ALFREDO PÉREZ ALENCART ENCUMBRA LA VIDA CON LA POESÍA. ARTÍCULO DE WINSTON ORRILLO

 

Alencart y portada del libro (Composición de J. C. Martín Cobano)

 

Crear en Salamanca se complace en publicar este artículo escrito por Winston Orrillo (Lima, 1941), destacado poeta peruano. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), donde obtuvo el grado de doctor y fue director de la Escuela Académico-Profesional de Comunicación Social de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas. Ha publicado La memoria del aire (1965), Travesía tenaz (1965), Crónicas (1967), Orden del día (1968), Nueve poemas (1969), 14 y un sonetos (1971), Calendario (1972) en colaboración con Nana Gutiérrez, A la altura del hombre (1971, antología de sus poemas políticos), Sus mejores poemas de amor (1971), Autoelegía (1971), Nuevos poemas de amor (1971), Telegramas (1971), Admonición(1977), Sobre los ojos (Ediciones Capulí, Lima, 1981), Elegía (1981; poemario dedicado a su padre muerto), 40 poemas de años (1981), Animal de amor (1981), La capital del corazón (1988), 50 poemas de años (1991), Homenaje a Mozart y al cine (1991), Hacer el amor (y otros poemas) (1997), Poemas de amor (miniantología seleccionada y publicada por César Toro Montalvo, 1998), Manual de poesía amorosa (1998), Poemas para un gato (204), Monumento del cuerpo (2006) y El libro de Benita (2011) Ha sido jurado en el Concurso Internacional de Literatura “Casa de las Américas” (Cuba), y ha viajado por casi todo el mundo en misiones culturales y de política cultural. Ganó el Premio Poeta Joven del Perú en 1965 y obtuvo el Premio Nacional de Cultura (Periodismo) en 1969. Su obra está parcialmente traducida al inglés, francés, italiano, búlgaro, ruso y coreano. Hasta su jubilación, fue catedrático principal de la UNMSM.

 

 

Corazón, con versos de Alencart, de Miguel Elías

 

 

ALFREDO PÉREZ ALENCART

ENCUMBRA LA VIDA CON LA POESÍA

 

 

        “Yo soy/ quien ahora repito/ el acto agradecido// del leproso extranjero.”

 

     “Grabé mi nombre/ en el barro que dejaban/ las lluvias que arrullaron/ mi niñez.”

 

“Soy y seré el que pase/ por el ojo de la aguja/ con las pupilas// siempre alucinadas”.

 A.P.A.

 

 

Se trata de aquellos –“son pocos, pero son” – que abandonan el lar nativo para ir en procura de un porvenir mejor.

 

Y a veces el periplo es vasto, como en el caso del poeta-profesor, Alfredo Pérez Alencart,  que hoy nos ocupa, y  quien naciera en Puerto Maldonado, Perú, en 1962, y ahora lo tenemos, nada menos que como profesor de la muy reputada Universidad de Salamanca, desde 1987; pero, además, ha sido Secretario de la Cátedra de Poética “Fray Luis de León” de la Universidad Pontificia de dicha ciudad castellana, y, asimismo, desde 1998, es  Coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca, Ciudad de Cultura y Saberes.

 

Junto con la docencia, Alfredo Pérez Alencart es un incesante productor de obras líricas, entre las que destacan, Madre Selva (2002), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Savia de las Antípodas (2009); Cartografía de las revelaciones (2011); Prontuario de Infinito (2012) y Barro del Paraíso (2019), entre varias otras que, obviamente, no traemos a colación minuciosamente, pues hay  datos más urgentes, como que su obra ha sido parcialmente traducida a 50 idiomas, y, por el conjunto de sus textos, ha recibido el Premio Internacional de Poesía “Vicente Gerbasi” de Venezuela, en el 2009; el Premio de Poesía “ Jorge Guillén”, de España, 2012; el Premio Humberto Peregrino, de Brasil, en el 2015; así como la muy prestigiosa Medalla Mihai Eminescu, concedida en Rumanía el año 2018, entre varios otros.

 

Y ahora, por no sé qué extraños –y feraces– caminos del azar llega a mi correo Encumbra tu corazón – Innaliza il tuo cuore, en edición bilingüe, traducida por el infatigable y muy preciso –y precioso (me lo dicen mis amigos ítalo-parlantes) Beppe Costa.

 

El volumen, breve como el producto de una cerbatana, nos introduce en los meandros de un bardo preocupado por la vida –y su par, la muerte. Mas todo como que apunta a que, precisamente, el corazón que él nos encumbra nos ensalza y conduce hacia ese Norte al que todos –nos lo digamos o no– aspiramos: la vida eterna, allende el apocalipsis que nos cerca de modo artero, preciso y cotidiano.

 

Las ondas religiosas que por allí aparecen, son como vericuetos a través de los cuales –tal barricadas– nos defendemos de la destrucción que nos cerca.

 

Los breves y fulgentes versos de Pérez Alencart nos ayudan en el combate permanente por la vida, hacia la vida.

 

Veamos “Sed”, su última parte: “Difícil dejar de embestir/ antes de separar/ los labios para sorber/ agua del remanso.//Pero estás sediento/ y procuras un íntimo sosiego/ que en sí mismo es casi/ nada,//pero se adensa en ti/ y te sacia.//hidratándote para siempre.

 

Y, asimismo, “Deseos”: “Pujantes/ son los deseos//cuando navegan/ hacia el amor.// Pero no todos llegan/ al muelle/ donde aguardan/ las caricias./ Cada tarde/ hay naufragios// y cada mañana / se recogen de la/ playa//los cuerpos ahogados/ de muchos//deseos.”

 

En resumen, ¿qué nos queda de esta lectura voraz? Pues nada más y nada menos que Alfredo Pérez Alencart sepa que hay, en el Perú, otro de sus nuevos lectores, que aguarda, con impaciencia, el arribo de otros de sus batiscafos poéticos.

 

 

El poeta peruano Winston Orrillo

 

 

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