ANTE EL MAR, CALLÉ” DE ALFREDO PÉREZ ALENCART. COMENTARIO DE SANTIAGO REDONDO VEGA

 

1 El poeta Alfredo Pérez Alencart, durante la presnetación salmantina del libro (foto de José Amador Martín)

 El poeta Alfredo Pérez Alencart, durante la presentación salmantina del libro (foto de José Amador Martín)

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar, en exclusiva, la intervención que, para el presentar en nuevo poemario de A. P. Alencart, hiciera recientemente Santiago Redondo (Villalón de Campos, Valladolid, 1958). Poeta y narrador, Redondo Vega tiene publicados los poemarios “Naturaleza viva” (2009) y “Laberinto de inercias” (2014).  También, en ediciones conjuntas, “Vida y otras ausencias” (2009, edición del “XII Premio de Poesía Blas de Otero de S. Sebastián de los Reyes, Madrid) y “Amor es la palabra” (2008, Murcia). Ha sido incluido en varias antologías, entre ellas “Di tú que he sido”, antología del XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, en homenaje a Unamuno (Salamanca, 2012).. Ha obtenido más de 30 premios y reconocimientos en certámenes de poesía y de cuento en España, como los de Medina del Campo, Alcorcón, San Sebastián de los Reyes, Palma de Mallorca, Valladolid, Murcia, Dueñas, El Burgo de Osma, La Fregeneda (Salamanca), Barbastro, Lasarte-Oria (Guipúzcoa) o el Accésit del XIX Premio Nacional de Poesía de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), entre otros. En 2014 fue finalista del XXVII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe.

 

 

2 Portada del poemario 'Ante el mar, callé - Em frente do mar, emudeci'

  Portada del poemario ‘Ante el mar, callé – Em frente do mar, emudeci’

 

ANTE EL MAR, CALLÉ”, DE ALFREDO PÉREZ ALENCART

SANTIAGO REDONDO VEGA

 

“Ante el mar, callé” es el título del poemario, que nos acerca esta tarde desde Salamanca el reconocido poeta y entrañable amigo Alfredo Pérez Alencart. Veintiún poemas en edición bilingüe en castellano y portugués, traducidos a la lengua de Pessoa por el también poeta y músico de Coimbra, Eduardo Aroso. Publicado por la editorial portuguesa Editora Laberinto, está recién salido de imprenta, tanto que acaba de ver la luz en este mismo octubre reseco y cálido, que ya se nos escapa de las manos. Y son precisamente su editor, Joao Artin Pinto, y su amigo, el también poeta portugués Víctor Oliveira Mateus, quienes nos lo traen hoy aquí en su nombre, ya que por motivos de su incansable labor de fraternidad literaria, concretamente por ejercer de coordinador del XX Encuentro de Poetas Iberoamericanos que precisamente estos días tiene lugar en Salamanca, el propio autor no puede estar aquí físicamente con nosotros. Aunque según sus propias palabras, lo está de pleno espíritu.

 

De Alfredo Pérez Alencart, de sobra conocido en esta sala y en esta ciudad, por sus múltiples y recordadas intervenciones, sólo diré, por si alguien todavía lo ignorara, que se trata de un poeta y ensayista peruano-español, profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca, y que compagina su oficio de enseñanza con la única vocación que, junto a la fe de sus creencias, acentúa y mitiga a partes iguales, su experiencia vital por este empeño suyo de recorrer el mundo con el corazón descalzo: la poesía.

 

“Ante el mar, callé” obedece a la necesidad inminente de expresar en palabras escritas, el impacto visual que el océano Atlántico provoca en la retina poética de su autor, en el córtex de su cerebro lírico, y en el venero sentimental de su humanidad consciente. Ya desde el título evidencia su plena rendición al mar inmenso, empequeñecido él, por el espectáculo de la grandiosidad de ese azul infinito, provocándole ese sentimiento lógico de callar y de escuchar, que no de dejar de reflexionar ni de escribir, como evidencia la sobrevenida inspiración que ha traído a la luz a este poemario cierto del que les hablo.

 

 

3 El poeta Santiago Redondo Vega, durante su intervención

 El poeta Santiago Redondo Vega, durante su intervención

 

Rememora el autor en su mirada a este Atlántico de sosiego y plenitud de ahora, aquella visión primera que del océano tuvo en su Amazonia niña al contemplar las fauces de aquel inmenso océano Pacífico, bostezándole al alba, amanecido apenas a la voluntad aún blanca de sus primeros ojos. Y desde aquel recuerdo se apresta a valorar de nuevo, ahora ya con perfecta madurez y conocimiento de causa, la intensidad con que la vida –como el mar lusitano que ahora observa- acaricia y erosiona el corazón de los hombres, herido por momentos. Y ante él, ante este mar realista y concienzudo, o surrealista y utópico confluyen, ola a ola, partes de él y de su historia, victorias y derrotas que acaban por ser eso que se entiende por tiempo recorrido, por bagaje vital, por experiencia.

 

Hago hincapié, en el masculino que utiliza Pérez Alencart para su percepción marina. Habla del mar, sí, no de la mar en femenino, como habitualmente escriben los poetas, en su consideración de la mar como alegoría de la mujer hermosa, de la hembra esquiva, o de la madre buena. Porque la madre, con mayúsculas, en Alfredo Pérez Alencart acostumbra ya a guardar en su poética nombre y cobijo, y no es otro que el de la Tierra misma, la Tierra fértil, la Pachamama andina y prehispánica que condiciona de por vida la vocación estética de sus versos, tanto como la Ibérica conciencia de sentirse parte de aquí y de allá, dicotomía mágica de la que se nutre su obra en perfecto vínculo. Y es que los puentes -se lo ha susurrado el Tormes al oído- siempre aúnan, jamás separan.

 

Poemario escrito en abril de 2011, en unos días de sosiego pasados en Figueira da Foz, junto a su familia, y en el espacio efímero de apenas dos madrugadas, según confiesa él mismo en una nota de postreros agradecimientos. Muy poco habitual manera ésta de construir los versos en Pérez Alencart, que acostumbra a pausar con parsimonia la procacidad de sus sueños. Pero también la inmediatez es verdad letraherida, y aquí ese matiz precisamente toma razón y fuerza. Por eso quizá este poemario cargado de frescura, apunta maneras y lugares diferentes a otros suyos, sin dejar, claro está, de traslucir el estilo propio del autor que los adiestra.

 

 

4 Oliveira , Vale, Aganzo, Sagüillo, Pinto, Valle y Redondo, en Valladolid

 Oliveira , Vale, Aganzo, Sagüillo, Pinto, Valle y Redondo, en Valladolid

De común a su ya ingente obra poética publicada, podría decirse que de alguna forma desembocan aquí también los graves de sus inmersiones bíblicas -su inseparable fuente de inspiración poética- o los agudos de su preferencia social por los más débiles, por los desfavorecidos, o que el eco del alma, del verbo, de la vida, del amor, del júbilo, del asombro, de la satisfacción / insatisfacción del mundo que nos niega, de la tierra que habita, de la que sueña, de la cotidianidad enhechizada y sus innumerables afectos, también obran aquí con evidencia. Destellos que acarician de sobra las palabras de sal y espuma de las playas poéticas de este poemario suyo, como habitualmente acontece. Pero también puede decirse que “Ante el mar, callé” no sólo abunda en eso y sólo en eso. Sino que aquí el poeta se embebe del fotograma nítido de ese instante de luz inabarcable que es el mar hecho naturaleza agreste, de ese mar inmenso que inspira y alimenta su consciente, empequeñecido él y casi mudo, y positiva en el papel apresurado la estatura de un hombre sin tapujos, en pertinaz carne y hueso. Ora metafórico y surrealista, ora pie a tierra, llano y remangado en brío, descubriendo paisajes de interior –de su profundo y  melancólico interior- a medida que repasa y reordena los recuerdos de sombra –que no de duelo- que hacen noche en sus ojos.

 

Escrito en primera persona, pero no siempre en soledad, sino rodeado también de los afectos versales de Pessoa, de Miguel Torga (Adolfo Correia da Rocha), o de Unamuno, por ejemplo; poetas que también se sentaron sobre estas mismas rocas que hoy cimentan la patria de sus versos, y a quienes nombra y tan bien comprende. Y el fado al fondo –no podía ser menos- con Amalia Rodrigues desgranando los huecos colmados por la ausencia, convicción de saudade y proverbial tristura.   

 

5 El editor Joao Artur Pinto y Alfredo Pérez Alencart (foto de Jacqueline Alencart)

 El editor Joao Artur Pinto y Alfredo Pérez Alencart (foto de Jacqueline Alencart)

 

La medida y el tamaño de los versos discurren aquí más cortos, menos densos, más nítidos quizá, a pesar de metáforas y celebrados surrealismos, que otros tantos de los suyos, y los poemas también se acortan sensiblemente en longitud, que no en profundidad, que otros anteriores bien conocidos de su personal factura. Los vocablos marinos aportan brisa y conciencia de paisaje abierto al escenario creado, actuando de argamasa con el mensaje formal que el poeta pretende: luz e infinito.

 

Localidades portuguesas como Buarcos, Figueira da Foz o Cabo Mondego –naturaleza obliga- se convierten así en lugares de paso, de contemplación y de reflexión poética sobre la toponimia lusa que el autor hispano-peruano nos acerca a los ojos.

 

De cada libro, de cada poema, se pueden extraer tantas conclusiones como atrevidos lectores se apresten a formar parte activa de su universo, porque los poemas no son del todo propios hasta que no llegan a manos ajenas para ser compartidos y degustados, desnudados o revestidos, pero invariablemente tamizados por el sentimiento individual que a cada quien compete.

 

Desde ese punto de vista, y en una visión global del poemario –que lógicamente encierra multitud de otros matices, imposibles de pormenorizar en este breve espacio- me parece a mí que podría resumirse diciendo que “Ante el mar, callé” es un tributo poético a la belleza agreste de la naturaleza, a la naturaleza entendida como tal, la orográfica, la geográfica, la accidentada y telúrica, tanto como a esas otras dos naturalezas ávidas, la humana y la espiritual, que conforman la plenitud del hombre y sus constantes. Y es que la poesía es la manera más libre, más sencilla y más lícita que tiene el ser humano de llamar a las cosas por su nombre. Como lo hace aquí y ahora Alfredo Pérez Alencart en el transcurso hermoso de este silencio a gritos. Memoria y corazón versando madrugadas frente a un inmenso azul de recuerdos y oleajes.   

 

Hermoso poemario en suma, cargado de matices líricos y humanos, naturaleza, reflexión, introspección y recuerdos, factura de un poeta de proverbial constancia en la palabra, para leer frente al mar, frente a cualquier mar posible, incluso en el espacio abierto de una habitación a solas, en la orilla concienzuda de uno mismo.

 

Valladolid, Viernes del Sarmiento, 27/10/2017

 

 

6 Otro momento del comentario de Santiago Redondo Vega

 tro momento del comentario de Santiago Redondo Vega

 

Un comentario
  • Trinidad Montalbán
    noviembre 6, 2017

    Me ha encantado este comentario, pues invita a leer los poemas lusitanos de Alfredo Pérez Alencart

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