CELEBRANDO LOS 15 LUSTROS DE LA CUBANA NANCY MOREJÓN. ALGUNOS POEMAS

 

 

Nancy Morejón en Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 


Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar una muestra poética de Nancy Morejón (La Habana, Cuba, l944), una de las voces más relevantes de la poesía cubana actual y quien ha recibido importantes reconocimientos dentro y fuera de América. Traductora y ensayista. Directora de la Academia Cubana de la Lengua entre 2012 y 2016, y actualmente
Presidenta de la Asociación de Escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), además de asesora de la Casa de las Américas. Publicó su primer libro Mutismos en l962. Su obra poética incluye más de veinte títulos entre los que se destacan: Where the Island Sleeps Like Wing (antología bilingüe, l985); Piedra pulida (l986); Botella al mar (antología, l997), Richard trajo su flauta y otros poemas (2000), seleccionada y prologada por Mario Benedetti para la editorial Visor, de Madrid. También Cuerda veloz (2002), Looking Within / Mirar adentro (2003), de la Universidad de Wayne State, de Detroit, así como Antología poética (1962-2000) publicada por Monteávila de Caracas (2006) o Carbones silvestres en el 2006, año en que le fuera dedicada la XV Feria Internacional del Libro de La Habana junto a Ángel Augier. A Piedra pulida, Elogio y paisaje y La Quinta de los Molinos les fue otorgado el Premio de la Crítica en l986, l997 y 2000, respectivamente. En 2010 publicó Persona (antología) y Peñalver 51. Premio Nacional de Literatura 200l. La Universidad de Nueva York le confirió el Premio de Poesía Contemporánea por el conjunto de su obra en el 2004. En agosto de 2006, durante la VL edición del Festival Noches de Poesía, recibió el Premio Corona de Oro de Struga 2006 de Macedonia. En mayo de 2007, en el marco del XII Festival Internacional de Poesía de La Habana, recibió el Premio Rafael Alberti. A lo largo de su carrera profesional ha recibido innumerables premios y condecoraciones, nacionales y extranjeros, entre los que figura la Insignia de Oficial de la Orden al Mérito de la República de Francia. En 2009 la Universidad Cergy-Pontoise de París le otorgó el doctorado honoris causa.

 

 

 

 

 

 

 

La  Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes ha recogido buena parte de su obra poética en la antología ‘El huerto magnífico de todos’, a cargo de Alfredo Pérez Alencart. Dicha antología correspondió al XI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, celebrado en octubre de 2008 y dedicado a Cuba y a la poesía de Nancy Morejón.

 

 

 

 

 

 

 

 

ABRIL

 

Esas hojas que vuelan bajo el cielo,
quieren decir la lengua de la patria.

Esas aves que aspiran
la lentitud hostil de la borrasca,

ya saben que en abril se precipitan
todas las agresiones.

Oh pueblo en que nací,
así te miro fiero, junto al mar;
este polvo que piso
será el huerto magnífico de todos.
Y si caemos otra vez
se alzarán los huesos en la arena.

Aquí están nuestras almas
en el mes imprevisto, en abril,
donde duerme la Isla como un ala.

 

 

 

 

 

 

 

CUERDA VELOZ

 

Cuerda veloz, desatada en el aire,

ataba nuestros cuerpos

como dos fríos conejos,

fugitivos de claxons y peatones,

bajo el álamo verde.

La virgen,

en lo alto, abría los brazos

y parecía llorar por nuestro anhelo.

Tú y yo, ya sin espera.

El viento, yerto de pesadumbres.

¿Cuántas horas aún para mirarnos

y tocar la cuerda intensa en donde

derramamos nuestro beso fatal?

Tu boca lejos de la mía.

Dime, Rilke, ¿en qué fuente,

en qué cielo, en cuál rosa,

en qué enigma de mi niñez

nació este amor que se agita en la sombra

hacía su fiel tormenta?

 

 

 

Foto de José Amador Martín

 

UNA ROSA

 

Los ojos de Abel Santamaría
están en el jardín.
Mi hermano duerme bajo las semillas.
Santiago alumbra
la frescura del tiempo
que nos tocó vivir.
Un niño baila
el dulce aire de julio
en la montaña.
Alguien escucha su canción
bajo el estruendo puro
de una rosa.

 

 

 

 

 

 

AMO A MI AMO

Amo a mi amo,
recojo leña para encender su fuego cotidiano.
Amo sus ojos claros.
Mansa cual un cordero
esparzo gotas de miel por sus orejas.
Amo sus manos
que me depositaron sobre un lecho de hierbas:
Mi amo muerde y subyuga.
Me cuenta historias sigilosas mientras
abanico todo su cuerpo cundido de llagas y balazos
de días con sol y guerra de rapiña.
Amo sus pies que piratearon y rodaron
por tierras ajenas.
Los froto con los polvos más finos
que encontré, una mañana,
saliendo de la vega.
Tañó la vihuela y de su garganta salían
coplas sonoras, como nacidas de la garganta de Manrique.
Yo no quería haber oído una marímbula sonar.
Amo su boca roja, fina,
desde donde van saliendo palabras
que no alcanzo a descifrar
todavía. Mi lengua para él ya no es la suya.

Y la seda del tiempo hecha trizas.

Oyendo hablar a los viejos guardieros, supe
que mi amor
da latigazos en las calderas del ingenio,
como si fueran un infierno, el de aquel Señor
      Dios
de quien me hablaba sin cesar.

¿Qué me dirá?
¿Por qué vivo en la morada ideal para un murciélago?
¿Por qué le sirvo?
¿Adónde va en su espléndido coche
tirado por caballos más felices que yo?
Mi amor es como la maleza que cubre la dotación,
única posesión inexpugnable mía.

Maldigo

esta bata de muselina que me ha impuesto;
estos encajes vanos que despiadado me endilgó;
estos quehaceres para mí en el atardecer sin girasoles;
esta lengua abigarradamente hostil que no mastico;
estos senos de piedra que no pueden siquiera amamantarlo;
este vientre rajado por su látigo inmemorial;
este maldito coraz6n.

Amo a mi amo, pero todas las noches,
cuando atravieso la vereda florida hacia

el cañaveral donde a hurtadillas hemos hecho el amor,
me veo cuchillo en mano, desollándolo como a una res

sin culpa.

Ensordecedores toques de tambor ya no me dejan
oír ni sus quebrantos, ni sus quejas.
Las campanas me llaman…

 

 

 

CANTARES

 

Desde el cantar de los cantares

muchos quisieron confinar la poesía

pero el cantar de los cantares

y el ulular de las jirafas en la jungla

la salvaban, la acariciaban,

la traían suavemente de la mano

hasta depositarla en el segundo más fugaz de hoy.

Buscando la verdad,

la poesía fue creando la más antigua de las errancias.

Y vagó sola durante muchos siglos,

por los siglos de los siglos,

desde el cantar de los cantares.

Nadie la pudo contener.

Ninguno pudo hacerla suya.

Nadie siquiera logró domesticarla.

Ninguna la pudo interceptar,

sólo el pájaro azul de la mañana.

 

 

Alfredo Pérez Alencart, Nancy Morejón y Juan Cameron (foto de Jacqueline Alencar)

 

A UN MUCHACHO

 

Entre la espuma y la marea
se levanta su espalda
cuando la tarde ya
iba cayendo sola.

Tuve sus ojos negros, como hierbas,
entre las conchas brunas del Pacífico.

Tuve sus labios finos
como una sal hervida en las arenas.

Tuve, en fin, su barbilla de incienso
bajo el sol.

Un muchacho del mundo sobre mí
y los cantares de la Biblia
modelaron sus piernas, sus tobillos
y las uvas del sexo
y los himnos pluviales que nacen de su boca
envolviéndonos si como a dos nautas
enlazados al velamen incierto del amor.

Entre sus brazos, vivo.
Entre sus brazos duros quise morir
como un ave mojada.

 

 

Jesús Cabel y Nancy Morejón (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

CIMARRONES

 

 

Cuando miro hacia atrás
y veo tantos negros,
cuando miro hacia arriba
o hacia abajo
y son negros los que veo
qué alegría vernos tantos
cuántos;
y por ahí nos llaman ‘minorías’
y sin embargo
los sigo viendo.

Esto es lo que dignifica nuestra lucha
ir por el mundo y seguirnos viendo,
en Universidades y Favelas
en Subterráneos y Rascacielos,
entre giros y mutaciones
barriendo mierda,
pariendo versos.

 

 

 

Nancy Morejón y algunos poetas del XI Encuentro (Alencart, Sonia Luz Carrillo, Graça Moura, Aguilar Carrillo, Oquendo y Correyero (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

 

EXPRESAMENTE UN ÁRBOL

 

 

 

En la noche, sigo tus pasos, sigo tu sombra,

camino a tu lado.

Por eso acudo, como un perro sin prisa, a tu dominio.

Voy contigo.

Te miro y te he aguardado y eres una espuma cardiaca.

Voy a tu lado sin que me lo pidas.

Voy a tu lado.

Pude saber quién eras y ahora transcurres a mi lado

e inesperadamente vives ante mis ojos como una fuerza del sol.

Levanté la cabeza y vi en la noche tus ramas verde claro

y tus florecillas, en un enjambre,

con el amarillo juncal

que aprendí a percibir conociendo el amor.

Sé que debo transcurrir.

Deberé pasar y volver otra vez

y contemplarte

pero vendré y miraré tus flancos que son ya

mi victoria.

Expresamente a ti quiero decirlo.

Sin miramientos, sin gloria, sin poesía,

sin la memoria palpitante del culpable.

Vendré a cargar tus zumos.

Vendré, en plena tempestad, a devolverte

los días incógnitos de ayer.

Vendré, a reposar bajo tus flores. Vendré,

siempre vendré a que me veas rondar, junto a

tu sombra.

 

 

 

 

 

EN LA LUZ DE UN PINCEL

 

 

En el umbral cercano,

esperando quizás un sueño ambiguo y milenario,

dos cuerpos van poblando la estancia

que los rodea en su candor insospechado.

Una mujer y un hombre, ¿enamorados?,

pueblan las claridades y el color en acecho.

El aire en espiral va surcando las manos de la mujer,

conduciéndolas casi hasta las sienes,

en su tren innombrado

al regreso de un viaje sin retorno.

 

Protagonista el aire del retrato que vemos.

No importa, amigo, saber del tiempo en que vivieron.

El pintor nos regala un mundo quieto, suyo,

donde desfilan ropas de mujer con su delantal fino

como frontera invisible,

como muralla secular ante el torso desnudo,

ante el torso radiante, ante el bello color

de un siervo espléndido,

fijo su ardor como una antigua estatua griega.

Domesticado ánimo el del labriego, ¿andino?,

a los pies de esta mujer que no lo mira apenas,

ama o criada,

sino que busca la exacta claridad de un amor imposible.

Gracia la de sus cuerpos

tan plenos como ajenos en su color añejo,

en su silvestre pátina.

Gracia la de sus gestos implorando un perdón inservible.

Una mujer y un hombre, frente a frente,

en la penumbra de un rincón dormido.

Dos figuras grabadas en la luz de un pincel.

 

 

Manglar, mayo de 2010

 

 

 

 Nancy Morejón, por Miguel Elías

 

MADRE

 

Mi madre no tuvo jardín
sino islas acantiladas
flotando, bajo el sol,
en sus corales delicados.
No hubo una rama limpia
en su pupila sino muchos garrotes.
Qué tiempo aquel cuando corría, descalza,
sobre la cal de los orfelinatos
y no sabía reír
y no podía siquiera mirar el horizonte.
Ella no tuvo el aposento de marfil,
ni la sala de mimbre,
ni el vitral silencioso del trópico.
Mi madre tuvo el canto y el pañuelo
para acunar la fe de mis entrañas,
para alzar su cabeza de reina desoída
y dejarnos sus manos, como piedras preciosas,
frente a los restos fríos de enemigo.

 

 

  Nancy Morejón y Luis felipe Comendador

 

 

 

ARRANCANDO FLORES SILVESTRES

 

 

a Trini Pérez Valdés

 

 

Mira cómo están de florecidas las adelfas.

Tienen un color rosa y un color blanco

y ese espejismo en la punta de cada pétalo.

¿Quién no mira una flor silvestre en su camino?

Sólo el placer de contemplarla hace el camino transitable.

Y desaparecen las voces, los gorriones, el alacrancito

que lanza su pata al cielo en busca de verdades.

Mira cómo desapareció el mar pacífico

al final de la avenida de los cocos,

donde terminan las casas de los rusos.

Tampoco allí se ve el follaje ni el viejo jaguey

cubierto de lianas y telarañas y quimeras.

Ahora,

no hay camino mejor ni peor, sino el olor espantoso

a tierra removida, calcinada, disuelta hacia el coral.

¿Adónde habrán ido a parar nuestras adelfas,

nuestras flores silvestres?

¿Dónde están?

 

 

 

 

ENSOÑACIONES

 

 

Yo dormía, como duermen los osos polares,

sin recuerdos y sin esos espejos

que rondan las galerías de los castillos.

Un humo europeo me iba alzando del lecho

y me iba columpiando

hasta depositarme entre los helechos húmedos

de una torre distante, asediada por los rumores

del soliloquio de un guerrero vencido.

Yo dormía, como duermen las ardillas veloces.

Los soplos de la madrugada no podían abrigarme.

Yo dormía, como una medusa desterrada al abismo.

Entonces fue cuando tu amor apareció

trasmutados en libros fabulosos

donde presenciábamos la quema de la biblioteca

de Alejandría… y un antiguo reloj de arena

nos borraba del tiempo trayéndome tu rostro mágico

que temblaba en la bruma del cielo,

que volaba por encima de las corrientes,

hundiéndose en las caracolas del olvido.

Yo dormía, como duermen las lluvias en el mar,

como duermen tus ojos cuando estás junto a mí.

 

  Afredo Pérez Alencart y Nancy Morejón (foto de Jacqueline Alencar)

 

Perfil de salamanca. Foto de José Amador Martín

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