MUESTRA POÉTICA DE JESÚS HILARIO TUNDIDOR, POETA MAYOR DEL VIEJO REINO DE CASTILLA

 

 

Retrato de Tundidor, de Miguel Elías

 

 

Crear en Salamanca desea reconocer la trayectoria poética de Jesús Hilario Tundidor (Zamora, 1935), quien cuenta con una extensa obra lírica por la que le han concedido importantes reconocimientos, como el «Premio Adonais», el «Alonso González de Lama», el «San Juan de la Cruz», el Premio «Academia Castellano Leonesa de la Poesía», el «León Felipe» o el Premio Castilla y León de las Letras, entre otros. De capital importancia para su obra podemos citar, además de su ciudad natal y las tierras castellanas, las luminosas ciudades andaluzas y el Levante español. Recogida en dos volúmenes con entidad propia cada uno, Borracho en los Propileos y Repaso de un tiempo inmóvil, la poesía de Tundidor, estructurada y unificada en redacción definitiva, ha sido publicada por Calumbur bajo el título unitario de Un único día. En 2014 Cuadernos del Laberinto publicó bajo el título ‘La fertilidad de los vocablos’ una antología de sus poemas más representativos traducidos a seis idiomas: francés, inglés, italiano, neerlandés, portugués y rumano. Esta selección de poemas ha sido realizada por A. P. Alencart.

 

Cada lector elige al poeta que más le impacta o conmueve.

En el caso de la poesía española de todos los tiempos,

uno de los autores que más admiro y releo

es Jesús Hilario Tundidor.

A.P. ALENCART

B.

 

Tundidor y el poeta portugués António Salvado (Salamanca, 2004. Foto de Jacqueline Alencar)

 

 

LA TIERRA QUE MAS AMO

 

 

Esta tierra inmortal, tierra del vino,

tierra del pan, tierra de Campos sola,

otero arriba el mar, la mar, la ola

del cielo azul inmenso sobre el pino.

 

Otro sueño aún mayor te lleva el sino

y donde el trigo es oro es desconsola-

ción la muerte y es doncella la amapola

enamorada por el sol y el trino.

 

Barcos de luz y pérgolas de azada

navegan el levante de la aurora

tan silenciosamente acompañada.

 

Y Antonio y Juan de Yepes y Teresa

bajan de Dios y escriben en la prora

el verso blanco de la luz ilesa.

 

 

Jacqueline Alencar, Tundidor, Chari Silva y alencart, en Valladolid

 

DESDE LAS ÚRSULAS

 

 

A Jacqueline Alencar

 

 

CON un amor que nunca

he besado en los pechos, ni besaré, recorro

Salamanca. Blanca, blanca, blanca

es la tarde blanca, ligeramente

tiempo la piedra, conocimiento, ¿eternidad

el hombre? Voy escuchando

signos, palabras

megalíticas: no sonidos, no muerte, resonancia

que ha sido acontecer, que allá

por Clerecía augura y yace y posa

y callejea. Topo

con Dios junto a un zaguán

y conchas. Dios está atado y es mendigo, pasa

sobre la brisa la memoria

de Gredos, la cumbre, el águila, Unamuno

agonizando en nieve pura, sueño

de su verdad. Poco después, ya bronce

en enseñanza, hénoslo aquí, corvo

de duda en duda, de muerte en muerte suya

y enquistada.

Y otra vez en las Úrsulas

que es plaza de memoria, esquina

de intimidad: ¡Pobre

semilla! digo como quien habla a la ternura, al aire

que la transporta, pienso

en ovarios, en úteros, en creación

y en alas. Y España, que ha arrimado

su hombro, su carne pura de mujer decente,

se sonríe y con Dios. Y que así sea.

 

Jesús Hilario Tundidor en el Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca (Foto de José Amador Martín)

 

 

CREACIÓN

 

Toda la cercanía: esta sorpresa

de la semántica, ese tejido de las palabras

con que se dan al mundo, reposa ahí, bajo tu mano.

¡Cómo sientes la vibración, el estremecimiento

de la fábula! ¡Y que los nombres sean, y

que los nombres hagan maternidades, limiten

vida…! Labor del signo,

no hay silencio, aun lo callado vive,

como en la fruta así se continúa

el conocer, desde

sí mismo hasta sí mismo, todo

en la recolección que hace el lenguaje

por la yesca del cántico:

poesía esencial,

única, viva, derramada

desde el ser a las cosas, de las cosas

al ser, convertida en pasión, oh, prometida.

 

 

Los poetas Juan Cameron, Jesús Hilario Tundidor y José Ben-Kotel

 

 

 

LA VOZ

 

Viene

del aire, de la luz, del día.

Pero no hay nada en cada sueño. Sólo

una arena, una arena allá en el fondo tiembla.

 

Casi una playa,

levemente una playa,

dulcemente una playa donde reposa y muere.

Ella

llega del día,

del abedul, del álamo, del chopo.

Pero no hay nada en la esperanza,

apenas un esfuerzo, una cruz última,

un último sonido de pájaro en la niebla.

Y se derrumba allí, por sortilegio de la tarde, cesa.

 

Viene

de la piedra o el agua.

Y nadie siente su humedad, su enorme

dimensión. Trae cintas, hojas, hierbas, plantas

olorosas, Nadie la escucha, llega y sucede.

 

Sucede entonces, cuando

se hace lenguaje el corazón y canta.

Alfredo Pérez Alencart, Jesús Hilario Tundidor y Antonio Colinas (foto de Luis Monzón, salamanca, 1998)

 

                  

AZUL DORMIDO UN PÁJARO TU CUERPO

 

 

Te estoy amando y toda

la noche es un lamento de botellas

gastadas. Tiembla el aire. Nuestra sangre

que el alcohol estremece

sueña un sueño conjunto

de ciudades vacías y parques rotos

donde cogidos de la mano y desnudos,

puros como la luna, los dos yacemos

(¿escondidos de quién?) bajo

la última raíz humedecida

en los nenúfares rosas de la postergación.

 

Jamás habrá esperanza. Y cuando

el cauce de la aurora

dé humo a los días, este recuerdo

efímero de Montparnasse o Creta

o el viejo barrio berlinés o la suave

ladera del Fujiyama o Salónica (¿no era

París la vida?) será sólo

la reducción a un único lugar: tu piel,

el mundo, porque en el viento del amor no hay túneles

sino espacios y muerte donde puede caer

para siempre el deseo.

 

Azul dormido un pájaro,

después de la aventura, es tu cuerpo

y es el silencio un frío

interminable,

sin ojos, en el cual no está Dios. Entre

los sotos del alcohol la canción

pasa y la sombra, lenta, de la memoria

inmóvil vuela

por todo el interior de nuestros sueños, sin cacería, en tanto

que la nieve reposa sobre el monte

y un último viaje de niebla queda escrito.

 

 

Antología de Tundidor, con pórtico, selección y notas de Alencart. Retrato de Miguel Elías (Salamanca, 2003)

 

 

RETIRADA

 

 

TODOS

somos un viejo ejército,

un achacoso ejército vencido,

un ejército triste sin banderas ni nombre.

Somos

la trágica milicia destrozada

del tiempo, el deshonor, la sombra

que se queda prendida sobre el agua.

…Y avanzamos así, como en un valle

las huestes derrotadas entre el polvo

y el humo de la lid en el desastre, la ceniza

misericordia, el bastión roto, el ala

rota, sin esfuerzo ni pluma.

Somos el mar bajo la noche, triste

y desamparado, hierba que se pudre

sin sol, sin lluvia, en nieve

que pudo ser eterna.

 

Todos

sin mando ya, sin grito,

sin posible victoria, desertores.

 

Somos

el trago amargo y último de un vino fermentado,

ejército de huesos y polilla

y carcoma en la piel despedazada,

ejército harapiento

que no siente el brillar de las estrellas,

perdido, acobardado, solo,

amargo, roto, errante,

¡hasta el hambre y la sed y la rapiña

se nos han muerto bajo nuestra mano!

Carnaza oliente, árido despojo

de la ruina y la muerte, águilas viejas

que en masa, en bando, en pelotón

se caen sin vuelo ya sobre las rocas.

…Y avanzamos así, sin voz ni patria,

sólo sintiendo los latidos del pulso compañero,

la asegurada muerte del herido,

oliendo a pus hasta en los corazones,

errabundos mortales, muertos sin tierra húmeda

de esperanzas. Los pueblos

tiemblan con nuestra peste sobre el hombro.

 

…Y avanzamos

por los caminos de la tierra, en paz

ahogada, estiércol de palabras, ni

un solo canto puede acompañarnos,

ni una promesa o un esperar tardío,

por los caminos de la tierra, en paz.

Nada

puede sacarnos limpia la mirada,

restregar la metralla de los párpados,

hacernos ver el trigo y las colinas.

 

…Y avanzamos

en paz, con miedo, con

un helado miedo sobre

la grave penitencia de la vida.

Tundidor el día de su homenaje salmantino (2004. Foto de Jacqueline Alencar)

 

AL CORAZÓN

 

 

MIRAD,

lo pongo sobre mi mano: oídlo,

justifica

una vida. Dentro

de su volumen cabe

la desesperación y la esperanza,

los ríos en tiniebla y la clara

posesión de la luz.

Si lo tuviera

unos instantes más me quemaría

su peso, su ternura, su profundo

misterio. Jamás frente a mis ojos

a tal extensión tuve:

aquí el presentimiento, allá las sombras,

en largo cauce el júbilo, la dicha

mortal y repasada, y ocupando

su contorno o distancia el agua siempre

ávida de entregarse,

el buen amor que nunca

termina concedido.

Honda fue su verdad y es su ceniza.

Bajo

su sencillez de forma,

en el ámbito

luminoso de su noche

reposa,

de principio y concluye,

el triste sueño humano.

 

Alencart, Tundidor y Miguel Elías, en Zamora (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

EROS EN LA BARANDA

 

En la playa

 

Mércase, entrégase: es la ofrenda del cuerpo, un junco

junto al mar, un anillo. Llena la playa

de gorriones, dunas de gaviotas, almejas, la barandilla tiene

un temblor: sin despedidas pasan

las burbujas inéditas del sexo

por la sal capricornia. Huye el sol, huye

la ola, el camposanto de todos los instantes

que no te poseí.

Y…

Nítida

construcción del sentido: gateando

los muslos está el cielo

como hacia el mediodía la arboleda. Está el cielo,

bajando costanillas, chupando

miel… Las cúpulas del agua, las losas de los vientres.

Contemplar desde el falo

la candidez del día, su blancura, su posesión

y a lo lejos navíos nada más, un silencio.

 

Toda la grava submarina cede

sus almidones, gestos de honda profanación, avispas, cínifes.

¡No mires ya la arena, su callado

calor pues que allí late

el respirar purísimo del ébano, sus nudos, su desnudez!

 

Ofrécese, entrégase: la recepción del cuerpo,

un junco junto al mar, un anillo.

Jesús Hilario Tundidor durante su homenaje salmantino (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

CALLADO

 

 

Yo no sé si el tiempo importa o no importa en el hombre

cuando se trata de encontrar el sentido de la verdad

y la belleza. No sé si las ideologías son derrota o victoria

desde el desorientado corazón del muchacho.

Si son pájaros o junglas o quimeras o ríos.

Pero yo reconozco el poderoso estío de la bondad humana

que desvanece nubes y origina senderos

y crea la curvatura de la luz espaciosa sobre la planicie.

Así esta pasión de Extremadura sajada

de un cierto roquedal antiguo junto al Tajo,

nos sorprende, parecida a visillos

que al otro lado de la cristalería,

en la incineración de la luz, inauguran la tarde.

¿Su corazón no tiene un bosque de encinas

que creció en el espíritu y sobre el que planea, lentamente,

plácidamente, el águila fiel de la sabiduría en el verso?

¿O el callado decir de la palabra justa que abre

otro punto sur más allá del silencio

y del significado?

 

Por esto hoy,

(a esta hora en que el tercer concierto

de Brandenburgo ahonda,

igual que un verso en lumbre de San Juan de la Cruz, en el alma

y extiende en el redil del aire el fuego sonoro

de sus violines, y el sol de enero azul y frío y rojo

y púdico derrumba la arquitectura unánime

de un sueño violeta)

yo escribo estas palabras

como quien mira dónde, como quien nunca olvida,

como quien de repente esperando la noche

ha oído en la belleza armónica

e intocable de un allegro el nombre

de Santiago Castelo. Y la tarde

se hace amistad y dura.

 

 

Tundidor con los poetas Quintanilla Buey, Merlino, Martín, Alencart, Sagüillo, Hernández, Cilloniz y Häsler 

en Salamanca , 2004

 

LOA DEL CUERPO

 

                             

                                 A la vida

                                       

   Has retornado muda, clavas

tu pico en mi tórax, hundes

tu cabeza más allá de mis órganos,

de mis vísceras, apaciguando esta

ráfaga herida

de astros, su vehemencia

                      amorosa… Sola

sed escarchada sobre hierba verde.

                                     

    Silenciosamente, desnuda

como tu voz desnuda. Reposando

en el tiempo. Llena de albor

y gracia. No podías salvarte,

no podemos.

                     Mas no hubo

memoria, no estaban

los grandes pastos en la noche                                                            

de la perplejidad. Ni el viento cálido

de la lujuria que nunca

se perdía.

                     Sólo

tú, habitándote, buscándote,

regresando al origen.

           Tan así

                   el día, compañera:

dócil dulzura: vida, inaudita

verdad de cada cuerpo.

 

Tundidor, Ben-Kotel y Salvado en Salamanca (foto de José Manuel Ubé)

 

 

PERSONA MAYOR

 

 

  Creció el verde del mar,

lo esmeralda del pino, la oscura

valentía

del cielo entrenublado,

                           el hombre y su saludo

matinal y dispuesto:

No hubo nada.

 

   Se inauguró el saludo, se espesó

el saludo, fue creciendo

el saludo por fábricas, hoteles,

discotecas y ramblas y mercados:

No hubo nada.

 

  Se hizo la alegre hora

del pequeño jornal y el agua abierta

y la callada hora del regreso:

No hubo nada.

 

   Y la hora del sueño

despierto, con burbujas y café

sobre la escolopendra

del aburrimiento…

 

                              Se hizo el hecho

de cada instante, inútil,

prosopopéyico,

absurdamente fiel y repetido.

Y no hubo nada.

 

   Y el domingo y el sábado y el lunes

y el abril y el agosto

se hicieron:

                   Y no hubo nada, no hubo

causadamente nada

que contar importante.

 

Pero ya estaba todo concluido.

 

 

Tundidor y Alencart (2004. Foto de Jacqueline Alencar)

Artículo de Alencart sobre Tundidor (El Norte de Castilla)

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