Poema inspirado en la fotografía de José Amador Martín de la colección «Jardín secreto»

 

Jardín secreto II

La navaja tatúa
un día —horas de lacerante lentitud—,
y otro día,
y otro día,
y otro día,
hasta acabar en un lugar cualquiera.

Se desclava
—el destello recuerda
que aún es mediodía a pesar del silencio
y de los viejos árboles,
del sol que ya es septiembre,
de este antiguo dolor—
y su golosa y afilada punta
hiende de nuevo
la resignada piel.

Y dibuja un camino hacia la nada
en un ir que es un círculo,
un hábito molesto
de un día,
y otro día,
y otro día,
y otro día,
hasta acabar hallando
las arterias
que nutren el cansado corazón.

Y en una no sorpresa
le entregamos el vino
y los recuerdos,
las horas plenas
y las horas vacías
y por fin,
el dolor.