“INSPIRACIONES DE LUZ”, DE LA SALMANTINA MARY PAZ HERNÁNDEZ. RESEÑA DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

 

1 La poeta Mary Paz Hernández

 La poeta Mary Paz Hernández

Crear en Salamanca tiene a bien publicar la reseña escrita por el poeta y crítico madrileño Manuel Quiroga Clérigo, en torno al poemario de Mary Paz Hernández Sánchez (Salamanca, 1953). Hizo estudios de bachiller, tras los que realizó estudios de  secretariado. También cursó estudios de Ofimática de Gestión impartido por IBM. Posteriormente obtuvo Diploma de estudios de Enfermera Puericultora, y más tarde Certificado de Maestría en Reiki (método Usui). Desde 1981 hasta 2014 tuvo varios negocios, como autónoma, habiendo sido su último emprendimiento un Estanco, librería y papelería en El Escorial. Tiene publicado un libro de poemas, “Inspiraciones de la luz” (Editorial Creación, San Lorenzo del Escorial, 2010), participó en varios grupos, como en el grupo de Poesía del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y ha publicado en diversas revistas, como en ‘Oriflama’ y en ‘Papeles del Martes’, está última editada bajo el sello de la Diputación de Salamanca.

 

 

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MARY PAZ HERNÁNDEZ:

“MUJER DE SEDA, / FORMA DE CRISÁLIDA”

(Editorial Creación, San Lorenzo del Escorial, 2010, 78 págs).

 

Entra el sol del Cantábrico con cierto olor a iodo. De repente aparece en mi mesa revuelta un libro de poemas con mundos cotidianos, con recuerdos, amores, el amor, desamores, la existencia, la muerte, los caminos andados, los deseos soñados, la vida como meta, las infancias, futuros, el deseo impertérrito.

 

Es un ejemplar limpio de adverbios y hojarasca, con músicas del mundo donde existen la historia, la inspiración, la rutina. Su autora es Mary Paz Hernández, una poeta joven nacida en Salamanca en los años cercanos, o sea antes de ayer. Ella es elegante, casi una adolescente, poeta desde siempre, autónoma, tan libre, eficaz transmisora de sentimientos, cauces, siempre lejos de la desolación, encaramada a nubes de quieta transparencia…

 

Su poemario intrépido se titula, sin más, “Inspiraciones de la luz” y en el aparecen universos pletóricos, las historias del tiempo en que todo era hermoso, el momento feliz del halago y del beso, la sorpresa de ver a los demás alegres.”Hoy hueles a mar,-dice-/ a esa brisa de velero/que salpica la tez,/me circunda y embelesa”. La poeta perpetua, madre y tal vez amante innominada, acompaña sus versos de acuarelas preciosas, justo la que pintara María Eugenia Villalaín, esa artista grandiosa que sabe dibujar las delicias del verso y la poeta, entonces, agradece a su hija, Natalia Tejeda Hernández, su diseño del libro y el apoyo presente durante tantos años de poesía y sueños; Carlos Vázquez Molina le cedió gentilmente su “Retrato de anciana” y alrededor del mismo Mary Paz dejó unos cuánticos versos, magníficos, rotundos, que reflejan vivencias: “Escruta su mirada, un no sé qué,/queriendo adivinar algún futuro,/ya que los suyos los ha dejado,/sobre la mesa de los candiles./El pañuelo alrededor anuda,/y amordaza unos labios enjutos/ que han olvidado los tiernos besos…”

 

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Pintura de Luis Cabrera Hernández

 

 

Los periodistas cursis, los eficientes críticos, dicen de vez en cuando que algunos poetas son remilgados, tristes, anémicos, furiosos. Mary Paz sólo es una fémina altiva, la fugaz inventora del tiempo perdonado, la escritora apacible repleta de miradas, la música del mundo iluminando torres, esos nidos de pájaros donde crece el silencio. Leamos, por ejemplo, esos versos rotundos: “Hueles a mar,/a esa brisa de velero/que salpica sobre la tez,/me circunda y embelesa”. Y es ese mundo, casi del refranero, repleto de leyendas, acantilados, lagos, historias de gaviotas aún desconocidas, las tardes orientadas al amor que se olvida. Luego vuelven cascadas, voces tristes, misterios. Entonces la poeta analiza la tarde: “Entraré de puntillas en tu aposento/sin que notes apenas mi presencia,/y acercándome sigilosamente/posaré mi mano sobre la tuya”.

 

Cuando el sol fulgurante entra por la ventana y los barcos pesqueros han llegado del norte, la poesía vuelve con un color dorado. Mary Paz nos alerta con leyendas de mares: “Hoy hueles a mar,/a esa brisa de velero/que salpica sobre la tez,/me circunda y embelesa” Es la repetición de las vidas doradas, de paisajes inmensos rodeados de estrellas. Y, en medio de esa historia de planetas inmensos, el mundo se recicla. Viene a ser el misterio de ciertas madrugas. Tal vez influya, a veces, el espacio impaciente de las laderas vírgenes, de los momentos íntimos, de aquellas cercanías de “Nieves y cenizas”, como nos dice Hernández, donde los universos se convierten en lluvia o, tal vez, son sólo primavera.

 

 

4 Para Amelia, que sueña con paisajes metafísicos cuando merienda (Pintura de Luis cabrera Hernández)

Para Amelia, que sueña con paisajes metafísicos cuando merienda (Pintura de Luis cabrera Hernández)

Hay poemas inquietos, algunas veces vanos, terminantes, perfectos, en este libro exceso. Es el que se titula “Todo es efímero, todo es pasajero”, casi filosofía kantiana o algún minuto abierto a todos los futuros: “Somos pasajeros de un viaje en el tiempo”, o sea Marcel Proust en carne viva, los momentos futuros siendo parte de todo, ese “tiempo perdido” que nos sale al encuentro. Y después aparece el minuto perfecto, disfrazado de “Música sostenida en fino cáliz de papel” donde la escritora, poetisa o poeta, deambula tranquila por la sierra de Abantos, seguramente verde cuando todo es otoño, o descubre el valor de piedras milenarias con paisajes de sierra y esa sensación seguramente anómala, de compartir la vida y todos sus secretos.

 

Gracias a la inventora de los sueños magníficos, la que dice, de pronto “Como rosa de viento en los dedos ensalzada/y empujada por la suave brisa,/rueda por los desiertos de pergamino,/cubriéndolos con fina colcha de sementera”, las horas permanecen con su olor a lavanda, recreándose incluso con ese “Éter cósmico de estrellas” donde, posiblemente, el amor se hace eterno y la historia renace.

 

5 De cuando Merylin soñó hacer el Camino de Santiago desde Auvers (Pintura de Luis Cabrera Hernández)

 De cuando Merylin soñó hacer el Camino de Santiago desde Auvers (Pintura de Luis Cabrera Hernández)

 

Total que ese libro intrépido es una colección de vientos, de hermandades, de luz sofisticada, de espacios trasparentes, de suspiros eternos, rincones soleados. Ya nada nos sorprende, nada vive tan lejos. Y eso es, tan solo, obra de una mujer de hoy, constructora incansable de un mundo incalculable.

 

Y Mary Paz Hernández, alguna tarde, escribe los versos más hermosos, y alguien le da las gracias: “Que no se me escape la noche/dejando mi alma desolada…”. Que así sea, y para siempre, inspirada poeta de la luz. Mary Paz nos enseña que todo permanece, que hay una realidad que no pasa de largo, con tus noches de vida y sábanas de Holanda.

 

 

San Vicente de la Barquera,

8 de abril de 2017, otra primavera.

 

 

6 El poeta y crítico Manuel Quiroga Clérigo

El poeta y crítico Manuel Quiroga Clérigo

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