DESCENSO AL INFRAMUNDO. (DRAMA BREVE, EN SEIS ESCENAS, UN PRÓLOGO Y UN EPÍLOGO). POR DAN MUNTEANU COLÁN

 

 

 

Dan Munteanu, profesor emérito de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

 

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de hacer conocer unos fragmentos del libro Oameni, trăiri, locuri…” (Corint Books, Bucarest, 2020), escrito en rumano, y que en castellano sería “Gente, vivencias, lugares…”. El mismo acoge los recuerdos del destacado intelectual rumano-español Dan Munteanu Colán (1944, Rumanía), quien es doctor en Filología Románica y catedrático emérito de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Sus dominios de investigación son: lingüística románica, contacto lingüístico, pidgins y criollos, lingüística textual, español de América, paremiología, lexicografía y crítica literaria. Ha publicado más de 70 libros y unos 300 artículos de especialidad y/o capítulos de libro y reseñas. Entre los libros de crítica literaria destacan Lecturas subjetivas. Afinidades selectivas (Madrid, La Discreta) e Imágenes y ficción (coordinador, 4 tomos, Las Palmas de Gran Canaria, Gobierno de Canarias). Ha traducido al rumano de la literatura hispánica, brasileña, y francesa: Amadís de Gaula, Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache, Leopoldo Alas y Ureña Clarín, La Regenta (versiones íntegras, acompañadas de estudios críticos, 2 ediciones), José Ortega y Gasset,Velázquez, Goya, Luis León Barreto, Las espiritistas de Telde, Alberto Vázquez-Figueroa, Tuareg (en colaboración), Arturo Pérez-Reverte,El tango de la guardia vieja, Ricardo Güiraldes, Cuentos de muerte y de sangre, Álvaro de la Iglesia, Tradiciones cubanas, Roberto J. Payró, Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira, Alejo Carpentier, Recurso del método, Concierto barroco, La consagración de la primavera, Los pasos perdidos, Guillermo Cabrera Infante, Tres tristes tigres, José Donoso, El obsceno pájaro de la noche, Roberto Bolaño, Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes, Amuleto, Manuel Vázquez-Bigi, Son dos las puertas del sueño, Jorge Amado,Gabriela, Clarice Lispector, Perto do corazão salvagem, A paixão segundo G.H., Água viva, A hora da estrela, así como obras dramáticas de Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Casona, Calvo-Sotelo, Buero Vallejo, entre otros. Traduce también de la literatura rumana al español (Bacovia, Ioan Es. Pop, Stelian Ţurlea, la antología poética Rumano en el mundo). Dan Munteanu Colán es miembro destacado del grupo de autores rumanos que escriben en castellano. El rigor académico de sus estudios corre parejo con la agilidad expresiva y una comunicatividad mundana que duplica el atractivo de sus textos.

 

Agradecemos al autor la traducción ha hecho especialmente para Crear en Salamanca.

 

 

 

DESCENSO AL INFRAMUNDO

(Drama breve, en seis escenas, un prólogo y un epílogo)

 

[…………………………………………………………………………………………………………………………]

           

Prólogo. De pequeño, en casa oía a los míos hablar de “Securitate”[1] y “esos criminales”, sin entender muy bien qué significaban aquellas palabras. Cuando mi abuelo materno fue detenido, me desperté yo también, a pesar de ser más de medianoche, y al ver cómo se efectuaba el registro domiciliario, la brutalidad de la que hacían gala los que se habían presentado en nuestra casa, empecé a comprender el significado de aquellas palabras. Pero apenas mucho más tarde, en Bucarest, me di cuenta de lo que significaba “Securitate”.

 

[………………………………………………………………………………………………………………………….]

 

En mi vida no rechacé casi a ninguna mujer, rubia, morena, pelirroja, de pelo largo, corto, con peinado afro, con moño, en fin, era como el Duque de Mantua. Y debo reconocer que, en general, ellas tampoco a mí. Pero no tuve la valentía de bajar a los Infiernos y salvar a Euridice. La única mujer que traté de evitar fue la gran puta llamada Securitate. Y todos sabemos el refrán “del mal que uno teme, de ese morirá”. Ella me sumergió en el Inframundo. O ella misma fue el propio Infierno.

 

[…………………………………………………………………………………………………………………………]

 

Sexta escena. Cuando ya no tenía ninguna esperanza, recibí una llamada de un “señor” de la Securitate, para “invitarme” a un encuentro dentro de dos días a una oficina del sótano de la tienda Victoria[2] sobre una beca que me había concedido el presidente de Colombia. Me di cuenta que el asunto era un pretexto, habían pasado ya casi cuatro años desde que se me había otorgado aquella beca; pero no me atreví a no presentarme a la cita.

 

Después de unos diez minutos de espera en el despacho donde se me acompañó, hizo su aparición un camarada algo mayor que yo, que se presentó como “el comandante Pungan”. Era un tío educado, vestido correctamente, diría que incluso elegante, con el cual conversé unas tres horas, lapso en el que me demostró que la Securitate sabía incluso qué desayunaba por la mañana, no únicamente cuándo me había comprado el piso, el coche, a qué me dedicaba, qué traducciones había publicado y quiénes eran mis amigos. Hablaba español bien (me contó que había sido diplomático en algunos países hispanoamericanos, pero que fue llamado a la “central” después de la caída de Pacepa[3]), francés y creo que mencionó también el inglés. Me confesó que le gustaban las novelas policíacas, desde James Hadley Chase y Raymond Chandler hasta Dashiell Hammett. Años después, fue Dan Brown uno de sus autores favoritos.

 

 

Un grupo de personas visita las celdas de la Securitate, en el sótano del Ministerio del Interior

 

 

Estaba interesado por Mihaela Bârlădeanu, esposa de Alexandru Bârlădeanu[4], compañera mía en el Instituto de Lingüística de la Academia Rumana, por Lia Lupaş, también compañera de instituto y, particularmente, por un amigo mío más reciente, Marcel Hermian. A Marcel le había conocido a través de Florina Cercel, actriz del Teatro Nacional. Era judío armenio-rumano, que había emigrado de Rumanía y se había afincado  en Francia. Se dedicaba a la importación-exportación de confecciones y trabajaba con la Fábrica de Confecciones “Bucureşti”. Era masón (me enseñó su carnet de comendador, que no parecía falsificado, pero quién sabe). Era un personaje muy interesante. Cada vez que llegaba a Bucarest, se alojaba en el Gran Hotel du Boulevard, en una avenida muy central, e invitaba casi cada noche a un grupo de actores, la mayoría del Teatro Nacional, a una cena opípara. Él, en cambio, pedía siempre una manzana y un poco de queso semicurado; luego se tomaba un Drambuie. Pungán me informó que estaba en quiebra fraudulenta, y que la Securitate quería saber más detalles sobre él. Le contesté que no sabía nada de sus negocios y que sería mejor hablar con otros amigos suyos, más íntimos, como el actor Florin Piersic o Florina Cercel, entre otros. Pero Pungan seguía preguntando y preguntando, hasta que, sobre las 12.30 ya no aguanté más: estaba allí desde las 9 de la mañana, y estaba acostumbrado a desayunar algo sobre las 11.00 De modo que le dije sin reparos, corriendo cualquier riesgo (bruscamente ya no tenía miedo), que debíamos poner fin al encuentro porque tenía hambre. Entonces, Pungan pasó al ataque directo. Me dijo que yo era un buen observador, una persona inteligente, etc., etc., que tenía la posibilidad de moverme en medios a los que ellos no tenían acceso, que en realidad ya lo hacía, y, en conclusión, me propuso colaborar con la Securitate. Le pregunté cuánto me pagarían; y me contestó: “Nada. Pero en caso de desvelar un importante caso de traición, de gran importancia, llevado a cabo por algún ciudadano extranjero, seguro que habrá una recompensa”… “Yo tengo un buen sueldo en el Instituto de Lingüística y gano bastante con las traducciones, le contesté, y me demostró Ud. que están bien informados de todo eso.” Para poner fin a esa situación (estaba cada vez más hambriento), le pregunté: “¿Y qué debería hacer?” “Tiene que firmar un juramento de índole conspirativa”[sic], contestó el otro, y me explicó qué significaba dicho juramento. Me invitó a sentarme ante el escritorio donde estaba él y me puso delante una hoja de papel en blanco y una estilográfica (creo recordar que era una Parker). “Voy a llamar al camarada coronel, me dijo, porque quiere estar presente”, añadió. Fue en aquel momento cuando me dejé llevar por el pánico. “Esos estaban seguros de que yo aceptaría. Pero no puedo hacerlo. Y, ¿cómo escapar?” En unos segundos tuve una idea salvadora. Le dije que no le llamara al coronel, porque no podía firmar el juramento. Y continué: “Me demostró que lo saben todo sobre mi vida. Consecuentemente, saben que voy a juergas con amigos y que bebo. Mucho. Sobre todo, vodka. Y que, a veces, me paso con el alcohol y no estoy seguro de lo que dije o no dije. De modo que, es posible que contara algo o todo sobre nuestro encuentro de hoy y sobre otras cosas, que pudieran ocurrir. No, decididamente no. El riesgo es demasiado grande”. Y no firmé el juramento. Salí de aquel despacho aliviado, convencido de haber escapado de la Securitate y, a la vez, resignado con la idea de que nunca más llegaría a ver un país que no fuese comunista.

 

 

Un joven agita una bandera rumana con el símbolo comunista recortado en la Plaza de la República de Bucarest el 26 de diciembre de 1989

 

 

Y así fue, en parte. Durante 20 años, desde 1970 hasta 1990. Fui enviado una vez a Checoslovaquia, en el marco de un intercambio entre nuestro instituto y su homólogo de Praga, viajé una vez a Moscú por un mes, invitado por los primos de mi amiga Nataşa (Saşa Bitman, gran maestro de ajedrez, y su esposa Liuba), y dos veces a Bulgaria, visitas de un día (cuando pasaba mis vacaciones en Schitu). Pero de mi “amor”, la Securitate, no logré escapar hasta el golpe de Estado en Rumanía, que algunos inocentes llamaron “revolución”.

 

[………………………………………………………………………………………………………………………….]

 

Volví a ver al comandante Pungan cuando regresé a Rumanía (después de tener la nacionalidad española y un pasaporte español. No me atreví a hacerlo antes por temor  a que la Securitate podría causarme problemas a la hora de regresar a España. Le encontré por casualidad, en una recepción en el Club de los Diplomáticos. Me acerqué a él y le pregunté: ¿Cómo está, señor Pungan?” “Ya no me llamo Pungan. Ahora me llamo Pungă, y soy hombre de negocios”(o algo parecido), me contestó. Le deseé mucho éxito, muy cortésmente, no antes de decirle: “Yo me llamo igual que antes, pero ahora soy ciudadano español y profesor en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria”. Una pequeña satisfacción maliciosa por todo lo que me había hecho sufrir más de diez años, por su culpa. La conversación duró menos de cinco minutos.

 

[………………………………………………………………………………………………………………………….]

 

 

[1] Servicio de seguridad del Estado, similar al KGB de la antigua Unión Soviética en cuanto a la organización y los métodos.

[2] Conocida tienda céntrica de Bucarest, que antes de instaurarse el régimen comunista se llamaba Galeriile Lafayette.

[3] Ion Mihai Pacepa, ex jefe adjunto del Departamento de espionaje de Rumanía, que en 1978 pidió asilo político en los EE.UU., donde trabajó para los servicios de espionaje estadounidenses en operaciones relacionadas con el bloque soviético. Es autor de un importante libro, Horizontes rojos. Crónicas de un espía comunista, que hizo que se tambaleara la posición de Ceauşescu y del comunismo.

[4] Alexandru Bârlădeanu (1911-1997), economista, político con altos cargos en el régimen comunista, académico, que se apartó del poder en los últimos años de su vida.

Aún no hay ningún comentario.

Deja un comentario