MASSIMO MORASSO: LO PROBABLE ES MÁS INTERESANTE QUE LA VERDAD. ENTREVISTA DE JOSÉ PULIDO

 

 

1 El poeta italiano Massimo Morasso

El poeta italiano Massimo Morasso

 

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar esta entrevista realizada por nuestro colaborador José Pulido al poeta italiano Massimo Morasso (Génova, 1964). Germanista de formación, poeta, ensayista, narrador, traductor, crítico literario y de arte. En 1998, editó la reedición del «Suplemento Literario del Mar», la hoja italiana de Ezra Pound. En 2001 escribió la «Carta por la Tierra y para el hombre», un documento de ética ambiental que declinó en una tesis que también fue firmada por seis ganadores del Premio Nobel de Literatura y siete Premios Pulitzer de Poesía. Ha colaborado en muchas revistas, literarias y  dirige una. Ha sido traducido a varios idiomas; está presente en los catálogos de editores como Jaca Book, Marietti, Nutrimenti, Raffaelli, Moretti & Vitali, Passigli. Entre otras cosas, publicó el ciclo poético de El portavoz (1995-2006), dos libros apócrifos perfilando a la actriz Vivien Leigh y una monografía sobre Cristina Campo. Sus últimos libros son Il mondo senzaBenjamin (Moretti & Vitali, 2014), L’opera in rosso (Passigli, 2016 – Prata e GozzanoAwards 2017), Fantasmata (Lamantica, 2017) y Rilke feat Michelangelo (CartaCanta, 2017 – Premio Catullo 2018).

 

 

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MASSIMO MORASSO: LO PROBABLE

ES MÁS INTERESANTE  QUE LA VERDAD

 

El asunto comenzó así: leí unos poemas motivados por un ser fulgurante y martirizado conocido como Vivien Leigh y me sentí completamente aturdido a medida que profundizaba en aquellos versos. El autor: Massimo Morasso, uno de los poetas italianos más reconocidos de la actualidad. Es de Génova y vive en Génova. Asaetado por su poesía decidí leer toda la escritura suya que pude encontrar. Había iniciado la respetable lecturadesde la cosa aparentemente popular representada en Vivien Leigh. Popular es un decir: en cada tramo de esa existencia femenina se manifiesta la perfecta pasión que emanaba de William Shakespeare.

 

Fue necesario ver de nuevo Lo que el viento se llevó y algunos otros filmes donde ella actuó. Luego pasé la resaca, bebiendo de algunas fuentes que han calmado la sed del poeta genovés: páginas de Kierkegaard por aquí, unos poemas de Ernst Meister por allá, y terminé zambullido en  “¿Quién, pues, si yo gritara, me oiría entre las jerarquías de los ángeles?”. Y luego comprendí que este poeta de poderoso y silencioso intelecto, nacido en 1964, no le había prestado su musa a Vivien gratuitamente: solo estaba aplicándose una especie de exorcismo para reparar los efectos de sus fantasmas juveniles. Pero qué poemas. Lamenté que Vivien no los hubiese leído. Morasso escribió esos versos como si rezara por ella y por todo lo que el viento del siglo pasado se llevó:

 

 LA POESIA DE VIVIEN LEIGH 

Es un agua quieta

en la memoria de los árboles

una tarde de verano en el ’64.

Una cigüeña de oro en el cielo

pasa por encima de Tickerage y las cañas.

Miren: esa es una casa,

y esa es una mujer de alma en pena.

 

Hacia la tarde, la lluvia comenzó a espesarse en el borde del estanque, y en las cañas, la sombra de los alisos cayó sobre la extraña voz desnuda de la alondra, la nada del paisaje entre las rocas extendidas como cabras, contra el viento. Los campesinos se ganaron un refugio, unas pocas mujeres aparecieron en la ventana, en las laderas fangosas y debajo de la madera se podían escuchar las hojas temblando como mil escarabajos laborando, y adentro, en medio del ardor de las luces y de la chimenea estaba yo escribiendo con seriedad todos los nombres: helechos y espinos, el último ganso salvaje, los tres niños con el paraguas rosa. 

Cuando Massimo Morasso nació, Vivien Leigh estaba filmando su última película y sufría hasta lo indecible. Muchos años después, Morasso convertiría en poesía esa entidad, ese pronombre espiritual. Vivien era bipolar, la sometían a electroshock. Electricidad para su bella y cultísima cabeza. La tuberculosis habitó en ella dos veces y se quedó ahí, mermando su vida y su talento que ahora forman parte de la mitología del arte escénico. Ya no resistía más, entre la tuberculosis y la desesperación su existencia se agotaba. Pero Vivien quería seguir. Un médico le dijo “Debe usted reposar, descansar” y quizá sus ojos se apagaban un poco mientras el galeno repetía “debe usted descansar…”. Ella solo respondió, quizá apagándose sus grandes ojos azules:

-No, no lo haré. Plantaré narcisos…

 

 

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EL ENCUENTRO CON MORASSO

 

En una enorme sala de reuniones del Palazzo San Giorgio, de Génova, un público de lectores muy especiales llenaba las sillas. En una pantalla se turnaban los rostros de Ernest Hemingway, Herman Melville y Walt Whitman. Estaba a punto de inaugurarse el evento denominado Los días de Hemingway, en su segunda edición.

 

Esta actividad comenzó en 2018 por iniciativa de la narradora Bárbara Garassino y el poeta Massimo Morasso. Este año aprovecharon para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Melville y Whitman. El poeta Massimo Morasso se hallaba en un rincón del lugar conversando con algunos invitados. Luego tendría una intervención precisa, corta, eficiente. Cuando su rostro apareció en la pantalla lo aplaudieron. A lo mejor se sonrojó un poco. No parece muy acostumbrado al halago ni al aplausoaunque sus libros gozan del reconocimiento de un amplio público. Él posee muy buenos lectores en varios continentes.

 

He ahí un poeta de la Liguria, un poeta genovés, que sin embargo es una voz universal por la amplitud de su tono, por el conocimiento que abarca y porque su poesía es capaz de conmover en cualquier latitud.

 

La poesía tiene existencia verdadera en Massimo Morasso. En él nada es un eco: es una voz  con todos sus sonidos de alma a orillas de mar, que es como decir “a punto de partir o a un tris de llegar”; alma de hombre que entiende el pasado y el presente, que descifra la huella de lo espiritual en las piedras, en las nubes, en los muertos y en la vida, que finalmente no es otra cosa que una resurrección de recuerdos.

 

El pensamiento es el diálogo del alma consigo misma, dijo Platón. El pensamiento es un enfermedad sagrada dijo Heráclito. El pensamiento y el sentimiento devienen en poesía fuerte y serena cuando se juntan en el carisma de MassimoMorasso.

 

Se puede constatar leyendo estos otros versos suyos:

 

“Hay nueve maneras de mirar una ventana,
o incluso diez si mirándola están los muertos.
con su mirada inmaterial
que ve al mundo entero en forma de alma”4

 

 

-Tu poesía eres tú ¿Cuándo comenzaste a detallarte, a analizarte, a sentirte que escribías y vivías poesía? ¿Qué marcó en tu infancia el destino poético?

 

-Desde muy temprana edad fui un lector bulímico. No sé por qué. Tampoco me interesa saberlo. Soy uno de esos seres afortunados que tuvieron una infancia feliz, en un contexto familiar substancialmente sereno. De niño, sufrí de asma durante mucho tiempo, y este es el único trauma psicofísico que sé que he sufrido. Mis padres no me «inculcaron» el sentido del valor de la vida contemplativa más de lo que enfatizaron el de una vida activa. Y sin embargo, en un corto período, me encontré feliz con un libro en las manos, o frente a una hoja en blanco con un bolígrafo en la mano, en lugar de estar en compañía de mis amiguitos, perdidos en juegos y charlas. Amigos que también tuve, y frecuentaba con discreta asiduidad.

 

Ya en la escuela elemental (la «primaria» como se llama ahora), durante unos meses, con la ayuda de mi padre, imprimí un conjunto de páginas imaginando que  eran una «revista». En su interior había historias y dibujos que ofrecí a mis compañeros para leer. Recuerdo que alrededor de mis diez años había devorado una gran parte de Salgari y todo Twain. Lleno de lecturas como estaba, como es bastante obvio, escribí muy bien, en comparación con mis compañeros, y tenía además una imaginación desenfrenada. Sea como sea, estaba convencido en la escuela secundaria de que mi futuro sería ser un escritor (naturalmente) famoso.

 

(Desplegaba el libro de Emilio Salgari y miraba el mar. Leía y pensaba. Sentía el oleaje soplando su cara. Seveía navegando.“A las diez de la mañana desapareció en el horizonte la isla de Mompracem, pero el mar continuaba desierto. Ni un penacho de humo que indicara la presencia de un vapor, ni un punto blanco que señalara la cercanía de un velero”)

 

Escribí mi primer poema cuando estaba, puedo decir,en el primer o segundo año de la secundaria: era un poema sobre un árbol, se llamaba El árbol herido y, según recuerdo, comenzó con los versos no memorables: «El árbol herido /Se dobla en la ciudad / quien reclamó su muerte / por la vida de nadie». Desde entonces, nunca dejé de escribir en verso, aunque,desde siempre, escribo poco, solo ocasionalmente, y tengo largos períodos de sequía creativa. ¡La Musa es femenina y caprichosa, y hay veces que no quiere saber de mí! Volviendo a la convicción de mi pubertad, debo decir que en los años de formación académica me di cuenta de que ser famoso cuenta poco y que es mucho más importante cultivar el talento con honestidad, hasta el nivel de la idea quees bueno tener de nosotros mismos.

 

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Massimo Morasso

  

 

-Tu poesía es la palabra como puente entre la realidad y el sentir, los caminos que recorres con la palabra, los caminos que conoces y los que desconoces ¿Qué quieres salvar con la palabra poética? ¿qué es lo que te importa más al escribir un poema? ¿qué te produce miedo en la ciudad?

 

-La poesía no salva al mundo. De hecho, no salva nada ni a nadie: ni las cosas de las que habla, ni a quien las escribió. Si alguien puede salvar algo, o a alguien, en un sentido esencial, ese alguien es solo Dios. Sin embargo, cuando los seres humanos nos concentramos poéticamente en un punto profundo de nuestra conciencia, mientras estamos desposeídos de nosotros mismos, esperando la aparición de la palabra correcta, tenemos la impresión de estar en la búsqueda de un pinza espiritual con cualidades salvadoras.

 

Esta impresión es una ilusión, desde luego, desde el punto de vista de la razón y el sentido común. Pero las ilusiones son la sal de la vida, y las buenas pueden darnos la salud de la mente. Dejando a un lado los Salmos, la poesía, cada vez que la leo, vuelve sobre todo para hacerme sentir la emoción de la presencia activa de un puente ideal entre «palabra» y «salvación»; es aquella que escribió en limine mortisel formidable poeta húngaro Miklós Radnóti; pero tengo dudas, en cualquier caso, de que la salvación esté en juego incluso en los conmovedores versos de Radnóti y otros poetas que, como él, se han movido entre los límites de la ficción literaria…y el testimonio es una salvación muy, pero muy relativa: la fugaz salvación de la memoria humana, que sueña con resistir fructíferamente a la anulación del ser.

 

Si digo, como lo hice hace poco, que la poesía no salva al mundo, digo una cosa verdadera. Pero, afortunadamente, la verdad es sólo una cara de la realidad. No es suficiente, eso no es todo. Lo probable es mucho más interesante que la verdad. Y creo que esta es mi anomalía, quiero decir: la anomalía de pensar, o más bien de sentir-pensar, que lo probable es más interesante que la verdad, (aunque, como es justo, busco siempre, en todo caso, con todas mis fuerzas, decir la verdad) eso me hace ser realmente, lo que se llama un «poeta». Antes y más allá de los versos que escribo, o de aquello que no escribo.

 

Cuando entro en una intención poética, me encuentro persiguiendo el fantasma de una forma. La poesía, para mí, sea lo que sea, es primero que todo y sobre todo forma. Una forma para «delinear» con sabiduría artesanal, tomando el reservorio ancestral,la elaboración del lenguaje. Lo que quiero decir, como un buen occidental que conoce la insuficiencia y la mentira de las palabras, pero que tiene el mismo aspecto con respecto a la tradición, como un medio de naturaleza espiritual y como un vehículo de transformación interior.

 

(Morasso mencionó a MiklósRadnóti. El último poema de Radnòtise halló en un pedazo de papel que escondía en el bolsillo de su impermeable. Se refería al asesinato de un violinista, compañero de infortunio. Unos minutos después le tocaría morir al poeta. Eso ocurrió el mes de julio de 1944 en las montañas de Zagubica.

 

 

Me desplomé a su lado, el cuerpo se volvió,

ya rígido, como una cuerda rota.

Una bala en la parte posterior del cuello: tú también terminarás así.

Me susurré a mí mismo -él también se mantiene tranquilo.

Ahora de la muerte florece-

«Der springtnochauf» (él todavía se mueve) sonó sobre mí.

Y hubo barro mezclado con sangre coagulada en mi oído”.

 

 

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-Tu poesía es el país y la gente del país y el tiempo pasando y haciendo lo que ha hecho con el país y la gente del país ¿cómo vives y sientes tu país en estos tiempos?

 

-No creo que haya vivido en un tiempo más oscuro que este. Yo era un adolescente, en los llamados años «de plomo», entre los años 70 y los 80 del siglo pasado, y yo era un hombre joven en los años de la llegada al poder de Craxi, de Berlusconi y luego del berlusconismo. Es casi increíble, pero … si pienso en aquellos años que vivimos a principios del siglo XXI, y más particularmente en los últimos dos o tres, me encuentro, casi a pesar de mí mismo, lamentándolos, aquellos años, a pesar de su ferocidad, y ¡su descarada vulgaridad! No soy tan viejo como para lamentarlos simplemente porque corresponden a la edad de mis primeras experiencias felices. No. La cuestión es otra: es esta estúpida era de apostasíay el desajuste moral elegido para guiar los principios de un «pacto social» cada vez más chirriante, para refugiarme, por instinto, en otros escenarios de nuestra historia reciente. Que evidentemente es una historia que nunca deja de decaer.

 

-Hay gente siempre definiendo lo que es poesía y hasta apropiándose de la poesía, aunque es tan inatrapable ¿tienes una idea que te defina lo que es poesía?

 

-Hay tantas ideas de poesía que se han expuesto o que se mantienen en corrientes ocultas como poetas o comolos que se autodenominan poetas. Los cuales son notoriamente millones, porque escribir en verso no es tan difícil, y muchos caen en la tentación de verter pensamientos, palabras, opiniones y cualquier otra cosa que pase por sus mentes, en versos (es diferente escribir bien, por supuesto). Durante más de treinta años pensando sobre el «quid» de  la poesía poética, pasé por diferentes etapas de autoconciencia, a las que correspondían diversas ideas sobre la naturaleza del gesto y del hecho poético. 

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Habiendo pasado mis cincuenta años, creo que, a estas alturas, tengo una percepción muy clara del horizonte dentro del cual debería moverse la poesía, pero no tengo una idea preestablecida para definirla. Sin embargo, puedo decir algo sobre mi sentimiento personal de poesía. Puedo decir, por ejemplo, que en general no me gusta la poesía que apesta de intelectualismo, ni siquiera la que canta una serie indefinida de estados psíquicos de «hombres vacíos» dispersos en el laberinto de la existencia, y ni siquiera la que quiere ser pos-líricade una manera predeterminada.

 

No me gusta, sic et simpliciter, la mayoría de la poesía «contemporánea». Por muchas razones, logré convencerme de algo que sentí con naturalidad bendecida y ansiosa hace casi cuarenta años, cuando era menor y leía los románticos ingleses, los franceses malditos; Jiménez y Machado, Luzi y Ungaretti. Creo, es decir, que los poetas dignos de ese nombre son todos metafísicos. Lo que no dice mucho, soy muy consciente de ello, porque uno puede ser un metafísico practicando de muchas maneras, y en varios «niveles», no hace falta decirlo. En la poesía como en todas partes, lo que vale no es nunca «la cosa», o el resumen ideológico en el que se reconoce (a nosotros), sino la calidad de la cosa. Y, sin embargo, dicho esto, el hecho es que un poeta sin antenas metafísicas no es un poeta. Puede ser, a lo sumo, un escritor o un profesor que, al descartar versos, imita la poesía.

 

(Morasso aludió a Ungaretti y a los poetas malditos, y debido a esa circunstancia, caben muy bien aquí:

 

Ungaretti:

Distante en una tierra distante

como a un hombre ciego

ellos me han abandonado

 

 

Rimbaud:

Como a un ángel que afeitan, vivo siempre sentado,

empuñando algún vaso de profundas estrías)

 

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-Tu poesía es el mundo y todo lo que lo equivoca y lo determina, ¿qué piensas del mundo en este tiempo, de la humanidad en este tiempo?

 

-En un mundo como el nuestro, en el que las diferentes figuras del llamado «posthumano» se destacan cada vez más creíble / inexorablemente, no estoy del todo a gusto. No me gusta mi tiempo, y en los años que me quedan por vivir, me gustaría tratar de ser cada vez más anacrónico, que es la única manera, hoy en día, por lo que puedo ver, incluso de poder esperar elevar nuestra inteligencia a la altura de la crítica histórica. Como siempre, la humanidad está en desorden. Si en el último siglo se ha vuelto cada vez más dócil al servicio de la tecnología y de God Money, en este primer vistazo a lo nuevo, me parece que también está perdiendo la idea del límite. Lo que me parece muy peligroso. 

-¿Qué duele más hoy en día? ¿qué te conmueve más? ¿Ves algo apocalíptico o es solo una cuestión de que el ser humano supere sus ignorancias? Sus intereses…

 

-Hace unos años, concebí y edité un libro de múltiples manos centrado en el Apocalipsis de Juan. Las visiones «apocalípticas» siempre me han fascinado, y confieso que, para mí, no veo nada malo en la imaginación de los últimos tiempos. El hombre como él debe ser superado, y la hipótesis de que Dios, en su maravilloso e inescrutable diseño cósmico, interviene de una vez por todas para hacer un barrido limpio de su creación, me parece una cosa divinamente razonable. También porque no se dice que el fin de los tiempos sea un gran daño para nosotros, los humanos, desde el punto de vista espiritual. Tal vez, quién sabe, como pensó Gioacchino da Fiore, un teólogo del siglo XII dotado de una profunda visión teológica, más allá del Apocalipsis, habrá una era completamente espiritual, hasta el cumplimiento del Sábado eterno, entendida como una estación de la plenitud de la gracia dada.

 

Soy un hombre sensible, de niño incluso mórbidamente sensible, por lo que sufro de muchas cosas: por casi todo lo que veo y oigo a mi alrededor. Pero nunca me gustó el sufrimiento epidérmico, ya que ni siquiera me gusta el sufrimiento pseudo-ideológico: el falso sufrimiento que pretendemos sentir nosotros mismos, pero que no funciona en él, no nos excluye, no nos ayuda a desencapsularnos. De nuestro rígido egoísmo. Además de ser un hombre sensible, también soy un hombre curioso, presionado por la tensión hacia lo trascendente. 

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Me siento como un peregrino absoluto, y no hay una sola cosa en la tierra que me toque más que otra. Cuando era joven, comencé numerosas iniciativas de corte «ambiental». Me parece bastante claro que la defensa de los ecosistemas y del planeta en su conjunto es «el» tema políticamente central de esta era miserable, cada vez más miope y moribunda. Pero ahora tiendo a leer el problema del destino futuro cercano de nuestro globo terráqueo dentro de una «lógica» metahistórica. Quisiera que aquí se diera un nuevo pacto con Dios, un pacto recalibrado en el signo de una hipertrofia cósmica de amor en virtud de la cual, una vez más, los seres humanos se hicieron cargo de la chispa divina que está en ellos;tener conciencia de que la semilla de todo mal reside en la incapacidad de aceptar a los demás y al otro de uno mismo, del mundo y de todo lo que no es humano que contiene.

 

(Morasso mencionó a Gioacchino da Fiore, personaje a quien Dante Alighieri consideró «Dotado de Espíritu profético» en la Divina Comedia, Paraíso Canto XII. Por eso y mucho más, aquí se incorpora una pequeña muestra de su planteamiento:

 

«Las disposiciones de la Santa escritura nos muestran tres status del mundo. El primero en el cual estuvimos bajo la Ley; el segundo en el cual estamos bajo la Gracia; el tercero, que esperamos pronto, bajo una Gracia más amplia. El primer estado fue el del Conocimiento; el segundo el del poder de la Sabiduría; el tercero el de la plenitud de la Inteligencia. El primero el de la esclavitud servil, el segundo el de la servidumbre filial; el tercero el de la libertad. El primero estuvo puesto bajo la luz de las estrellas; el segundo bajo la luz de la aurora; el tercero en pleno día. «El primer status pertenece pues al Padre, el segundo al Hijo, y el tercero al Espíritu Santo»).

 

 

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Morasso

 

-¿Hacia dónde va tu poesía? 

 

-Realmente no sé a dónde va mi poesía. Por lo que puedo decir, creo que se está moviendo hacia un punto de no retorno: hacia el silencio. Donde quiera que vaya mi poesía, espero que vaya en direcciones siempre más escondidas dentro de mí: es que nos conocemos y pensamos como poetas. Ese hombre allí, el falso y más o menos sutilmente trombonésco, retórico, que no frecuenta (más) el desequilibrio de lodionisíaco, debe estar en silencio, en todo momento. Esta es una condición previa que expresé, porque, a mi edad, en lugar de silenciarla y devolverla al único diálogo vivo, con intención literaria, todavía puedo esforzarme para «arreglarlo» en el papel. La poesía, para mí, no es simplemente un «contenedor» de experiencias remediadas y vestidas en forma hermosa. Es, más bien, una especie de método (auto) cognitivo, y como todos los métodos (auto) cognitivos, incluido el amor, realmente es verdad cuando se experimenta y practica con intensidad, pasión y deseo infinito. La poesía puede ser un ancla de los sentidos, un lugar de resistencia, que presumiblemente se comparte con la muerte que se avecina, pero sigue siendo un tema secundario. La vida es «más grande» que la poesía: la contiene y la genera. Para mí, a diferencia de la mayoría, Él está interesado en «construir mi alma» y no en engatusar a nadie, ni siquiera a los críticos y posibles lectores, presentes y futuros, de los que francamente me importa poco. 

(Massimo Morasso ha sentenciado:  La vida es “más grande” que la poesía: la contiene y la genera. Entonces recordé otra vez sus poemas.

 

Hay un pez agonizante en las redes, drenan el estanque, Yorik está muerto y aquí todos los nombres todavía tienen que buscar su idioma. Mi destino es no callarNo soy el que está hablando, pero soy yo )  

Génova, 2019

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12 José Pulido en Génova (foto de Gabriela Pulido)

José Pulido en Génova (foto de Gabriela Pulido)

 

 

 

 

 

 

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