruta el humano mirar, ya desvelado

en nueva armonía.

Este es mi tiempo de mares insomnes.

No es de él que huyo cuando escribo sonetos

perfectos en el foso de los torturados.

Con la sombra me acuesto en este abrigo térreo,

transcribo la hiedra, el laurel, el riachuelo apacible,

el oro, el sauce,

cubro con el yelmo invisible la tintura negra.

Con vestimentas claras e inmaculadas

de mi huerto me levanto,

lavo mi sangre con un jarabe de perlas,

transito entre la fuente, la materia y lo invisible.

Tal vez el cuco cante.

Las violetas se iluminen.

La vida es un dios olvidado.

Levanto la copa cristalina rociando el silencio

en el rostro de los muertos.

 

 

 

 

 

LA MAREA Y LOS DESIERTOS

Música, carabelas, presagios, las hojas

desciendo saboreando la iris redonda

que produce el brillo, las orquídeas y el arce.

La música produce la sangre,

sube los luminosos peldaños,

desata las aves dentro de la cabeza,

salta la marea y los desiertos,

espacios incomprensibles,

y vuelvo a las mansiones de la tierra,

a las rampas del silencio.

Soy tan viva y exacta como las quimeras

que me moldean,

soy nocturna y celesta como un paisaje

de fiebre y adelfas.

Me consumen las aras blancas de los dioses

antiguos, las oraciones de flores, el incienso alado,

las hiedras que se aferran a las piedras

de mi cuerpo.

Me recorro en los templos, en el hígado oscuro,

en el tiempo azul, volátil,

entre detritus salinos, arpegios,

 

órganos para respirar.

 

 

 

 

PLUMAS DE PAVO REAL

 

Duermo recordando tu boca

sobre la mía.

Como azúcar rosada, tu lengua

y tu abrazo,

los dátiles dulcísimos.

Duermo abrazada ti, en el recuerdo

guardado de una noche de lluvia.

Duermo sobre lo que queda de las noches

eternas.

Sobre ti duermen los molinos del tiempo,

los cristales verdes, la boca roja,

la seda infinita

Duermo en la ceniza encendida del pasado.

Te olvido y me olvido.

Entre rizomas leñosos con la forma

de las letras que envuelven el cielo,

las raíces dispersas re reúnen

en los campos infinitos,

y los ojos descansan

 

en plumas de pavo real.

 

 

CAZADORES DE NENÚFARES

 

Miro, como tú, las mañanas, los ríos,

las manos que escriben.

Te aguardan los hambrientos animales,

un beso contenido en las horas.

En la carqueja del silencio aún recuerdas

un trozo de pan comido en el cielo.

En él guardas un gesto puro,

un sonido inquieto, un murmullo de mar.

Otrora, antes que la ceniza nos corroyera,

traducíamos las aguas, las quimeras,

sabíamos de las montañas, de las águilas,

de la tierra y de la sabia sencillez

de las montañas.

En la voz asomaban poemas que hablaban

de peonías, presas incautas,

perlas inmensas, rocío

y lagos elusivos

donde se movían furtivos

 

cazadores de nenúfares.

 

 

 

 

 

MAPAS, SELLOS

 

En una playa desierta, el cráneo remolcado

por los buitres arrastra pensamientos, párpados

pesados.

Los erizos del mar rellenan sus órbitas

descarnadas.

Solo los cadáveres completos son presa de los astros.

Aquí, las partes del cerebro se despedazaron,

hace mucho, en los acantilados del sueño.

Hace mucho los pedazos del cielo zozobraron,

despeñados en las olas.

Todo se rescata, no obstante, en los ámbitos

de la noche.

El cielo, el vino y los abismos, los cedros negros,

las ventanas circulares redundan,

en el rumor del cansancio, rescatando el vacío

interior, creando mapas, sellos,

en la vulva primordial de los corales de sangre

que urden perlas, peonías,

relojes lunares

 

en la flor matinal de la perfección.

 

 

 

AURORA BOREAL

El cuerpo es igual al cuerpo,

y golpea en las columnas demoníacas

de los barómetros sin respuesta;

navega en la gélida luz de los icebergs

invisibles que cortan cascos

y parten mástiles.

En el rastro de Dios que se eclipsa,

con versos en los ojos,

todavía puedes respirar la lluvia, el sudor,

la labor de la escritura

en las líneas nocturnas donde la soledad

explota

en el centro esfíngico

 

de una aurora boreal.

 

 

 

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