HOMBRE, LATIDO EN EL TIEMPO. SOBRE ‘LA METÁFORA DEL CORAZÓN’, DE JOSÉ PULIDO. PRÓLOGO DE CARLOS AGANZO

 

 

 

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José Pulido leyendo en el XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos

(Teatro Liceo. Foto de José Amador Martín)

 

Crear en Salamanca publica con especial agrado el prólogo que escribiera el destacado poeta Carlos Aganzo, como miembro del jurado del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, para el libro premiado de José Pulido Navas (Jaén, 1958). Poeta y periodista, actualmente responsable de la Unidad informativa de RTVE de Ávila. Como poeta ha publicado siete libros de poesía: “Donde se escribe el silencio” (1983), “Viejos Rituales” (1988), “La Ciudad y la Reina” (2000), “El Corazón Disperso” (2005), “Movimiento Circular” (2006), “Los Enigmas de la Esfinge” (2010) y “La Línea de la vida” (2014). Entre los diversos reconocimientos a su poesía, destacan los Premios Internacionales de Poesía Rafael Morales (2005) y San Juan de la Cruz (2013) y el Premio Nacional de Poesía Luis López Anglada (2009). Obra suya se encuentra incluida en buen número de antologías.

 

Fotografías de Jacqueline Alencar y José Amador Martín

 

 

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Portada del libro editado por la Diputación de Salamanca (Ilustración de Miguel Elías)

 

 

HOMBRE, LATIDO EN EL TIEMPO

 

 

 

Desde que publicó en el año 1983 ‘Donde se escribe el silencio’, en Talavera de la Reina, su primera tierra de adopción, la poesía de José Pulido no ha hecho otra cosa que crecer. Crecer y multiplicarse, como un pequeño universo en expansión. La huella de la historia y de los viejos rituales de la Ciudad de la Reina, sus enigmas más íntimos, marcaron poderosamente el modo de acercarse a la poesía de este jiennense inquieto, de mirada profunda y verso de largo recorrido, que después aprendió en Ávila a mirar aún un poco más allá. ‘Viejos rituales’, ‘La Ciudad y la Reina’ y ‘Movimiento Circular’ corresponden a esa primera etapa de indagación en los arcanos del ser humano, en sus principios culturales, en sus mitos y ritos fundacionales. Poesía del conocimiento pero sin olvidar nunca el vehículo de la comunicación, como corresponde además a un periodista de raza. El mismo año (2005) en el que se editó este último en Talavera de la Reina, apareció significativamente en Ávila ‘El corazón disperso’, publicado en la extraordinaria colección El Toro de Granito, dirigida por el poeta Jacinto Herrero. Su poesía, a partir de entonces, empezó a cobrar un vuelo, a situarse en una nueva dimensión en la que ha continuado hasta la fecha. ‘La línea de la vida’, con la que nuestro poeta ganó el Premio San Juan de la Cruz en 2013, se sitúa en la culminación de esta nueva vía.

 

Ahora, en ‘La metáfora del corazón’, el poeta parece encontrar su camino más personal en la superposición de ambos universos. Con estación de partida en ‘Fundación del calendario’, un poema que acompaña desde siempre la voz de José Pulido como música de fondo, la búsqueda de los indicios, los signos, las metáforas, las iluminaciones de siempre se muestran escondidos tras un sugeridor velo de misterio. Sobre el hombre pequeño que mira a la inmensidad del Universo y trata de traducirlo en un lenguaje mítico, cargado de semánticas nuevas y muy viejas, hay ahora la identidad precisa, la señal en el tiempo de un corazón que ya no está disperso, sino profundamente concentrado.

 

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José Pulido, Alfredo Pérez Alencart e Ingrid Valencia (Foto de Jacqueline Alencar)

 

En ‘La metáfora del corazón’, José Pulido convierte el latido del corazón de los hombres en un verdadero signo universal. Signo de la vida frente a la muerte. Signo de la música, del ritmo y de la armonía. Signo sobre todo del tiempo: de la belleza mortal del instante que sólo puede retenerse, de manera convencional, mediante la palabra poética. El presente que no existe sino en el eco del latido, es decir, en la memoria del hombre.»Es tan extenso un latido -escribe el poeta- que nadie volvió  más allá de sus límites para contarlo». Y añade enseguida: «Imposible contener  la herida de su fuga».

 

De una manera intensamente poética, el corazón se ha convertido en metáfora del tiempo. Y el tiempo a su vez en metáfora del corazón. La revelación de que en el mismo instante en que al hombre «le fue entregado el tiempo», «todo lo que aspiró a la vida recibió el salario de la muerte». Muerte que, por cierto, no es terminación del latido para el poeta, sino reintegración en ese ‘movimiento circular’ que es la existencia. 

 

Hay a veces extrañamiento, a veces sorpresa, a veces comprensión total en esta entrega a los mensajes profundos del latido. Hay instantes de amor intenso y fragmentos de vida cotidiana que conviven con absoluta naturalidad con la metafísica del poema. Porque el poeta sabe que «el mundo acaba en el borde familiar de los objetos». Y porque el poeta vuelve una y otra vez a esos pequeños iconos del día a día para redimirse. Al final de todos y cada uno de los poemas siempre la misma certeza: «la elegía es el único lenguaje sincero». Elegía al catálogo de evocación de experiencias propias. Pero también homenaje constante a las ajenas, desde Tom Sawyer y Marilyn Monroe hasta Jorge Manrique y el Nezahualcoyotl. Cualquier cosa con tal de reivindicar que el único propietario del instante es el poeta. «Lo estoy tocando hoy, pero es mañana», que decía Charlie Parker en su inconmensurable experiencia del latido.

 

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Pulido recibiendo su ‘Quijote de manos del pintor Miguel Elías

(Teatro Liceo. Foto de José Amador Martín)

 

Están también, en este libro extraordinario, como partes de un mismo todo, la fascinación por el oscuro poder de la luna y su «antigua memoria de obstinadas mareas», y una larga reivindicación de viejos ritos ancestrales, desde las Luminarias de San Bartolomé hasta la Noche de Difuntos o el Carnaval, siempre en pos de la adivinanza, el símbolo, el enigma o el simple juego burlón sobre la vida. Al cabo, una liturgia pagana y poética que no esconde la inclinación hacia el misterio mayor del latido. Al fin y al cabo, la constitución del poema, y del poeta, como signos de ese hombre que vive aparentemente en la rutina gris de los días comunes, pero que en cuanto regresa a casa, y se entrega a «la furiosa tarea del silencio», y se enfrenta al reto del propio latido de su corazón, abandona el territorio del presente para fundirse una vez más con su memoria. La memoria que le constituye. La propia del individuo y la compartida con la especie humana a través de la cultura. La que da sentido a su existencia.

 

Un trozo de vibración poética en el silencio concomitante del mundo.

 

 

CARLOS AGANZO

Valladolid, agosto 2016

 

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Álvaro Mata, José Pulido y su esposa Ana, y Carlos Aganzo (foto de Jacqueline Alencar)

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