Dos poemas

Los cipreses

Los cipreses no forman bosques,
pero sí cierran sombras de cuadriláteros.
Los cipreses no son resortes de nada nuevo.

Son flechas que clavan
en tierra algunos huesos.

Son ingrávidas sombras
que vigilan los huesos que los abonan.
Son espectros sin alma.

Dios y el amor son figuras aprendidas y capturadas
de las que nunca dudamos en la infancia,
idealizándolas hasta la máxima necesidad
de creer que son posibles.

Y la vida es perfecta: Dios existe
y el amor llegará envuelto en cuentos de princesas.

Y la vida sigue: Dios guarda silencio
y las hojas de los cuentos se queman sin dejar huella,
-perdón-, dejando solo cenizas.

Y continuamos con la vida: ¿Dónde está Dios?
¿Quién era el que me amaba?
Y perdemos la memoria para sobrevivir
a una evidencia que la vida aclara.

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