MUJER CON LLUVIA’ Y OTROS POEMAS DEL PUERTORIQUEÑO JOSÉ LUIS VEGA

 

 

El poeta José Luis Vega

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar estos poemas del poeta José Luis Vega (Santurce, 1948), actual director de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, ha sido profesor en la Universidad de Puerto Rico, director del Departamento de Estudios Hispánicos, decano de la Facultad de Humanidades en ese mismo centro docente y director del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Es autor de los poemarios: Signos vitales (1974), Las natas de los párpados (1976), La naranja entera (1983), Tiempo de bolero (1985), Bajo los efectos de la poesía (1986), Solo de pasión/Teoría del sueño (1996). En 2002, la Colección Visor de Poesía publicó Letra viva (1974-2000), antología de su obra poética. La editorial Seix Barral publicó Sínsoras (2013). Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, portugués, rumano y ruso. También es autor de la colección de ensayos y poemas Techo a dos aguas (1998) y de diversos estudios literarios entre ellos, César Vallejo en Trilce (1983) y La visión trágica en la poesía de Pablo Neruda, ensayo que forma parte de la Edición Conmemorativa de la obra del poeta chileno publicada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua (2010). Entre los premios obtenidos están el Premio Nacional de Poesía (1983) y el Premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña (1989). Por su gestión cultural, ha sido distinguido con la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica y con la Medalla de la Fundación Ricardo Alegría.

 

 

 

 

MUJER CON LLUVIA

 

Todo es lluvia y de pronto

una mujer avanza entre la lluvia.

 

Sortea cada bache

con breve pie de pájaro aterido.

Peinados contra el frío los cabellos.

La falda entre sus muslos

amparándose.

 

Avanza contra un fondo

lluvioso de paredes.

El fuego del relámpago,

el trueno la apresuran.

 

Camina ajena al signo interrogante

que orla su traje al viento,

ajena a los misterios que salpica

su paso por la lluvia.

 

¿Qué la trae, qué la lleva, de qué rayo

procede su energía?

¿Su nombre,

en qué aguacero?

¿Su rostro,

en qué llovizna?

¿Qué amada voz, qué urgencia,

hacia qué oído

los golpes de sus tacos se deslizan?

 

Amparada en la flor de la sombrilla

cruza:

es lo único vivo

en la muerte interina de la lluvia.

 

 

 

BAJO LOS EFECTOS DE LA POESÍA

 

 

Bajo los efectos de la poesía

es posible viajar a la velocidad del pensamiento,

mirar el mundo entero flamear,

tocar con la punta de la lengua las estrellas,

soñar con la justicia universal.

 

Bajo los efectos de la poesía,

usted no es responsable de sus actos:

hablará en lengua extraña,

hará cópulas públicas,

cabalgará centauros.

 

Bajo los efectos de la poesía,

se ven blancas galaxias expandiéndose

en el ojo de la cerradura

y violines viejísimos

mudando el polvo de sus plumas.

 

No importa cuál sea su pasión,

fe, raza, sexo edad

o ensoñación política,

no debe avergonzarse de volar

bajo los efectos de la poesía.

 

 

 

 

LOS PASOS ILUSTRES

 

Hoy vengo a tus lugares,

a tus piedras, a los restos

de ti que habrás echado

camino del mercado o la taberna.

A tu persona fósil y posible

en un copo de caspa remanente,

a una celda de piel,

célula muerta,

donde lata tu código de vida.

No a tu nombre de todos,

sino al silencio que lo cerca.

A una idea, tal vez aún perpleja,

que no encontró palabra entre las tuyas,

a una sílaba, a un eco fugitivo

de tu conversación.

Algo habrá de quedar de lo que eres

entre tanto rumor de lo que fuiste.

He buscado, ojo atento, tal prodigio

andando las callejas restauradas

que ocultan tu pasión.

Un trozo de memoria, de uña, de ADN

que dé fe de tu herencia,

que alumbre tus pecados,

que te saque del frío mausoleo

que habitas por error.

He venido a tu casa de turistas

(cegaron la cloaca, lavaron la pobreza

y cobran por entrar)

a buscar tras los óleos, tu perfil;

tras la loza, tu mano;

en el aire vacante de los muebles,

un calor, un color, un zumbido,

un vibrato de cuerpo; en todo,

un detalle de polen que cayera

de las patas del pájaro agorero.

No ha de ser que de ti, que de nosotros,

sólo queden elogios y palabras, y nada

de la concreta humanidad.

 

 

 

 

HOMENAJE

 

 

Dipsómano celeste, manirroto de manos de marqués, hermoso

mofletudo almidonado, amante de la carne (mal amante),

huérfano de Metapa que escribiste, “mi esposa es de mi tierra,

mi amada de París”, paje, ministro de la música, señor

del arte y buen bufón, dijiste, “Verlaine es más que Sócrates”,

y flácido y borracho te arrumbaste junto a la blanda Eulalia,

“ámame, japonesa” –suplicaste–  “te pagaré con oro de mis versos,

ámame así, fatal, cosmopolita”, y eructaste tres veces

sobre el ebúrneo cuello de la Ninfa,

oh, bello caballero del centauro, divino gondolero,

oh, sumo sacerdote que afirmaste, “el Arte es Luz y es Vida

y es Verdad”, barón de la Poesía, qué importan ya a tu hígado,

tus ínfulas, tus deudas y tus dudas, tu vanidad, tu espejo,

la costra que ha invadido tus versos de ocasión, qué importa

el vano vino, si, en efecto, tus humanos defectos van escritos,

ilustres como Júpiter, en las inmaculadas alas de los cisnes,

                        ¡al son del sistro y el tambor!

 

José Luis Vega en un acto con otros académicos

 

 

ESPECTROS

 

 

De pronto se aparecen los fantasmas

de mis propias palabras.

Un viejo diario basta, una memoria obtusa,

un muchacho que dice que dije y ya no digo,

y escritos ectoplasmas se levantan 

de las cajas sepultas, como parientes jóvenes

que murieron de súbito, y aún no se percatan.

No van al cielo nunca las palabras.

Se quedan en la casa resignadas

a la conjuración, paseando sus ecos,

arrastrando de noche la memoria espectral de lo no dicho. 

No se mueren del todo las palabras.

Conservan para siempre la mortaja raída

entre las sílabas, cierto aire gaseoso

y un rumor insistente de alma en pena.

Nunca descansa en paz lo que se ha dicho.

Resecada la letra, revuelta calavera

el cráneo de la hermosa que fue tema,

las palabras insisten en besarla.

No hay cruz, no hay luz, no hay voz,

no hay tinta de borrar que las aplaque.

Como amantes o erinas nos persiguen,

más allá de la tumba, las palabras.

 

 

 

 

 

TIEMPO DE BOLERO

 

 

Reflejado en la luna menguante del ropero

mi padre canta a dúo con mi padre.

Esos viejos boleros me lo dijeron todo.

¡Qué terrible es el tiempo!

Sus recios entorchados no perdonan.

 

Mi padre canta a dúo con mi padre

y al fondo de la casa lo acompañan

con sonido de trastes.

Pedro Flores, don Felo, Rafael…

he ahí nuestros filósofos.

 

Es este el mediodía:  la luz mana del radio

y el mundo en el arpegio de los tríos

resulta más vivible.

Almorzamos las tiernas habichuelas

de mil novecientos cincuenta y ocho.

 

Mi padre canta a dúo con mi padre

y madre plancha a ritmo 3 x 4

el rígido almidón.  La vida

mientras tanto se diluye

en disonancias blandas.

 

En la luna menguada del espejo

mi padre canta a dúo con mi padre.

¡Qué terrible es la música del tiempo!

Sus compases se viven

solamente una vez.

 

 

 

SOBRE LAS VENTAJAS DE HACER EL AMOR

EN UNA PLAYA DE LA COSTA NORTE

 

 

Hacer el amor muy de verano en una playa del Atlántico

tiene sus contras y sus pros.

La arena raspa como papel de lija,

pero la noche, si es de noche, es bella aún

y auxilia con su manto a los amantes.

Siempre se corre el riesgo de que un guardia nos sorprenda.

En ese caso, como dije, pues se corre.

La arena también es delatora,

impregna los zapatos, se mete en los bolsillos,

en los ruedos, en las uñas, unta el pelo,

es algo así como un atisbo de conciencia;

ah, pero el amparo de los vientos circulares

retrasa sabiamente los abismos.

Si sube la marea, puede que nos mojemos las fisuras;

pero qué importa eso, si al final

tienes el agua del océano para lavarte a tu sabor.

Voraces, bien formados escuadrones de mosquitos

nos clavarán con saña sus ponzoñas;

pero al tenderte aquí, bajo mis sueños,

en la playa nocturna y desolada,

se te hundirán estrellas en los ojos.

Pondera estas palabras.

 

 

Playa Poza de las mujeres, en Manatí (Puerto Rico)

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