‘EL HOMBRE SIN NOMBRE’, RELATO DEL BÚLGARO NIKOLAI SEMERDJIEV. TRADUCCIÓN DE VIOLETA BONCHEVA E ILUSTRACIONES DEL CUBANO LUIS CABRERA

 

El escritor Nikolai SemerdzhievEl escritor Nikolai Semerdzhiev

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar, por vez primera en español, un relato del narrador y poeta búlgaro Nikolai Semerdzhiev, nacido en la ciudad de Stara Zagora, llamada la Ciudad de los poetas. Sus versos ganaron el Premio Nacional Veselin Hanchev, que lleva el nombre del destacado poeta de Stara Zagora. El primer poemario suyo, “Tras de la esquina”, se publicó en 1997. El año 2011, Semerdzhiev ganó un concurso del Ministerio de la Cultura, quien financió la ediciόn de su novela para niños ¨Leyendas de Sancarquer Astrojolis¨. Su divisa es: “Cada uno tiene talento para sorprender el mundo. La verdadera dificultad es enriquecer a alguien”. La traducción del texto y de las notas biográficas son obra de la reconocida poeta Violeta Boncheva.

 

 

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EL HOMBRE SIN NOMBRE

El hombre no tenía nombre. Aquella noche inexistente, él caminaba por una acera, también inexistente. En la indiscutible oscuridad del cielo, colgaban más de un mil millόn de estrellas, intentando desmentir lo de la nada. El hombre sabía los nombres de cincuenta de ellas y comenzó a buscarlas, con sus ojos inexistibles . Sirio estaba claro como una aguja, Betelgeis gritaba en “la” (La), Algol olía a bosque de pinos.

Estrella, hombre, estrella hombre. Todo está reunido con todo, y reunido con todo es todo. Estrella, hombre, estrella, hombre, estrella, hombre…

Cuando era pequeño, movía la boca y pronunciaba sonidos, como si fuera un lenguaje. La deformación de la misma boca de contornos dirigidos hacia arriba, se llamaba sonrisa.

A la inexistente mujer que se llamaba Madre, le gustaba sonreír y hablar de las estrellas. Entonces, cuando todo existía, es decir por la infancia, ella le explicaba que cada uno de es propietario de una estrella privada – así, como cuando posee ojos propios. Naces –explota estrella, viene la muerte – cae estrella.

– Pero, ¿cuál es mi estrella? – preguntό él una vez, cuando todavía existía.

– Oh, nadie sabe cuál es su estrella. Pero, si alguien, alguna vez, en cualquier lugar del mundo, hubiera conocido su propia estrella – se habría podido convertir en una persona feliz e inmortal.
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Una noche, cuando el hombre todavía existía, existía también todo el resto; él miraba al cielo con sus propios ojos. Muy alto, arriba, comenzό a tronar un viento cόsmico. Él oyό el ruido de cristales rotos en el Cosmos. Una estrella se arrancό, totalmente horrorizada, dibujando una huella de chillidos – y desapareciό. El hombre tomό la direcciόn hacia su casa y allí comprendiό cual era la estrella de la mujer llamada “Madre”.

Entonces juró por la suya y por la propia existencia, que descubriría su propia estrella.

Sin importar el precio de la existencia, el Inexistente hombre caminaba sonriente, mirando al anticielo. Algunas horas antes, en una inexistente tienda él había comprado una pistola y ocho mil millones de cartuchos.

La mujer que surgió ante él, le parecía Alfa, de la constelaciόn de Centauro. Vacilό,dibujó una huella atolondrada y, finalmente, se apagό.

Un poco más tarde, del cielo nocturno desaparecieron Misar y Alcor.

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