POEMAS DE LA ESPAÑOLA ANGÉLICA MORALES. XVIII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS. PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

 

1 La poeta Angélica Morales La poeta Angélica Morales

Crear en Salamanca se congratula en publicar algunos poemas de Angélica Morales (Teruel, 1970. Actualmente reside en Huesca (España). Escritora y actriz. Ha publicado, entre otros libros, las novelas “Benedicto XIII, el papa Luna: El hombre que fue piedra (2006) y “La huida del cangrejo (2010); los libros de relatos “Piel de lagarta” (2007) y “Amar en martes” (2009); y los poemarios “Desmemoria” (2012), “Asno Mundo” (2014) y “Monopolios”. De los premios poéticos destacan el Premio Internacional de Poesía Miguel Labordeta 2011; finalista del Premio Ausiás March al mejor poemario publicado en 2012 (“Desmemoria”); el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria 2013 (“Asno Mundo”); ganadora de la II Convocatoria Perversus GEEPP Ediciones (Melilla) 2015, con el poemario “Pecios”.

Angélica Morales quedó entre los 20 finalistas del II Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’.

Los textos forman parte de “He muerto… y he resucitado”, Antología del XVIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, coordinada por Alfredo Pérez Alencart, poeta y profesor de la Universidad de Salamanca

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SENTARSE A COMER

 

 

Me llamo loba
o espejo
o camisón manchado de sangre.
Pueden encontrarme al correr una pestaña
o en la mota de polvo
que lame el sudor de una butaca
en aquel cine porno de ayer.
Me llamo manjar o vianda
o melocotón con ramas dentro de la lengua.
Pueden buscarme entre la basura de un reloj,
en mitad de un cuadro pintado de verde
donde una mujer grita pero no se ve.
Me llamo almendra,
bocado,
cardenal en la nalga.
Suelo frecuentar la mesa de los amantes,
el mantel de una viuda que aún conserva el fémur.
No sean tímidos y llámenme con un silbido,
así,
como si fuese cualquier cosa que está sucia
o que acaba de regresar del barro de una noche.
De vez en cuando alguien pronuncia “alcohol”
o “rata”
o “virus circunstancial”.
Entonces preparo mi maleta,
tejo mi cuchillo,
saco del horno
mi cabeza
y dejo que en el silencio,
me coma
el hambre infantil de un poeta.

 

 

 

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LAMER CLAVOS

A León Felipe

 

 

 

 

Dices: “Más sencilla, más sencilla,
que todo se ahogue en el silencio,
que no vengan las llagas a ensuciar lo limpio,
que el cielo siga siendo sólo cielo,
la distancia del prójimo sobre el corazón del pan,
un prado donde las mujeres bordan la madrugada y le dan de mamar al sueño”.
Y yo rompo los huesos del tiempo
y esparzo el polvo de una rosa a tus pies.
Yo, que conozco la guerra del hombre en la espalda de su animal,
la ambición de las piedras cuando el alba
derrama su sangre sobre lo pequeño
(hablo de un hogar donde tiemblan los retratos,
hablo de la infancia suave que se termina,
hablo de lluvia lamiendo el alcohol de una esperanza).
Pero insistes: “Más sencilla, más sencilla”,
como si el pecado necesitara la seda de un labio babilónico,
necesitara el rincón con sus arañas magníficas,
necesitara el tambor para anunciar su delirio.
Y yo busco,
remuevo la tierra con mis dientes,
peino el recuerdo de mis muertos,
clavo una cruz sobre el vacío
y bebo en el aire
el sudor desnudo de tu nombre.

 

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BAOBABS

Puesto del revés es un bidón haciéndose añicos contra la tierra,
un gigante obeso que sucumbe.
Baobabs suena a cuna donde duerme lo sucio,
a cloaca que acumula belleza que no corre,
que no se arroja al río para morir.
(Lo mismo que tú, papá).
Baobabs = Padre de andares cortos.
Padre repleto de alcohol en el puerto en ruinas de un hogar.
No hay calor dentro de ese tronco que escupe tu nombre,
sólo huecos turbios que no encuentran la luz.
Baobabs = Odiseo regresando al bar de Ítaca.
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RACIMO DE HORAS

 

 

Muerte,
descanso,
mi voz arañando las costuras de la tierra.
Ya no debes esperarme en aquel bar,
ni señalar con tu dedo
el vuelo torpe de las golondrinas.
Mira mi zapato si acaso he muerto
y olfatea el perfume de mis versos,
así, despacio,
como pasan los trenes por la memoria
de la nieve.
Pero qué digo,
es un disparate mi palabra,
porque no ha de ser aquí
ni ahora,
porque me niego a empañar de dolor tus ventanas.
No hagas caso, amor.
Escucha,
sueño,
deliro,
me vuelvo ardilla sin pasado,
eso es,
hablo de ausencia
pero soy inmortal,
como las ramas de la fiebre,
como el columpio aquel que echa raíz sobre una infancia sin encías.
Estaré quieta en mitad de un salón sin color,
en el aire de un ángel
que ha perdido sus alas.
Esa seré,
algo muy loco
que continúa bailando en la hojarasca,
que bebe a morro
del pecho
del mar,
que se tumba en el faro verde
de tus ojos
y te acaricia la herida,
el cuerpo del amor que sigue latiendo lejos.
No me hagas caso,
olvida,
borra el humo de mi testamento,
bate palmas e invoca
a los ejércitos de mi risa.
Yo he de regresar siempre,
desde cualquier rincón de la luna
he de llegar para besarte uno a uno los caminos,
para poner del revés la sangre que te ahoga.
Pero silencio, ¿por qué he de hablar ahora de la muerte?
No intentes romper tu corazón sobre las piedras.
Has de buscarme en lo pequeño de una espina,
en el diente de la lluvia
que muerde la negrura de tu pelo.
No llores,
no me llores, amor,
porque habré de empezar de nuevo
a inventar el mundo,
a atar los potros del hombre
que se desbocan a cada rato sobre los vestidos de Dios.
Pero qué idiotez hablar de muerte.
No,
no es eso lo que quería decirte.
Es miedo
o cuchillo
o mi lengua dando vueltas en la costumbre,
este empeño mío en no nacer
aún existiendo.

 

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LAS VISITAS

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Como una oveja sin rebaño en horas grises, así vago.
Y sé que la vida es algo más que la vida,
que existe otro aliento bajo la tierra,
una suerte de luz que en la oscuridad nos toca y nos perfuma.
Sé que vendrá el tiempo a besar el espejo de mi sombra,
que iré perdiendo una a una la ilusión por llevarme a la boca hojas de lluvia.
Como un faro sin mar, pero que busca el mar, así me tumbo.
Y sé que no llegaré tocar otros países,
que la gente va y viene en el lecho huracanado de una fotografía
que siempre es una y febril.
Porque nada vemos que no sea el barro que nos anuncia.
Somos visita acicalando lentes, pulsando el botón de lo social,
almacenando víveres de muertos,
como las cientos de rosas muertas que un día amamos,
como las miles de cartas viejas que somos incapaces de recordar.
Pero , ¿somos capaces de escribir miles de cartas que nos ladren?
Hoy me visto de ingenuidad y decido cumplir años viejos,
aquella canción con polvo que todavía gira en mi vieja habitación.
Vieja es una palabra hermosa; vieja visita, viejo libro, viejo amor,
una vieja postal que todavía conserva el temblor de su sangre.
Como una figura de mármol o un gatito que no duerme y se acicala, así me publicito,
de este modo llamo a la puerta de lo que no existe,
por ejemplo casas viejas, abuelas viejas, tías viejas, rencores tiernos.
Podría decidirme a la invasión,
me refiero a llenarme el pensamiento de historias que no he vivido
y disparar flores muy sucias por mi boca de niña avejentada.
¿Realmente crece un niño hasta alcanzar su vejez?
¿Realmente la vejez de un niño desembocará en una nueva infancia?
Como una aspirante a zombi o a farola,
lo mismo que un nublado paisaje que se hace de notar en el terror,
así me ultrajo,
de este modo me pongo a escribir la encrucijada de un cisne
(siempre el mismo en los televisores,
idéntico en los versos,
muy similar al de cualquier ruina humana).
Después de todo NADIE es un nombre apuesto.
Después de todo no visitar a NADIE es un acto de amor fallido.
Después de todo a NADIE le importa la poesía en su aproximación.

 

 

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