CARTA PORTUGUESA O SOBRE UN LIBRO DE ALENCART. POR JAIME GARCÍA MAFFLA

 

 

 

1 El poeta Alfredo Pérez Alencart retratado por José Amador Martín

 El poeta Alfredo Pérez Alencart retratado por José Amador Martín

Crear en Salamanca tiene el auténtico privilegio de publicar este escrito del destacado poeta y filósofo colombiano Jaime García Maffla (Cali, 1944). JGM realizó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y un Máster en Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. En su obra se traslucen influencias de la tradición hispánica y del existencialismo. Ha sido considerado, junto a otros destacados poetas, como perteneciente al grupo de la ‘Generación Sin Nombre’. García Maffla, experto en la obra de Cervantes, es el autor del prólogo y las notas de la primera edición colombiana del Quijote, y uno de los poetas más relevantes (y ‘ocultos’) de Colombia y Latinoamérica. Fue cofundador de la revista de poesía ‘Golpe de Dados’, que apareció en 1972, junto con Mario Rivero, Giovanni Quessep y Fernando Charry Lara. En 1997 recibió el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. Ha sido coordinador de talleres de la Casa de Poesía Silva y profesor de posgrados en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana y del Instituto Caro y Cuervo, en Bogotá.  Entre otros, sus libros poéticos son: ‘Morir lleva un nombre corriente’ (1969); ‘Guirnalda entre despojos’ (1976); ‘En el solar de las gracias’ (1978); ‘La caza’ (1984); ‘Las voces del vigía’ (1986); ‘Poemas escritos a lápiz en un viejo cuaderno’ (1997); ‘Vive si puedes’ (1997); ‘Al dictado’ (1999); ‘Caballero en la Orden de la Desesperanza’ (2001); ‘Antología mínima del doncel’ (2001); ‘Poemas del no-decir’ (2011); ‘Buques en la Rada – Lais’ (2014), ‘De las señales’ (2014) y la antología íntima ‘Herida del Juglar’ (Hebel Ediciones, Santiago de Chile, 2016).

 

García Maffla escribe sobre el nuevo poemario de Alencart publicado en Portugal, “Em frente do mar, emudeci / Ante el mar, callé” (Editora Labirinto, Fafe, 2017), traducido al portugués por Eduardo Aroso.

 

2 Ante el mar, callé (Portada)

Ante el mar, callé (Portada)

 

 

CARTA PORTUGUESA

 

Quedan fragmentos:

huellas, palabras

como barcos que hacen

sonar sus bocinas

 

Con ese aliento general de anhelo que fija toda lírica en la expresión de un “yo” creador el cual aproxima hacia sí a la persona privada, que se sabe, así mismo, creado desde lo increado, leo Ante el mar, callé… libro de versos y de unos azules limo y firmamento impares, de A. P. Alencart.

 

Llega -hace éste volumen en las dos lenguas, castellana y portuguesa- a un conjunto de composiciones, bien que sean arrecifes de corales por ecos de edades,  las cuales, casi en queja pero también en alabanza, reproducen con el de los afectos y el de la emoción, el ritmo de las olas en ondas de sentir y horadar para, igualmente, dar a ver, y de sentido, que son también presencias y parajes, pasajes de la vida en un orar o un poetizar semejantes a huellas en la arena…

 

Meditaciones, sí, y contemplaciones explicadas por la Razón Poética, si no es del todo cierto que “el intelecto nunca ha cantado”, a través de los lances que en el alma se llevan: “No sólo el mar: también el Amor. No sólo la ciudad y el paisaje que la completa: también lo más íntimo, lo que es jardín sellado y no se desvanece. No solo Portugal: también algún lazo con Salamanca y Perú.

                    También lo trascendente en todo ser:

                    De esta playa no se ausenta el mar

                    Ni yo dejo de arrastrar una barca

                    donde también se oyen las plegarias.

 

 

3 Alfredo Pérez Alencart con su libro (foto de José Amador Martín)

Alfredo Pérez Alencart con su libro (foto de José Amador Martín)

 

 

Y en éstas el Verbo hecho Faro como el corazón fado milenario: el Misterio y el vuelo en alas quietas, abiertas solamente, de una paloma que opaca el espacio, pero esas alas suyas sobre “la playa de la claridad”, o la ya tan nuestra iluminación, todo iluminaciones, de Salinas, mirada en navegación hacia lo hondo de todo nuestro hacernos:

 

                                          Y ya el verbo será el final del principio

 

Figueira da Foz: “Visión que se desdobla hacia adentro, sin altibajos, porque con cada instante captado, primero fue puerto sobre la balanza que pesa una ciudad y el Atlántico lusitano”.

 

Entonces el Azul, L´ Azur que es el ideal, tomado aquí en herencia, en llamado del cual no se puede huir. ¿Ante qué mar calla Alencart? ¿No es el de la esperanza y el del sacrificio? La lengua castellana es la única que utiliza como sinónimos el “amar” y el “querer”, el “callar” y el “decir”, en un silencio cargado de signos, y más aún, de designios desde lo trascendente que se da en el entorno.

 

Delante de ese mar de Camoes, Alencart está dentro y fuera de sus cosas, lejano y próximo, ajeno y en la entraña… Se asume el estar como fluir de vida, flujo y reflujo también en nuestro ser, por los cuales vivimos acaso sólo del limo del instante en interiorización y vuelta a un “afuera”, para llegar a ser en paz aquello que no fuimos:

 

                                                “Al sol siéntate. Y abdica

                                                 Para ser rey de ti mismo”.

 

Libro de poesía, pues, con ese su callar, de posesiones y despojamientos, de un no-saber que por la mirada recoge en su seno toda sabiduría, todo saberse en la preciosa ignorancia, dispuesta a que venga a habitarla ahora sí el Todo, desde silencio del yo se hará posible, ignorancia de sí con esa joya del hablar al callar entre las manos como en el Destino. ¿Ante cuál mar calla Alencart? ¿No es ese mismo de la  oblación,  de la esperanza, el del donar y del sacrificio? Siempre hay un “soy” efímero y otro atemporal, como contrastan la ciudad regida por el azar y la necesidad, con el subir y bajar de las mareas en monólogo y autodiálogo de la naturaleza; el vivir que es llamado y exigencia, pero también una lacónica aceptación del olvido para quedarse con su única brújula interior, instante a instante.

 

4 A. P. Alencart en Cabo Mondego (Figueira da Foz, 2011. Foto de Jacqueline Alencar)

A. P. Alencart en Cabo Mondego (Figueira da Foz, 2011. Foto de Jacqueline Alencar)

 

La sangre verde y ámbar a la manera en que en el propio iris se dibujan –por pincel o afluente de las vidas- albatros, brazos abiertos, jarcias, playas o labios, la alta mar sin los acantilados –nuestras penas- : Ce toit, oú marchen des colombes… Es que el mar resulta, al cabo ser también, pleno, el Ser con su abismo. Y se preguntará A. P. A.:

 

                                 ¿Estaré ya, al menos de perfil, mostrando mi alma

                                 En algún atardecer de Figueira?

 

La ciudad con su abigarramiento de siglos de historia, de ventura, desvelo o el dormir y la aventura en ciernes, que ignora lo humano, entre el tiempo que la cuenta y deshace, la canta y también va desapareciéndola.

 

 De aquí este “callar” de Alencart. Hemos recordado esa mirada a una mar siempre recomenzando, siendo espacio y tiempo, evocación y adivinación, trajín de la tarea divina y humana, afán y duelo, herida que restaña un ocaso. Y un ser seguido por ese otro fondo marino que es la propia voz, aquí silenciándose ante el ver hacer, diciendo por la sola presencia allí, en sí, dejando a todo ser que hable, que nos hable y se hable, o entre en diálogo con todas las regiones del mundo y de la vida. Aquí una ligera espuma de trigales para Alencart: Castilla y las hojas de la Amazonía de su Perú natal, que es puerto y afluente de afectos y de notas, en su ya pentagrama hacia lo eterno.

 

                                    ¡Canciones saudosas

                                     Como el humo de los barcos cuyo destino se presume lejos!

 

 

5 El poeta y filólogo Jaime García Maffla

El poeta y filólogo Jaime García Maffla

Un comentario
  • Luis Honorio Delgado
    febrero 17, 2018

    Enhorabuena, amigo Alencart. Lo mereces, y mucho.

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