‘FREUD Y LA LITERATURA’ Y ‘EL LECTOR DE GOETHE. ENSAYOS DE CARLOS GUSTAVO MOTTA

 

 

 

1 Sigmund Freud por Salvador Dalí

Sigmund Freud por Salvador Dalí

Crear en Salamanca publica con satisfacción estos dos ensayos escritor por Carlos Gustavo Motta (Buenos Aires, Argentina), psicoanalista y realizador cinematográfico, magíster en Psicología Clínica por la Universidad John F. Kennedy y doctor de la Universidad del Salvador. Es asimismo miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Argentina de Salud Mental. Preside la fundación Centro de Estudios Superiores en Psicoanálisis y Psiquiatría, e integra la World Foundation for Mental Health.

 

 

2 Carlos Motta por Santiago Azcuy

 

Motta por Santiago Azcuy

 

Si se piensa que el premio más prestigioso que obtuvo en vida Sigmund Freud fue el Goethe de literatura puede percibirse la importancia que ésta tuvo en su formación y en los elementos que le aportó a su creación. Para Carlos Gustavo Motta, el autor del libro Freud y la literatura que distribuye desde esta semana Editorial Paidós, “los historiales freudianos son verdaderas obras de literatura. No sólo transmiten los detalles de los signos y rasgos de una estructura psíquica sino que nos permiten aún hoy comprender las reacciones frente a la angustia”.

 

 

 

FREUD Y LA LITERATURA

 

Escribir sobre la relación que Sigmund Freud estableció con la literatura es recorrer los textos que lo influyeron en la creación del Psicoanálisis en tanto investigó una formalización clínica terapéutica en obras cuyas problemáticas son universales, permitiendo así una comprensión de su teoría para los legos.

 

Sus lecturas abarcaron desde las Tragedias de Sófocles y la poesía de Virgilio, los grandes personajes creados por Shakespeare, Swift, Milton, Spencer, George Eliot, Kipling, Kingsley, Haggard, Max Müller, Charles Dickens; como también las novelas francesas de Balzac, Flaubert, Zola, Maupassant, Rabelais, Molière, Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Pascal, Alexandre Dumas hijo y los grandes clásicos rusos: Dostoievski, Tolstoi y Merejkovski. También la tradición escandinava representada por Ibsen y la literatura alemana en boga durante el siglo XIX leída en autores como Kleist, Uhland, Grabbe, los hermanos Grimm y Goethe fueron objeto de su estudio y la referencia que a ellos hace es reconocible en su obra. No obstante, Goethe y Schiller encabezan la lista de los escritores más citados por el maestro vienés.

 

3 Freud por Oleg Shuplyak

Freud por Oleg Shuplyak

 

Freud hizo foco en las leyendas anónimas [Nibelungenlied] y en autores como Bürger, Christian Fürchtegott Gellert, Herder, Kortum, Lessing, Lichtenberg. También estuvieron en la mira de su avidez intelectual Fritz Reuter, Heinrich von Kleist, Grillparzer, el austrohúngaro Theodor Herlz –uno de los fundadores del sionismo– y novelistas como Gottfried Keller, Joseph Viktor von Scheffel y Arthur Schnitzler, entre otros. Aunque decidió ignorar a Marx y a Hegel, las lecturas atentas que hizo de Kant, Schelling, Hartmann, Brentano (padre de la fenomenología, que lo tuvo entre sus alumnos en las clases que dictara en Viena), Schopenhauer y Nietzsche son de fácil rastreo en sus investigaciones.

 

Asimismo –de acuerdo con esta argumentación inicial– se encuentran las obras que no cita directamente y que pueden inferirse a lo largo de sus escritos e intervenciones. En materia de influencias filosóficas, tuve en cuenta las que tenían la misma orientación utilizada para sus propias investigaciones.

 

Didier Anzieu afirma que la noción de inconsciente no resulta sorprendente para alguien educado en la cultura germánica. Las aproximaciones al concepto comenzaron con las percepciones confusas de Leibniz, luego se desarrollarían con Herbart y Schopenhauer, para culminar con la lectura de Eduard von Hartmann, quien había escrito Das Unbewusste [Lo inconsciente], libro conocido en 1870 y traducido a todas las lenguas europeas. Freud además se encontraba interesado por la obra de Wilhelm Jerusalem, Urteilsfunktion [La función del juicio], según expresaba en una carta a Fliess del 25 de mayo de 1895. He aquí algunos ejemplos que indicarían ya entonces la existencia de la palabra “inconsciente” en obras de autores germanos, pero de ninguna manera con el significado que Freud le otorgaría a partir de su investigación y de la aplicación del método de la asociación libre en la dirección de un tratamiento clínico psicoanalítico.

Ser un lector. ¿Acaso no es el propio Freud quien lo dice?

 

Mi padre se divirtió cierta vez, dejándonos a mí y a la mayor de mis hermanas un libro con láminas de colores (descripción de un viaje a Persia) para que lo destrozáramos. Pedagógicamente fue algo apenas justificable. Yo tenía entonces cinco años y mi hermana, menos de tres; la imagen que tengo de nosotros, niños, deshojando dichosos ese libro (hoja por hoja, como un alcaucil, no puedo menos que decir) es casi la única que me ha quedado como recuerdo plástico de esa época de mi vida. Después, siendo estudiante, se desarrolló en mí una predilección franca por coleccionar y poseer libros (que, análogamente a la tendencia a estudiar en monografías, era una afición, como ocurre en los pensamientos del sueño con respecto al ciclamen y al alcaucil). Me convertí en un gusano de biblioteca [Bücherwurm].

 

 

 

4tern Gardos

Sigmund Freud por Rafael Glückstern  Gardos

 

 

Desde que comencé a reflexionar sobre mí mismo, he reconocido que esa escena infantil es un recuerdo encubridor de mi posterior bibliofilia. Desde luego, también muy pronto supe que las pasiones [Leidenschaften] fácilmente nos hacen padecer [Leiden]. A los dieciséis años llegué a tener una considerable deuda con un librero pero no los medios para saldarla y mi padre apenas admitió como disculpa que mis inclinaciones no me hubieran hecho caer en algo peor. (Lo destacado en itálica apunta a lo investigado en la presente publicación.)

 

Es notable la vastedad bibliográfica puesta de manifiesto en Die Traumdeutung [La interpretación de los sueños –1900–]. A partir de la cita inicial, “Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo” (La Eneida, libro VII; “Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los de los infiernos”), da cuenta de los alcances del psicoanálisis: una apuesta dirigida a la tensión entre la realidad y el placer.

 

Cruzar el río Aqueronte implica un viaje de ida. Marca un acontecimiento tal como el cruce del Rubicón para Julio César. Un antes y un después. En La interpretación de los sueños, una cantidad impresionante de citas bibliográficas confirma la envergadura de una investigación en torno al sueño como nunca se había hecho hasta entonces. Por eso fue que, frente al interrogante de algún incrédulo sobre si había leído todas esas obra citadas, cabe solo una respuesta que confirma la personalidad de Freud: sí, las había leído todas.

 

En 1899, Freud eligió una cita de Goethe para La interpretación de los sueños pero, como le escribía a Fliess en julio de ese mismo año, “desde que mataste mi sentimental epígrafe de Goethe para el libro de los sueños, no encontré ningún otro que me convenciera. Creo que me decidiré por aludir simplemente a la represión”. Entonces optó por una cita del poeta Virgilio.

 

5 Freud por Badneko

Freud por Badneko

 

En otra carta, esta vez fechada el 4 de diciembre del 1896, momento en el que programaba escribir un libro sobre la histeria, le comentaba a Fliess los posibles epígrafes que había pensado para cada uno de sus proyectados capítulos:

 

Mi Psicología de la histeria será encabezada por estas altivas palabras: “Introite et hic dii sum”. El capítulo de la sublimación: “Sie treiben’s toll, ich fürcht es breche, Nicht jeden Wochenschluss macht Gott die Zeche”. El de la formación de síntomas: “Flectere si nequeo superos Acheronta movebo”, y el de la resistencia: “Mach es kurz! Am jüngsten Tag ist’s nur ein”.

 

Todos estos datos se encuentran a mano de cualquier investigador, y el nexo entre Psicoanálisis y Literatura se ve reflejado en numerosos ensayos.

 

Abordar esta relación en el siglo XXI presenta el desafío de comunicar y articular discursos nuevos sobre el tema y al mismo tiempo estar advertidos de los aportes bibliográficos pertinentes que han sido publicados.

 

Lo que el lector tiene a continuación es un estudio a partir de datos dispersos que podrán orientarlo hacia las fuentes primeras del psicoanálisis, disciplina que resulta siempre un work in progress. Porque, si bien es cierto que la práctica del psicoanálisis es una tarea donde lo que falta siempre estará presente, no es menos cierto que el uso de herramientas precisas en la elaboración de conceptos –que no siempre funcionan de una vez y para siempre– deberá atenderse con singular empeño para que la teoría psicoanalítica continúe avanzando.

 

Hoy es tiempo de ser claros con las ideas aquí expuestas y, además, ser claros con todos los argumentos que propone el psicoanálisis. Asimismo advierto que, como en todo proceso creador, es posible que el resultado sea otro distinto al planteado inicialmente, teniendo en cuenta que la época que nos toca vivir se encuentra bajo el imperio del discurso de la Ciencia que siempre tiene en su horizonte la ilusión del progreso.

 

El psicoanálisis propone incorporar ideas diversas, perspectivas ubicadas más allá del límite, espacios construidos por un pensamiento original dirigido a lo propio y a lo singular y que se aleja de lo estadístico, lo medible, lo universal. El Para-Todos de la Ciencia debe convivir con El-Para-Cada-Uno del Psicoanálisis, postulados ambos que no se excluyen entre sí sino que comparten el mismo universo.

 

Sigmund Freud intentó despejar el binarismo desde sus primeros escritos. Como lector de los clásicos de la literatura universal, incorporó un lenguaje particular a lo que una historia clínica podía transmitir una vez que se toma la decisión de contarla.

 

Los historiales freudianos son verdaderas obras de literatura. No solo transmiten los detalles de los signos y rasgos de una estructura psíquica sino que nos permiten aún hoy comprender las reacciones frente a la angustia.

 

6 Freud por Olga Felipe

Freud por Olga Felipe

 

Considerado como un hombre de su tiempo, Sigmund Freud es el resultado de un contexto social y político. En el libro La Viena de fin de siglo. Política y cultura, Carl Schorske señala al nacimiento del Freud intelectual como el producto de una Austria convulsionada por un clima político efervescente. Con la llegada al poder de los antisemitas en 1895, liderados por Karl Lueger, se había asestado un certero golpe a los judíos.

 

Freud seguía con preocupación este fenómeno porque lo golpeó donde más le dolía: en su vida profesional. Así, se postergaban nombramientos académicos a judíos que estaban en la Facultad de Medicina y esta dificultad se acrecentó a partir de 1897. Fue entonces cuando se incorporó a la fraternidad hebrea B’nai B’rith, lugar que utilizó como refugio científico. Fueron años particularmente frustrantes para él, que se han visto reflejados fundamentalmente en La interpretación de los sueños.

 

Por entonces, fines del siglo XIX, Viena se había constituido en el refugio de los inmigrantes judíos del este, principalmente de Rusia. Muchos se establecerían a posteriori en Alemania hacia donde en algún momento Freud pensó emigrar aunque luego también consideraría como destinos posibles Estados Unidos e Inglaterra, país que amaba desde su juventud.

 

Que alrededor del 1900 Viena se convirtiera en la capital cultural de Europa Central está estrechamente relacionado con el rápido crecimiento de la ciudad, en abierta competencia con otras metrópolis europeas como Londres, París y Berlín. Entre 1870 y 1910 duplicó su población, pasando de unos novecientos mil habitantes a más de dos millones. Viena era la capital del Imperio austrohúngaro en el que convivían más de cincuenta millones de habitantes de quince nacionalidades. El garante y símbolo de la unidad de esta monarquía era Francisco José I, nacido en 1830, quien gobernara de 1848 a 1916. La capital recibía oleadas de inmigrantes de diferentes grupos étnicos y religiosos que venían de todos los confines de ese imperio multirracial. Allí también confluían estratos sociales diversos, aumentando así la tasa de conflictividad, dado que los inmigrantes fueron el blanco fácil de la explotación laboral de la época, situación que favoreció la organización del movimiento obrero.

 

 

7 Freud por Vando Figueiredo

Freud por Vando Figueiredo

 

A modo de pincelada del clima cultural imperante en la Viena de aquellos años, consignaré algunas manifestaciones. Otto Wagner (1841-1918) era vienés pero casi la mitad de los alumnos diplomados de su escuela especial de arquitectura en la Academia de Bellas Artes, la llamada Escuela de Wagner, eran oriundos de las provincias del sur y del este del Imperio. Josef Hoffmann y Adolf Loos son los nombres más representativos de la corriente arquitectónica del 1900 que junto con otros colegas, pintores, músicos, poetas, periodistas y demás intelectuales se daban cita en el Café Griensteidl, en el Café Central o en el Café Museum.

 

Gustav Mahler (1860-1911), nacido en Bohemia, fue director de la Ópera de Viena entre 1897 y 1907, razón por la que era considerado una especie de regente del mundo de la música europea de entonces. A raíz de conflictos suscitados por el antisemitismo y por sus frecuentes actuaciones en otras ciudades, Mahler se vio obligado a dimitir del prestigioso cargo. Alma, su esposa, es conocida no solo por los melómanos sino que su fama llegó más lejos debido a su vida amorosa y matrimonial. Gustav y Alma se habían conocido en casa de Bertha Zuckerkandl, anfitriona de uno de los salones donde se reunía la alta burguesía vienesa. Probablemente cuestiones sentimentales en torno a la difícil relación con Alma hayan sido uno de los motivos que condujeron a Mahler a asistir en 1910 a una consulta con Sigmund Freud cuando ambos se encontraban de viaje en Holanda.

 

Los artistas ponen en tela de juicio las obras de la generación precedente. En aquel final de siglo los jóvenes, en gesto de rebeldía, comenzaron a formar el Movimiento de la Secesión, del que eran miembros activos Gustav Klimt (1862-1918), Kolo Moser (1868-1918), Josef Hoffmann (1870-1956), Joseph Maria Olbrich (1867-1908), Otto Wagner y Gustav Klimt.

Pocos años antes de la Primera Guerra Mundial, una nueva generación de jóvenes volvió a sacudir la percepción visual: Egon Schiele (1890-1918) y Oskar Kokoschka (1886-1980), los más destacados representantes del expresionismo austríaco. Ambos, bajo el patrocinio de Gustav Klimt, tuvieron la oportunidad de exponer sus obras en 1908 y en 1909 en la Feria de Arte de Viena. Un poco antes, en 1907, Picasso pintaba en París Les demoiselles d´Avignon [Las señoritas de Aviñón], considerada la obra fundante del cubismo, una de las pocas corrientes modernas que no surgieron ni pasaron por la Viena de fin de siglo.

 

Después de esta fecunda primavera vienesa sobrevendrá, con la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el desmoronamiento de esa cultura y de toda la riqueza estética que allí había florecido a principios de siglo XX.

 

Así, aquella Viena del fin de siglo quedó anclada en la memoria de los supervivientes y de las generaciones posteriores como símbolo del ocaso de una brillante cultura europea.

 

 

8 Freud por Miguel Angel Caballero

Freud por Miguel Angel Caballero

 

 

 

EL LECTOR DE GOETHE

 

 

 

La lectura del ensayo de Goethe ‘Teoría de la naturaleza’ fue lo que en 1873 provocó la decisión de Freud de matricularse en la Facultad de Medicina. Pero el genio del escritor alemán influyó también de manera decisiva en la obra de Freud. Las referencias al escritor son numerosas en toda su producción, incluso en su correspondencia, y, al parecer, también en sus intervenciones clínicas. El artículo de 1911 “¡Grande es Diana Efesios!” es un homenaje evidente: se trata de un breve escrito que está en relación directa con la representación, tal como se la descubre en el mundo. La antigua ciudad griega de Éfeso, ubicada en Asia Menor, era conocida en la Antigüedad por sus fastuosos templos dedicados a Artemisa o Diana. La evidencia de las excavaciones realizadas muestra que en el curso de los siglos en un mismo sitio fueron construidos varios templos en honor de la diosa. Alrededor del año 54 de nuestra era, el apóstol Pablo residió varios años en aquella ciudad, predicando, realizando milagros y convirtiendo al catolicismo a sus pobladores. Los judíos lo persiguieron y lo acusaron, por lo que se separó de ellos y fundó una comunidad cristiana independiente. San Pablo tuvo que apropiarse de una representación de una verdad, para poder romper con otra representación y hacer con sus argumentos algo propio.

 

Otro artículo escrito en 1917, “Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad de Goethe”, reflexiona respecto de lo que nos ocurre cuando intentamos recordar algo que sucedió en los más tempranos años de la infancia. Verificamos que confundimos lo que hemos oído decir a otros con lo que en realidad es una confirmación clínica propia derivada de lo que nosotros mismos hemos presenciado. En toda investigación psicoanalítica acerca de la historia de un sujeto se suele posible explicar el significado de los primeros recuerdos infantiles en términos de recuerdos encubridores. Estos son recuerdos de la infancia, triviales o indiferentes, que no han persistido por su contenido, sino por una relación asociativa entre ese contenido y otro que se ha reprimido. Goethe relata que arrojó por la ventana todos sus platos, sartenes y cacerolas. Se podría pensar que esto constituye una acción simbólica o mágica mediante la cual el niño manifiesta de manera violenta su deseo de librarse de un intruso perturbador. La amargura que siente frente a la llegada hipotética o real de un rival se expresa, según Freud, arrojando objetos por la ventana y en travesuras u otras acciones más destructivas.

 

Esto mismo puede aparecer en el mundo de los adultos, aunque la interpretación sería otra. El arrojar un objeto, cualquiera sea, es la sustracción del sujeto frente a una escena que le provoca angustia. El artista sabe manejar la angustia y la representa en sus diversas manifestaciones. Lo que “arroja”, entonces, es su mirada hacia la representación-arte que le es propia.

 

9 Sigmund Freud por Pérez Celis

Sigmund Freud por Pérez Celis

 

Pero hay algo más: se trata de que nuestras representaciones son singulares, son ficciones que construyen nuestra historia en el mundo, y como constructo que ellas refieren, nos pueden ubicar en el engaño, en una telaraña de nuestra mirada, fácil de rasgar pero resistente como para que el viento pase y no la quiebre. Nuestra mirada provoca ese engaño y, así, la representación se nos impone.

 

En 1930, Freud obtuvo el Premio Goethe. Por su estado de salud, que le impedía viajar a Fráncfort a recibirlo, en su lugar asistió su hija Anna, quien leyó una alocución de su padre, transcripta en las Obras completas como “Premio Goethe”. Allí Freud realiza una semblanza de Goethe, a quien compara con Leonardo da Vinci. Además, considera que el escritor no había desautorizado el psicoanálisis como lo hacían algunos de sus contemporáneos. Incluso menciona que en la dedicatoria de su obra Fausto lo celebró con palabras que los psicoanalistas pueden repetir para cada análisis:

 

De nuevo aparecéis, formas flotantes,
como ya antaño ante mis turbios ojos.
¿Debo intentar ahora reteneros?
Y cual vieja leyenda casi extinta
la amistad vuelve y el amor primero.

 

Asimismo, afirma que Goethe parafrasea el contenido de la vida onírica con palabras evocativas:

 

Lo no sabido por los hombres,
o aquello en lo cual no repararon,
vaga en la noche
por el laberinto del pecho

 

Y sostiene: “Tras la magia de esos versos reconocemos el venerable e indiscutiblemente certero enunciado de Aristóteles de que el soñar es la continuidad de nuestra actividad anímica en el estado del dormir, unido al reconocimiento de lo inconsciente, que solo el psicoanálisis añadió”.

 

(*) Estos dos ensayos aparecieron previamente en el periódico argentino Página 12.

 

9 Sigmund Freud por Pérez Celis

Sigmund Freud por Pérez Celis

10 Sigmund Freud por Marisol Calés

 Sigmund Freud por Marisol Calés

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