POEMAS DE ANDREA P. NARANJO, A. M. DE PABLOS Y ALBERTO HERNÁNDEZ. XIX ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS

 

 

 

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Penúltimo Don Quijote, pintado el 23 de abril, de Miguel Elías

Crear en Salamanca tiene la satisfacción en publicar los poemas de Andrea Patricia Naranjo (Colombia), Ángel María de Pablos (España) y Alberto Hernández (Venezuela). Son textos inéditos y aparecerán publicados en la antología AL HIDALGO QUIJOTE, coordinada por el poeta Alfredo Pérez Alencart como parte del XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos que esta XIX Edición rinde homenaje a Miguel de Cervantes, poeta.

 

 

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Monumento a Cervantes en la Plaza de España, de Miguel Elías

 

 

ANDREA PATRICIA NARANJO

(Colombia)

 

 

 

ARGEL

 

 

Vuelves con paso lento del reclusorio,

tu memoria

se fue aunando con el Sol

y venciste el silencio

con más de mil palabras

que poblaron la guerra indómita

de la doncella y el escudero,

no les dijiste nada

y volviste a casa ya enfermo

buscando otro cautiverio

esta vez,

para siempre.  

 

 

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Don Quijote, de Miguel Elías

 

ÁNGEL MARÍA DE PABLOS

(España)

 

 

 

DE BATALLAS CONTRA

ODRES Y GIGANTES

  • ¡Tente, ladrón, malandrín,

no valdrá tu cimitarra!…

El hidalgo don Alonso

arremetía con saña

contra el gigante enemigo

empuñando noble espada

y, a manera de un escudo,

guardando con una manta

el izquierdo de sus brazos.

Sus piernas flacas y largas,

ennegrecidas del vello,

nacían como dos ramas

bajo la vieja camisa,

por delante no menguada

para cubrirle los muslos

y, por detrás, recortada

no menos de unos seis dedos.

-¡Aquí te tengo, follón,

acosado en la batalla!…

Un bonetillo grasiento,

de borla bermeja y grana,

a la manera de un yelmo

desairado y sin gracia,

lucía sobre la frente

don Quijote de la Mancha.

Apoyado en la pared

para guardarse la espalda,

no se otorgaba respiro,

lanzaba sus cuchilladas

ora a diestra y a siniestra

con  tal furia y con tal rabia

que pocas eran las veces

en que su mandoble erraba.

Corría la sangre… y el vino

del cuerpo en catarata

y se quebraban los odres

como cabezas tronchadas

y rodaban las cabezas

como cueros sin botana.

  • Princesa Micomicona,

vivid tranquila y en calma,

estad desde hoy segura.

Soy quito de la palabra

que un buen día os entregué

Ninguna criatura extraña

os volverá a molestar.

Y volviéndose a la cama

don Quijote se durmió

para seguir en la fragua

de sus sueños imposibles

armado de buena lanza,

a lomos de Rocinante,

luciendo dorada adarga

y ensanchando los caminos

más allá de su mirada.

¡Cuántos gigantes se escudan

ocultando su arrogancia

tras el sencillo disfraz

de cueros y odres sin barba?…

¿Y cuántas hay que afrontarles

desnudos de capa y saya,

en camisa de tres cuartos,

sin más defensa ni armas

que nuestra propia locura

y nuestra fe maltratada?…

No os riáis de don Quijote,

no os burléis de su campaña,

que los vinos derramados

por el filo de su espada

evitan que se derramen

otras sangres y otras ansias…

 

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Don Quijote y Sancho, de Miguel Elías

 

 

ALBERTO HERNÁNDEZ

(Venezuela)

 

ROCINANTE

(Poema para cantar)

 

Eran los campos de Castilla y un caballo de huesos.

Eran los campos de Castilla y el bufido febril de un rocín soñoliento.

Y así era también un hombre,

Un símbolo, la curva amarga de su horizonte

De anidadas vértebras.

Y era alguien asomado al portal de aquella época

Mientras al lado del caballo un asno bíblico

Relataba las piernas del que le hace par a las del caballo.

Y era Sancho

Y eran los límites de aquella antigua comarca silenciosa.

 

Y era que por allí y por allá tomaron los diferentes atajos

Para llegarle a una mujer imaginada.

¿Y qué hace un caballo lastimoso en esta historia?

¿Qué puede remediar una bestia de limados ojos

Por el clima y por el polvo en este largo viaje

Del que nadie sale ileso ni sus críticos?

 

(…)

Un hombre y su caballo.

Pero más: un caballo y un hombre tan caballo

Como el caballo que carga al hombre y lo traslada.

Y tan equino el hombre

Como hombre el caballo que no es límite entre

El sol y los astros

Entre la luz y la locura.

Entre el caballo y su sombra.

 

(…)

Si Alonso Quijano fuese un caballo,

Rocinante no fuese don Quijote.

Pero más: si Rocinante fuese don Quijote,

Rocinante fuese el descanso ajeno,

Las huellas que sus pasos dejan

En cada Rocinante que lo lee.

 

(…)

Un caballo/ escritura invade las páginas de un libro.

Quien entre las letras

Concibe al caballo como simple idea,

Como símbolo o plana coincidencia

Con los cascos que ambulan de capítulo en capítulo,

Es quien lo reconstruye y lo imagina.

Rocinante entonces no ha existido.

No fue lo que don Quijote supuso en su aventura.

Más: Sancho deshizo la imagen de la bestia

Y la impulsó con los pasos del borrico.

Y así, Rocinante, caballo fantasma

Caballo ángel, rocín sin aspavientos

A los cálculos del loco caballero que no era,

Se deshizo en el aire de sus viejos tomentos.

 

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Don Quijote y Sancho (Boceto), de Miguel Elías

 

(…)

Huesos de caballo en una historia.

Razón o sin razón. Caballo loco,

Bello caballo de toda la fealdad y todos sus silencios.

¿Quién no es caballo montado en un caballo?

¿Quién no es Don Quijote moribundo

Subido en un caballo que se muere?

 

(…)

Yo he sido el caballo de este cuento.

Yo he muerto varias veces entre mis huesos.

He resoplado el polvo con los belfos llagados.

He lastimado el viento con mi lomo torcido.

Yo he comido del pasto nocturno que dejaron

Los astros en la locura arisca de mi dueño.

Y soy caballo desnudo en un huerto donde

Repito el ámbito del cielo.

Y soy la rima de las muchas lecturas

Que alocaron al enjuto caballero.

 

(…)

Vuelvo a decir: soy caballo y no soy.

También soy mi jinete de esta larga historia.

¿En qué sitio caí y me deshice todo?

¿Quién habla de mí fuera de los apócrifos?

¿Quién nombra mi lugar de nacimiento?

¿Dónde está mi tumba y la de mi dueño?

 

(…)

Eran los campos de Castilla y allí estuve.

Yo era la montura de los tiempos.

Y era el lomo y el asiento de quien cabalgó

Con adarga y altivez de jumento,

El que no quiso recordar

El lugar de sus andanzas y lamentos.

Y también soy la sombra de aquélla

Que era y no era Dulcinea.

 

 

 

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Don Quijote (Boceto), de Miguel

 

 

(…)

Desde mi boca a punto de caer

Cuento la historia y después la desvanezco.

Como caballo no ameritan mi esfuerzo

Lo dejan al desgano de los muertos.

Ya no corro ni troto.

Sólo me arrastro sobre el polvo de pueblos

Que echaron al olvido la fuerza de mis huesos.

Pero soy el caballo cuando alguien lo afirma

O el rocín flaco y macilento

Que cargó la demencia de un sujeto

Que me hizo parte de su aliento.

 

(…)

Yo lo vide morir en su cama una tarde

Mientras otros rodeaban su reciente cordura.

No sé si yo estaba muerto

O si respiraba los últimos luceros.

Pero fui su caballo y sus entuertos.

Rocinante de rocín viene mi nombre

Y cumplo con todo mi esqueleto.

Y así rezado y al ritmo del tiempo

Sin querer rimar todo lo que siento

Me quedo Rocinante con mi dueño.

 

(…)

Ahora muero y ahora vuelvo

Envuelto por la sombra de los tiempos.

Un caballo que sueña

Un caballo que es hombre y no es caballo

Un caballo y un hombre

Un caballo y un hombre y un rebuzno

El del borrico de Sancho y sus ancestros.

 

(…)

Me dejo caer en el silencio

Siglos después de todo el embeleco

De haber sido parte de una historia

Que sigue siendo un caballo

Un jinete que sueña y que no duerme

Un caballo que duerme y que no sueña.

(…)

Eran los campos de Castilla y un caballo de hueso.

 

 

 

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Cartel del XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos

 

 

 

 

 

 

2 comentarios
  • antonio reina
    octubre 12, 2016

    excelente…una belleza
    literaria..

  • Abner Silva
    octubre 13, 2016

    Hermoso recorrido de una lectura obligada. Leer al poeta Alberto, es leer la vida del universo literario donde han abrevado sus inquietudes y sus andanzas de caballero enjuto y pensador. Alabo conocerle y haber compartido diarias y nocturnas aventuras, las cuales el olvido no alcanza. Salud en los sorbos de un trago espiritual, para mantener intacta la idea creadora, la vida en la pluma y la muerte como burla. Saludos amigo Alberto.
    Abner Silva.

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