‘EN TORNO A LA POESÍA DE PÉREZ ALENCART’, DE ENRIQUE VILORIA”. COMENTARIO DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

 

 

Alfredo Pérez Alencart en su piso de Paseo del Rollo (Salamanca, 1989). Foto de Jacqueline Alencar

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar este comentario sobre la última obra del polígrafo venezolano residente en Salamanca, Enrique Viloria Vera. Ha sido escrito por el poeta y crítico madrileño Manuel Quiroga Clérigo, colaborador habitual de nuestra revista.

 

 

A. P. Alencart con el libro dedicado a su poesía (foto de José Amador Martín)

 

“EN TORNO A LA POESÍA DE PÉREZ ALENCART’,

DE ENRIQUE VILORIA. (EDITORIAL BETANIA, MADRID, 2019)

 

En este mundo de controversias, mítines, tertulias gratuitas, discursos también hay personas que, calladamente, trabajan por los demás, desde sus casas, sus clases docentes, su integración en determinados grupos culturales. A muchos ni los conocemos, ni los conoceremos. Pero existen. Por eso es gratificante que, a veces, esos nombres salgan a la luz y se conozca su labor en favor de la literatura, el derecho, las normas sociales, la educación. Punto.

 

El escritor venezolano Enrique Viloria Vera, abogado por la Universidad Católica “Andrés Bello”, lleva años ocupándose de la ingente obra literaria de un profesor de derecho hispano-peruano y dando cuenta de (casi) todas las publicaciones que reflejan el valor de ese trabajo callado y oportuno. El autor a que se refiere Viloria es Alfredo Pérez Alencart y todos los textos sobre el mismo ahora se ven reunidos en un espléndido volumen titulado EN TORNO A LA POESÍA DE PÉREZ ALENCART, libro publicado por Editorial Betania en su colección Ensayo (Madrid, 2019, con retrato de portada hecho por el artista cubano Luis Cabrera Hernández).

 

Para quien no tenga referencias directas de APA anotamos la presentación que hace el mismo: “Aquí llegué -desde mi Perú natal- un 13 de octubre de 1985, completados los 23 años y con un título de licenciado en Derecho en la maleta”. El aquí es la docta ciudad de Salamanca donde vive con su esposa Jacqueline Alencar, musa, compañera y ensoñación, y su hijo de nombre, casi totalmente homónimo, ya que se llama José Alfredo Pérez Alencar, lógicamente, como se menciona en el apartado dedicado a la “órbita poética” del padre.

 

A. P. Alencart, Jacqueline Alencar, Iraida Páez y Enrique Viloria, en la Plaza Mayor de Salamanca

(foto de José Amador Martín, 2015)

 

Bien, en la introducción a este libro Viloria dice que “no hay tema que escape a la emoción del crecido y polisémico poeta afincado por más de 30 años en la ciudad de los saberes. La primera parte “(En torno a Pérez Alencart”) consta de 11 apartados o capítulos que son otros tantos estudios sobre tan prolífico y laborioso autor. Tras la preciosa portada de “Los éxodos, los exilios (1994.2014)”, libro editado por la USMP (Universidad San Martín de Porres) y un poema de APA (“Tiendes el abrazo más fraterno…”) se nos comenta “La antología italiana de Pérez Alencart”: “Confieso que, en una primera aproximación, me sorprendió el título: “Para después/Per il domani”, debido a que no se me correspondía con el quehacer de nuestro poeta que anda siempre inmerso en plurales emergencias existenciales”, y habla de esa antología que tanto en castellano como en el idioma de los ángeles, como decía Rafael Alberti, renueva las ideas del poeta, por ejemplo en “los poemas que en el capítulo ‘Virgiliana’ evocan abiertamente la obra del poeta latino por antonomasia…”.

 

Siempre poetas y poesía como los de “El amor cortesano de APA”, a raíz de la publicación del libro “Una sola carne (Antología amorosa 1996-2016)”, con selección y notas de la investigadora rumana Carmen Bulzan e ilustraciones del maestro Miguel Elías, del cual es también el testimonio gráfico de la segunda contraportada, donde aparecen APA y la estatua de Fray Luis de León. De este volumen dice Viloria que el autor “hace suyas las palabras de Octavio Paz cuando afirmaba que la poesía no es un género moderno, su naturaleza profunda es hostil o indiferente a los dogmas de la modernidad: el progreso y la sobrevaloración del futuro”, y es que, resulta, para cantar a la mujer amada todo los tiempos son oportunos. En este caso, anotamos, “Jacqueline, el objeto del amor del poeta, el sujeto poético que carnalmente lo sujeta, es también polisémica, plural y diversa en las evocaciones del marido”.

 

 

Una sola carne (foto de José Amador Martín)

 

 

El también venezolano, y residente en Génova, José Pulido en un sustancioso prólogo viene a recordar: “La creación poética de APA define las virtudes que salvan y enaltecen a los seres humanos; pero también destaca la lucidez y la sabiduría que se ha ido sedimentando en libros, en obras de arte, en la música, en la memoria de los pueblos”. Ciertamente, el buen poeta hace honor a su nombre resaltando los valores de sus semejantes, buscando los motivos que sean capaces de inducir a la alegría e indagando en los saberes que hacen posible que la civilización avance cada día en la literatura, en las artes, en la ciencia, en la comprensión humana. Por eso, termina Pulido diciendo que esta poesía “Solo hay que leerla sabiendo que es una flor, y por lo tanto, debe ser abordada con el ánimo sencillo y asombroso que en la selva o en la ciudad, identifica a las abejas”.

 

Y ‘Madre Selva: una fiesta de asombros’ es el siguiente texto de Viloria hablando de un libro donde esa selva “está construida de recuerdos, encantamientos y añoranzas, es un antídoto contra el olvido, privilegia, en este caso, la luz verde definidora de húmedos trópicos infantiles sobre la amarilla inconfundible de una ciudad ancestral que hoy habita en el corazón adulto del poeta; es su infancia arrebatada la que otorga nuevas claridades a versos que acercan al escritor a la seducción de los encantamientos…”. Así es como, poco a poco, vamos conduciendo a un poeta trabajador, a un ser humano que desde su selva amazónica se ha visto trasplantando al mundo de los murmullos, que se llama Salamanca, y al río de su cotidiana inspiración, el Tormes. Conocemos su mundo, sus mundos, y con ello nos hacernos cómplice de su existencia vigorosa y su escritura apasionada.

 

Alencart y la estatua de Fray Luis, pintura de Miguel Elías

 

Volvemos a ‘Gaudeamus’, el libro del “Aquí llegué…”, que conmemoraba al ritmo de himno y de música “la celebración del Octavo centenario de la Universidad de Salamanca”. Y ahí están los amigos, los receptores del profesor y poeta, Carlos Palomeque y Alfonso Ortega Carmona, a quienes considera “egregios tutores, mentores, guías”. Se nos regalan dos interesantes textos, un poema dedicado a “Victoria, tan temprano” y otro a “Mi universidad”: “Ala o piedra viva:/me amparó en su interior/sin exigirme abolengo o carnet de identidad”, dicen unos versos suyos..

 

¡Cómo nos contaban Manuel Andújar y su esposa Ananda su condición de transterrados en un país lejano que paso a ser el suyo!: “Habíamos sido expulsados de nuestra Patria por la fuerza de las armas. Éramos españoles transterrados, según la feliz expresión del profesor José Gaos, autor de toda una escuela mexicana de filosofía. Gaos dedicó muchos años a estudiar la impresión de México entre los españoles de toda índole allí exilados”. Cuánto hacen sufrir los dictadores fieros, los inventores de guerra, sangre y muerte. De ese tema se nos habla al considerar a nuestro autor “Un transterrado del Siglo XXI” pues es, según Viloria, “alguien que conoce en historia propia y familiar lo que es ser un desterrado y, en su caso, un privilegiado transterrado”.

 

Portada de Los éxodos, los exilios, con pintura de Miguel Elías

 

Que eso le haya servido para tender puentes con los poetas y los intelectuales del otro lado del Atlántico es un mérito solo sumable a las demás virtudes de Alencart. En este caso se comenta que se nos han dado “cinco libros o cuadernos que el escritor agrupa bajo el título omnicomprensivo: ‘Los Éxodos, Los Exilios’, donde recoge los poemas escritos sobre el tema durante largos y pacientes veinte años de actividad poética”. Es decir, donde “El poeta se sumerge en la piel del otro y se transmuta en un emigrado más que lleva el corazón hecho pedazos, sabio y experimentado advierte a los por venir: “¡Cuidado!, ¡no te confundas!/Tener una casa no significa tener una patria”.

Luego Alencart ofrece unas sucintas notas sobre el Cholo Vallejo (“¡Ay, César, qué hambre tiene tu voz…!); Don Pedro de Alencar, el nordestino (“Desde la madurez de los años/parece esperar los inevitable,/traspasado por lluvia y sucesos…”); Panchito Fukumoto que “convertía el maíz tierno/en fresca chicha blanca”; Jaime Fernández que “Hablaba de sidra y de lagares,/de cuando vivía por Asturias”; el gran Rafael Alberti que “pinta palomas de la paz”; Luis Cernuda (“Los días nos van robando raíces”); Luis Cabrera, el pintor de Cuba; Tony Zlatar llegado desde “su Dalmacia natal¨”.

 

Acaba el capítulo con dos hermosos y extensos poemas. Uno denominado, sencillamente, “Perú”: “Mi Perú es mío y solo lo comparto/con quienes hallan en mi voz su tremenda/identidad mestiza/por los cuatro costados”. El otro dedicado, decididamente, a “España”: “Aquí doy testimonio de todos mis acentos./Aquí atravieso los siglos, con el fulgor azul de los encantamientos”.

 

Portada ‘En torno a la poesía de Pérez Alencart’, con retrato hecho por Luis Cabrera

 

Aún no hay ningún comentario.

Deja un comentario