LUIS ROSALES: CERCEDILLA 1978. RECUERDO DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

 

Luis Rosales Camacho (1910-1992)

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar esta crónica-recuerdo escrita por nuestro colaborador habitual el poeta y ensayista Manuel Quiroga Clérigo.

 

 

 

 

 

LUIS ROSALES: CERCEDILLA 1978

 

Durante muchos años fui observando que, a veces, folletos de anuncios, programas de fiestas, periódicos de pequeñas localidades y folletos diversos encerraban algunos escritos, creaciones o poemas de interés además del cometido propio de la publicación. Ese es el caso del Programa de las Fiestas de la Natividad de Nuestra Señora (7 al 13 de septiembre de 1.978), denominado, sencillamente, CERCEDILLA 1978.

 

En este programa, que se abre con el saludo del entonces Alcalde, Enrique Espinosa Amboage, y se cierra con un anuncio del ya desaparecido, o absorbido, Banco Rural y Mediterráneo se encuentran temas de cierto interés para visitantes y vecinos de la localidad madrileña de Cercedilla, inserta en plena Sierra de Guadarrama, como es la celebración del VIII Festival de Arte y Cultura, celebrado entre los meses de agosto y septiembre, donde contaron con sugestivos actos dignos de ser mencionados como un concierto de guitarra a cargo de Demetrio Ballesteros, la lectura de poemas a cargo de la argentina Noemí Grumberg y de cuentos de Jorge Cela Trulock, la intervención de Luis Eduardo Aute y de la poeta o poetisa Gloria Fuertes; el cante flamenco estuvo representado con una conferencia del gaditano Fernando Quiñones y el jurista y escritor Fernando Vizcaíno Casas habló sobre un tema muy apropiado: “Los libros y yo”.

 

Otros contenidos del programa también fueron muy agradecidos por el personal, por ejemplo, una entrevista con el mencionado Alcalde sobre pasado, presente y futuro de la Villa; una relación de los apellidos, oficios y profesiones e historia de Cercedilla, etcétera, etcétera. Pero, como en otros programas similares, en este de 1978, venía una sorpresa tanto para los vecinos de la villa como para los amantes de la poesía. Y es que una gloriosa entrevista con el poeta Luis Rosales se acompaña de su poema titulado “Testamento”¨:

 

                                               Las noches de Cercedilla

                                               las llevo en mi soledad

                                               y son la última linde

                                               que yo quisiera mirar.

 

                                               Quisiera morir un día

                                               mirando este cielo, y dar

                                               mi cuerpo a esta tierra que

                                               me ha dado libertad.

 

                                               Quisiera morir un día

                                                y ser tierra que pisar,

                                                tierra en la tierra que sueño

                                                yo para siempre jamás.

 

 

 

Pero la primera sorpresa al respecto estaba justo en la página 7. Se trata de un poema, al parecer, inédito por entonces, del propio académico y poeta granadino Luis Rosales, titulado “Sobre el oficio de escribir”:

 

“Estoy en mi despacho

y al mirar la ventana el cristal disciplina mis ojos;

un cristal es igual que un amor,

cuando miras tras él todo se hace misterio.

 

Detrás de la ventana está la sierra,

es el marco del cuadro,

y en su jurisdicción

las distancias establecen sus límites, pero el límite está en ti

mismo, pues lo interior y lo exterior son solamente aspectos de

una misma frontera.

 

Aunque este pensamiento no es muy original quisiera registrarlo:

el paisaje lo han hecho las distancias.

A través del cristal contemplo La Peñota

-sus pinos pusilánimes y salteados,

su desamparo vegetal-

y aquí,

junto a la linde de la casa,

las hojas de los robles son pestañas en torno a un ojo que se ve,

su vaivén me distrae y hace imposible el pueblo

con sus tejados gateando durante todo el día para quedarse en

paz cuando llega la noche.

 

Todo vive en un orden en el cual la distancia es cercanía,

pero en fin lo que importa es llegar,

llegar a no sé dónde,

-esto no tiene duda-

pero las hojas son tan frágiles que no sabe cómo se llegaron hasta

el árbol;

viven en su alumnado y el viento que las mueve las alegra,

me recuerdan mi infancia,

aquellos ojos claros que tenían alumbrado de gas y me miraban

arropándome.

 

Ya el tiempo es como un foso;

detrás del tiempo están;

me gustaría saber en dónde alumbran”.

 

 

 

 

 

 

Esta costumbre de obsequiar a los veraneantes el programa de las fiestas o festejos se ha ido perdiendo, ahora los Ayuntamientos se limitan a imprimir una especie de panfleto que pegan en los lugares destinados a los anuncios y ofrecer una desmesurada oferta de conjuntos musicales, puestos de golosinas, mercadillo medieval y hasta encierros de vaquillas cabreadas para disfrute de la intelectualizada juventud. De poesía, nada.

 

Luis Rosales, Augusto Roa Bastos, Milda Rivarola, Alfredo P. Alencart y Jacqueline Alencar, durante un curso de verano en El Escorial

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